Estados Unidos produce el sistema de vigilancia óptica biométrica
Mientras Bradley Manning es condenado a 35 años de prisión por proporcionar al público —vía Wikileaks— información sobre las actuaciones del ejército estadunidense en Irak y Afganistán y sobre los prisioneros en Guantánamo, los Estados Unidos avanzan en la producción de tecnologías de destrucción masiva, control masivo y vigilancia masiva contra lo que consideran sus enemigos actuales y potenciales.
El diario The New York Times publicó en días recientes que el complejo militar más poderoso del planeta cuanta con un sistema de integración tecnológico de ordenadores computarizados y cámaras audiovisuales, denominado Sistema de Vigilancia Óptica Biométrica (BOSS, por sus siglas en inglés).
Se trata de artefactos de identificación de supuestos terroristas (o enemigos potenciales) en actos de masas o conglomerados, es decir, son medios tecnológicos de captura fotográfica con base en archivos de inteligencia, que seguro son clasificados a partir de la información que recolectan los centros de espionaje sobre actividades de vigilancia en espectros radioeléctricos, internet o inteligencia en el terreno, articuladas en una sola plataforma, compuesta por sus agencias policiales y militares.
Estos sistemas de vigilancia foto instantánea han pasado ya por etapas de prueba y, según el diario estadunidense, los «avances son significativos» que podrían usarse en conflictos bélicos, crisis políticas y contra movimientos sociales que pongan en cuestión regímenes antidemocráticos.
Su venta y uso serían monopolizadas y producido a gran escala como mercancía a Estados o empresas de seguridad.
Defensores de los derechos humanos en los Estados Unidos aseguran que esta nueva tecnología es compatible a la era de los drones (robots de destrucción masiva) enmarcada en la nueva doctrina militar global. Son componentes robotizados de control remoto.
El caso es que «siempre se presenta contra el terrorismo, pero luego se desvía a otras aplicaciones». Esas aplicaciones son a partir de decisiones políticas no necesariamente contra el terrorismo, sino contra los opositores políticos.
En la era post informática, la ciencia y la tecnología producida por la humanidad lamentablemente tiene estas ataduras, controles e intereses de las grandes corporaciones y sus intereses económicos. Estas producciones letales masivas son un peligro para la humanidad.
Con los circuitos tecnológicos de vigilancia biométrica estamos al pie de la «celda global», un centro penitenciario del tamaño del planeta tierra donde todos estamos vigilados o al menos sentir que estamos vigilados y eso ya es terror. Se trata del panóptico de la era de los drones. Los filósofos Benthaman y Foucault previeron estos escenarios para sociedades totalitarias, donde el poder de vigilar es laberíntico, difuso, pero efectivo.
Todos los indicios apuntan a que los Estados Unidos arrastran a la humanidad hacia un control totalitario inimaginable. Las revelaciones de Snowden sobre el almacenamiento de información de la National Security Agency (NSA) sobre los servicios de internet en el mundo es una pieza más de la compleja práctica de vigilar y castigar.
Los métodos de castigo y vigilancia desde la sociedad medieval occidental hasta la actualidad tienen dos componentes, lo físico (tortura, destrucción, desaparición) y lo intangible (psicológico, pensamiento y alma). Hoy ambas dejan de tener fronteras. Vigilar es castigar.
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