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Construyendo al enemigo

Fuentes: Rebelión

A partir del análisis realizado por Zaffaroni en su texto El enemigo en el derecho penal sobre las implicaciones que tiene un sistema penal preferencial para ciertos individuos y niega a otros su condición de persona y/o ciudadano/a violando sus derechos humanos y por ende contradiciendo un estado de derecho democrático y garante de esos derechos. La construcción del «enemigo» es una constante en México, desde la manipulación, la construcción y reconfiguración del imaginario colectivo que es utilizado en el ejercicio de lo que Zaffaroni describe como el «poder punitivo» (Zaffaroni, 2016, p.31), hasta la manipulación en los medios y la creación de imágenes propagandistas, cuestiones que desde el arte y la cultura hemos señalado en reiteradas ocasiones.

¿Quiénes y bajo qué criterios decide quién es el enemigo? Desde la óptica del capitalismo todo aquel que atente contra este o que atente contra las instituciones del estado supuestamente «democrático». En México, que asume y ratifica la protección de derechos humanos tanto en tratados internacionales como en la Constitución, se incrementan cada vez más los mecanismos del poder punitivo como sistema de control social lejos de la prevención del delito –con base en la desproporcionada injusticia social que vivimos– y ya no digamos de observancia y ejercicio pleno de los derechos humanos.

Esencialmente podríamos nombrar tres categorías básicas del enemigo según la ideología del poder político actual en México: «Conservadores», delincuentes comunes y narcotraficantes. Todas se entrelazan y se complementan, sobre todo las primeras dos, a modo o se separan diametralmente y estas distinciones se otorgan en función de un clasismo y un racismo exacerbado siendo que por ejemplo, dentro de la categoría de «conservador», encaja perfectamente todo aquel que denuncie, cuestione o proponga alternativas y soluciones frente al estrecho raciocinio de quienes administran el Estado en todos sus niveles, sobre todo en el Poder Ejecutivo de donde salió este discurso de «conservadores» y «liberales». Aquí entran, sin importar si las ideologías o las personas son afines al pensamiento o ruta de Estado en términos generales: intelectuales, periodistas, artistas, sindicatos, movimientos sociales, dirigentes campesinos y obreros, universidades públicas, estudiantes, organismos de derechos humanos, sotanas y hasta «fifís» (un término peyorativo en México para describir al pequeño burgués acomodaticio mezclado con oligarca), durante los últimos seis años de una supuesta «transformación histórica» de la Nación (la cuarta según sus creadores). Casualmente, en el discurso oficial que se escuchó todos los días desde un Palacio Nacional durante seis años, nunca escuchamos que un indígena entrara en esa categoría de «conservador» pero sí como instrumentos de los «conservadores» donde los indígenas eran «engañados» aparentemente para desprestigiar los avances en el desarrollismo criminal de la Cuarta transformación. En este discurso siempre clasista, racista y colonialista, el indígena entra en la segunda categoría, la del delincuente común e incluso en la de narcotraficante, según sea la pertinencia y conveniencia del caso o la gravedad de enemigo a combatir. Y aquí, que según sea la «peligrosidad» del enemigo, en estas dos últimas categorías vuelven a entrar y caben más todavía porque todos caben en el mismo saco: periodistas, intelectuales, madres buscadoras, dirigentes estudiantiles, campesinos, obreros, ladrones, feminicidas, asesinos, acosadores, feminicidas, ladrones, estafadores de poca monta (los de cuello largo al igual que el «profesional» de la política incluidos diputados y funcionarios de alto nivel como secretarios de estado nunca bajan de la primera categoría y no son imputables por alguna extraña razón que solamente el poder punitivo del estado puede explicar) y un largo etcétera.

Pero cuál es el objetivo de meter a todos estos «indeseables» en el mismo saco, o más bien cómo deshacerse del enemigo que esta poniendo en jaque al Estado y hay varias formas. Una es la fabricación de delitos para bajar al enemigo a la segunda categoría y hasta la tercera sobre todo contra defensores de la tierra, dirigentes sociales, estudiantes, campesinos, indígenas, obreros, defensores de derechos humanos, buscadoras y buscadores de desaparecidos, etcétera. Con delitos de lo más vario pinto y que van desde el robo hasta el asesinato y donde se va a aplicar el derecho penal con toda regla y con todo el rigor, comenzando por la prisión preventiva. Aquí la cuestión es deslegitimar la verdadera esencia de quienes levantan la voz y que no alcancen ni siquiera lo que los derechos humanos les garantiza: derecho a la protesta, a discernir, a la libertad de expresión, además con delitos del fuero común son imposibles las categorías de preso político o preso de conciencia, porque en México ya «NO hay presos políticos», mucho menos de conciencia, como tampoco hay represión ni crímenes de estado, por lo tanto este enemigo potencialmente «peligroso¨, incluso para el funcionamiento armónico de los derechos humanos y todo el sistema normativo nacional y lo que se suscribe y ratifica a nivel internacional en la materia, es reducido a un delincuente común donde el derecho penal es eficiente y efectivo dentro del Estado «democrático». No pasa a mayores.

Otra forma es lo que Zaffaroni denomina como y «sistema penal subterráneo» (Zaffaroni, p. 53) un sistema utilizado durante la guerra sucia en México y América Latina y que puede nuevamente estar operando en México y de una manera mas compleja. Se trata de un sistema que accionaba la eliminación sistemática del enemigo a través de la ejecución o la desaparición forzada. No es necesario mencionar el lugar que ocupa México a nivel mundial en la materia tan solo mas de 51 mil desapariciones según el portal del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro (https//centroprodh.org.mx) en el último sexenio, casi el doble de la cantidad de desaparecidos durante la dictadura en Argentina. Con la diferencia que el instrumento de ejecución ahora es un enemigo común internacional: el crimen organizado. En el marco de una guerra contra el narcotráfico y crimen organizado donde asombrosamente mas de 317 mil efectivos militares según la Secretaría de la Defensa, armados hasta los dientes con armamento de última generación, muchos de ellos entrenados con los mejores especialistas de la violencia de EEUU: la CIA, el FBI o la DEA, con presupuesto y todo el aparato de estado detrás de ellos, no pueden contener a los cárteles en todo el territorio.

El poder punitivo esta instalado desde la concepción del sistema penal mexicano con base en una profunda desigualdad social, vigilar para castigar no para prevenir, herencia del colonialismo español que a su vez heredó del derecho romano, sin reconocer hasta la fecha alternativas no punitivas que se encuentran en los complejos sistemas normativos indígenas, más antiguos que la existencia misma del imperio romano y que siguen vigentes en muchos pueblos originarios donde ni la cárcel existe o siquiera el concepto de justicia ni deidad Iustitia como es el caso del pueblo nahua. Así que para que se pueda en gran medida aplicar la justicia de manera efectiva se han creado y solapan instrumentos fuera del orden normativo, para ejecutar la acción punitiva sin violentar ante la sociedad el estado de derecho y garantizar al menos en apariencia los DDHH. Es decir, crear o solapar un supuesto «enemigo», en nuestro caso el narco, paramilitares y  crimen organizado, para que elimine al otro enemigo que no puede ser imputable ni eliminado porque sus acciones están dentro del marco legal y de los derechos humanos: los defensores de la tierra, dirigentes indígenas y campesinos, comunidades autónomas como las comunidades zapatistas en Chiapas, población civil, etcétera y bajo el amparo y la omisión de las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional, como lo dejó claro el mismo expresidente Andrés Manuel López Obrador el 12 de septiembre del 2024 «es un asunto de ellos, nada más que no afecten a la población y que ellos también se cuiden” (El País 13/08/2024) o sea que la guerra entre cárteles por el supuesto control de territorios no es un asunto que le compete al Estado mexicano y de ser así entonces ¿qué están haciendo las fuerzas armadas fuera de su jurisdicción y competencia? o es que solo están desde gayola disfrutando del espectáculo que ofrece el Estado.

Y son los medios de comunicación los que van a legitimar ante la opinión pública al enemigo construido por el Estado, así, se normaliza la violencia del poder punitivo a través de la imagen (Zaffaroni p. 78), la Sociedad del Espectáculo a todo lo que da y el linchamiento mediático de seudo periodistas, opinólogos y especialistas que, sin pruebas o investigaciones serias, a través del discurso y la manipulación de la imagen van a convertirse en el arma predilecta. Ante la imagen no cabe la mentira, sería la lógica, sin embargo, la manipulación ahora también desde la edición con inteligencia artificial y con el discurso correcto se puede satanizar al enemigo de tal manera que las masas exigan venganza, aunque el señalado ni enterado esté de lo que supuestamente hizo. Y es justo aquí donde la fabricación del enemigo toma fuerza. Ante la incompetencia del Estado para resolver el problema habrá que construir un enemigo que responda a las necesidades de venganza y linchamiento de las masas, hay que mantener el espectáculo antes de que la sociedad se entere de lo que realmente esta pasando y la prensa y la propaganda juegan el papel estelar que históricamente han desempeñado como arma fundamental en la guerra sicológica (Serrano, 2009, p. 32)

Pero la política también es el espectáculo, el legislador altera, reforma, adhiere, manosea y prostituye las leyes, por ejemplo, incrementando las penas de manera desproporcionada en algunos delitos para beneplácito de la población que clama venganza y de sus compinches de partido, pero ignora las acciones para prevenir o contrarrestar los delitos pensando que su retahíla en la Exposición de Motivos es suficiente y que su reforma va inhibir la comisión de delitos. En México no pasa nada y hasta el tribunal del Santo Oficio le tendría terror a la justicia que imparte el Estado. Legislaturas cada vez más opacas y mediocres, carentes de creatividad y compromiso ni respeto con la ciudadanía que los eligió. Son parte y artífices del poder punitivo y según la ideología que los mande, el enemigo se construye permanentemente a modo y acorde a las necesidades del ejercicio del poder. Hoy el «conservador» es un concepto nebuloso y abstracto, sin definición, campo o ideología clara y por lo tanto adaptable a las necesidades, con la única salvedad de que es quien este en contra del seudo liberal que este ejerciendo el poder, aplicando la máxima de «si no estás conmigo, estás en mi contra» impidiendo de esta manera toda posibilidad de discernimiento en la escala de grises intermedios entre lo blanco o lo negro, entre lo bueno o lo malo, es el enemigo a vencer y punto, aunque nadie tenga claro por qué.

 Y por supuesto la construcción del enemigo es discriminatoria, racista, clasista y xenófoba, solo hay que ver quienes conforman las poblaciones penitenciarias y quienes ponen los muertos y desaparecidos: Pobres, migrantes, indígenas, jóvenes, mujeres y luchadores sociales. Es decir, lo que Zaffaroni define como «capas socialmente aptas» (Zaffaroni, p. 106).

«Desde aquí, el terror que imparte el Estado desde las instituciones represivas cobra sentido y paradójicamente entre mas complejo el aparato de especialistas en la violencia hay mayor número de delitos, y lo podemos observar en el brutal incremento del número de asesinatos, desaparecidos y feminicidios en México a partir de la aparición de la Guardia Nacional y la militarización del país (que si bien ya traía antecedentes como consecuencia de una «guerra» fallida contra el crimen organizado, se va agudizar en los últimos años). Un mecanismo errado, que pretende inhibir la comisión del delito acompañado de un sistema judicial y de impartición de justicia que incrementa las penas pero que no resuelve ni resolverá las causas de origen mientras el sistema político mexicano se fundamente en la persecución y no en la prevención.» (Castellanos, 2023)

El poder punitivo no es más que el resultado de estados fallidos, de sistemas políticos de control y de ejercicio del poder vertical. Fabricar al enemigo no es más que un montaje necesario y perverso para el sometimiento de los dominados al poder en una ruta totalmente destructiva del tejido social, de la armonía y la paz social. Un claro ejemplo lo encontramos en el estado de Chiapas y el constante acoso que durante años han sido objeto los pueblos zapatistas y que últimamente se han convertido ataques directos y son una realidad advertida desde hace tres años por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el Estado se encuentra al borde de una guerra civil como han señalado en varios comunicados (Ver https://enlacezapatista.ezln.). Paramilitares, proyectos clientelares como Sembrando Vida que generan violencia entre comunidades y ahora también el crimen organizado, son claramente los instrumentos del poder punitivo del Estado mexicano para eliminar a uno de sus «enemigos incómodos» como son las comunidades indígenas autónomas zapatistas, perfectamente organizadas. Pero también es una provocación directa al Ejercito Zapatista de Liberación Nacional para que rompa el acuerdo de paz que estableció desde 1994 con el pueblo de México, usando de pretexto la guerra contra el narco y usando paramilitares, que como ya vimos es una guerra fallida y un montaje del Estado, facilitando con sus instituciones una guerra real contra el EZLN. «Que se maten entre ellos» ha sido la máxima como estrategia de control, pero también como evidencia concreta de la incapacidad, corrupción y complicidad que impera en las instituciones del Estado.

Referencias

-Zaffaroni, Eugenio R. (2016), El enemigo en el derecho penal, Ediciones Coyoacán

-Castellanos, Polo, (2024). Vigilar y castigar. De la violencia al terror. Portal Rebelión:

https://rebelion.org/vigilar-

Serrano, Pascual (2009), Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la guerra, Editorial José Martí.

https://enlacezapatista.ezln.

-https://www.gob.mx/sedena/

https://elpais.com/mexico/

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