Traducido por Germán Leyens
Es probablemente uno de los trabajos más peligrosos del mundo. El coronel Abu Mohammed es el policía a cargo de desactivar bombas que no han estallado en Bagdad, donde el ruido de las explosiones es tan común que, a menos que la explosión sea muy cercana, ya nadie sale a la puerta a ver qué ha volado por los aires.
«Solía tener once expertos en la desactivación de bombas, pero aquí me tiene ahora casi solo, porque es tan peligroso», dice el coronel, un hombre calvo sorprendentemente jovial, de unos cincuenta años.
«Algunos de los otros están o muertos o heridos, o las amenazas los llevaron a renunciar.»
A un oficial le acaban de volar su apartamento de planta baja. Precisamente cuando comenzábamos la entrevista, el coronel Mohammed (su nombre ha sido cambiado para proteger su identidad), un hombre ya mayor, vestido de blanco, entró a la pieza. Dijo, con voz agitada, que alguien acababa de amenazar con matar a su hijo, otro policía, así que ya no volvería a trabajar.
El coronel explicó que había trabajado con todo tipo de bombas, especialmente bombas al borde de la ruta y bombas suicidas sin estallar.
Algunos de los artefactos son extraños. Hace algunos meses un atacante suicida trató de estrellar un vehículo que llevaba dos torpedos, una mina flotante y varios otros explosivos a través de las puertas del cuartel principal de policía en Amariyah. Dio contra un puesto de guardia y la bomba no estalló.
El coronel la desactivó.
«Bajo el antiguo régimen sólo hacíamos un centésimo del trabajo que realizamos en la actualidad», dijo. «Pero en mayo de este año, después de la caída de Sadam, tuve que desactivar una bomba en una maleta abandonada cerca del Ministerio de Petróleo. Consistía de dos granadas de 155 mm, una batería y un control remoto para detonarla.»
La bomba del Ministerio de Petróleo fue la primera de muchas.
A menudo el mismo policía tiene que desactivar tres o cuatro bombas, frecuentemente con artefactos anti-manipulación, en diferentes partes de Bagdad, en el espacio de unas pocas horas. La mayoría de las bombas son similares en sus características, aunque la sofisticación del equipo difiere.
Mientras el coronel explicaba como construir y desmantelar una bomba, su escritorio se llenó rápidamente de diferentes tipos de baterías, relojes y controles remotos. Hizo girar la cerradura de una caja de seguridad y sacó detonadores plateados. Dos grandes envases de metal, que yo había visto en un rincón de su oficina, y que había pensado que contenían pintura, resultaron estar llenos de explosivos plásticos hechos en Rusia.
Muchas de las bombas son muy grandes. El año pasado, un atacante suicida, según dicen un yemenita, fue muerto a tiros mientras trataba de estrellar un vehículo contra la estación de policía al-Jadidah en Bagdad. El coronel Mohammed, que desactivó la bomba, descubrió que consistía de tres obuses de artillería y 1,5 toneladas de explosivos.
Es fácil comprender por qué tantos policías supervivientes en el escuadrón de bombas han abandonado la policía o han sido transferidos a otros departamentos. No es un trabajo bien pagado. El coronel dice que gana unos 370 dólares al mes. Hasta hace poco sus hombres no tenían vestimenta protectiva contra las explosiones. El coronel Mohammed dijo: «Pedimos robots a los estadounidenses para no tener que arriesgar nuestras vidas, pero no hemos recibido ninguno».
A la entrada de la comisaría apareció un policía de 25 años, Saleh Mehdi, y nos dio la mano izquierda. Explicó que su brazo derecho fue arrancado por la explosión de una bomba el 25 de diciembre del año pasado.
Dijo: «Primero nos llamaron diciendo que había una bomba al borde de la ruta en Palestine Street. Fui y la desactivé. Luego encontraron otra a tres kilómetros y una tercera detrás de la embajada turca. «Después tuvimos a que volver a Palestine Street porque habían encontrado dos bombas más».
El señor Mehdi estaba a un metro de una de las bombas cuando estalló. Probablemente había alguien observando cuando se acercó y apretó el botón de un control remoto, que la detonó. Le arrancó su brazo derecho y acribilló su cuerpo con metralla. Dijo: «Me colocaron un brazo mecánico pero no funcionó. Me mandaron a Omán para ponerme un brazo electrónico, pero no ha llegado». No recibió compensación.
La bomba al borde de la ruta y la bomba suicida son los instrumentos preferidos de los que tratan de terminar con la ocupación. El que le policía iraquí que se ocupa de tantas de las bombas en Bagdad esté tan mal equipada da una idea del fracaso de las autoridades militares y civiles de EE.UU. en Irak.
Al abandonar la oficina del coronel Mohammed, vimos a otro policía que acaba de ser transferido fuera del escuadrón de bombas. «Bueno, por lo menos dame la mano para despedirte», le dijo el coronel.
«No, ni siquiera te doy la mano», respondió el policía. «Podrías convencerme de que vuelva a unirme a tu escuadrón».