Aunque nació por oposición a la Feria del Libro tradicional, la FLIA creció y se consolidó como un espacio diferente, en el que las editoriales independientes y los autores tienen un contacto directo con los lectores, tablón mediante.
En el bache que la década del 90 dejó en el campo editorial germinaron nuevas maneras de hacer y pensar la literatura. Una de ellas es la Feria del Libro Independiente y Autogestiva (FLIA), que el próximo fin de semana apuesta de nuevo y espera que en su decimoséptima edición más de 350 puestos vistan hasta el último recoveco del Parque España, en Caseros y Carrillo, al sur de la ciudad de Buenos Aires (en caso de lluvia el sábado 21, se pasa al sábado siguiente; si llueve el domingo 22, se pasa al domingo siguiente).
La historia oficial dice que surgió como una contraferia, en 2006 y por Plaza Italia, cuando veinte escritores se juntaron a vender sus libros frente a las puertas del predio de La Rural. El grupo, que integraban los escritores Pablo Strucchi, Diego Arbit y Matías Reck, entre otros, enseguida convirtió la reacción en acción: la primera FLIA se hizo en el Sexto Kultural, en mayo de ese año, y tuvo cincuenta stands. Muy rápido comprendieron que la fuerza no estaba en una actitud contestataria, sino en su potencia afirmativa, y se olvidaron del megaevento de Palermo: «Ahora no nos interesa entrar en esos ámbitos de los que estábamos marginados, nosotros queremos crear nuestro propio circuito», se planta Strucchi, que forma parte de la editorial y colectivo de artistas El Asunto y para quien la FLIA es ante todo «una manera de tejer redes, una familia enorme que te abre las puertas y te conecta con una diversidad de ámbitos que antes no existían». Desde el principio, la meta fue reducir la distancia entre autor y lector al tamaño de un tablón sobre un caballete.
Cuando dice «nosotros», Strucchi incluye a escritores, artistas plásticos, artesanos, encuadernadores, músicos, performers, lectores, espectadores, fotógrafos, radios, revistas y un largo etcétera. Para Sebastián Bruzzese, poeta autoeditado y participante de la comisión de enlace y prensa de la FLIA, todos parten de un nuevo modo de pensar el hacer político y material, que es hijo directo del fuego de diciembre del 2001. «Los conceptos de autogestión e independencia se consolidaron cuando, después de la crisis, mucha gente empezó a pensarse con una actividad laboral independiente, un poco por necesidad y otro poco por conciencia política», explica. Por eso, insiste en ver a la FLIA como algo más que un evento «organizado de una manera distinta y donde pasan muchas cosas además de libros». «La feria es independiente y autogestiva y estos adjetivos también modifican a los objetos que circulan y que ya no son sólo libros. Cada vez es más la gente que empieza a poder vivir de lo que hace», festeja.
La FLIA delineó una nueva idea de escritor, por fuera de la lógica que planteaba dos alternativas: o ser publicado o ser maldito. La autoedición es una opción que existió siempre, pero que recibió un nuevo y poderoso impulso con el desarrollo de las tecnologías que facilitaron el acceso a impresiones baratas y de buena calidad. En este nuevo escenario, muchos escritores salieron a la calle libro en mano y, ejemplar por ejemplar, ya suman más ventas que muchos títulos que hoy juntan polvo en las mesas de saldos.
Darío Sémino y Simón Ingouville se conocieron en la barra de la 8ª FLIA, que se hizo en julio del 2008 en la metalúrgica recuperada IMPA. En abril del 2010 inauguraron La Libre, una librería y galería de arte que funciona en San Telmo y donde las pequeñas editoriales independientes tienen un lugar privilegiado. Este espacio es la prueba de la capacidad de difusión de la FLIA. Para Sémino, ésa, su misión más importante, ya está resuelta: «Cumplió un rol fundamental y es que todos nos conozcamos». «Lo más interesante es que no haya un grupo que digite o decida todo, sino que se genere un circuito de circulación alternativa de la cultura a lo largo del país, del mundo, de lo que fuere, que no dependa del Estado ni de un partido político ni de una empresa», suma.
Las decisiones se toman en reuniones abiertas y participativas, otro síntoma post 2001. Sémino y Bruzzese coinciden en destacar que no hay consensos definitivos, excepto en algunos principios básicos como que no se aceptan sponsors, no se cobra por los puestos y que el Estado no tiene nada que hacer con ellos. La Feria se financia con lo que gana la barra y el todo siempre es más que las partes. «Somos un colectivo, la FLIA no son las 15 o 20 personas que van a las reuniones, sino que la formamos todos los que participamos, los que ponen un puesto, los que asisten», aclara Bruzzese.
El año pasado, la FLIA alcanzó una proyección que era inimaginable en aquellas primeras reuniones de 2006 y se convirtió en un fenómeno itinerante que se reproduce en varios puntos del país. El objetivo es que los libros viajen, que el intercambio sea constante y que el espíritu se contagie. Así funciona la maquinita: alguien se entera, conoce la idea y piensa: «¿Se podrá hacer esto allá donde yo vivo?». Mar del Plata, Berisso, La Plata, Tapiales, Resistencia, Capilla del Monte, San Marcos Sierra, Rosario, Santa Fe, Neuquén, Catamarca, Misiones, Santiago de Chile y Bogotá, en Colombia, ya tuvieron su experiencia. Más que viajar, la FLIA se reproduce, y cada vez que se hace en Buenos Aires los organizadores calculan que la visitan entre cinco y diez mil personas.
La edición del próximo fin de semana será la primera que se armó sin vinculación directa con organizaciones sociales o espacios recuperados. Esta vez eligieron un espacio público para darle vida y convocaron a las organizaciones del barrio para que se sumaran de la manera que quisieran. La Gomera, el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI), el MTD 1º de Mayo, la Federación Libertaria Argentina (FLA) y los Compadres del Horizonte ya confirmaron asistencia. Desde el hospital Borda también van a participar Cooperanza, La Colifata y el Taller de Pintura. Como siempre, habrá proyecciones, micrófono abierto y música en vivo. Están programadas una charla sobre organizaciones territoriales y otra sobre desmanicomialización. Accionada por una suma de voluntades que tiran para el mismo lado, a esta altura la FLIA es un engranaje que funciona solo y que el año pasado llegó a la Feria del Libro de Frankfurt, donde participó Matías Reck con su editorial Milena Caserola.
Durante el fin de semana, tendrán su puesto las editoriales El Asunto, MDG, Santiago Arcos, La Pinta, Rúcula, Casi Incendio la Casa, Llanto de Mudo, Zediciones, 13 x 13, Belleza y felicidad, Chapita, Colspel & El Apagón, De la Placita, Duniashka Ediciones, Editorial Vox, Milena Caserola, El Andariego, El Colectivo, El Mal Paso, Folia, Madreselva, Nulu Bonsai Editorial, Tinta China y Tinta Limón; las revistas MU!, PiPi CuCu, Prometheus, Que, Refugio de Monos, Revista Lule le lele, Salamandra, Sudestada, Desde Abajo y Artexto, y los fanzines A desenjaular el juego, Cielo Arriba, Eh?, La bola en la ingle, Lenguajes, MILIME, Quedishu?, Vacío al horno, Hotel de las ideas, Pulsar, El desliz, Humo Suburbano, Karmacorp y Lovestyle. También participará el taller Yo No Fui, que trabaja con mujeres presas de la cárcel de Ezeiza, el Canal 4 Darío y Maxi, artesanos, fotógrafos, actores, diseñadores, cocineros y, otra vez, un largo etcétera.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-21736-2011-05-19.html