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Crisis social, crisis política, respuestas

Fuentes: Rebelión

En el escenario político tiende a fortalecerse la derecha. Los cuestionamientos un tanto acomodaticios en el interior del Frente de Todos no alcanzan para contrarrestarlo. La movilización de protesta avanza.

A la derecha, más a la derecha

Entre los movimientos de la política local de las últimas semanas uno a señalar es el predominio creciente de las opciones más a la derecha dentro de Juntos por el Cambio (JxC)

Mauricio Macri, de viaje por Estados Unidos, se ha fotografiado con Donald Trump. Tal vez haya rememorado junto al magnate y expresidente estadounidense los gratos momentos del asalto al Capitolio. Macri anunció que las circunstancias están listas para un “segundo tiempo”, que podría ser el de otra presidencia suya.

Patricia Bullrich ha expresado sus deseos de establecer vínculos con Javier Milei, preocupada por no perder votos en esa dirección y postularse como la más “dura” entre lxs precandidatos presidenciales de Juntos por el Cambio.

Ambos alternan sus posturas de liberalismo económico extremo con expresiones de “mano dura” en materia de seguridad. Esta última la especialidad de Bullrich, que no por eso se priva de recorrer los medios y hacer giras por el país, ámbitos en los que hace declaraciones acerca de los temas más variados.

La última intervención de la presidenta de PRO fue en torno al repudio que orquesta la oposición de derecha en el caso de una gran ocupación de tierras en las inmediaciones de la ciudad de La Plata. El juzgado federal con competencia en el caso resolvió no imputar ningún delito en esa toma, que data de febrero de 2020. Allí se estima que viven más de 2000 familias, sobre una extensa superficie de 160 hectáreas.

Bullrich destacó que esa ocupación ocurrió a pocos minutos del centro de La Plata, lo que la haría intolerable. Quizás quiso trasmitir la idea de que al tratarse de un área relativamente céntrica, el no condenarla en la esfera judicial se volvía más reprochable.

Seguramente son tierras valiosas, el “daño” infligido a la especulación inmobiliaria es mayor que si se tratara de terrenos más alejados.

Se esgrimió como gran argumento de crítica que entre los fundamentos del fallo el juez consignó que la toma había sido durante el día y en actitud pacífica. Una afrenta para quienes condenan a los “negros” que ocupan tierras sin distinción de circunstancias ni horarios.

El intendente de La Plata, Julio Garro, enrolado también en JxC, aparece dispuesto a liderar una movilización callejera en contra de la decisión judicial. Tal vez en pequeña escala, puede reiterarse una tendencia de los últimos años: La ocupación del espacio público por manifestaciones que defienden el derecho de propiedad y atacan el menor amago de regularlo o “perjudicarlo” en alguna medida.

Esta vez, esa defensa de la “propiedad privada”, que sería enarbolada por una asociación de vecinos de Los Hornos, bordea el ridículo. Es que son tierras estatales, regidas por el organismo del estado nacional que se ocupa de los bienes inmuebles pertenecientes a esa jurisdicción.

Esa contradicción no quita que el reclamo tenga su lógica, si se quiere perversa. De lo que se trata es de la demanda de que no haya acceso a la tierra y la vivienda que no esté encuadrado en la lógica del mercado. Para esa mirada reaccionaria, es necesario que los bienes comunes sean puestos al servicio de la acumulación capitalista.

Este tipo de actitudes y declaraciones muestra algo claro. Más allá de las elucubraciones acerca de “halcones” y “palomas”, la dirigencia de PRO termina unificándose en manifestaciones de corte clasista y cuya referencia ideológica tiende a girar hacia posiciones cada vez más reaccionarias.

El compromiso a fondo con “el mundo de los negocios”, la respuesta abiertamente represiva al conflicto social, la aversión a la militancia y a la dirigencia de las clases subalternas los identifican. En desmedro del juego de diferenciaciones internas que tanto entretienen a los periodistas.

Horacio Rodríguez Larreta es criticado porque desarrolla un discurso “de gestión”, más bien gris, que no hace juego con la continua “derechización” de la agenda pública sobre la que pivotan sus correligionarios. Sin embargo no se priva de incitar a la represión de las organizaciones sociales, como se ha visto en las últimas semanas.

No se trata de negar por completo los matices. Sino de comprender su escasa relevancia a la hora de determinar las grandes líneas de acción de la oposición de derecha.

Y por el Frente de Todos ¿cómo andamos?

En el campo del oficialismo ya cunden hace un tiempo los gritos de alarma por el posible “retorno de la derecha”. Un problema que tiene ese presagio es que muchxs traten de conjurar la amenaza colocándose bajo el signo de la “moderación”. En aras de detener el avance de fuerzas conservadoras parece que se ponen en práctica todas las concesiones posibles.

Desde el trato siempre benévolo al gran capital hasta la renuncia a cualquier rasgo de autonomía de la política exterior. Lo primero se manifiesta en la sempiterna voluntad de “diálogo” y “comprensión mutua” con los empresarios, a despecho incluso de las prácticas de rapiña a la hora de maximizar ganancias.

Quien quiere detener al adversario a fuerza de retroceder a las demandas no hace más que facilitar o acelerar su victoria. No es una observación original, lo que no le quita el acierto en este caso.

Mientras, otrxs, en torno a la vicepresidenta, procuran diferenciarse de las políticas más regresivas, sin por ello adoptar propuestas diferentes con un alcance estratégico. Proponen cobrarle impuestos a las fortunas en dólares, sobre todo radicadas en el exterior. El destino de los fondos a recaudar sería…el pago de la deuda externa.

Se habla de una iniciativa de imponer retenciones móviles a las exportaciones, hasta ahora esa propuesta no parece haber llegado al papel.

Las propuestas de apariencia radical tienen límites bastante estrechos, al menos por ahora.

En las últimas semanas continúa y se agudiza el raid de críticas a la gestión de Alberto Fernández. No se trata de quitarle basamento a esas objeciones, con raíces en el rechazo al pacto con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y con fuerza renovada por las sombrías previsiones sobre la evolución del poder adquisitivo que marca la inflación creciente.

Lo llamativo en todo caso es que esos ataques a la gestión gubernamental transcurren sin renunciar a la pertenencia a la coalición de gobierno. Y en algunos casos, desde la ocupación de cargos públicos de primer nivel.

El secretario de Comercio Interior, por ejemplo, señaló el imperativo de que el gobierno acierte en la política antiinflacionaria, “el ministerio de Economía tiene que bajar líneas claras de política económica que reduzcan la volatilidad y preserven ingresos populares, si no esto se va poner feo”

A Oscar Parrilli le correspondió la cuota de sarcasmo: “Si seguimos así vamos a terminar yendo a las elecciones con la boleta de Kristalina”

Por su parte el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, se encargó de señalar que la situación social en el distrito que gobierna “no da para más”.

Las dos coaliciones predominantes no dan ninguna respuesta a las demandas populares. En la de la derecha, más allá de algunos debates sobre aspectos secundarios, la línea es clara: Sostener el pliego completo de las reivindicaciones del gran capital.

Desde una reforma laboral que restrinja o quite derechos hasta un alineamiento automático con Estados Unidos de la política exterior. De la persecución al sindicalismo hasta un nuevo ascenso de las gerencias empresarias a la conducción del Estado.

En cuanto al actual oficialismo el panorama aparece más variopinto, en medio del enfrentamiento entre los alineados con el presidente Alberto Fernández y los nucleados en torno a la vicepresidenta Cristina Fernández, que ya reseñamos.

De ambos lados campan las elucubraciones en torno a las elecciones presidenciales de 2023. Lo que incluye las “mesas de arena” en la que se ensaya unas elecciones primarias con competencia entre listas “albertistas” y “cristinistas”

Así se habla de internas partidarias y se realizan inoportunos aprontes para elecciones todavía lejanas. Se persiste en formas de “construcción política” que restringen la toma de decisiones a pequeños núcleos de dirigentes, que luego “alinean” de arriba hacia abajo a las estructuras partidarias y a la militancia de base.

La calidad del sistema institucional se deteriora cada vez más, su componente de “gobierno del pueblo” se vuelve paso a paso más inverosímil.

Sufrimiento social y movilización

El índice de inflación de marzo puede constituir un récord en lo que va de este gobierno. Se vuelve cada vez más una preocupación prioritaria para la mayoría de la sociedad. Mayoría conformada por todos los sectores sometidos durante la presidencia de Macri a una pérdida de poder adquisitivo de cerca del 20 por ciento, que no se ha recuperado.

Perjuicio que tiende a profundizarse con las actuales subas de precios. Lxs trabajadorxs de mejor posición relativa, cubiertos por convenios colectivos, tienen aumentos que, en el mejor de los casos “corren de atrás” a la inflación. Ya que los incrementos no los resarcen del todo del poder adquisitivo perdido en el transcurso entre dos negociaciones paritarias.

Las posibilidades de recomposición son bastante más débiles para lxs asalariadxs no sujetos a convenio. Y para quienes trabajan por cuenta propia.

Así el gobierno pueda exhibir alguna baja en los niveles de pobreza y desempleo, en la sociedad argentina sigue en crecimiento la desigualdad.

Las clases populares no quieren saber de las reyertas de “los políticos” y a eso se debe en parte que gane en poder de seducción la prédica antipolítica de lxs llamados libertarios.

Es cierto que el hartazgo con los manejos de los poderes fácticos y de quienes tienen cargos en las instituciones públicas induce asimismo hacia otro cauce. Nos referimos al crecimiento de la militancia y de la capacidad de movilización de la izquierda, manifiesto en los últimos meses.

En la esfera electoral y, sobre todo, en la presencia en las calles. Instancias de articulación de los movimientos piqueteros y las iniciativas en torno al repudio de la deuda externa, son evidencias claras de ese fenómeno.

Para esta semana se reitera una fuerte movilización callejera, ante la persistencia desde el ministerio de Desarrollo Social en no abrir a la incorporación de nuevos planes sociales. Las promesas del “trabajo genuino” que lo reemplazaría sigue librada a un “mañana” impreciso. El ajuste fondomonetarista es para hoy.

Las organizaciones que adhieren a la movilización levantan la demanda de que se universalicen los programas sociales y se aumente su monto, hoy en 16.500 pesos.

Sin embargo ese incremento movilizador es aún insuficiente. No revierte el impacto de las vertientes de extrema derecha o cercanas a ellas. Y no alcanza aún para dar con éxito la disputa por el sentido común de amplios sectores de la población.

Los que están atrapados por el discurso “antipiquetero” e iracundos ante el “caos de tránsito” con que los medios traducen a las manifestaciones públicas. Y tienden a confiar en quienes prometen “sacar a patadas” a la “casta política”.

Es probable que se acerquen tiempos de turbulencias sociales y políticas, Un posicionamiento eficaz puede depender de que se asocie el repudio al gran capital con la protesta contra el sistema político imperante. Quizás suene la hora de ir contra ambos polos de “la grieta”. Que han escenificado su pelea “a muerte” mientras coinciden en sostener al capitalismo y sus efectos concentradores y excluyentes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.