Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La reacción al informe del Grupo de Estudio Iraq (ISG, por sus siglas en inglés] sugiere que se conforma un enfrentamiento en la elite del poder de USA entre dos grupos de vaqueros. Por un lado, están los vaqueros de George W. Bush que quieren expandir sus conquistas de Afganistán e Iraq a Siria e Irán. Es la extensión natural de la doctrina del Destino Manifiesto que apuntaló la conquista del «Lejano Oeste,» la anexión de casi la mitad del territorio de México en los años cuarenta del Siglo XIX, la «apertura de Japón» mediante la diplomacia de las cañoneras en 1854, el derrocamiento por los Marines de la monarquía hawaiana en 1893, y el establecimiento de un imperio colonial del Pacífico al Caribe después de la guerra Española-USamericana. Bush y Dick Cheney no vieron nada de malo en la Guerra de Vietnam (con la excepción de la posibilidad de que podrían verse involucrados personalmente, ya que tenían otras prioridades en la época). Les gustó de verdad la primera Guerra del Golfo, pero se desilusionaron porque no hubo más conquistas. Por lo tanto Bush le dijo a Mickey Herskowitz, el columnista deportivo del Houston Chronicle que le ayudó a escribir su autobiografía en 1999 que: «Mi padre había acumulado todo ese capital político cuando expulsó a los iraquíes de Kuwait y lo desperdició. Si yo tengo la posibilidad de invadir [Iraq] – si tuviera tanto capital, no lo voy a desperdiciar.»
Por otro lado, están los vaqueros del tipo Jim Baker que cuestionan la factibilidad de más conquistas en este momento, y que quieren enlazar a su manera a compinches machos y a amigotes pendencieros antes de que metan más profundamente a todo el mundo en peores disparates en esos sitios extraños. Los vaqueros de Baker dicen que por lo menos hablen con los nativos, que fumen la pipa de la paz si es necesario, y que luego partan hacia el ocaso dejando atrás un fuerte o dos que hagan ondear orgullosamente la desgarrada bandera para salvar su dignidad.
Los vaqueros de Bush dicen: «No, no hablamos con los nativos en esos países ricos, que rebalsan leche, miel y productos petrolíferos que Dios hizo para nosotros.» Como si fuera un párroco pleno de espíritu campestre, Bush declaró (al líder palestino Mahmud Abbas en 2003), «Dios me dijo que atacara a al-Qaeda, y los ataqué, y luego me instruyó que atacara a Sadam, lo que hice, y ahora estoy determinado a solucionar el problema en Oriente Próximo.» Solucionar ese problema, desde luego, significa convertir a todo el Sudoeste Asiático en amigos de USA y de Israel.
(En este punto, el concepto de la «tierra prometida,» un tema central en el Antiguo Testamento, que imagina un Israel desde el Nilo al Éufrates, y que incide profundamente en el sionismo moderno, ensambla maravillosamente con la noción de merecer dominante durante tanto tiempo en la psicología y la mitología USamericanas. Los peregrinos creían que Dios les había dado la tierra de los indios paganos, e incluso artistas USamericanos más progresistas, como Woody Guthrie — «este país es tu país, este país es mi país» – y Bruce Springsteen— «creo en una tierra prometida» – se inspiran en ese poderoso concepto, religioso en última instancia. Los mitos gemelos del favor divino a los israelitas bíblicos y a los colonos europeos de América, pueden producir con gran facilidad en la mente vaquera impactada por el whisky la falsa ilusión de que Dios quiere una guerra yanqui en todo país musulmán rico en petróleo. Especialmente después del 11-S, porque «ellos nos» atacaron.
La banda de Bush, respaldada por una pandilla israelí, dice que los dirigentes sirios e iraníes son malvados. Dick Cheney, verdaderamente valiente tras su escopeta Perazzi de calibre 28, ha declarado: «No negociamos con el mal. Lo derrotamos.» (Especialmente en una situación de caza en encierro.)
Pero los vaqueros de Baker responden: «Seguro que son malvados. Son paganos asesinos. Pero por lo menos tenemos que aguantar a algunos, si ello evita que algunos de nosotros, creyentes, seamos masacrados. Es simple sentido común.»
El ISG no cuestiona la decisión de invadir Iraq, ni ve problemas en su moralidad o reconoce la humanidad de los valientes de la resistencia iraquí ante el ataque del Gran Padre Blanco. No dice: «Socios, habéis hecho mal, tendréis que rendir cuentas.» No quiere tener que ver con ninguna parte de esa historia; sólo quiere seguir adelante. (Como el lugarteniente de Rumsfeld, Paul Wolfowitz, quien después de haber diseminado tanta desinformación para lograr que los USamericanos apoyaran el ataque contra Iraq, menospreció el embarazoso colapso de la afirmación de que Iraq tenía armas de destrucción como si no fuera más que un «problema histórico» sólo unos pocos meses después de cometido el crimen.» Estos vaqueros no se interesan por volver y excavar toda esa mugre, o por cuestionar la necesidad de que la caballería se quede en Iraq para siempre. Sólo quieren que los soldados estén fuera del alcance de los rifles, lo más posible, para que la gente común en casa no comience a formar una turba linchadora que marche sobre Washington. Eso significa que hay que pedir a los sirios y a los iraníes que ayuden.
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Esa recomendación – que USA se siente en el contexto de una conferencia regional y hable con los que quiere destruir – fue la que fue rechazada más instantánea y enfáticamente por Bush, Condoleezza Rice y otros altos funcionarios. Ese rechazo es un signo importante de que Dick Cheney sigue dirigiendo la política exterior con la ayuda de lugartenientes neoconservadores como Elliott Abrams y David Wurmser. Desde un lugar no revelado, impávido ante tasas de popularidad catastróficas, Cheney parece mantener bajo control y dentro del programa a Condi, y durante sus almuerzos semanales con Bush alienta la visión mesiánica del presidente vaquero de un Gran Oriente Próximo libre de terrorismo, salpicado de bases de USA para «proteger» los campos petrolíferos, amigo de Israel, y que permita oportunidades infinitas de beneficios para las corporaciones de USA.
Nótese cómo los neoconservadores fuera del poder (incluyendo a Richard Perle y David Frum) que han criticado recientemente a Bush por no haber sometido adecuadamente a Iraq han tenido piedad de Cheney, sin duda porque lo ven como el verdadero aliado que les queda y su roca de apoyo en el gobierno. Podrá no compartir su conexión emocional con Israel, tan central en el movimiento neoconservador, pero como ellos está comprometido con el uso de la fuerza de USA para rediseñar el Oriente Próximo. Piensa en términos de asegurar la ventaja geopolítica de USA frente a otras potencias imperialistas y a la emergente China capitalista mientras la economía de USA está en relativa decadencia. (El PIB de USA se quedó atrás por primera vez respecto al de la Unión Europea.) Sus intereses encajan con los de los neoconservadores, por lo que los sembró en el gobierno cuando construyó el gabinete de Bush después de la elección de 2000.
Como señalara Robert Dreyfuss en «American Prospect» en mayo de 2006, Cheney ve a China como la mayor amenaza a largo plazo para los intereses de USA en Oriente Próximo, si no en el mundo: «Para los cheneyitas, la política en Oriente Próximo está ligada a China, y desde su punto de vista el apetito chino de petróleo la convierte en un competidor estratégico de USA en la región del Golfo Pérsico. Por lo tanto, consideran el control del Golfo como un juego de cero-suma. Creen que la invasión de Afganistán, la disposición militar de USA en Asia Central, la invasión de Iraq, y la expansión de la presencia militar de USA en los Estados del Golfo se han combinado para dar jaque al papel de China en la región. En particular, el derrocamiento de Sadam Husein y la creación de un régimen pro-USA en Bagdad fue, por lo menos 10 años antes de 2003, un objetivo máximo de los neoconservadores, que unió a los anti-chinos y a los partidarios de extrema derecha del Likud de Israel. Ambos vieron la invasión de Iraq como el preludio a un ataque contra el vecino Irán.»
El gobierno sigue rigiéndose por su plan de juego del Nuevo Siglo USamericano de derrocar a los regímenes sirio e iraní, a pesar del desastre iraquí. La «Oficina de Asuntos Iraníes,» sucesora de la «Oficina de Planes Especiales» que preparó la campaña de desinformación que condujo a la Guerra de Iraq, ocupa las mismas oficinas en el Pentágono que su predecesora y es dirigida por el mismo especialista maquiavélico de operaciones psicológicas, Abram Shulsky. John Dean, entre otros, predice un ataque contra Irán para el próximo año, después del previsible fracaso del intento de que el Consejo de Seguridad de la ONU satisfaga las exigencias de USA de sanciones duras contra Irán. Una resolución diluida del Consejo de Seguridad de la ONU será citada como un justificativo internacional para una acción preventiva, que hará volar por los aires a la dirigencia iraquí y producirá una especie de régimen iraní amistoso. Mientras tanto, Siria, culpada de asesinatos políticos en Líbano y de apoyo a la «terrorista» Hezbolá también sufrirá la terrible y rauda espada de Bush.
Todo eso es imposible, dice mucha gente racional. Entre ellos miembros del Grupo de Estudio Iraq, pero su informe – un tiro de advertencia a la Oficina de Asuntos Iraníes – indica, me parece, una cierta alarma auténtica de que el presidente se propone hacer lo imposible, con más resultados desastrosos. Seguramente ellos, y los funcionarios del gobierno, están preocupados de que un ataque contra Irán podría producir algunos embarazos, como ser las renuncias de altos oficiales militares. Podría producir algunas medidas gravemente dolorosas de China, que posee gran parte de la deuda nacional de USA, y de Rusia. Ciertamente intensificaría los sentimientos ya intensos contra USA que siente todo el mundo, y tal vez incluso pondría en peligro la alianza emergente con la candidata a superpotencia, India. Pero los que nos llevaron a la Guerra de Iraq tienen una confianza tan inmensa en sí mismos y en el poder de su heroica voluntad, que creen que puede crear una realidad enteramente nueva para las generaciones por venir. Creen que más agresión en Asia del Sudoeste – incluso si genera el caos, si atrae a los Guardias Revolucionarios de Irán al conflicto iraquí, y provoca otra guerra entre Israel y Hezbolá y sus aliados libaneses – es necesaria pronto, bajo el actual presidente favorable, para que el atrevido proyecto no se pierda por entero.
Algunos sugieren que la expansión de la guerra es inevitable por la lógica interna del imperialismo capitalista. Pero es obvio que muchos que han invertido a fondo en el sistema consideran que los neoconservadores están locos. Quieren bloquearlos antes de que ellos, con algunos de sus aliados cristianos fundamentalistas a remolque, produzcan un guión apocalíptico. Baker, Hamilton & Cía. parecen dudar de que lo mejor para el sistema en este momento sea un ataque a Siria e Irán, y deliberan si provocar una discusión sobre la cordura de las etapas planificadas para el futuro próximo en el proyecto neoconservador. Si esto sucede en el ámbito de la clase gobernante, ¿no existe una base aún mayor para que el movimiento contra la guerra agite contra una expansión de la guerra? El mayor disuasivo de todos sería la anticipación de Cheney de que un ataque contra Irán podría llevar a que un pueblo USamericano políticamente informado salga a las calles cuando se inicie el ataque, denunciándolo, informando al mundo que lo rechazamos, así como a los que lo planificaron y exigiendo un inmediato cambio de régimen.
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Me han acusado de hilar una «teoría conspirativa» porque uno los puntos entre Cheney, los neoconservadores, la Oficina de Planes Especiales y la campaña para ir a la guerra contra Iraq. No soy, en realidad, un teórico de la conspiración, pero si lo fuera, tendría que mencionar el tema del embarazo de Mary Cheney. Tengan un poco de paciencia…
El 26 de octubre de 1965, el Servicio Selectivo hizo una lista de restricciones para el alistamiento de hombres casados sin niños. Cheney fue clasificado como 1-A: «disponible para el servicio.» Cheney, que había estado casado con su esposa Lynn durante catorce meses, puede haber sido influenciado por ese cambio en política para pensar seriamente en ser padre. Su hija Elizabeth nació nueve meses más tarde el 28 de julio de 1966. Cheney solicitó y recibió una clasificación 3-A, su quinto y último aplazamiento del servicio militar (después de las prórrogas por matrimonio y por educación) durante la era de Vietnam, cuando, como ha señalado, «tenía otras prioridades» que ir a la guerra.
Elizabeth, casada con el abogado jefe del Departamento de Seguridad Interior, Philip Perry, es ahora Secretaria Adjunta de Estado para Asuntos del Oriente Próximo y está sentada directamente sobre la fantasmagórica «Oficina de Asuntos Iraníes» que ocupa las antiguas oficinas de la Oficina de Planes Especiales en el Pentágono, y es dirigida por el maquiavélico artista de la desinformación, Abram Shulsky. (Qué ironía que una niña nacida del compulsivo deseo de un hombre de evitar el campo de batalla sea asignada para ayudarle más tarde a precipitar el terror sobre Irán.) Lynn también es un personaje poderoso, después de haber pasado siete años en el consejo de directores de Lockheed Corporation y de servir como «asociada» en el Instituto de la Empresa de USA de Investigación de la Política Pública. Fundó el American Council of Trustees and Alumni, un grupo conservador que controla las universidades USamericanas y en noviembre de 2001 publicó un informe intitulado «La Defensa de la Civilización: Cómo las Universidades Decepcionan a USA y qué se puede hacer al respecto.» Toda la familia es repugnante, y que Mary sea lesbiana y esté embarazada no cambia las cosas. Fue jefa de relaciones públicas de la cervecera Coors, ¡en nombre de Dios! Fue directora de operaciones de la vicepresidencia en la campaña de 2004. Es ejecutiva de AOL. Pero porque es lesbiana, y la derecha cristiana odia el lesbianismo (el pecado si no la pecadora), podría recibir simpatía de USamericanos que son liberales (o racionales) respecto a temas gay-lesbianos. Y que también están contra la guerra y contra Bush/Cheney.
De manera que ¿no podría ser posible que el vicepresidente Cheney, que antes ha embarazado mujeres para salvar su piel, le haya dicho, hace algunos meses, a Mary?: «¿Por qué no tienes un bebé con tu pareja Heather?» Así toda la familia se vería mucho más humana, y complicada. Hay tanta gente que conserva el estereotipo de Cheney como alguien que se opuso a la liberación de Nelson Mandela de la prisión en Sudáfrica porque lo consideraba un «terrorista» que trabajaba con comunistas. Un hombre que, aunque es intrínsecamente cruel cuando se trata del bienestar de negros sudafricanos o de civiles iraquíes, se llena de ensoberbecimiento, diciéndole al mundo «No negociamos con el mal, lo derrotamos.» Un hombre que rebalsa codicia corporativa, que persigue implacablemente sus objetivos, repitiendo mentiras descaradas a cada paso. Un hombre que planifica activamente un ataque contra Iraq mientras escribimos estas líneas. Pero que apoya y defiende a su hija gay, expresando sus propios valores familiares. ¿No se beneficiaría un hombre semejante, cuya popularidad está en su punto más bajo, si se supiera en esta temporada navideña que su hija Mary está embarazada y que se alegra?
Cheney está públicamente en desacuerdo con la posición del presidente sobre los matrimonios gay. ¿Se te ocurre algún otro tema en el que los dos sujetos difieran en público? Y no es un tema cualquiera; podría haber sido el que los llevó a la victoria en la elección de 2004, manejado magistralmente por Karl Rove. Así que fue significativo que Bush y Cheney hayan diferido al respecto. Muy significativo también que el presidente haya dicho a la prensa: «Creo que Mary va a ser un alma amorosa para su niño. Y me alegro por ella.» Fue un poco arriesgado para Bush. Su base derechista dura y cristiana fundamentalista, que todavía se tambalea por la revelación de que otro destacado predicador tuvo una historia de pecado de hombre con hombre, no se mostró demasiado contenta. Hizo que Bush se presentara diciendo: No soy tan homofóbico. Apuesto a que lo hizo por deferencia hacia Cheney, el hombre que sigue mandando, y por la situación familiar de Cheney.
No creo que sea por coincidencia que el informe sobre «el nacimiento virginal» del dragón Komodo en el zoo británico haya aparecido justo cuando la gravidez de Mary salió en las primeras planas. El dragón Komodo fertilizó sus propios huevos; algunos lagartos se han desarrollado de tal manera que pueden hacerlo. Una lagarta puede reproducirse sin un macho (y ser una buena madre). Un zoólogo en NPR declaró que según sus cálculos la fecha más probable para la incubación de los lagartos es el 25 de diciembre.
La gravidez especial de Mary Cheney. Virgen María dando a luz en Navidad. Un nacimiento de lagarta virgen el mismo día. ¿Qué probabilidad existe de que todo esto sea por coincidencia?
Bueno. Confieso que sólo juego con vuestras mentes. No creo que Cheney haya alentado a Mary a embarazarse, o que haya colocado la historia del dragón Komodo en la prensa, o que quiera llevar al gobierno a alejarse de su base derechista cristiana hacia posiciones más amistosas hacia los gay a fin de lograr una reputación de ecuanimidad y razón, mientras se prepara para atacar a Irán. Sólo creo que Cheney todavía conforma la mente vaquera en Washington, sus violentas propensiones amorales tocadas por sentimientos familiares ordinarios, a los que ha pedido al homofóbico Comandante en Jefe que haga el favor de adherirse. La felicidad pública de Bush por Mary podría ser simultáneamente un testimonio de que está contento de dejar las grandes decisiones de su gobierno, como siempre, al Tío Dick.
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Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufts, y profesor adjunto de religión comparativa. Es autor de «Servants, Shophands and Laborers in the Cities of Tokugawa Japan«; «Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan«; e «Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900″. También colaboró en la implacable crónica de las guerras contra Iraq, Afganistán y Yugoslavia de CounterPunch: «Imperial Crusades».
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