Si trabajas en un periódico bien apareado -¿quién se pone encima Internet o el papel?-, o twitteas o twitteas. Se ha convertido en la obsesión jerárquica del momento y en motivo de cachondeo entre algunos lectores y diversos profesionales de la red, que asisten atónitos a escenas tan almodovarianas como, un 1,2, 3 responda otra […]
Si trabajas en un periódico bien apareado -¿quién se pone encima Internet o el papel?-, o twitteas o twitteas. Se ha convertido en la obsesión jerárquica del momento y en motivo de cachondeo entre algunos lectores y diversos profesionales de la red, que asisten atónitos a escenas tan almodovarianas como, un 1,2, 3 responda otra vez, el twitteo de los desfiles de Cibeles o de los discursos de los políticos.
Numerosos compañeros de profesión me confesaban la semana pasada el absurdo en que están enredados debido a la estrategia «multiorgasmicoperiodística» que han puesto en marcha en sus redacciones.
El miércoles, la tan esperada como decepcionante comparecencia de Zapatero y la oposición en el Congreso daba lugar a situaciones tan paródicas como preocupantes. Resulta que reputados cronistas políticos que son la envidia por sus fuentes, por su conocimiento y por su criterio, se veían con el agua al cuello debido a la acumulación de exigencias . «No se cómo lo haces -me dice un colega de un importante periódico nacional-, yo no puedo ni reflexionar un segundo, ni mirar alrededor. Tengo que estar twitteando en directo lo que dicen Zapatero o Rajoy. ¿Qué te te han dicho? -se refiere al típico momento pasillo en el que los políticos están al alcance-. Te dejo porque me falta escribir una pieza para la web y otra para el periódico. Esto es de locos». Vuelvo a mantener la misma conversación con dos solventes periodistas más. Idéntico estrés en Cibeles al día siguiente mientras cruzo media palabra con otro amigo al que le vuelan los dedos sobre el teclado.
¿Tiene algún sentido dedicar a los mejores profesionales a contar aquello que se puede ver por la tele o fotograma a fotograma, en directo y desde la red, como es el caso de Cibeles y el Congreso, sin ir más lejos? Lo auténticamente interesante es escuchar la cara B, lo que sucede fuera de plano. La fiebre que convulsiona los medios provoca que twitter pierda su sentido periodístico cuando no aportas nada más allá de lo que cualquiera puede ver . Lo más jugoso es el comentario ágil, la clave oportuna. Ana Cañil, mi irreemplazable compañera de blog, me manda un sms justo antes de entrar en el quirófano para lo de su ligamento: «me bajo el ordenata para twittear la operación. Se van a enterar de lo que es un directo». Vaya, estamos inoculadas.
Fuente: http://tu2is.blogspot.com/