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USS Indianápolis

El buque de la muerte

Fuentes: Prensa Latina

El 16 de julio de 1945, cuando a 80 Kms. de Alamo Gordo, Nuevo México, se experimentaba la primera prueba de explosión atómica, el acorazado USS INDIANAPOLIS estaba atracado en los muelles de San Francisco, California. El buque insignia de la 5ta. Flota Naval de Estados Unidos se reparaba de los destrozos que le había […]

El 16 de julio de 1945, cuando a 80 Kms. de Alamo Gordo, Nuevo México, se experimentaba la primera prueba de explosión atómica, el acorazado USS INDIANAPOLIS estaba atracado en los muelles de San Francisco, California. El buque insignia de la 5ta. Flota Naval de Estados Unidos se reparaba de los destrozos que le había causado un avión Kamikaze el 31 de marzo de ese año en aguas del Pacífico.

Esa misma mañana, misteriosos contenedores de plomo se introducían en el buque. Los tripulantes, incluyendo a su Capitán Charles Butler McVay III, desconocían que la carga supersecreta consistía en Uranio-235 y otros componentes. Con ellos se armarían las dos bombas atómicas que el 6 y 9 de agosto de ese año serían lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

La misión del barco consistía en trasladar la carga a las bases aéreas norteamericanas cerca de Japón. En sólo diez días el acorazado navegó 5300 millas náuticas al Oeste hasta el atolón de Tinian, base de operaciones de las superfortalezas volantes B-29. Allí depositó su mortífera carga el 26 de julio de 1945.

Cumplida esta misión, se dirigió a Guam, 100 millas al Sur. De allí partió el 28 de julio hacia el Golfo de Leyte, en las Filipinas, para unirse al USS Idaho y realizar tareas de entrenamiento previo a la ya concebida invasión de Japón.

Al recibir la orden de partida, el Capitán McVay solicitó una escolta naval para el tránsito por aguas tradicionalmente peligrosas. Pero ésta se le negó argumentando que las aguas desde Guam hasta las Filipinas ya estaban limpias de barcos de guerra japoneses.

El USS INDIANAPOLIS navegaba en solitario por la ruta señalada. Poco después de la medianoche del 30 de julio recibió dos impactos de torpedo que sorpresivamente le lanzó el submarino I-58 comandado por Mochitsura Hashimoto. El acorazado se hundió en doce minutos.

De los 1196 oficiales y demás tripulantes, unos 880 lograron lanzarse con vida al mar. Comenzó entonces para ellos una de las más trágicas historias de naufragio. Durante 5 días, manteniéndose a flote sólo con salvavidas individuales, los hombres trataban de sobrevivir al hambre, la sed, la insolación, las heridas y, sobre todo, del ataque de cientos de tiburones.

Inexplicablemente, el mando naval norteamericano en Filipinas no se percató de la ausencia del Indianápolis, que debería haber arribado al Golfo de Leyte el 31 de julio. No fue sino hasta la mañana del 2 de agosto que los náufragos fueron descubiertos, de casualidad pues nadie los buscaba, por un avión de reconocimiento en patrullaje antisubmarino.

Inmediatamente comunicó a su base «muchos hombres en el agua». Un hidroavión enviado, al ver los tiburones atacando, se arriesgó y amarizó, logrando extraer del mar a 56 marinos. El destroyer USS Cecil Doyle fue el primer buque que, ya de noche, arribó a la escena. Se contaron 316 sobrevivientes en total, entre ellos, el Capitán McVay.

Evadiendo sus responsabilidades, el alto mando naval norteamericano acusó a McVay de ser responsable de los hechos. Fue sometido a Corte Marcial y encontrado culpable por no utilizar la técnica del zig-zag al navegar hacia Leyte.

Presionado moralmente por los hechos, McVay se suicidó en 1968. A propuesta del Congreso, el Presidente William Clinton firmó una ley en el año 2000 que exoneró de responsabilidades al Capt. McVay por el hundimiento del acorazado a su mando.

Por su participación en la preparación de los bombardeos atómicos a Hiroshima y Nagasaki, que produjeron de inmediato 130 mil muertes de civiles indefensos y, además, por su trágico destino final, el USS INDIANAPOLIS bien pudiera llamarse EL BUQUE DE LA MUERTE.