El auge de Internet ha supuesto una reconversión muy importante en la industria musical, no sólo por las descargas legales e ilegales en la red, sino por el modo en que la música se difunde entre el público. Antes del nacimiento de la Red, los amantes de la música tenían su radio favorita, la que […]
El auge de Internet ha supuesto una reconversión muy importante en la industria musical, no sólo por las descargas legales e ilegales en la red, sino por el modo en que la música se difunde entre el público.
Antes del nacimiento de la Red, los amantes de la música tenían su radio favorita, la que influía decisivamente en sus gustos y posteriores compras. Los locutores eran los que guiaban a un colectivo de oyentes que compartían sus tendencias. Este sistema de difusión cultural tenía su lacra en la payola, con la que se define el pago ilegal que las compañías discográficas a los locutores para promocionar a sus artistas mediante la radiodifusión repetida de sus canciones. Término que tiene su origen en EEUU tras el escándalo que suscitó el pago a Alan Freed, un afamado DJ de los años 50. Corrupción a la que en los 60 se unió la llamada «druggola«, ya que algunas compañias abonaban los servicios de determinados locutores con cocaina en lugar de dinero, El sistema no puede ser más perverso, y recuerda a una de las famosas frases de Groucho Marx: una empresa (la discográfica) paga a otra empresa (emisora de radio) para que pinche sus canciones, las que a su vez, generarán un canon por emisión, por la que la segunda empresa (radio) paga a la primera (discográfica), a través de una empresa de gestión (SGAE o similares).
En los años 90, se evolucinó hacia un sistema más sutil, por parte de las cadenas como la española SER, se obliga a las discograficas a co-editar con ellas toda la producción que lanzaban, por lo que de esta forma, parte importante de las cantidades abonabas por derechos de emisión, retorna a las arcas de la emisora que cobra como co-editora de la propia musica que emite.
Actualmente hay alternativas para difundir la música gracias a Internet. La red crea comunidades (llamadas «virtuales» pero no lo son, ya que están formadas por personas afines pero sin necesidad de que haya una proximidad geográfica). La primera de ellas fue la que creo gracias al programa de intercambio de archivos Napster. Esta red no solo consistía en intercambiar canciones digitalizadas en mp3 sino que tenía chat y podías explorar las canciones del otro usuario con el que estabas chateando o descargando una canción. De este modo descargabas canciones de artistas desconocidos pero confiando que te iban a gustar pues las almacenaba otro usuario con el compartías tendencias.
El éxito de Napster fue su perdición, la industria musical le obligó a cerrar, lo que fue sencillo dado que funcionaba gracias a un servidor que coordinaba todas las búsquedas y descargas. Hoy existen otros modos para descubrir nuevas músicas.
Las radios en Internet, a diferencia de las FM, tienen la ventaja que el usuario personaliza su «programación», puedes crear un canal basado en etiquetas (por ejemplo «jazz») o por artistas, por ejemplo quiero escuchar a artistas similares a Manu Chao. Dos buenas emisoras musicales para escuchar en Internet son Last Fm o Pandora, esta última ya no se escuchar más que en Estados Unidos por las limitaciones impuestas por las discográficas.
Otro caso de éxito de la llamada Web 2.0 es My Space, ideado en un inicio como punto de encuentro y creación de comunidades entre jóvenes, se ha convertido en referente obligado para los jóvenes músicos y de quienes admiramos su obra. Se puede escuchar al artista, ver sus vídeos y lo más importante, conocer a nuevos artistas siguiendo el rastro a estas comunidades de músicos que se han creado en MySpace.
Además, los usuarios de Gnu/Linux tenemos la gran ventaja en disponer de un software llamado Amarok que tiene, además de escuchar tu música, varias herramientas para compartir con otros usuarios tus preferencias musicales y miles de radios de Internet para escuchar con un solo clic, todo ello con la más completa información sobre el grupo musical que estés escuchando en ese momento. Muy recomendable para escuchar música mientras parece que trabajas.
Por último, otro sistema que me recuerda a las cintas casetes que gravábamos con nuestra música favorita y que compartíamos con los amigos (actividad ya criticada en su día por Ramoncin pero que se recordará durante toda la posteridad gracias a la magnifica película «High Fidelity» del director británico Stephen Frears), es el nacimiento de recopilaciones de canciones dentro de la red emule. Las hay de dos tipos, algunos artistas producen su propia maqueta y la introducen en una recopilación con otros artistas famosos a los que intentan emular. O, directamente, un internauta diseña su propia recopilación que la comprime en un único archivo y la cuelga en la red. Por ejemplo, me ha parecido fantástica los dos volúmenes que encontré en la red llamados «Garrapateros Ther Ghetto» en las que podemos escuchar los consagrados Kiko Veneno u Ojos de Brujo junto a artistas que no conocía como Albertucho y, por mi, celebrada canción «El pisito».
Como cantaba el otrora rebelde Bob Dylan, «los tiempos están cambiando», los verdaderos músicos parecen ser los primeros que se están adaptando a la actual coyuntura, mientras tanto medios de comunicación como industria siguen apegados a unos modelos de negocio que tantos réditos les proporcionó en un pasado reciente pero condenados a convertirse en historia.
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Gracías a Carlos Tena por su inestimable ayuda
Carlos Martínez es miembro de Rebelión.
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