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Creciente ansiedad en los círculos dirigentes de EEUU sobre la debacle de Iraq

Fuentes: World Socialist Web Site/IraqSolidaridad

Poniendo de manifiesto la creciente preocupación dentro de la élite gobernante de que la política de la Administración Bush en Iraq está abocando al desastre, el New York Times publicaba un largo editorial el miércoles 12 de enero pidiendo el aplazamiento de las elecciones del 30 de enero para tratar de evitar el colapso político […]

Poniendo de manifiesto la creciente preocupación dentro de la élite gobernante de que la política de la Administración Bush en Iraq está abocando al desastre, el New York Times publicaba un largo editorial el miércoles 12 de enero pidiendo el aplazamiento de las elecciones del 30 de enero para tratar de evitar el colapso político en el país ocupado. Con el titulo de «Enfrentando los hechos relativos a las elecciones en Iraq», el editorial argumentaba que mantener las elecciones bajo las condiciones actuales, con la minoría sunní del norte y oeste del país excluida en realidad de las aquéllas, es la receta ideal para «[…] una guerra civil entre musulmanes shi’íes y sunníes que aumentaría la inestabilidad por todo Oriente Medio y daría a los terroristas una nueva región incontrolada que podrían utilizar como base de operaciones».

El periódico, que había apoyado en un principio la decisión de la administración Bush de invadir y ocupar Iraq, al tiempo que criticaba la forma en que se llevó a cabo la ocupación, argumenta que aplazar las elecciones dos o tres meses no sería considerado como una rendición ante los insurgentes iraquíes ­que tanto la Administración Bush como el New York Times describen como terroristas– si se consiguiera integrar a una parte del clero musulmán [sunní] y de los líderes tribales con más experiencia de la región habitada por sunníes en un nuevo gobierno iraquí respaldado por EEUU.

El New York Times señalaba que muchos funcionarios del régimen interino en Bagdad han «mostrado cierto interés en aplazar las elecciones si con ello hubiera posibilidad de conseguir una mayor participación sunní, y se comenta que hay otros que se inclinan por esa opción en privado». El obstáculo principal, se lamentaba el editorial, era el mismo Bush y su inflexibilidad sobre el plazo del 30 de enero, aunque la situación de la seguridad en el triangulo sunní se deteriore.

Un tigre agarrado por la cola

Este editorial es sólo el más importante, entre los que incluyen comentarios y advertencias dentro del establishment político y de medios de comunicación estadounidenses, sobre el peligro de que el régimen de ocupación de EEUU en Iraq pueda derivar, en cuestión de semanas, en una violencia incontrolable.

El pasado miércoles 12 de enero, en un almuerzo patrocinado por la Fundación Nueva América -que está alineada con el ala derechista del Partido Demócrata- dos antiguos consejeros de Seguridad Nacional, el republicano Brent Scowcroft y el demócrata Zbigniew Brzezinski, hicieron graves advertencias sobre las perspectivas en Iraq y la temeridad absoluta que supone la política exterior de la administración Bush.

Scowcroft dijo a su audiencia, compuesta de importantes periodistas y expertos en política exterior pertenecientes a los círculos pensantes de Washington, que el unilateralismo y la arrogancia de la administración Bush estaban enajenándole sus antiguos aliados en Europa y Oriente Medio. Afirmó que la política exterior estadounidense estaba fracasando a la hora de dirigir las implicaciones de la globalización de la economía mundial, que no podían ser controladas por un único poder, incluso con la incontestada superioridad militar de EEUU, para poder disponer del mundo.

Iraq era el punto central del conflicto, dijo, añadiendo: «Con Iraq, hemos agarrado claramente un tigre por la cola. Y las elecciones están convirtiéndose en todo menos en una posibilidad de transformación, y hay un gran potencial para que el conflicto se profundice. En efecto, en la actualidad podemos estar asistiendo a una incipiente guerra civil».

Teniendo en cuenta la estrecha amistad de Scowcroft con Bush padre (redactó con él su memoria sobre la política exterior presidencial), esta advertencia sobre el peligro de una guerra civil es extraordinaria. El antiguo consejero de Seguridad Nacional tanto de Gerald Ford como de George H.W. Bush se opuso a la decisión de ir a la guerra con Iraq por razones tácticas. Cada vez más se ha convertido en el portavoz sobre el peligro de que el fracaso de EEUU en Iraq socave el papel mundial del imperialismo estadounidense. El pasado mes fue destituido de su puesto no retribuido en el gobierno como presidente del Consejo de Inteligencia Exterior del presidente, cuando Bush rehusó nombrarle de nuevo para un segundo mandato.

Brzezinski, demócrata y antiguo consejero de seguridad nacional de Jimmy Carter, hizo una advertencia mucho más fuerte sobre las potenciales consecuencias de la aventura iraquí. Brzezinski, de origen polaco, un halcón de línea dura durante la Guerra Fría, es el autor de un volumen reciente sobre estrategia global El Gran Tablero de Ajedrez, en el que aboga por que EEUU logre una posición dominante en la masa de tierra euroasiática que impida el desarrollo de cualquier rival potencial. Mientras esta idea parece encajar con la doctrina de Bush de guerra preventiva y conquista de Afganistán e Iraq, Brzezinski ha surgido como uno de los más incisivos críticos del establishment de la política exterior de Bush, argumentando sobre la base del punto de vista de los intereses a largo plazo del imperialismo estadounidense.

Al citar la descripción hecha por Rumsfeld sobre la guerra de Iraq de que era «una guerra a la carta», Brzezinski dijo que «[…] ya es un serio revés moral para EEUU: un revés moral tanto por la forma en que se comenzó la guerra, en que se justificó y también por algunos de los atroces incidentes que han acompañado esa forma de proceder. […] EUU nunca, en toda su historia, se ha visto implicados en una intervención de ese calibre. Es también un revés militar». [Brzezinski] puso énfasis en los cada vez más altos costes de la guerra: «Aunque nuestros objetivos finales sean muy ambiciosos, nunca lograremos democracia y estabilidad sin enviar a 500.000 soldados, gastar 200 mil millones de dólares al año, probablemente tener que llamar a filas y aceptar alguna forma de compensación de guerra. Como sociedad, no estamos preparados para hacer eso».

«La Unión Soviética podría haber ganado la guerra en Afganistán si hubiera estado preparada para hacer todo lo que he mencionado», continuó Brzezinski, «pero ni siquiera la Unión Soviética estaba preparada para hacer eso, porque se llega a un punto en la vida de una nación en que determinados sacrificios no pueden justificarse […] y sólo el tiempo dirá si EEUU está actuando con sabiduría o se ha resignado a su decadencia cultural». La Administración Bush se enfrenta ahora, en potencia, a desafíos paralizantes para poder recuperar tanto la legitimidad internacional como la unidad interior, dijo, y el gobierno tiene poca credibilidad tanto en casa como en el extranjero: «Nadie nos creerá hoy si declaramos que estamos convencidos de que Irán está prosiguiendo actualmente con su programa de armas nucleares sin una evidencia decisiva que sostenga nuestra posición».

[Brzezinski] citó las encuestas sobre la opinión pública que mostraban, en todo el mundo, una hostilidad abrumadora hacia las políticas estadounidenses, señalando una en particular, en la cual los encuestados expresaban su disgusto por que Iraq no hubiera presentado una resistencia más efectiva ante la invasión estadounidense. «¿Cuál era el significado de la pregunta?», preguntó. «¿Cuál fue la pregunta que se formuló? La pregunta que realmente se formuló es ‘¿no lamentas que no hayan muerto más estadounidenses?’. Eso nos da en alguna medida la profundidad del odio hacia nuestras políticas».

La estrategia de la Administración Bush en la lucha contra el terrorismo ha sido un fracaso, dijo Brzezinski: «La guerra global contra el terrorismo ha unido a todos los terroristas, a todos los terroristas islámicos y les agrupa al considerarse todos enemigos nuestros. La estrategia no debe consistir en unir a nuestros enemigos y dividir a nuestros amigos. Todo lo contrario».

El significado de estas críticas se demuestra en la audiencia que se reunió para escucharlas, incluidos periodistas importantes como David Sanger del New York Times, Ron Brownstein de Los Angeles Times, Howard Fineman de Newsweek, James Fallows de Atlantic Monthly, Dana Priest del Washington Post y Judy Woodruff de la CNN, así como representantes de Businessweek, UPI, Knight-Ridder, US News &World Report y otras publicaciones.

Unos días después, Sanger publicaba un comentario en el New York Times titulado, «Tema candente: cómo EEUU podría retirarse de Iraq». Hacía alusión a las extendidas discusiones en Washington entre congresistas republicanos y demócratas, entre jefazos militares e incluso entre funcionarios de la administración Bush acerca de la utilización de las elecciones del 30 de enero como una oportunidad para empezar a reducir los efectivos estadounidenses en Iraq.

Sanger citaba tanto las críticas que Scowcroft hizo sobre Bush el 6 de enero como la respuesta de éste, en la que rechazaba las preocupaciones sobre la posibilidad de que las elecciones condujeran a una guerra civil y declaraba: «Creo que las elecciones serán una experiencia increíblemente esperanzadora para el pueblo iraquí.» El escritor del New York Times continuaba: «Pero el optimismo del presidente aparece en notorio contraste, según se dice desde el interior de su administración, con algunas conversaciones que se están manteniendo en la Casa Blanca, el Pentágono y el Congreso. Por vez primera se está cuestionando si es políticamente posible esperar hasta que las fuerzas iraquíes estén adecuadamente entrenadas antes de que el comienzo de la retirada de las tropas estadounidenses se convierta en un desastre».

Divisiones en la élite dirigente

Estos comentarios no significan de ninguna manera que la Administración de Bush vaya a empezar a retirar las tropas de Iraq. Al contrario, los violentos ataques de los insurgentes antes y después de las elecciones del 30 de enero pueden muy bien forzar al Pentágono a enviar más tropas para reforzar la desmoronada posición estadounidense. Estas discusiones revelan claramente las profundas divisiones entre la élite gobernante -que se mantiene en su mayoría muda durante la campaña de las elecciones para evitar dar qué decir al pueblo estadounidense acerca del asunto- sobre cómo abordar la debacle de Iraq.

Mientras Brzezinski, Scowcroft, el New York Times y otros cortan por lo sano; si Bush hiciera lo mismo significaría su aceptación pública de que su política exterior ha fracasado y conduciría, antes que después, al colapso efectivo de su Aministración. La Casa Blanca de Bush difícilmente se conformará con ese destino. Está empeñada en una nueva e imprudente partida de dados, consistente en incrementar la fuerza de las tropas estadounidenses en Iraq, utilizando cada vez mayor devastación y métodos violentos o provocar un nuevo conflicto con otro antagonista potencial, como Siria o Irán.

La facción incondicional a favor de la guerra en los medios de comunicación se ha precipitado a alentar a la administración El columnista de política exterior del Washington Post David Ignatius advirtió sobre la «creciente discusión entre republicanos impacientes en el Capitolio y oficiales militares experimentados acerca de si EEUU necesita buscar una estrategia de salida rápida a una guerra que está yendo muy mal». La página editorial del Post, que se sitúa en el establishment entre los más fervientes seguidores de la guerra, publicó una declaración en la que pedía que las elecciones iraquíes tuvieran lugar en la fecha fijada del 30 de enero.

Las implicaciones de la posición incondicional a favor de la guerra aparecían detalladas en la columna de Ignatius, que pedía que se eliminaran todas las restricciones a las acciones militares estadounidenses en las regiones habitadas por sunníes donde la actividad de los insurgentes está más extendida. «Cada mañana, los insurgentes deben despertarse aterrados ante la idea de que morirán», escribió. «Esta especie de guerra sucia no es en la que me gustaría ver luchar a las fuerzas estadounidenses; es una guerra para las fuerzas especiales iraquíes. Será una lucha brutal, pero es la misma que deberían emprender cada día las autoridades de Arabia Saudí, Egipto, Jordania y Siria contra los yihadistas en sus países. De alguna forma, la intimidación en Iraq tiene que invertirse, para que sean los insurgentes quienes teman por la pérdida de sus vidas».

Así funciona la lógica de guerra de Bush. El pretexto inicial, muy desacreditado y olvidado, fue la supuesta posesión de armas de destrucción masiva de Sadam Husein y los lazos con al-Qaeda (organización que se ha visto fortalecida de forma inconmensurable con la conquista estadounidense de Iraq). Entonces se dijo a la gente que Washington estaba llevando la democracia y la libertad a Iraq. Pero, como Ignatius detalla, la ocupación estadounidense requiere los mismos métodos brutales que los empleados por las dictaduras militares y las monarquías absolutas de las que se sirve Washington como aliados en el resto del mundo árabe.

English Texto original publicado en la web de ‘World Socialist Web Site’

Traducción para IraqSolidaridad de Sinfo Fernández