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Crucificados por la «Libertad»

Fuentes: An Arab Woman Blues

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

 

Cuadro del artista iraquí Haidar Al-Karagholi

 

(2007)

La historia que voy a contarles es auténtica. No he cambiado ningún detalle, tan sólo los nombres, el lugar y las fechas para proteger el anonimato de las víctimas.

Ahmad vive en Siria en un reducido e insalubre apartamento con su mujer y sus cinco niños. Antes de su exilio forzoso, vivía en una barriada decente y en una casa amplia, lo suficientemente grande para que su familia y sus padres cupieran cómodamente en ella.

Después de la ocupación y durante los habituales asaltos nocturnos de los estadounidenses, que todos los iraquíes han padecido, la vida de Ahmad tomó un rumbo definitivo del que no parece vaya a poder recuperarse.

Su casa fue asaltada por una horda de bestias estadounidenses, tanques y armas… Llegaron arrasándolo todo en medio de la noche, haciendo que todos se tiraran al suelo boca abajo, incluidos sus ancianos padres, pateando y golpeando a toda la familia con sus botas, aplastándoles la cabeza y el cuello…

Después procedieron a arrasar cada habitación utilizando hachas para destrozar las puertas, aunque no estaban cerradas. Después abrieron los armarios y dijeron que buscaban armas de destrucción masiva, para acabar prendiendo fuego a todo.

Trasladaron a la familia de Ahmad a un lugar cercano a la casa e hicieron que todos contemplaran cómo sus chicos, tan valientes ellos, procedían a volarla.

Arrestaron a Ahmad y a unos cuantos más, tapándoles los ojos y llevándoles a un campo de detención estadounidense ubicado en Bagdad. Durante el trayecto hasta el lugar, alrededor de veinte soldados estuvieron pateando y golpeando con las culatas de sus rifles a Ahmad y al resto de detenidos.

Una vez llegaron al campo, les hacinaron en el rincón de una sucia celda y empezaron a orinar sobre sus cuerpos heridos mientras se reían histéricamente. No se contentaron con eso, a continuación trajeron una pileta usada para recoger la mierda de los aseos portátiles y la vaciaron sobre las cabezas de Ahmad y los otros detenidos.

Ahmad y sus compañeros pasaron varios meses en ese campo de detención estadounidense. Los primeros días, su interrogatorio consistió en identificar las fotos de unos carteles colocados sobre un muro. La foto era la de Saddam Hussein. Desde luego que Ahmad podía identificar la foto de Saddam Hussein. Cuando él y los demás contestaron afirmativamente, fueron violentamente golpeados por los estadounidenses porque, para esas luminarias, esa era la prueba de que los detenidos conocían personalmente a Saddam.

Después de varios días, el interrogatorio tomó otros derroteros. Ahmad cree que ni siquiera se trataba de un proceso para sonsacar una información que no tenían. Sino que, según él, los interrogatorios eran sólo una forma de humillar a los prisioneros y de que los soldados se DIVIRTIERAN -diversión estadounidense-.

Ahmad recuerda que uno de los oficiales estadounidenses solía sentarse en su silla con una botella de güisqui junto a él y empezaba con preguntas como éstas: «¿Dónde compras las verduras?» «¿Cómo se llama tu barbero?» Otras preguntas humillantes eran: «¿Cuántas veces haces el amor con tu mujer?» «¿Qué posiciones usas?»… En ocasiones, una pareja de soldados de diferente sexo se desnudaba e imitaba esos actos frente al resto de los soldados mientras se «burlaban» de los detenidos…

Después, trasladaron a Ahmad y al resto de prisioneros a otro campo en el Sur. Eso significaba que oficialmente estaban bajo custodia británica. Pero el personal en aquel campo incluía soldados estadounidenses, australianos así como británicos.

Cuando llegaron a este otro campo, los británicos recibieron a Ahmad y a sus compañeros con igual trato, pateándoles y golpeándoles con las culatas de sus rifles, lo mismo que los estadounidenses habían hecho anteriormente. La cabeza de Ahmad había resultado herida durante el primer arresto y la herida volvió a abrirse empezando a sangrar.

Los soldados intentaron suturarle la herida en la celda pero no lo lograron porque no tenían preparación para hacerlo. Por eso se vieron obligados a trasladarle hasta un hospital militar. Los rayos X mostraron que tenía el cráneo fracturado y que llevaba así varios días ya a causa de los golpes. Tuvieron que operarle y le enviaron de vuelta al campo de prisioneros.

Ahmad recuerda que en ese campo seguían infligiendo a los prisioneros todo tipo de torturas y humillaciones. Contaba que cuando querían llevarse a alguien a una sesión de interrogatorio, le quitaban todas las ropas y le ponían una capucha sobre la cabeza y le hacían andar desnudo todo el recorrido, unos 3 kilómetros, frente a los demás prisioneros mientras los soldados que le acompañaban iban en sus vehículos.

El interrogatorio seguía consistiendo en preguntas como: «¿Dónde compras las verduras y a qué peluquero vas?» Acompañadas todo el tiempo de insultos y de todo tipo de agresiones.

Estas sesiones de interrogatorio se hacían en presencia de los oficiales de más alto rango de la prisión. Ahmad está completamente convencido de que esos interrogatorios y sesiones de tortura se hacían con el objetivo de «DIVERTIR A LOS SOLDADOS» y no para extraer y reunir información de seguridad como pretendían los estadounidenses.

Un año entero transcurrió y a Ahmad se le permitió recibir una visita de algunos miembros de su familia, que se habían pasado días y semanas frente a las prisiones por donde había pasado suplicando que les permitieran verle…

La comida de la prisión representaba un insulto más, otra forma de tortura.

A las ocho de la mañana, los soldados reunían a los prisioneros en un gran espacio al aire libre para «desayunar». Y allí les dejaban, bajo el sol, hasta las once, obligándoles a mantener «posturas estresantes», ¡como sentarse en una postura forzada con las manos cruzadas sobre las cabezas para poder conseguir el «desayuno»!

En caso de que algún prisionero moviera una mano para dar un mínimo de descanso a su cuerpo, los guardias le disparaban directamente a la cara con una bala de caucho. Algunos prisioneros perdieron un ojo en esos incidentes. Otros sufrieron dolor extremo y caras azules durante meses. Quienes no podían mantener esas posturas estresantes de ninguna manera eran los ancianos, algunos de más de 70 años.

Ese mismo procedimiento se repetía entre la una y las cinco de la tarde -durante el período del «almuerzo»-. La comida consistía en una bolsa de alubias azucaradas para el «desayuno» y un arroz con mucha pimienta para el «almuerzo».

Después de un año o así, Ahmad y los demás fueron transferidos a la prisión de Abu Graib.

Ahmad recuerda que lo especial de esa prisión no fueron los infames insultos y torturas sexuales, algo a lo que estaba muy acostumbrado ya, sino la presencia de mujeres prisioneras entre ellos (los hombres) y las torturas a las que esas valientes mujeres eran sometidas frente de ellos.

Una de esas torturas consistía en atar las piernas de la mujer con dos cuerdas diferentes y tirar del cuerpo desnudo en direcciones opuestas. Algunas murieron por el dolor que ese método causa y a otras las partieron por la mitad o consiguieron que sus caderas se desprendieran de las articulaciones.

Otro de los «deportes» de los valientes chicos estadounidenses, todo ello para divertirse, era atar a un prisionero por el cuello con el extremo de una cuerda y el otro extremo se ataba a la muñeca de un soldado. El soldado corría de un extremo a otro de la celda arrastrando al asfixiado prisionero por el suelo mientras otros soldados-espectadores cronometraban la carrera.

Entonces, otros soldados hacían lo mismo pero en un período más breve. Es decir, un concurso/competición de carreras. El prisionero terminaba habitualmente con el rostro de color azul oscuro, estrangulado, mientras todo su cuerpo resultaba magullado por esa «divertida» carrera.

Ahmad fue finalmente liberado sin acusación alguna. Al haber perdido su hogar de Bagdad y no tener un lugar adonde ir, se marchó a Siria. Un año después de su llegada aquí, Ahmad empezó a sentir entumecimiento y debilidad en un lado del cuerpo, algo que le obligaba a hablar y a tragar con mucha dificultad. El principio pensó que sufría un derrame cerebral, pero cuando consultó a un especialista, le dijo que tenía células cerebrales muertas debido a algún accidente traumático.

En la actualidad, Ahmad tiene que arrastrar las piernas al andar y no puede utilizar el brazo ni la mano. Ahmad no sólo lleva consigo el trauma físico que todos ven sino el trauma psicológico del que nunca va a poder recuperarse.

Mientras estaba en Siria, Ahmad se encontró con otro amigo que había estado preso en un campo en Basora. Este amigo le dijo que los estadounidenses solían derramar pimienta líquida caliente en los ojos de los prisioneros como forma de tortura. Su amigo añadió que los valientes chicos le hacían eso casi cada día y hoy el amigo de Ahmad está completamente CIEGO.

Ahmad también se encontró con la hija de un juez, que ya no puede andar, sus caderas «se desprendieron» tras las torturas en Abu Ghraib.

Hay más historias que contar, historias auténticas… Historias de «Liberación». Historias tejidas por un Occidente «civilizado», el Occidente de los «Derechos Humanos y la Democracia».

Algunos sucios, corruptos e hipócritas de mala fe defenderán que eso sólo es obra de «unas cuantas manzanas podridas».

Los «ideales» estadounidenses y británicos. Sí, más de lo mismo.

Los ideales occidentales de «Libertad».

P.S.: Mi más especial agradecimiento a A, por compartir estos hechos conmigo.

Enlace:

http://arabwomanblues.blogspot.com/2008/07/crucified-by-freedom.html