Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El 27 de noviembre, el parlamento iraquí votó mayoritariamente a favor de un acuerdo de seguridad con EEUU por el que los 150.000 soldados estadounidenses presentes en Iraq se retirarán de pueblos y ciudades el 30 de junio de 2009 y de todo Iraq el 31 de diciembre de 2011. El gobierno iraquí asumirá la responsabilidad militar por la Zona Verde en Bagdad, el corazón del poder estadounidense en Iraq, en un lapso de breves semanas. Las compañías privadas de seguridad perderán su inmunidad legal. Las operaciones militares del ejército y el arresto de iraquíes sólo se producirán con consentimiento iraquí. No quedarán bases del ejército estadounidense detrás cuando las últimas tropas salgan en el plazo de tres años y, en el ínterin, el ejército estadounidense no podrá atacar otros países desde Iraq.
El Estatuto del Acuerdo de Fuerzas (SOFA, por sus siglas en inglés), firmado tras ocho meses de enconadas negociaciones, es categórico e incondicional. La tentativa de EEUU de actuar como la única superpotencia del mundo y establecer un control casi colonial de Iraq, un intento que empezó con la invasión de 2003, ha terminado en fracaso. En el mes de julio se celebrará un referéndum nacional sobre el nuevo acuerdo, pero éste se pondrá inmediatamente en marcha, por eso los resultados serán en gran medida irrelevantes. Incluso Irán, que había denunciado furiosamente los primeros proyectos de SOFA diciendo que serviría para establecer una permanente presencia estadounidense en Iraq, está diciendo ahora alegremente que apoyará oficialmente el nuevo pacto de seguridad tras el referéndum. Esa es una señal segura de que Irán, como principal rival de EEUU en Oriente Medio, considera que el pacto marca el final de la ocupación estadounidense y de la rampa de lanzamiento para ataques militares contra países vecinos como él mismo.
Sorprendentemente, este trascendental acuerdo ha sido acogido con poca sorpresa e interés fuera de Iraq. El mismo día en que fue finalmente aprobado por el parlamento iraquí la atención internacional estaba completamente enfocada sobre el sangriento ataque terrorista en Mumbai. Durante algunos meses, las encuestas en EEUU mostraron que la crisis económica había sustituido a la guerra de Iraq como el principal problema a que se enfrentaba EEUU a los ojos de los votantes. El Presidente Bush había venido declarando tantos hitos falsos a lo largo de los años que, cuando se produce un auténtico punto de inflexión, la gente se muestra naturalmente escéptica sobre su significado. La Casa Blanca puso tanto empeño en impedir que se entendiera lo acordado en Iraq que ni siquiera publicó una copia del SOFA en inglés. Algunos altos funcionarios del Pentágono están criticando en privado al Presidente Bush por haber hecho tantas concesiones a los iraquíes, pero los medios estadounidenses sólo tienen ojos para la llegada de la administración Obama y ya no prestan mucha atención a los hechos de la agonizante administración Bush.
Los retrasos de última hora del acuerdo no se debieron realmente a los términos convenidos con los estadounidenses. Más bien se debió a que los dirigentes de la minoría árabe sunní, frente al gobierno chií-kurdo del primer Ministro Nuri al Maliki, se planteaban cómo llenar el vacío creado por la salida estadounidense y querían intercambiar su apoyo al acuerdo por tantas concesiones de última hora como pudieran conseguir. Las tres cuartas partes de los 17.000 prisioneros que los estadounidenses retienen son sunníes y querían que les liberaran o al menos que las fuerzas de seguridad iraquí no siguieran maltratándoles. Pidieron que se pusiera fin a la desbaazificación dirigida fundamentalmente contra la comunidad sunní. Sólo el clérigo Muqtada al-Sadr se mantuvo en contra del acuerdo hasta el final, declarando que representaba una traición para un Iraq independiente [*]. La ultra-patriótica oposición de los sadristas al acuerdo ha sido importante porque ha dificultado que el resto de partidos chiíes aceptaran nada que no fuera una retirada completa estadounidense. Si lo hacían así se arriesgaban a ser retratados como títeres estadounidenses en las próximas elecciones provinciales de finales de enero de 2009, o cuando tengan lugar las elecciones parlamentarias más avanzado el año.
El SOFA finalmente acordado es casi el opuesto al que EEUU empezó a negociar en el mes de marzo. Esa es la razón por la que Irán, con sus fuertes vínculos con los partidos chiíes iraquíes, puso fin a su anterior rechazo. El primer proyecto estadounidense era en gran medida un intento de continuar con la ocupación sin casi cambio alguno en relación con el mandato de Naciones Unidas que espiraba a finales de año. Washington apretó demasiado las tuercas. El gobierno iraquí fue haciéndose más fuerte mientras los árabes sunníes iban poniendo fin a su levantamiento contra la ocupación. Los iraníes colaboraron en el control del Ejército del Mahdi, la poderosa milicia de Muqtada, para que el gobierno recuperara el control de Basora, la segunda mayor ciudad de Iraq, y Sadr City, que ocupa casi medio Bagdad, de las milicias chíes. El primer ministro Nuri al-Maliki se fue sintiendo más seguro al darse cuenta que sus enemigos militares se dispersaban y que, en cualquier caso, los estadounidenses no tenían más alternativa real que apoyarle. EEUU ha sido siempre políticamente débil en Iraq desde la caída de Saddam Hussein porque tiene pocos amigos reales en el país aparte de los kurdos. Los dirigentes de los chiíes iraquíes, el 60% de la población total, podían aliarse con Washington para ganar poder, pero nunca tratarían de compartir ese poder con EEUU a largo plazo.
La ocupación ha sido siempre impopular en Iraq. Los observadores extranjeros y algunos iraquíes se han engañado a menudo sobre el odio con el que las diferentes comunidades iraquíes se miran unas a otras, subestimando la fuerza del nacionalismo iraquí. Una vez que Maliki empezó a creer que podía sobrevivir sin el apoyo militar de EEUU, pudo rechazar entonces los propósitos estadounidenses hasta lograr una retirada incondicional. Podía también ver que Barack Obama, cuyo período de retirada no difería tanto del suyo, iba a ser el próximo presidente estadounidense. Cuando se produzcan las elecciones provinciales y parlamentarias de 2009, Maliki puede presentarse a sí mismo como el hombre que puso fin a la ocupación. Los críticos del primer ministro, especialmente los kurdos, piensan que el éxito se le ha subido a la cabeza, pero no hay duda de que el nuevo acuerdo de seguridad le ha fortalecido políticamente.
Puede ser que, al vivir en el corazón de la Zona Verde, Maliki tenga una idea exagerada de lo que su gobierno ha conseguido. En la Zona Verde se dispone de agua potable y de electricidad mientras que en el resto de Bagdad la gente tan sólo consigue entre tres o cuatro horas de electricidad al día. La seguridad en Iraq es ciertamente mejor de lo que lo era durante la guerra civil sectaria entre sunníes y chiíes en 2006-2007, pero la mejora es enteramente comparativa. La cifra mensual de muertes ha caído desde 3.000 al mes, en sus peores momentos, a 360 civiles iraquíes y personal de seguridad asesinados este pasado noviembre, aunque estas cifras pueden subestimar el total de víctimas porque no todos los cuerpos de los asesinados son encontrados. Iraq sigue siendo uno de los lugares más peligrosos del mundo. El 1 de diciembre, el día en que empecé a escribir este artículo, dos suicidas bombas mataron a 33 personas e hirieron a varias docenas más en Bagdad y Mosul. Los iraquíes de a pie se muestran muy irónicos con las proclamas del gobierno de haber restaurado el orden. «Ya estamos acostumbrados a que el gobierno diga siempre que las cosas van bien y que la situación de la seguridad ha mejorado», dice Salman Mohammad Yumah, un profesor de enseñanza primaria de Bagdad. «Es verdad que la seguridad es un poco mejor pero los dirigentes del gobierno viven detrás de barreras de hormigón y no saben lo que sucede sobre el terreno. Sólo salen en sus convoyes blindados. Ya no nos matan dependiendo de nuestro documento de identidad [revelador de que una persona es sunní o chií por su nombre] pero los sunníes siguen teniendo miedo de ir a las zonas chiíes y viceversa».
La seguridad ha mejorado con los controles por doquier del ejército y la policía, pero los asesinos sectarios han mejorado también sus tácticas. Hay menos suicidas bomba pero hay muchas más ‘bombas lapa’ pequeñas colocadas bajo los vehículos. Todo el mundo mira debajo de su coche antes de entrar en él. Trato de no acercarme a los tristemente célebres cuellos de botella en Bagdad, como la Plaza Tahrir o las entradas a la Zona Verde, donde un suicida bomba puede estar dirigiéndose a un objetivo y estar atrapado en el tráfico antes de atacar. Los controles y los muros, las medidas adoptadas para reducir la violencia, llegan casi a paralizar Bagdad incluso aunque no haya bombas. Puede llevar dos o tres horas recorrer unos cuantos kilómetros. Los puentes sobre el Tigris a menudo están bloqueados y esto ha empeorado recientemente porque los soldados y la policía tienen un nuevo juguete con forma de caja que parece un transistor con una corta antena que sale horizontalmente. Cuando lo dirigen hacia un coche se supone que puede detectar el vapor de los explosivos, y puede que así sea, pero como también detecta el vapor del alcohol o de un perfume sirve de incordio en vez de ayuda a la seguridad.
La televisión estatal iraquí y el gobierno, apoyados por los periódicos, no cesan de proclamar que la vida en Iraq va mejorando de día en día. Para convencer de esto deberían no sólo mejorar la seguridad sino proporcionar electricidad, agua potable y empleos. «La situación económica sigue siendo muy mala», dice Salman Mohammad Yumah, el profesor. No hay electricidad y actualmente tenemos otra vez cólera, por eso la gente tiene que comprar la cara agua embotellada y usar sólo el agua que sale del grifo para lavarse». No todo el mundo tiene la misma sombría visión pero la vida en Iraq sigue siendo extraordinariamente dura. El mejor barómetro para registrar lo que Iraq ha mejorado está en la voluntad de los 4,7 millones de refugiados para volver a casa (uno de cada cinco iraquíes huyó de sus hogares y está ahora viviendo dentro o fuera de Iraq). En octubre, sólo 150.000 habían regresado y algunos lo hacían tan sólo para ver cómo iba la situación y después se volvían a Damasco o Ammán. Un comerciante sunní de mediana edad que regresó desde Siria durante dos o tres semanas, dijo: «No me gusta estar aquí. En Siria puedo salir por la tarde para reunirme con mis amigos en una cafetería. Me siento seguro. Aquí me veo forzado a meterme en casa después de las siete de la tarde».
El grado de optimismo o pesimismo sentido por los iraquíes depende mucho de si cuentan con trabajo, si ese trabajo depende o no del gobierno, a qué comunidad pertenecen, su clase social y la zona donde viven. Todos esos factores están interrelacionados. La mayoría de los empleos los proporciona el estado que, según se dice, emplea a unos dos millones de personas. El sector privado es muy débil. A pesar de los parloteos sobre la reconstrucción, casi no se puede contemplar la silueta de una grúa por el horizonte de Bagdad. Desde que los chiíes y los kurdos controlan el gobierno, es difícil que un sunní pueda conseguir un trabajo y probablemente imposible a menos que tenga una carta de recomendación de algún partido político en el gobierno. El optimismo es mayor entre los chiíes. «Vemos que nuestra vida progresa, dice Yafar Sadiq, un comerciante chií casado con una sunní en la zona de Iskan, dominada por los chiíes, de Bagdad. «La gente está cooperando con las fuerzas de seguridad. Estoy contento de que el ejército esté combatiendo al Ejército del Mahdi aunque todavía no han terminado. Cuatro sunníes han vuelto a abrir sus tiendas en mi zona. Los familiares sunníes de mi mujer pueden venir aquí con seguridad. Las únicas cosas que van mal son la electricidad, el agua potable y los servicios municipales». Pero su mujer, Jana, admitió en privado que había advertido a sus parientes sunníes que no vinieran a Iskan «porque la situación de la seguridad sigue siendo inestable». Ella enseña en la Universidad Mustansariyah, en el centro de Bagdad, que hace un año estaba controlada por el Ejército del Mahdi y los estudiantes sunníes tuvieron que escapar. «Los estudiantes sunníes están ahora regresando», dice, «aunque todavía viven aterrados».
Ese miedo está justificado. Bagdad ha sido dividida en enclaves suníes y chiíes defendidos por altos muros de hormigón que a menudo sólo cuentan con una única entrada y salida. Las matanzas sectarias se han reducido pero sigue siendo peligroso que los refugiados regresen e intenten reclamar su antigua casa en una zona en la que están en minoría [**].
Hubo un caso en un distrito sunní situado al oeste de Bagdad, del que informé aquí hace algunas semanas, en que un matrimonio chií con sus dos hijas volvieron a su casa para encontrársela destrozada, sin muebles y con los cables y cañerías arrancadas. Decidieron dormir en la azotea. Llegó una banda sunní desde un edificio cercano, le cortó la cabeza al marido y la arrojaron a la calle. Dijeron a su mujer e hijas: «Lo mismo le sucederá a cualquier otro chií que regrese». Pero incluso sin esas recientes atrocidades, Bagdad seguiría dividida porque la memoria de las masivas matanzas acaecidas en 2006-2007 está aún demasiado fresca y sigue temiéndose que se reproduzcan.
Los iraquíes tienen una muy mala opinión de sus representantes electos, denunciándoles frecuentemente como kleptocracia incompetente. La administración del gobierno es disfuncional. «A pesar del hecho», dice el miembro independiente del parlamento Qassim Daoud, «de que el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales tiene que ayudar a los millones de pobres iraquíes descubrí que sólo habían gastado el 10% de su presupuesto». No todo es por culpa del gobierno. La sociedad, la administración y la economía iraquíes acabaron destrozadas por 20 años de guerra y sanciones. Muy pocos países han sufrido tan intensas y prolongadas presiones. Primero fue la guerra de ocho años Irán-Iraq que comenzó en 1980, después la desastrosa guerra del Golfo de 1991, más trece años de sanciones y para rematar cinco años y medio de conflicto desde la invasión estadounidense. Hace diez años, los funcionarios de Naciones Unidas decían ya que no podían reparar las inseguras centrales de energía porque eran tan viejas que ya no se fabricaban las piezas de repuesto que necesitaban.
Iraq está lleno de indicadores de la inmensa sima existente entre gobernantes y gobernados. Los pocos aviones que utilizan el aeropuerto internacional de Bagdad van llenos de contratistas extranjeros y funcionarios del gobierno iraquí. En octubre, al hablar con la gente por las calles de Bagdad, muchos de ellos expresaban su temor al cólera que había empezado a extenderse desde Hilla, provincia situada al sur de Bagdad. El 40% de la gente en la capital no tiene acceso al agua potable. El origen de la epidemia fue la compra de productos caducados para purificar el agua en Irán por funcionarios corruptos. Todo el mundo hablaba del cólera, excepto en la Zona Verde donde la gente apenas había oído hablar de la epidemia…
El gobierno iraquí se hará más fuerte cuando los estadounidenses se vayan. También se verá obligado a asumir las responsabilidades por los fallos del estado iraquí. Esto va a suceder en mal momento porque el precio del petróleo, la única fuente estatal de ingresos, ha caído hasta 50$ un barril cuando el presupuesto elaborado partía del precio de 80$. Muchos salarios estatales, como los de los profesores, se duplicaron en función de eso, algo que el gobierno puede ahora lamentar. Las descomunales diferencias siguen sin resolverse. Las fricciones entre sunníes y chiíes, aunque no van del todo bien, son menores que hace dos años, aunque la hostilidad entre árabes y kurdos se va profundizando. La salida del ejército estadounidense aterra a muchos sunníes porque en que van a quedarse a merced de la mayoría chií. Pero es también un incentivo para que las tres comunidades principales en Iraq acuerden cómo serán sus futuras relaciones cuando no haya estadounidenses entre ellos. En cuanto a EEUU, su momento en Iraq se acabó en cuanto partan sus tropas, dejando tras ellos un país completamente arrasado.
N. de la T.:
[*] Parece ser que hay más sectores en Iraq que se manifiestan descontentos con el SOFA, véase al respecto: http://www.rebelion.org/
Pueden consultarse otras opiniones, como la del arabista Pedro Rojo, en:
[**] Puede verse al respecto el artículo de Layla Anwar titulado «Hogar, dulce hogar»:
http://www.rebelion.org/
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