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Jorge Sanjinés, cineasta del grupo UKAMAU

«Confío en la sagacidad de las masas insurgentes»

Fuentes: Rebelión

Hace poco más de dos años, vi al cineasta Jorge Sanjinés en una de las esquinas de la Parroquia de Villa Ingenio en El Alto, observando los alrededores. Después, un poco camuflada entre otra gente, le oí comentar que quería realizar una película sobre la masacre de Villa Ingenio (Guerra del Gas). Recuerdo ese pasaje […]

Hace poco más de dos años, vi al cineasta Jorge Sanjinés en una de las esquinas de la Parroquia de Villa Ingenio en El Alto, observando los alrededores. Después, un poco camuflada entre otra gente, le oí comentar que quería realizar una película sobre la masacre de Villa Ingenio (Guerra del Gas). Recuerdo ese pasaje con añoranza, porque el cine del grupo Ukamau retrató varios pasajes genocidas de nuestra historia con una capacidad muy fuerte de conectarnos con la memoria colectiva, esa memoria reivindicativa de justicia.

Ese tipo de comunicación no sólo nos habló de las matanzas -a través de los protagonistas reales- sino actualizó, de varias maneras y con insistencia, esa gran demanda de justicia pisoteada desde hace siglos por el sistema colonial impuesto. ¿Cómo ve Sanjinés esa realidad en la nueva coyuntura?
JS.- Creemos en la tradición pacífica de nuestros pueblos indígenas y en sus prodigiosas reservas morales, filosóficas y creativas. Es asombroso comprobar que varios siglos de opresión y desprecio, de odio y racismo, no pudieron aniquilar el alma de una cultura que cifró sus esperanzas en los valores de la reciprocidad y la solidaridad y que conserva profundamente su visión de amor e integración con la Naturaleza. Eso son los indios que en Bolivia son mayoría. Esa es la mayoría triunfante y esos hombres y mujeres no han votado para seguir siendo objeto de desprecio y marginación. Ese voto mayoritario no se ha depositado para conservar la soberbia señorial que los ha destinado a la miseria y el abandono, se lo ha hecho para que se cumpla el Pachakuti profetizado.

Por toda la historia de injusticia que llevamos a cuestas, es difícil creer cuando los políticos nos hablan de cambio… Sin embargo, ¿cuál cree que es el principal desafío de ahora en adelante?

JS.- Hace muchos años, cuando en una oportunidad en la que el reventón de una llanta me hizo buscar ayuda en una carretera del altiplano, llamaba a gritos a un campesino que en esa hora crepuscular, se hallaba sentado en la cima de una colina. Un anciano que presenciaba mis inútiles intentos, se me acercó para decirme que el hombre no iba a descender hasta que el sol no terminara de ocultarse. Le pregunté porqué razón y su respuesta fue tan sencilla como inquietante: «Porque se está llenando de luz». «¿Y para qué?», pregunté desconcertado. «La comunidad le ha elegido Jefe para este año…». Me di cuenta esa tarde que la cultura de la mayoría de mi pueblo, me era desconocida.
Se trata pues de la presencia de dos distintas cosmovisiones y el gran desafió político presente, no radicará tanto en resolver problemas de déficit en la balanza de pagos o en hacer acuerdos con las transnacionales que respeten nuestra soberanía, sino en conjugar, en armonizar, partiendo del respeto mutuo, las dos distintas maneras de componer nuestra realidad. Difícil tarea social y política que no puede hacerse de la noche a la mañana y que requiere de esas dos Bolivias que deben encontrarse en la contemplación desprejuiciada; dando y recibiendo, admirando y respetando, para incorporar los beneficios de la tecnología de la modernidad sin perder los horizontes de la propia identidad cultural.

Desde su visión sobre el arte y la cultura, siempre vinculados a la política en sus obras, ¿qué trascendencia usted cree que puede tener la presencia indígena en el poder?

R.- Los pueblos andinos desconcentran permanentemente el poder político para evitar su envilecimiento. El poder político andino nace en las bases de la sociedad, en la voluntad colectiva y gracias a esa mecánica social fueron posibles los grandes movimientos de masas organizadas que han cambiado el panorama político boliviano. La consulta, la transparencia, la atención y respeto a la opinión de los demás han sido fundamentales herramientas para el triunfo electoral. En la cultura andina se manejan, en el intercambio económico, no sólo valores materiales, sino sentimientos y esto es lo notable, porque descoloca cualquier discernimiento basado en la lógica utilitaria. Sentimientos de solidaridad y reciprocidad que nada tienen que hacer con la suma aritmética del 2 + 2 = 4 . En el norte de Potosí cuando se intercambia una llama por un costal de maíz, se está adquiriendo una amistad que no tiene precio; cuando una vendedora de locotos, en una feria del altiplano, rechaza vender todos sus frutos de una sola vez, aún a un mayor precio, está revelando la conciencia de una función social que tampoco obedece a la lógica del mercado occidental. En ese pensamiento, los sujetos son libres en la libertad del grupo social y nunca -a decir de Mariátegui- son menos libres que cuando están solos. En el mundo andino nadie busca la «libertad» del neurótico que se adjudica el insensato derecho de hacer lo que le venga en gana.

Esa ha sido la tendencia en la conducta de los grupos de poder y, en particular, de individuos que han usufructuado de cierto apoyo electoral para disponer de nuestras riquezas y nuestras voluntades. ¿Cómo ha quedado la derecha después de las elecciones?

JS.- La perplejidad inusitada de algunos grupos minúsculos de poder y de gente «blanca» que siempre se ha considerado superior racialmente a los indios, no puede ser más elocuente. Un escritor y político de ese grupo social ha confesado que desde el día del triunfo electoral del MAS, no puede dormir en paz. Y no es para poco, porque un temor casi atávico al indio, posiblemente generado por la memoria colectiva del terrible cerco a La Paz en 1781, en el que pereció la mitad de la población de la ciudad, atormenta el subconsciente colectivo de los señores que ultrajaron, explotaron y despreciaron a los indios y hoy temen la venganza. Sin embargo, el pueblo triunfante está tomando su victoria con admirable madurez. No hay asomo de manifestaciones revanchistas en las masas que hoy muy esperanzadas, vislumbran la posibilidad de ver terminado o aminorado su cotidiano sufrimiento.

Pero este momento referencial de las elecciones y el cambio de gobierno es parte de un proceso más largo y estructural, en el que justamente han chocado permanentemente dos Bolivias…

JS.- Es evidente que la derrota de la derecha ha sido catastrófica no sólo en términos políticos. El mayor fracaso no estuvo en las urnas sino en la incapacidad de ese estamento social por comprender la realidad en la que actúa. Saben poco sobre el país en el que viven, tienen dificultades para leer nuestra realidad social, desprecian las posibilidades culturales y económicas de nuestra diversidad cultural y no sospechan la complejidad del pensamiento andino, porque siempre lo subvaloraron, no se percataron que ese pensamiento no responde ni a la lógica kantiana ni a la certidumbre racionalista francesa. Una izquierda señorial, todavía presente, padece similar ignorancia.

Algunos intelectuales han pretendido caracterizar a los movimientos que han sacudido al país en los últimos años, como grupos «comandados» por un líder o caudillo capaz de maniobrar hasta el último rincón de las conciencias…

JS.- ¿Una multitud puede moverse orgánicamente, actuar y triunfar sin líder, sin partido que coordine? Las masas triunfantes que expulsaron del poder a Sánchez de Lozada en octubre, actuaron con asombrosa eficacia para reunirse -a pesar de la feroz represión armada-, para deliberar colectivamente y decidir acciones y medidas. Sindicatos, juntas vecinales, gremios y estudiantes al tiempo que recogían sus muertos y heridos articularon una insurgencia que volcó a más de 200 mil personas, decididas a ofrendar sus vidas, sobre la ciudad de La Paz. Los alteños expulsaron al presidente «vendepatria», inspirados por sus seculares tradiciones culturales organizativas comunitarias andinas, por la experiencia de los viejos sindicalistas mineros «relocalizados» que hoy habitan en la ciudad de El Alto y por la memoria histórica acumulada, desde el remoto cerco de La Paz que encabezaron Bartolina Sisa y Julian Apaza en 1781. En esa circunstancia histórica, las masas alteñas instituyeron un nuevo poder político popular, sin dirección de partidos políticos o líderes tradicionales, pero con la claridad suficiente como para saber que protagonizaban un momento histórico y que podían exigir un nuevo Estado que sea capaz de resolver sus demandas, buscando en la Asamblea Constituyente un nítido instrumento para construirlo. El 18 de diciembre las multitudes del país entero, alentadas por la memoria del poder colectivo probado en Octubre, salieron confiadas a recuperar una soberanía que les pertenece.

Para terminar, don Jorge, ¿cómo ve el accionar de las masas en el presente contexto?

JS.- Confío mucho en la sagacidad de las masas insurgentes, en su capacidad de autoinstituirse y de intuir y marcar los derroteros por los que debe marchar el gran cambio. Esa sagacidad colectiva, que ha demostrado claramente su presencia en los grandes levantamientos recientes, ha instituido un control social de enorme eficacia, tanto que pudo paralizar la maquinaria de la corrupta clase política, cuyos partidos rezan hoy los responsos de su entierro. Los viejos políticos y sus partidos se vieron sitiados por esas multitudes vigilantes y exigentes que les obligaron a cambiar la Ley de Hidrocarburos, llamar a nuevas elecciones y convocar a la Asamblea Constituyente. Ese mismo control social, instituido en la Asamblea Constituyente, contiene la fuerza para contener apetencias desmedidas, autoritarismos, desmanes y corrupción que han caracterizado la conducta de los políticos tradicionales y que podrían volver a presentarse en medio de la euforia y el mareo de muchos de los que ahora llegan a mandar.

* Claudia Espinoza Iturri es periodista.