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Reseña de Grito y realidad, de Matías Escalera Cordero

Contra la tradición

Fuentes: Rebelión

Grito y realidad, de Matías Escalera Cordero(Ediciones Baile del Sol. Tenerife, 2008) A todos nos han advertido alguna vez que no por gritar más se tiene más razón. Y era cierto. Sin embargo éstos no son tiempos para el silencio. La ciudad capitalista es un lugar de constante vocerío, donde el ruido se superpone a […]

Grito y realidad, de Matías Escalera CorderoGrito y realidad, de Matías Escalera Cordero
(Ediciones Baile del Sol. Tenerife, 2008)

A todos nos han advertido alguna vez que no por gritar más se tiene más razón.

Y era cierto. Sin embargo éstos no son tiempos para el silencio. La ciudad capitalista es un lugar de constante vocerío, donde el ruido se superpone a las voces sosegadas; el grito, el insulto, la brusquedad y la riña no dejan espacio para el silencio ni para la reflexión. La ciudad se ha convertido en una tertulia de televisión donde es preciso alzar la voz si se quiere ser escuchado. Los ruidos se solapan con nuevos ruidos y así no hay quien se entienda.

No hay otra alternativa: hay que alzar la voz, hay que utilizar el grito como instrumento útil, no para tener más razón, sino para poder ser oídos. Desposeídos, como estamos, de los medios de producción y de distribución de ideas, sólo nos queda gritar bien alto si pretendemos que nuestro discurso llegue a alguna parte. Pues bien, esto es Grito y realidad, el poemario que Matías Escalera Cordero (Madrid, 1956) acaba de publicar en Ediciones Baile de Sol.

El autor es consciente de la necesidad del grito cuando la poesía resulta insuficiente. Porque, como él mismo afirma en el manifiesto que abre el libro, la poesía «es un arma descargada y en desuso». Y lo es porque a lo largo de su tradición, la literatura se ha puesto siempre al servicio de la clase dominante, por medio de una producción poética edificada sobre la nada, el vacío y la mentira. Por eso Matías Escalera no puede reconocerse en la tradición literaria y decide, por medio de sus poemas, enfrentarse a ella. El poema «A Guihen de Peitieu», que comienza

Y el primero de los trovadores dijo:

escribiré un poema sobre nada

-palabra occitana-.

Así es desde entonces nuestro arte:

un intento vano por atrapar

-inútil y grosera urdimbre-

lo que no posee sentido

o acaso aquello que lo posee absolutamente

ciego discurso

del deseo… (pág. 17)

O el titulado «Sin embargo»

Versificar un soneto

y concertar justas de rosas

y alabar -a pesar del desdén-

a la amada distante -dama de los sueños

y claudicar- ante el crepúsculo azul

o tañer una canción.

Acariciar la zanfoña

y la memoria

vindicar a Francisco Aldana -tan tarde

silabear- mi propia lengua

-viva o muerta- generaciones que tantean el sentido

y lo expresan

rescatarla del olvido al enunciar el verbo que nos justifica

y gritar: bienvenidos a la palabra -o a la mentira-

piadosa -mentira- sin embargo (pág. 46).

Son una muestra muy clara del lastre que supone escribir con una larga tradición a las espaldas…

Grito y realidad es un libro contra la tradición, porque heredar una tradición significa heredar una ideología. Y la ideología que transmite la tradición poética no hace sino naturalizar el sistema de explotación burgués que convierte en ideal la soledad, la alienación, el individualismo, etc., como propiedades inherentes al hombre. Porque «la lírica» -dice el poeta en otros de sus versos: «Canto» (pág. 20)- «es la épica de Dios/ del no tiempo/ del no espacio/ de la nada». Fuera del tiempo y del espacio -es decir, fuera de la Historia- se hace inviable la posibilidad de trasformar el mundo. El poeta no puede estar inscrito en una tradición que niega la capacidad revolucionaria del sujeto; no puede formar parte de una tradición cuya máxima pretensión es lo que se anuncia en otro de sus poemas: la nada la inutilidad del grito:

(…) ha quedado establecida

de una vez para siempre la perfección de la nada

y los gritos la circunvalarán

inútilmente (…)

(«Punto y medida de las cosas», pág. 66-67).

La perfección de la nada -y, por consiguiente, la inutilidad del grito- no es sino la estrategia del capitalismo avanzado: el ocultamiento de la realidad por medio de los aparatos ideológicos del sistema, que cubren con un velo las reales condiciones sociales que activan los mecanismos de explotación (y de producción de subjetividades) de la sociedad actual. Es por ello por lo que Matías Escalera se pregunta, en su poema más breve pero más intenso, lo siguiente:

De vita breve

Si tenemos el desastre ahí delante de nosotros

por qué no lo vemos (pág. 54).

La alienación -no sólo en el tiempo de producción, sino (y sobre todo) en el tiempo excedente- nos nubla la vista. Somos incapaces de ver el desastre que tenemos delante de nuestros ojos. Por ello el poeta tiene que gritar, tiene que gritar la realidad, porque el grito es una señal de alerta. Tal vez sea éste el momento histórico de mayor explotación de la Historia y ni siquiera nos damos cuenta. Por eso:

(…) Hoy más que nunca es necesario escupir la verdad

-toda la verdad-

y dar fe de la vida

de lo insignificante

y de lo que permanece oculto a los hacedores de los mundos

(«Llamas que tiemblan», págs. 31-32)

Sin embargo, como Endimión, vivimos en la renuncia, sentimos temor por «el dolor del tiempo y el embrutecedor caos de la existencia» y caemos, una y otra vez, «en la tentación del sueño reparador» («Endimión», págs. 43-44).

Grito y realidad es como ese breve destello de conciencia que los Dioses conceden a Endimión y que él rechaza porque prefiere seguir viviendo dentro del sueño. Nosotros -y también vosotros- sabemos que los sueños no existen y que es preciso habitar la realidad. Aprovechemos nuestros breves destellos de conciencia que nos concede la Historia y gritemos que está en nuestras manos el proyecto de construir la realidad.

Se puede decir más alto, pero no más claro.