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Algunas de sus historias (millones más seguirán)

Crisis de refugiados: El dolor y el sufrimiento del pueblo iraquí

Fuentes: Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Introducción

Según estimaciones conservadoras, como consecuencia de la más reciente guerra de agresión estadounidense iniciada en marzo de 2003, hay ya más de un millón de muertos iraquíes. En esa cifra no están incluidos los 500.000 niños enterrados a causa de las restricciones estadounidenses a las importaciones iraquíes de medicinas y alimentos implantadas entre 1991 y 2003, una cifra que la ex Secretaria de Estado Madeleine Albright consideró en su día que «merecía la pena». También se excluyen los casi dos millones de adultos que tampoco sobrevivieron a esas draconianas «sanciones» durante el mismo período.

Pero, ¿qué fue de quienes sobrevivieron a las sanciones, a los bombardeos de sus casas, a la devastación de las instalaciones de tratamiento de aguas, a las centrales eléctricas destrozadas, a los puentes derrumbados, a las carreteras hechas polvo? ¿Qué fue del pueblo que sobrevivió a las «reglas del juego» ideadas por el Departamento de Guerra en la pacífica Washington D.C.? Ya saben, de las familias cuyas puertas de entrada fueron pateadas y dinamitadas por los nuevos Cruzados, dispuestos y disponibles a disparar contra todos aquellos cuya forma de mirar no les agradara.

Bien, hay aproximadamente dos millones de seres que huyeron de tales situaciones, que se vieron forzados a dejar sus hogares (o lo que quedaba de ellos) para buscar refugio y sustento donde y cuándo y no obstante pudieran encontrarlo. Y esos son los que se encuentran aún en Iraq.

Por otra parte, hay también dos millones de seres más que escaparon del radioactivo y venenoso polvo de uranio empobrecido de las municiones estadounidenses y hallaron refugio en países vecinos, en tierras como Siria, denunciada por EEUU e Israel por apoyar el terrorismo, y el Líbano, un país devastado y desestabilizado por las presiones y políticas israelíes y estadounidenses. A diferencia de Israel y EEUU, Siria, el sangrante Líbano y la cercana Jordania son países pobres, con escasez de agua, alimentos y recursos que apenas alcanzan a alimentar y cobijar a sus propios pueblos.

Iraq tuvo una vez veinticinco millones de habitantes. Los aproximadamente cuatro millones entre los «internamente desplazados» y los «refugiados» representan el 15% de su población. Los que están en el exterior pertenecían en su mayoría a la que una vez fue la clase media más educada y numerosa del mundo, la clase de gente que un país más necesita para su estabilidad y crecimiento, la misma gente que un Iraq devastado no puede permitirse perder.

La política estadounidense hacia Iraq se ha basado en un terrorismo con igualdad de oportunidades: los dos millones son católicos caldeos, chiíes musulmanes, sunníes musulmanes y de otras minorías, todos se fueron a causa del miedo: miedo a la muerte que llegaba del cielo, miedo a las amenazas de muerte, miedo a ser asesinados, miedo a ser secuestrados. También temían la violencia religiosa engendrada por las milicias patrocinadas por EEUU, por las sectas apoyadas por EEUU de una u otra clase, o de los escuadrones de la muerte patrocinados por EEUU y diseñados para provocar una violencia mutuamente destructiva al estilo Hatfield/McCoy [*].

Desgraciadamente esos modos y maneras que nos resultan familiares. Los Estados del Sur lo vieron durante la Guerra entre los Estados. Alemania y Japón lo vieron durante la guerra de 1939. Es un modelo ideado para deconstruir, para desculturalizar, para desestabilizar y para destruir a un país y a su gente. En este caso, es un país y un pueblo que inventaron la rueda, que inventaron la escritura, que inventaron el gobierno responsable. Iraq es un país y un pueblo con 5.000 años de recordada historia tras ellos, una historia reducida a polvo y cenizas, al igual que los tesoros de Mesopotamia del Museo Nacional Iraquí en Bagdad.

Esa es la historia general. Vayamos ahora a lo específico.

Una historia

Nuestra interlocutora es una refugiada iraquí que conoce de primera mano todo lo mal que pueden ir las cosas. En un intento de salvarse, se las arregló para salir de la Tierra Negra, primero a Jordania, después a Estados Unidos. Para su seguridad y la seguridad de su familia, todavía a merced de desconocidos escuadrones de la muerte, no mencionaré su nombre. Aunque puedo decirles que tiene educación universitaria, que es licenciada en lingüística y que está especializada en traducción inglesa. Ella es árabe, musulmana, hija de un sunní y una chií.

Tras la invasión y ocupación estadounidense de Iraq, que se produjo en violación de la Constitución Federal y la ley de naciones, nuestro contacto nos dijo que era práctica común que ciertas gentes misteriosas aparecieran a la puerta de las casas iraquíes y «pidieran» a sus moradores que se fueran. Después, habitualmente, una familia desconocida se instalaría allí, haciéndose con la propiedad y control de los efectos del propietario original. Nadie sabía quien era esa gente, nadie sabía quién había hecho la petición. En realidad, nadie quería saberlo, era demasiado peligroso hacer preguntas incómodas. Una vez que los estadounidenses y su gobierno de coalición provisional disolvieron el poder civil, la policía, o lo quedaba de las autoridades, se limitaban a mantenerse y no hacían nada para ayudar a todos aquellos obligados a abandonar sus hogares.

Esos involuntarios «donantes» se convirtieron en los Desplazados. Tenían que permanecer dentro de Iraq porque no tenían dinero para dejar el país ni para sobornar a los funcionarios locales de la cercana Jordania y que les permitieran entrar allí. No se les permitía trabajar en Jordania porque no podían conseguir la residencia permanente, aunque, si tenías el equivalente a 150.000 $USA para ponerlo a disposición del gobierno jordano, podías quedarte en el Reino Hachemita.

Si de alguna forma llegabas hasta Jordania, no podías encontrar un lugar donde vivir porque no se te permitía trabajar. Y tampoco podías permitirte medicinas o acudir a un doctor. Nuestra interlocutora, que dependía de sus ahorros, estuvo enferma durante dos mees porque no tenía el equivalente a 40 $USA para inyecciones de antibióticos. Se recuperó sólo cuando un doctor iraquí que estaba en Jordania se las arregló para conseguirle algunas medicinas en el hospital local.

Si Vd., como nuestra traductora, estaba en el Reino Hachemita, creado como consecuencia de la política británica y el mandato de la Liga de Naciones en la década de 1920, tendría que dejar el país cada tres meses para renovar su permiso de residencia. Esto le dejaría expuesto a que le mataran, le violaran o cualquier otra agresión a lo largo de la carretera durante el viaje de diez horas duración hasta llegar a Iraq. A diferencia de la [autopista] I-95 en Estados Unidos, esa carretera transcurre en medio de la nada. El regreso es igual de peligroso, con el viajero asimismo convertido en un blanco moviente. Y, en la frontera jordana, faltaba aún por satisfacer otro pequeño «estimulo»: los guardias fronterizos te pedían un soborno de 500 $USA para admitirte en el país. Si eras afortunado y tenías el dinero, todo lo que normalmente tenías que enfrentar eran las severas miradas de los hombres en posesión de las llaves del Reino. Si, como nuestra interlocutora, no eras afortunada, podrías ser devuelta sin explicación alguna para que lo intentaras de nuevo en el futuro, haciendo un infructuoso viaje de ida y vuelta de veinte horas de duración. Ella tuvo que soportar esta experiencia tres veces. En algunas ocasiones, si la Fortuna te sonría, podrías pagar el soborno a plazos en cuotas de 100 $USA, además de los desembolsos en comida y alquiler. Después, se te «requiere» también para que te hagas un análisis de sangre si quieres que te admitan (algo que el Departamento de Inseguridad Interior estadounidense aún no ha descubierto).

Nuestro contacto tuvo que estar haciendo todo eso durante dos años y medio.

¿Y cómo pudo sobrevivir? Pues no fue precisamente un camino de rosas.

En un Oriente Medio en paz, hay un estrés menor y el coste de vida es inferior porque la familia y las comunidades apoyan a los individuos. Aquí, en el Mundo de la Única Superpotencia que queda, hay casas hechas de forma chapucera, impuestos altos, complicadas leyes sobre licencias y un procedimiento judicial para remediar cualquier desaire que quepa imaginar. Hay también un Capitalismo fuera de control, con banqueros que controlan con mano férrea la sociedad, convirtiendo el sueño americano en la pesadilla americana en aras del lucro.

Si Vd. es un refugiado iraquí y consigue llegar a Estados Unidos, se le dirá que el gobierno federal le dará apoyo durante cuatro meses. Durante ese tiempo, tendrá que hablar fluidamente el inglés del Rey, encontrar un trabajo, conseguir un lugar donde vivir, conseguir una licencia de conducir, comprar un coche, y… y… y… Algunas personas, cogidas entre Málaga y Malagón, regresaron a Iraq, a la guerra infinita, a los asesinos desconocidos e incognoscibles, a una vida que es horrible, brutal y breve. Si Vd. es un ciudadano estadounidense y pierde su trabajo, como les ha pasado a demasiados recientemente, es muy duro encontrar uno nuevo. ¿Cómo puede ser para el iraquí que no speaka da English y que no tiene ni la menor idea de cómo conseguir el servicio eléctrico para su apartamento? Si el refugiado consigue un trabajo, será el último en ser contratado y el primero en ser despedido. Y todavía debe pagar el alquiler y la factura de la luz y la factura del gas y la factura del agua, siempre que sea tan afortunado como para que alguien o alguna organización le ayuden a navegar por la desconocida burocracia, de lo cual no hay seguridad alguna.

Nuestro contacto nos dijo que quería contar parte de su historia porque está cansada:

  • De relacionarse con estadounidenses
  • De las repercusiones que tienen esa relación
  • De estar sola
  • De no tener su propio espacio
  • De no tener contactos con otra gente, aunque sólo sea para compartir comidas
  • De estar separada de su familia
  • De no tener su propia familia
  • De haber dejado Iraq y no poder nunca volver

Trabajar para EEUU en Iraq, de doce a catorce horas al día durante siete días a la semana a cambio de 450 dólares al mes, le había ayudado a tener comida en la mesa pero también la expuso a ella y a su familia a amenazas de muerte y a arruinar su reputación. Después de todo, ninguna buena muchacha árabe pasa tanto tiempo con hombres extraños, especialmente con soldados. Incluso en EEUU, la comunidad iraquí mira con desconfianza una historia así de una mujer viviendo sola, por esa razón se mantiene apartada de sus compatriotas hombres y de sus chismorreos, intensificando su anomia.

Otra historia (relatada)

Otro refugiado iraquí, hombre, contó una historia demasiado similar en todo. No era partidario de Saddam Hussein y quiso trabajar con el gobierno estadounidense para ayudar a reconstruir Iraq y que fuera un país mejor. ¿Lo consiguió? Como dicen los árabes: «La, mu mumkin» («No, en absoluto»).

Al trabajar con unidades de asuntos civiles, siendo el vínculo entre el comandante de campo con las autoridades civiles en su área de acción, nuestro contacto nos dijo que al principio le había gustado trabajar con ellos para poder reconstruir Iraq. Sentía que esos soldados, a diferencia de las tropas de combate, estaban motivados por su compasión y deseo de devolver Iraq a su situación anterior al ataque y la invasión. El contacto de nuestro refugiado indicó que trabajaba con gente que trataban de restaurar servicios como el agua y la electricidad. Al traducir y ayudar en la supervisión de proyectos, gradualmente fue aprendiendo que EEUU no estaba haciendo nada de lo que él había esperado que hiciera. Las inmensas listas de proyectos por hacer nunca encontraron financiación y empezó a darse cuenta de que su puesto de trabajo estaba empezando a ponerle en peligro no sólo a él sino también a su familia, la piedra angular de la vida en el mundo árabe. Entonces dio un giro de 180 grados a su inicial apoyo y entusiasmo acerca de la invasión estadounidense, al igual que muchos iraquíes que se sintieron frustrados con los estadounidenses y que después dirigieron su rabia contra los que se habían asociado con la ocupación estadounidense. Él y otros desgraciados se convirtieron en blanco directo de las bandas, de aquellos, como los miembros del anterior partido gobernante Baaz, que, por cualquier razón, odiaban a Estados Unidos y a todos aquellos que se hubieran asociado con sus representantes en Iraq.

Denunciado y perseguido por bandidos en dos ocasiones (una vez escapó mediante un accidente de coche deliberado), dejó su trabajo mientras acababa el último año en la universidad. Pensando que al cortar sus lazos con los estadounidenses se apagaría la furia, se encontró con que sus colegas seguían aún en peligro debido a sus conexiones con él. Uno de sus mejores amigos, con quién él había empezado a trabajar durante los últimos dos semestres, fue asesinado. Al ver las pintadas en la pared, subrayadas por balas de 9 mm, él y algunos amigos escaparon a la cercana Siria. Después de cuatro meses allí, su familia le advirtió que no volviera. Manteniéndose a flote gracias a los ahorros de su trabajo con el gobierno de EEUU, se movió por la sociedad siria sin problemas. Manifestó que incluso en Siria, había tratado de evitar a sus amigos por miedo a que sus vínculos anteriores con los estadounidenses pudieran despertar el interés de los servicios de inteligencia. Después de algún tiempo, nuestro interlocutor volvió a Iraq para terminar sus estudios pero no pudo coger un vuelo porque eso habría dificultado poder pasar los exámenes finales. Como otro de sus amigos había sido objeto de una emboscada y murió en ella, fue rodando de taxi en taxi y en transporte público, utilizando las rutas más largas. Con ayuda estadounidense, se armó y consiguió la licencia para llevar una pistola, lo cual era un peligro en sí mismo porque la autorización estaba escrita en árabe y en inglés, lo cual servía de advertencia a cualquiera que le parara de que estaba vinculado con las autoridades ocupantes.

«No es fácil hablar claro»

Como nuestra primera entrevistada, este caballero decidió hablar claro porque, como señaló, «¡Ya basta!». La gente de fuera de Iraq tiene que conocer las consecuencias de la guerra de agresión y la gente de fuera de Iraq debe empezar a darse cuenta de la intensidad del sufrimiento iraquí. Nos dijo que sus riesgos han terminado pero que la agonía de su familia y de otros prosigue aún, que todo el mundo está aún en peligro. Dijo que no puede ir a casa a visitar a su gente y también que los iraquíes siguen aún muriendo en cifras intolerables.

¿Y qué pasa con los otros?

¿Con Siria, Jordania, Israel y los Estados Unidos? En un intento de ser justos y equitativos, llamamos a las Embajadas de Siria, Jordania, Israel, así como al Departamento de Estado de EEUU, solicitando sus comentarios sobre la crisis de refugiados. Como cabía esperar, el portavoz de la Embajada siria, reflejando el honesto enfoque de su Embajador ante la crisis de refugiados, fue más abierto, accesible y explicativo. La Embajada jordana pidió que se le hicieran llegar las preguntas por escrito y, hasta la fecha, no ha respondido a las que le enviamos por email. La Sección Política de la Embajada de Israel nos envió un teléfono, que no funciona, de su Oficina de Asuntos Públicos. Y un funcionario del Departamento de Estado de EEUU, hablando bajo anonimato, nos dijo que los refugiados en Siria y Jordania eran muchos menos de los que nosotros pensábamos y que EEUU ha aumentado mucho el número de los que estaba dispuesto a acoger, desde 1.500 en el año fiscal de 2007, a 13.000 para el de 2008, con planes de llegar hasta los 17.000 en el año fiscal de 2009.

Siria

Ahmed Salkini, el portavoz de prensa de la Embajada siria, nos dijo que la crisis humanitaria es impresionante y la respuesta estadounidense ante la misma casi incomprensible. Hay más de 1,5 millones de refugiados iraquíes en Siria (el 8% de la población siria, arracimados en Damasco y alrededores), con alrededor de 500.000 más en Jordania. Dijo que la Administración Bush no había mostrado sino apatía hacia el problema (que sería comparable en EEUU a la afluencia de 24 millones de personas, justo algo menos que toda la gente que vive en Canadá). Con Bush, el gobierno de EEUU se había quedado sencillamente de brazos cruzados o había intentado ignorar la tragedia. Confiaba en que el Presidente Obama adoptara otra actitud sobre la cuestión. El Sr. Salkini señaló que, en relación con la cuestión, había objetivos a corto y largo plazo, primero que los refugiados pudieran regresar a sus hogares, y lo más urgente era abordar de forma inmediata la angustia de los iraquíes en su patria y fuera de ella proporcionándoles atención sanitaria, trabajo, vivienda, etc., utilizando para ello recursos internacionales y gubernamentales.

El portavoz de la Embajada señaló que el gobierno sirio había subvencionado en gran medida a los refugiados pagando los servicios sanitarios, la educación y la seguridad, añadiendo que en su país no había muerto ningún refugiado a causa de la violencia sectaria. El Sr. Salkini observó que Siria, por desgracia, estaba empezando a imponer una cuota a los refugiados iraquíes, cambiando su anteriormente abierta política de visados. En el pasado, dijo, ningún árabe necesitó visado. Pero ahora, se conceden visados a los iraquíes estudiando caso por caso, con el criterio de favorecer a los que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad, incluidos los que están recogidos en las listas de, por ejemplo, el ACNUR y las personas cuya admisión ayuda tanto a Siria como a los iraquíes, como en los casos de empresarios y hombres de negocios que podían allí establecer sus propias empresas. Con un desempleo que llega en Damasco al 10-12%, nuestro contacto señaló que una política abierta que admitiera a todos los refugiados iraquíes añadiría más dificultades a una economía ya en peligro.

Cuando se le preguntó si la política estadounidense hacia los refugiados trataba de debilitar a Siria, el portavoz de la Embajada afirmó que la Administración Bush era muy consciente de la carga que le había caído a su país, y que en lugar de nombrar a individuos eficaces para abordar la situación, la Casa Blanca envió a un equipo de amateurs como la ex política de Maryland, Ellen Sauerbrey, que fue elegida como Subsecretaria de Estado para las Poblaciones, Refugiados y Emigración. (En función de ese puesto, Sauerbrey tuvo la responsabilidad esencial de lo mal que se abordó la crisis de los refugiados iraquíes, haciendo prácticamente nada por las víctimas de la guerra de EEUU). Ni Bush ni Sauerbrey reconocieron explícitamente todo lo que Siria había hecho por los exiliados, dijo el Sr. Salkini.

El Sr. Salkini quería mirar hacia el futuro y no hacia atrás, confiando en que el Presidente Obama comprendería que una parte de la cuestión es responsabilidad de Iraq y el resto de EEUU.

El Departamento de Estado

Como se ha señalado antes, un funcionario del Departamento de Estado comentó que hay menos refugiados en Siria y en Jordania de los que aseguraba la Embajada siria o de los que se dijo en el forum «La crisis de los refugiados iraquíes» del Villanova Law School celebrado en abril de 2008 en el Club Nacional de Prensa en Washington, D.C. El Departamento de Estado estadounidense está trabajando con asiduidad, dijo, con la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), el ACNUR y la Cruz Roja para aliviar los problemas de los refugiados en Siria y en Jordania. Se nos dijo que EEUU prefería trabajar con agencias internacionales en vez de con los gobiernos porque generalmente las primeras estaban mejor organizadas y dirigidas. Añadió que era fácil calcular los refugiados que volvían a Iraq pero que era complicado saber la cifra de los internamente desplazados a causa de la guerra en Mesopotamia. Añadió que la política de EEUU se basaba en el principio de «no devolución» (derecho a no volver a un lugar donde las vidas y la libertad están amenazadas) y que el gobierno iraquí estaba tratando de persuadir a la gente para que volviera mediante la provisión de pequeños beneficios tales como trabajos, vivienda y dinero a los que así lo hicieran.

Nuestro contacto se refirió a la cuestión de los visados estadounidenses para los iraquíes que habían trabajado para el ejército de EEUU, el Departamento de Estado y los contratistas en la Tierra Negra. Lo único que se requería era haber trabajado durante un año al menos para poder tener esa opción. Por desgracia, con el visado en la mano (obtenido a través de la Sección Consular de la Embajada), la ayuda recibida en EEUU no duraba mucho tiempo, como indicó nuestro interlocutor iraquí. Se les recibía en el aeropuerto, se les daba 400$ y se les proporcionaba algunos consejos básicos. A diferencia de Suecia, dijo, donde los refugiados iraquíes disfrutaban de dos años de apoyo y asistencia. La ayuda del departamento de Estado de EEUU se extendía a sesenta días, después se pasaba a la competencia de los servicios sociales.

Cuando preguntamos si había una política israelí que trataba de desestabilizar Siria influyendo sobre el gobierno estadounidense para que retuviera la ayuda a los refugiados, el funcionario del Departamento de Estado rechazó esa idea, añadiendo que EEUU quería ayudar a la gente que había trabajado con su gobierno, como era el caso de los traductores así como ciertas gentes de algunas categorías especiales, como los católicos caldeos. El Departamento de Estado proporcionaba 150 millones de dólares al año para la ayuda a los refugiados iraquíes (ocupándose USAID de los internamente desplazados). El presupuesto estadounidense para los refugiados a nivel mundial, dijo, alcanzaba sólo los 1.000 millones de dólares. Hasta este momento, EEUU se había ocupado de reasentar a somalíes y birmanos. Ahora, los iraquíes habían pasado a primera plana. La política estadounidense para con los iraquíes, comentó, es concentrar la ayuda en los que menos posibilidades tienen de volver así como en los más vulnerables. Pero, continuó el portavoz, el número de controles de seguridad y de identidades recién implantado tiende a ralentizar las cosas, especialmente en el «mundo posterior al 11-S».

El portavoz del Departamento de Estado negó que la crisis de refugiados iraquíes se estuviera equiparando al «problema» palestino porque no era una lucha por la tierra. La comparó con Vietnam, donde Malasia, Singapur y otras naciones del Sureste Asiático permitieron que entrara en su territorio una riada de refugiados porque EEUU les había prometido que iba finalmente a aceptarles.

Señalando que Siria ha demostrado haber sido generosa con la población de refugiados iraquíes, el portavoz del Departamento de Estado dijo que, a pesar de las frías relaciones anteriores, no está habiendo problemas en entrar en el país y hablar con los refugiados. Finalmente, el funcionario nos dijo que no esperaba que se ampliara mucho la cifra de refugiados iraquíes que EEUU iba a admitir. Hay un tope de 70.000 visados para refugiados de todo el mundo y conceder más visados a los refugiados iraquíes iría en detrimento de otras nacionalidades. Dijo que la carga de la ayuda a los iraquíes recae en Siria y en Jordania.

En cambio, Michele Pistone, Profesora de Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad de Villanova y Directora de su Clínica para Asilo y Refugiados y Servicios a los Emigrantes, confía en que el Presidente Obama cambie esa situación. Dijo que no está lastrado por los errores de las políticas estadounidenses del pasado, añadiendo que la cuestión de los refugiados va muy a menudo demasiado unida a la política, como ocurrió tras la guerra de Vietnam, donde reasentar a cientos de miles de refugiados formó parte de la retirada de EEUU de esa nación devastada por las fuerzas armadas estadounidenses.

Conclusión

Estados Unidos es un estado fallido. Después de cinco años de guerra en beneficio de los capitalistas y de Israel, EEUU es todavía incapaz no está dispuesto a reconocer la derrota y retirar sus guardias de asalto de la Tiera Negra en treinta días. (Le llevó sólo diecinueve días llegar a Bagdad). Peor aún, EEUU sigue siendo incapaz, o no está dispuesto, de reconocer todo el daño que ha perpetrado en Iraq, en su infraestructura y en su pueblo. El 15% de la población iraquí son refugiados y personas permanentemente desplazadas. Para situar estas cifras en contexto, el 15% de la población estadounidense serían 45 millones de ciudadanos, imaginen si un grupo de personas mayor que la población de Canadá, más de la mitad de la población de Alemania, o las dos terceras partes de la población de Francia, o las dos terceras partes de la población del Reino Unido se hubieran quedado sin hogar a causa de la guerra.

El portavoz del Departamento de Estado acierta. No se va a hacer nada con los refugiados iraquíes y ciudadanos internamente desplazados (ni con el flujo de refugiados afganos consecuencia de la escalada del conflicto allí preparada por Barack Obama). Si sólo a los iraquíes (y no ya a los afganos) EEUU les diera los 70.000 visados de refugiados de que dispone al año, llevaría cincuenta y siete años traerlos a EEUU, casi tanto tiempo como se ha mantenido a los palestinos en los campos de concentración israelíes.

Los versos finales de Ozymandias de Percy Bysshe Shelley resultan los más apropiados aquí:

Nada permanece. Alrededor de las ruinas de ese colosal naufragio,

infinitas y desnudas se extienden las arenas lisas y solitarias.

N. de la T.:

[*] Se refiere a un relato de la tradición popular que se ha convertido en una metáfora de enconadas rivalidades. Véase: http://en.wikipedia.org/wiki/Hatfield-McCoy_feud

Enlace con texto original:

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=12585