Es escandalosa la utilización por los órganos de Falsimedia de términos relativos y deliberadamente difusos, volátiles, de valor instantáneo, definidos por la duda, que diluyen los hechos evidentes en meras sospechas, en sucesos probables, para hacer referencias casi insustanciales a las atrocidades permanentes cometidas por los Estados Unidos en todos los lugares del mundo, especialmente […]
Es escandalosa la utilización por los órganos de Falsimedia de términos relativos y deliberadamente difusos, volátiles, de valor instantáneo, definidos por la duda, que diluyen los hechos evidentes en meras sospechas, en sucesos probables, para hacer referencias casi insustanciales a las atrocidades permanentes cometidas por los Estados Unidos en todos los lugares del mundo, especialmente en Iraq, en estas últimas semanas en Falluya.
Tal es la habilidad de los medios que con esta estrategia de ocultamiento consiguen negar a los lectores la posibilidad de entender lo que significa realmente, en terror y sufrimiento humanos, y en brutalidad e injusticia, el anuncio y la amenaza del infierno, el cerco de la población y el sellado de los accesos y de los escapes, las primeras bombas, y la realización sistemática de un bombardeo masivo -terribles hongos gigantescos de fuego, humo y cascotes- de varias semanas interminables sobre una ciudad de 300 mil habitantes. La huida bajo la presión militar, hacia ninguna parte, escapando de la muerte y el fuego, de familias despavoridas. Decenas de miles de refugiados hambrientos en Amiriya, en Bagdad, en otras ciudades.
Falluya, es decir sus 300.000 habitantes, casi en su totalidad civiles, seres humanos indefensos -los propios EEUU hablaban de unos cuantos centenares de combatientes-, fue sometida a un ultimátum sin réplica ni escape posible, a un futuro ineludible, a una matanza en toda regla, a un arrasamiento total.
El comportamiento de los medios de información generales, que han reservado su enorme capacidad de indignación y creación de escándalo público para mejores ocasiones, permite hablar, con absoluta objetividad, de la existencia de una complicidad general, de naturaleza inevitablemente criminal, con el despliegue de los planes de dominación del imperio.
Hace varias semanas un asesinato manifiestamente rutinario realizado durante el asalto final a Falluya -el hecho se produce con la terrible naturalidad de una broma entre soldados-, la muerte a tiros por un marine de un anciano ya herido y desplomado en actitud pasiva en el suelo, es hecho público de manera accidental. Es la excepción que se escapa a un severo bloqueo informativo. El hecho se convierte inmediatamente, contra toda lógica, en la muestra de la existencia de anomalías reprobables que al fin y al cabo resultan casi ejemplares pues -se dice- son corregidas por el inmediato ejercicio de la potestad investigadora del ejército de los Estados Unidos. «EE UU investiga a un ‘marine’ que remató a sangre fría a un iraquí»(1).
Tal como ocurrió con las innegables torturas en Abu Ghraib -realizadas muchas de ellas en una galería carcelaria tan llena de torturadores y torturados que parecía haberse convocado en ella una fiesta siniestra- los crímenes imperiales son convertidos en actos individuales que para nada empañan el honor y el glorioso servicio a Iraq del ejército de los EEUU.
Todo en Falluya es «supuesto», las destrucciones, los civiles asesinados por bombardeos masivos. Todo es ajeno a las evidencias que garantizan la profesionalidad de los medios, todo es incierto, intuido tal vez pero dudoso, denunciado por sospechosas autoridades locales. El «cierre informativo» alimenta la duda, no la certeza, de que se ha matado sin piedad en la ciudad de Falluya. Los periodistas de Falsimedia deberían explicar al menos como se produce, y con que resultado, un ataque que calcula bombas por metro cuadrado en una ciudad como Falluya.
El papel social de los medios de comunicación -el ejercicio de la tan cacareada «libertad de prensa», la garantía del derecho a la información- y de los profesionales de Falsimedia queda otra vez de manifiesto: miles de muertos y la violación sistemática y masiva del derecho humanitario genera, a lo sumo, algunas expresiones puntuales de duda. La cuestión alcanza niveles de complicidad criminales cuando la matanza, la destrucción y el desalojo brutal de toda la población de Falluya se convierte en un método anunciado por el gobierno títere de Iyad Alawi para ser aplicado en otras ciudades.
La matanza, el genocidio, como método para «garantizar» las elecciones califica totalmente el próximo proceso electoral, nos habla claro de cuál es el sistema de poder que con el nombre de democracia va a ser bautizado el 30 de enero por los Estados Unidos.
Las complicidades alcanzan a toda la clase política de occidente. En la noche del día 22 de noviembre, en el programa «59 segundos», el ministro Moratinos tenía la absoluta desfachatez de proclamar la suficiencia de la respuesta judicial del gobierno de los EEUU ante hechos como los de Falluya o Abu Grhaib, mientras que el diputado Moragás clamaba indignado por la salida «corriendo como liebres» de las tropas españolas. El político del PP echaba de menos su participación en el asesinato masivo.
Para asegurar un proceso electoral totalmente tramposo, para dar cobertura a una coartada -la implantación de la democracia- que servirá para los ocupantes y sus cómplices iraquíes, se han asesinado o se van a asesinar en Iraq, durante los tres meses anteriores a las elecciones, miles de personas. Decenas de miles más perderán sus miembros. Podemos imaginarlos inmóviles para siempre, o corriendo como los inválidos de «Kandajar» detrás de la ayuda humanitaria de occidente. Miles de familias serán desalojadas de sus casas, perderán sus pertenencias, vagarán por los caminos y serán condenadas a malmorir en campos de refugiados.
Para asegurar nuestra condición de personas sensibles, nuestra despreciable cualidad de civilizados, nuestra absoluta miseria moral, nuestra total cobardía, nuestra sumisión al poder que envilece y mata a pueblos enteros, nuestra codicia, mentirán los políticos, mentirán los medios y nosotros seremos tan crédulos como sea necesario.
Todos celebraremos una democracia que ha nacido a bombazo limpio.
(1) Cabecera de la noticia en El País del día 17 de noviembre.