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Respuesta a Alfredo Caro Maldonado [ACM]

De vacunas, antivacunas y «caballos de Troya». Acuerdos, desacuerdos y desenfoques (II)

Fuentes: Rebelión

Rebelión publicó el pasado martes 21 de agosto un artículo de ACM, «El caballo de Troya de la lucha contra los anticavunas» [1], donde se criticaba una nota nuestra editada el mismo día: «Tres mil niños sin vacunar (por decisión familiar) en la modernísima Barcelona» [2]. La primera parte de nuestra respuesta al comentario crítico […]

Rebelión publicó el pasado martes 21 de agosto un artículo de ACM, «El caballo de Troya de la lucha contra los anticavunas» [1], donde se criticaba una nota nuestra editada el mismo día: «Tres mil niños sin vacunar (por decisión familiar) en la modernísima Barcelona» [2]. La primera parte de nuestra respuesta al comentario crítico de ACM se publicó el pasado miércoles 28 de agosto [3]. Esta es la segunda parte.

Nos habíamos quedado en el punto 4, prosigamos con la que ACM señala que es su primera crítica:

«De hecho, la primera crítica que le hago a este artículo es que no dice que son varios los motivos por los que un infante no es vacunado: 1. Sus padres son antivacunas. Rechazan inmunizar por cuestiones religiosas, filosóficas, políticas, etc. 2. Sus padres tienen duda vacunal. No se niegan a vacunar, pero tienen dudas sobre la seguridad/eficacia de algunas. Así que a lo mejor deciden no vacunar del sarampión, por ejemplo. 3. La familia es «pobre». Aunque las vacunas obligatorias sean gratuitas, el acceso a los sistemas de salud para los recordatorios es a menudo complicado entre los expulsados del sistema. 4. Los niños con alguna enfermedad crónica o transitoria cuyo sistema inmunológico no va a responder, o lo va a hacer de manera perjudicial. No decir esto, es decir muchas otras cosas.»

Es enigmático y nada afable ese «no decir eso es decir muchas otras cosas». ¿Qué muchas cosas son esas? No se puede hablar de todo… en un artículo y por eso no hablamos de todo. ¿Lo hace ACM en el suyo?

Sea como fuere, no tenemos ningún problemas en aceptar los señalado por ACM en los puntos 3 y 4. De acuerdo. No lo estamos, en cambio, en el punto 1 (¿lo está ACM), ni en el 2.

Sobre el primer punto: ¿la sociedad no debe proteger a los niños de familiares que por razones religiosas, pongamos por caso, se opongan a que se les realicen transfusiones de sangre? ¿Los niños son propiedad de sus padres?

Sobre 2. Nos chirría lo de «duda vacunal», pero cabe preguntarse por las razones de esa duda. Si se tienen, se comentan y disuelven con la mayor paciencia del mundo. Pero no sería aconsejable, lo hemos visto al inicio de esta nota, que esa «duda vacunal» llevase a que nuestros hijos no se vacunaran contra el sarampión por ejemplo. Los datos esgrimidos no corroboran que esa sea una senda razonable e incluso justa. ¿Las imprudencias temerarias de los padres deben poner en peligro las vidas de sus hijos? ¿No tiene la sociedad la obligación de protegerles de las malas acciones, de la ignorancia o del fanatismo del los padres, privándolos temporalmente incluso de la patria potestad si fuera necesario?

5. De nuevo toma la palabra ACM:

«Ya entrando en las especificidades del artículo: «Gracias a la vacunación (inmunización) generalizada de los niños, la difteria ahora es poco común en muchas partes del mundo.»

En España, y el resto del mundo realmente, debido a la privatización de buena parte del sistema de salud (el diseño, la producción, distribución, imposición de precios de los medicamentos), no existe una vacuna única contra la difteria. La vacuna de la difteria NO inmuniza frente a la bacteria Corynebacterium diphtheria, sino contra su toxina, la que causa la enfermedad. Por eso no produce inmunidad de rebaño y sigue habiendo portadores asintomáticos. Eso es un peligro, porque como decía no tenemos anti toxina en España, y podrán existir casos en los que se dé un brote. Por eso varios países del este tienen lista la antitoxina que es curativa».

Coincidimos de nuevo con nuestro crítico: tampoco nos hace felices, todo lo contrario, la privatización (creciente en algunos países) del sistema de salud. Nuestra defensa de la sanidad pública no tiene grietas.

Nuestras observaciones:

a) No entendemos, eso sí, ese NO en mayúsculas (¿de grito?, ¿por qué nos grita?), pero tiene razón: la vacuna de la difteria NO inmuniza frente a la bacteria Corynebacterium diphtheria sino contra la causa de la enfermedad, la toxina del CD. ¿Y? ¿Es decisivo este matiz?

b) Es una cuestión algo técnica pero un toxoide (o anatoxina) es una toxina bacteriana cuya toxicidad ha sido atenuada o suprimida (por un producto químico, por efectos del calor o por otros medios) pero que mantiene la inmunogenecidad, la capacidad de generar anticuerpos. Cuando se utiliza durante la vacunación, el toxoide genera una respuesta inmune formando una memoria inmunológica contra los marcadores moleculares del toxoide (sin producir una enfermedad inducida por toxinas). Se utilizan toxoides no sólo en la vacuna contra la difteria sino también en vacunas contra el tétanos.

c) No sabemos por qué usa ACM la expresión «inmunidad de rebaño». Nos suena al peor Nietzsche, al Nietzsche del übermensch. Sea como fuere, sí que existe inmunidad de grupo, o -en terminología de salud pública mucho más respetuosa- poblacional.

d) Que no tengamos antitoxina en España y sí en Rusia tiene una sencilla explicación: en España, afortunadamente, tras los esfuerzos de la sanidad pública, no existían prácticamente casos de difteria desde 1987 (excepto dos casos importados, uno de Afganistan y otro de Senegal); desgraciadamente, no ocurre lo mismo en Rusia. A nadie informado sobre lo sucedido en ese país tras la desintegración de la URSS de 1991 y la imposición y hegemonía de un capitalismo canalla, salvaje y antihumano durante décadas, se le escapan las razones de ello.

Además, señala ACM:

«no existe en España una vacuna única, sencilla, contra la toxina que causa la difteria, sino que por culpa del entramado tecnosanitario hay una triple (Difteria, tétanos y tos ferina). Esto es un problema de salud pública porque: -la vacuna contra la toxina pierde eficacia. -la vacuna contra la tos ferina puede tener efectos secundarios, no todo el mundo se puede vacunar. El niño de Olot no murió por los antivacunas sino por la falta de suero, de anti toxina. Ese niño puede que no se hubiera muerto en Rusia, porque allí sí lo tienen. Eso tampoco se dice en el texto.

No es cierto lo que el artículo afirma: «Como hemos comentado, hemos vivido recientemente un caso trágico de difteria en Cataluña, una «mort petita [una muerte pequeña]» que muestra que aunque el porcentaje de personas no vacunadas no sea muy elevado, si el grupo está muy concentrado en un área determinada, puede representar un grave peligro para ellos mismos y, también, para la comunidad en general.»

Aparte de sentirnos abrumados (y un pelín molestos) por «la seguridad epistémica de nuestro interlocutor» (la ciencia -también sus practicantes- siempre tiene que ser modesta conociendo sus límites, sin olvidar sus avances y conquistas), no se dice en nuestro texto lo que comenta ACM porque, como hemos señalado, no se puede decir todo en una nota breve (ni incluso en una enciclopedia). Nadie puede todo sobre casi nada (incluso, conjeturamos afirmando, en el caso de ACM).

Ya hemos explicado las razones de falta de suero en nuestro país. Eso sí, nos extraña, sabiendo lo que sabemos de la situación sanitaria en el conjunto de Rusia, que nuestro crítico escriba: «Este niño puede que no se hubiera muerto en Rusia, porque allí sí lo tienen».

Lo de culpa del entramado tecnosanitario suena mal (por lo de culpa, por el sentido religioso del término). Y, sea como fuere, ese «entremado tecnosanitario» tal vez incluya personas y colectivos que no tienen ninguna responsabilidad en ello. Lo contrario es más verdadero. Ese «entremado tecnosanitario» incluye, por ejemplo, a esforzados y tenaces defensores de la sanidad pública.

Por lo demás, la vacuna contra la difteria no pierde eficacia porque para eso existen los refuerzos y por algo que es esencial en la discusión: dejando aparte el caso de Olot (sobre el que ACM debería atender algo más a lo que uno de los progenitores del niño fallecido explicó), no han habido casos de difteria en estos últimos 30 años en nuestro país. ¿A eso no se le debe llamar eficacia? ¿Qué es entonces?

Tiene razón -no lo negamos, nunca hemos dicho lo contrario- cuando sostiene que la vacuna contra la tos ferina puede tener efectos secundarios. Puede. Ocurre en el caso de la mayoría de los fármacos, incluso en el caso de los más antiguos y contrastados. Lo comprobamos cuando desplegamos cualquier de los prospectos de los medicamentos que usamos.

Que alguien no pueda vacunarse (situación que no negamos y que conocemos) tampoco es problema en este caso. Basta con pensar en la inmunidad de grupo, poblacional (que no de rebaño), si tal grupo está vacunado adecuadamente.

7. De nuevo es ACM quien habla:

«El resto del párrafo es también incorrecto. Un solo portador sano es suficiente para hacer que una persona no vacunada o con una vacuna inefectiva se enferme. En el artículo no se menciona que la vacuna es contra la toxina y que por tanto los niños que por cualquier motivo no pueden vacunarse, o los ancianos que hayan perdido la inmunidad, están expuestos a la enfermedad. Es más, ninguna de las enfermedades de la triple (Tdap) tiene protección de grupo (o de rebaño). La del tétanos porque no es contagiosa, la de la Tos ferina porque tiene poca memoria, y la de la difteria porque no protege de la infección sino de la toxina, existiendo portadores sanos.»

Nuestras observaciones:

a) No entendemos bien esta afirmación: «Un solo portador sano es suficiente para hacer que una persona no vacunada o con una vacuna inefectiva se enferme». ¿Un sólo portador sano? Sea como fuere, si es suficiente -aunque muy improbable que se encuentren- para que una persona no vacunada o con una vacuna insuficiente enferme, ¿qué puede inferirse de ello? ¿Qué conviene la vacunación o que no conviene la vacunación?

b) Ya hemos hablado del asunto de la toxina de la bacteria.

c) El riesgo, en el caso de personas ancianas, es en general muy pequeño.

d) Si bien el tétanos no es contagioso de persona a persona, la infección se adquiere -principalmente a través de pequeñas heridas o excoriaciones- por contacto con el suelo, metales oxidados, heces y excretas de animales, etc. Por consiguiente, la protección poblacional se obtiene a través de la vacunación (un toxoide como en el caso de la difteria antes mencionado). Y la práctica de salud pública muestra el excelente resultado.

La eficacia de la vacuna de la tos ferina se muestra también por la bajísima frecuencia de casos, especialmente desde la introducción de la vacunación en embarazadas. Ya hemos comentado la difteria. En todos los casos la vacunación requiere dosis de refuerzo para evitar la pérdida de memoria inmunológica.

8. Nuestro crítico tiene de nuevo la palabra:

«Entonces no entiendo, viniendo de una persona tan comprometida como Eduardo Rodríguez, que se obvie algo tan importante: la vacuna de la difteria no se mejora, al contrario, se empeora al hacerla triple, porque la comercializa Glaxo, y no quieren invertir en una mejor, «con esa les vale».

Y no entiendo tampoco por qué se habla de las vacunas en general, otro error conceptual (¡y político!). Y ¿por qué pasa esto? Pues porque no se mejoran las vacunas. Porque no hay flexibilidad en su aplicación (vacunas simples, anti toxina, etc.) ¡Porque los intereses económicos priman sobre los derechos sanitarios! Es justo y necesario criticar a aquellas familias que de manera intransigente se niegan a vacunar a sus hijos, los atiborran de comida basura, les hacen fumar, etc. Pero no se puede utilizar el doble rasero, si no, estaremos acompañando el discurso autoritario cientifista tan en boga últimamente.»

Remarcamos, son palabras de ACM, «es justo y necesario criticar a aquellas familias que de manera intransigente se niegan a vacunar a sus hijos, los atiborran de comida basura, les hacen fumar, etc». De acuerdo; nosotros no lo formularíamos así (atiborrar, hacer fumar) pero destacamos su afirmación. Añadimos por nuestra parte: muchas familias que «atiborran» a sus hijos con comida basura lo hacen porque no tienen posibilidades de otra cosa («El poder asegura: lo que es, persistirá como es./ Voz, ninguna llega, sino las de los dominadores/ Y en los mercados, dice bien alto la explotación: Ahora/ Llegó por fin mi hora» escribió Brecht en su «Loa a la dialéctica») o por falta no voluntaria de formación.

Por otra parte, no sólo la vacuna contra la difteria la comercializa y fabrica Glaxo. En el vademécum español se encuentran diversos laboratorios con vacunas DPT en su catálogo. En México, por ejemplo, son seis las corporaciones que la comercializan y también seis las empresas fabricantes. La eficacia contrastada de la vacuna, aunque sea triple, recordemos lo dicho sobre la inexistencia de la difteria en España, desmonta las dudas y las observaciones de ACM.

¿Por qué es un error conceptual y político (¡con signos de admiración!) hablar en general de vacunas? ¿No se habla así en muchos textos científicos? ¿No podemos hablar en general de las clases trabajadores sabiendo, como sabemos, que cada ciudadano-trabajador es un mundo en sí mismo? Que hablemos en general de las vacunas no significa que no distingamos entre unas y otras. Como no podía ser de otra forma. Lo hemos hecho repetidas veces en esta nota.

Por detrás de su observación de nuestro crítico creemos que hay dos cosas que conviene comentar:

1. Que una corporación produzca y comercialice un producto con una finalidad básica -incremento ininterrumpido de beneficios-, no implica que siempre, en todo caso y en toda circunstancia que no debamos usarlo. Si fuera así, en la ciudad de Barcelona, no beberíamos agua, no usaríamos la luz, el gas ni el teléfono, no podríamos comer, y, en muchos casos, no podríamos vivir en nuestro piso.

2. No entendemos exactamente a qué refiere la expresión «discurso autoritario cientifista» (o cientificista), pero es muy improbable que un científico médico, en su práctica, en sus lecturas, en su investigación si es el caso, sea un cientificista y menos aún autoritario. No puede ser esto último porque la gran mayoría de los médicos (lo mismo que ocurre con químicos y matemáticos) son trabajadores cualificados (a veces funcionarios públicos), y sería absurdo que fueran cientificistas sabiendo como saben los límites gnoseológicos y temas de la buena ciencia.

De todo hay, ciertamente, en las viñas del señor pero las generalizaciones apresuradas suelen ser incorrectas. También en este caso. Estar a favor de la ciencia, de las ciencias médicas en este caso, no implica pensar que el conocimiento humano no tiene límites, que cualquier asunto se puede resolver por las ciencias positivas, y que, por ejemplo, el arte, la filosofía, la ética y mil cosas más no tienen su propia autonomía gnoseológica y su propio campo de reflexión. Comprometerse en la lucha por una sanidad pública, humanista y de calidad, al alcance todos y todas, no es una cuestión científica, sino de ética, de política. Uno de los colectivos que para nosotros es todo un referente se llaman precisamente así: «Unión de científicos concernidos». Concernidos: ciencia, pues, con consciencia y conciencia, como le gustaba decir a nuestro amigo Francisco Fernández Buey.

9. Es fundamental que desenmascaremos dos cosas sostiene ACM:

1- el autoritarismo que hay detrás de los que quieren que todo el mundo vacune a sus hijos sin rechistar. El mundillo escéptico es aterrador.

2- existen muchos motivos (y cada vez más) por los que desconfiar de la medicina en general y de los médicos en particular. ¿Hace falta una lista? Así que la gente tiene toda la razón y el derecho a desconfiar en la mal llamada «ciencia médica». Eso no existe, la medicina no es una ciencia, y es propio de la arrogancia de la profesión y del cientifismo darle ese calificativo. La medicina «puede» basarse en la evidencia, en las ciencias (biología, fisiología, farmacología, etc.) pero como tal es una práctica humana que busca (debería buscar) la mejora del bienestar humano. La filosofía, la ética, ciertas creencias del paciente, etc. son imprescindibles para la «cura».

No conocemos en concreto el referente del «mundo escéptico» pero ya hemos dicho lo que pensamos sobre el primer punto, el del autoritarismo. Nadie en su sano juicio, nosotros tampoco, aspiramos a que «todo el mundo vacune a sus hijos sin rechistar». Queremos que se vacunen porque es lo mejor, lo más eficaz que puede hacerse (no es el único: la depuración de las aguas y el control sanitario de los alimentos -grandes vectores clásicos de infecciones- han sido esenciales también para la salud pública en el siglo XX), para evitar que contraigan enfermedades que pueden ser mortales. Nadie quiere tratar a la ciudadanía como si fueran esclavos. Lejos de nosotros el cáliz esclavista.

En cuanto a 2):

a) sí que haría falta la lista a la que se alude para contrastar acuerdos y desacuerdos críticos (nosotros no estamos por la descalificación general del servicio de salud español por ejemplo ni por la descalificación de la muy mal llamada «clase médica»).

b) Las gentes, la ciudadanía, tiene todo el derecho a desconfiar con argumentos de lo que crea conveniente, otra perogrullada nuestra, pero no a una descalificación general apresurada y por motivos no justificados, situación que implicaría, además, un retroceso de la sanidad pública y un apoyo indirecto a la privada y a los planes de privatización de algunos gobiernos (los primeros gobiernos de Mas, Mas-Colell y aquel pieza llamado Boi Ruiz fueron campeones en esta senda del despropósito, del que, por lo que dicen ellos mismos, se sienten muy orgullosos. ¡Vivir para ver… y oír sandeces de gente «ilustre»!).

c) El ser de Aristóteles se decía de muchas maneras (unas diez en total), la ciencia también (muchas más de diez en su caso). La lógica formal no es el mismo tipo de ciencia que la física cuántica, pongamos por paso. Pero negar que la medicina sea una ciencia y añadir además, como el que no dice la cosa, en un tono (de nuevo) «subido de tono», que «es propio de la arrogancia de la profesión y del cientificismo darle ese calificativo», nos parece un non sequitur. ¿Ha pensado nuestro interlocutor en la posibilidad de su propia arrogancia? Hemos hablado algo de ello anteriormente, pero: ¿hay alguna duda que existe investigación en el ámbito de las ciencias médicas y que una parte de investigación es pública? Citamos un ejemplo que será apreciado por nuestro interlocutor: Cuba.

d) La medicina puede basarse en otras disciplinas (como ocurre en multitud de ciencias; ejemplo: la química, la economía, la matemática y la ecología), tiene sin duda un componente práctico (la praxis sanitaria, como ocurre también en otras disciplinas: la química o la física, por ejemplo), puede basarse en la «evidencia» analizada o en la investigación experimental u observacional, pero todo esto no dice nada en contra de su carácter científico. Más bien lo confirma.

Eso sí, coincidimos con ACM en que la finalidad de las ciencias médicas debe ser la mejora del bienestar humano (de ahí nuestra apuesta por las vacunas) y no tenemos duda alguna que la filosofía, la ética, el cuidado, el mimo, la atención humanizada, el apoyo mutuo, determinadas opiniones del pacientes, son condiciones importantes, imprescindibles si se quiere, para su cura.

Quizá convendría recordar aquí la conocida epistemológicamente como vulnerabilidad de las ciencias de la vida: biología y medicina. Dicho en términos llanos: casi todo el mundo se atreve a opinar y criticar sobre estos campos del conocimiento, desde creacionistas contra la evolución hasta el origen y tratamiento de cualquier patología. En cambio, cuán pocos -o ninguno, véanse las páginas de esta misma página- critica o ataca la teoría del big bang, la relatividad o la mecánica cuántica entre otros campos de la física, por no mencionar otros tantos de la química o la geología.

Tomemos un merecido descanso. Nos queda sólo la última parte.

Notas:

1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=245540

2) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=245538

3) Respuesta a Alfredo Caro Maldonado [ACM]. «De vacunas, antivacunas y «caballos de Troya». Acuerdos, desacuerdos y desenfoques (I)». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=245817

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.