Nace con el nombre de Cultura Libre y ya hay quien lo ha llamado «la alternativa a la SGAE». A medio camino entre sindicato y sociedad gestora -pero con más de asociación que de cualquier otra cosa-, Cultura Libre surge de la iniciativa Medialab-Prado y reúne a algunos de los principales nombres del activismo de […]
Nace con el nombre de Cultura Libre y ya hay quien lo ha llamado «la alternativa a la SGAE». A medio camino entre sindicato y sociedad gestora -pero con más de asociación que de cualquier otra cosa-, Cultura Libre surge de la iniciativa Medialab-Prado y reúne a algunos de los principales nombres del activismo de la licencia libre, como David García Arístegui, Carlota Jover, Servando Rocha y Beatriz García. La entidad viene a defender la noción homónima y asegura que pretende hacerlo no oponiéndose, sino sumando. «Planteando alternativas y nuevas vías», precisa a El Confidencial uno de sus coordinadores, David García Arístegui. «Toda una novedad en los manidos discursos antientidades de gestión».
Lo cierto es que la suya es una organización poco ortodoxa no por ambición, sino por necesidad. «Somos una asociación creada por y para personas que estén desarrollando su trabajo con licencias libres», explica García Arístegui, que se dice consciente de que se enfrentan a un problema de definición. La suya es una entidad que muchos identifican con las de gestión de derechos -como SGAE, CEDRO y VEGAP- pero que pretende trabajar, no obstante, con material libre de derechos. «Evidentemente, quienes usamos licencias libres antes o después vamos a chocar con alguna entidad de gestión, pero no nos estamos planteando ser la novena entidad en discordia. Hay gente desde Alemania que sí está intentando impulsar específicamente una entidad de gestión para las obras creative commons o similar y de ámbito europeo». De momento, explica, no es su caso.
Un rosario de dificultades
El objetivo de Cultura Libre, según Arístegui, es «implementar un modelo que posibilite unos ingresos dignos y estables a todas las personas que crean«. Una ambición sencilla de enunciar pero que alienta desde hace años un enconado debate entre defensores y detractores del actual modelo institucional, encarnado por entidades como SGAE.
«Teddy Bautista siempre decía que la SGAE no es un sindicato, sino una entidad de representación proporcional en la que los votos son como acciones». Cultura Libre, explica García Arístegui, persigue «precisamente eso: que las entidades de gestión sean un sindicato de autores de verdad, y no uno vertical, como ahora». Una transformación que exige necesariamente «un cambio de modelo» y algunas políticas específicas, como la de «recaudar de manera más racional» o «repartir con una perspectiva redistributiva -que los autores de menos éxito tengan ingresos independientemente de las ventas-«. El objetivo, que el portavoz que juzga difícil «pero no imposible», es posibilitar «el libre acceso a las obras de los creadores si no hay ánimo de lucro» mientras se procede a una remuneración justa de los autores. Y evitando, a la par, los «efectos indeseados» del uso de licencias libres, «como el que se genere más precariedad para los trabajadores culturales, como ocurre por ejemplo en ámbitos como el audiovisual o el periodístico». Admite que, en efecto, su compleja iniciativa es «todo un reto».
Aunque el mayor desafío al que se enfrentan los defensores de la nueva asociación es quizá de tipo técnico y refiere a sus necesidades de financiación. «De momento nos estamos financiando precariamente mediante la celebración de fiestas«, explica el portavoz. A largo plazo, apuesta por «un modelo sostenible de cuotas de las personas afiliadas, junto a ingresos por cursos, servicios jurídicos, asesoría, trabajos… sería algo muy razonable». El experto añade que, a título personal, apuesta por no recibir subvenciones estatales o el canon por copia privada. La financiación de Cultura Libre, añade, «va a ser uno de los mayores retos a los que nos vamos a enfrentar, lo reconozco».
Necesidad de equilibrio
Ana Franco, integrante del grupo coffee&wine, publica su música bajo licencia Creative Commons by-nc-nd. «Es una de las más restrictivas», aclara. «Casi como un copyright pero, en este caso, quien quiera pueda descargar y copiar mi disco sin perjuicio alguno, siempre que no haya uso comercial ni obras derivadas de mi música». Si alguien quiere utilizar su obra con fines económicos o remezclarla en una nueva pieza, tendrá que contar con la autorización de Ana.
Franco incide precisamente en la continuidad entre el modelo institucional y el propuesto por Cultura Libre, con quien colabora. «Personalmente no creo que estemos haciendo una revolución cultural ni que vayamos a tratar ninguna idea que no se haya tratado antes. Son muchas las personas que han creado, desarrollado e investigado un montón de ideas con el tema de la propiedad intelectual».
Para ella, uno de los principales trabajos que requiere la causa de la cultura libre es el pedagógico. «Intentamos llegar a un punto medio en el que las licencias libres se entiendan como algo positivo para la cultura y, además, explicar que éstas no significan el todo gratis del que tanto hablan unos cuantos por puro conflicto de intereses». No está sobre la mesa, según Franco, que los autores no tengan derecho a una remuneración justa.
«Mucho trabajo por delante»
La gran dificultad a la que se enfrentan los músicos y artistas como ella, explica, es que «este tipo de licencias no están claramente regladas dentro de las entidades de gestión». Utilizar licencias libres, aclara, no significa renunciar a la autoría ni a la remuneración económica derivada de algunos derechos de tus obras. «Hay una opinión generalizada de que utilizar licencias libres significa no ganar dinero con tu música, y eso no es así». Por eso la prioridad, según Franco, es «elegir qué derechos quieres mantener sobre tu obra y a qué otros no te importa renunciar» a excepción, precisa, de los morales: «esos siempre se reconocen».
Coincide con el diagnóstico David García Arístegui, para quien el primer reto es «hacer valer las licencias libres, ya que las entidades de gestión recaudan por ellas quieran o no quieran los autores y sin respetar sus cláusulas». Por esta razón apuesta por un discurso conciliador. «Más que oponernos, planteamos alternativas y nuevas vías», concluye. No podría ser de otro modo cuando tienen que sumar al consenso a toda una industria que, de momento, está construida de otra manera. «Tenemos mucho trabajo por delante hasta conseguir que se respeten las obras con licencias libres».
Fuente: http://www.elconfidencial.com/cultura/2012/06/10/cultura-libre-contra-el-modelo-sgae-99637/