El Código Chávez: descifrando la intervención de los Estados Unidos en Venezuela comienza con una descripción casi detectivesca de cómo Eva Golinger y sus colaboradores han encontrado ciertos documentos en los desvanes del Departamento de Estado, el Departamento de Defensa y otros infiernillos donde se cocina la política exterior norteamericana, y luego, el libro se […]
El Código Chávez: descifrando la intervención de los Estados Unidos en Venezuela comienza con una descripción casi detectivesca de cómo Eva Golinger y sus colaboradores han encontrado ciertos documentos en los desvanes del Departamento de Estado, el Departamento de Defensa y otros infiernillos donde se cocina la política exterior norteamericana, y luego, el libro se convierte en un meticuloso ensayo sobre la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia, NED). Poco después experimenta una nueva muda y torna a ser un melodrama intrépido en el que se entremezclan el pillaje, el atraco, el chantaje político, el espíritu mercenario, la violencia… Cuando cierra la última página, el lector podría muy bien preguntarse si lo que ha leído no es, más bien, una novela de aventuras imposibles, un juego de la imaginación sin mayores ataduras con la experiencia vivida.
Sin embargo, ni una sola línea se atiene a la ficción. Una buena parte de este libro está conformado por documentos obtenidos bajo el amparo de la Ley de Libertad de Información (FOIA) de Estados Unidos, y debió pasar bastante tiempo y esfuerzos para que Eva obtuviera este material que ahora se encuentra a disposición de los lectores y que, como confirma en la primera página, supone para ella enormes riesgos, incluyendo la amenaza de muerte.
Aún así, el lector no debe perder de vista que semejante testimonio documental no solo se lo debemos a la constancia de los investigadores, sino a esas extrañas veleidades de los funcionarios que controlan los archivos secretos norteamericanos, que desclasifican a discreción lo que les parece, y ocultan lo más comprometedor. La propia Eva augura decenas de años para la apertura de otros archivos. Es decir, mucho y aún más pavoroso debe estar censurado todavía y quizás nunca nos enteraremos de las más íntimas evidencias de los planes contra Venezuela. Como se sabe, hubo que esperar más de 30 años y el mea culpa de Rober McNamara para conocer los diabólicos pretextos que provocarían la invasión de Estados Unidos a Cuba, contenidos en el diseño de la llamada Operación Mangosta. ¿Cuándo se sabrá qué pasó realmente en Dallas, el día en que mataron a Kennedy? ¿Cuándo nos enteraremos de lo que ahora mismo se está fraguando contra Cuba, Venezuela y el mundo?
Gracias a este botón de muestra que Eva y el periodista independiente Jeremy Bigwood lograron arrancarle al gobierno norteamericano, es posible probar lo que Estados Unidos negó reiteradamente: sí estaba enterado con anticipación de los detalles del golpe contra el presidente venezolano Hugo Chávez en abril de 2002, que incluía planes para generar violencia durante las manifestaciones, el arresto del mandatario y la participación activa en el golpe.
Por donde quiera que se le mire, El Código Chávez es un libro aleccionador. Su testimonio aporta una serie de documentos que transparentan la verdad de los hechos que han conmocionado la opinión pública venezolana en los últimos tres años. La magnitud de la intervención norteamericana en Venezuela, teniendo en cuenta la sensibilidad especial que genera para EE.UU. un país que es el primer suministrador de combustible en el hemisferio, tiene aquí irrebatibles documentos que la prueban y un advertencia sobre el abanico de variantes que ha utilizado el Imperio para intentar desdibujar el magnicidio, el terrorismo y la guerra sucia contra Venezuela.
En este libro aparece en detalles cómo ejecutaron los Estados Unidos en Venezuela su Plan A de intervención y de subversión para América Latina. Que haya fracasado esta vez no significa necesariamente que el agresor se dé por vencido. Poco después de que Eva Golinger puso el punto final a esta investigación, han comenzado a aparecer en el escenario público las evidencias de que el gobierno de George Bush está aplicando ya el Plan B: una arremetida de propaganda sucia y de acciones en organismos internacionales para aislar al gobierno venezolano, sin que se descarte el asesinato o secuestro del jefe de Estado, que es siempre antesala de la intervención militar.
Como ha denunciado Venezuela, en las primeras semanas de 2005 se publicaron más de 50 artículos de prensa en los principales diarios y televisoras norteamericanas, donde más del 85 por ciento de los «expertos» consultados están afiliados a instituciones o publicaciones opositoras. Las acusaciones más calumniosas las han ofrecido «fuentes sin identificar» de la administración Bush, que echaron leña al fuego de la nueva definición que hizo, comenzando el año, la secretaria de Estado Condoleezza Rice: «Hugo Chávez es una fuerza negativa en la región».
A partir de ese grito de guerra, los Estados Unidos han soltado los perros de presa de la CIA y los medios a su servicio, incluida la prensa e instituciones como la Organización de Estados Americanos, con lo que vuelve a caldearse el panorama y a aparecer signos dispersos, pero muy perceptibles, de la nueva cruzada. Por tanto, es probable que dentro de un año -tal vez antes- nos enteremos en un nuevo libro de Eva o de otros audaces investigadores, cómo se tejió este nuevo capítulo en la saga de este siniestro culebrón que los cubanos hemos padecido por más de 40 años y que, recién empieza para los venezolanos.
Este es el secreto que anida en El Código Chávez, y no debiera extrañar que su autora recibiera amenazas de muerte de la oposición venezolana y la hostilidad de las autoridades de los Estados Unidos, el país donde ella nació. La investigación de Eva Golinger, mujer valiente y comprometida consecuentemente con la verdad, es la alegoría fiel de toda una práctica de terrorismo de Estado, que replica sus esquemas con escasa imaginación y extrema soberbia. El Código Chávez alude a una experiencia que concierne íntimamente a todas las sociedades del mundo. Una experiencia que nos lleva a una pregunta muy simple: ¿podrá algún gobierno de este mundo eludir los afanes «liberadores» de la CIA y la NED, si intenta un camino distinto al que ha elegido el emperador Bush para los habitantes del planeta?