«El abogado de Huda nos advirtió para que no habláramos delante de sus hijas de las torturas que había padecido en Abu Ghraib, porque Farah y Nur no sabían nada de ese tema. Había 14 mujeres con ella, con las manos y las piernas atados, encapuchadas, y confinadas en minúsculas celdas. Les ordenaron que se […]
«El abogado de Huda nos advirtió para que no habláramos delante de sus hijas de las torturas que había padecido en Abu Ghraib, porque Farah y Nur no sabían nada de ese tema. Había 14 mujeres con ella, con las manos y las piernas atados, encapuchadas, y confinadas en minúsculas celdas. Les ordenaron que se encargaran de la limpieza. Pero la experiencia más dura en la cárcel para Huda fue cuando le arrojaron encima el cadáver de su hermano. Estaba desnudo y cubierto de hematomas.»
El 16 de julio de 2003, a las 10:30 de la mañana, Basim Dawud Darob, salió de su casa en Tadyi, que se encuentra cerca de una base militar de EEUU al norte de Bagdad, para ir a su trabajo en el mercado del pueblo, cuando vio delante de él un convoy estadounidense. No se asustó ni se preocupó. Siguió caminando hasta que llegó hasta ellos, y entonces le ordenaron que se levantara la camiseta, que se diera la vuelta y que levantara las manos. Así lo hizo. Le registraron el cuerpo hasta por entre los dedos de los pies. Después le dijeron que se sentara. Tres coches se acercaron, les registraron y les dejaron ir. A Basim le esposaron las manos y le metieron en su vehículo. Cuando preguntó por qué le hacían eso, un soldado le dijo que preguntara al oficial. El oficial le dijo: «Estabas intentando atacar las torres de la base militar». «Pero si estoy desarmado», dijo Basim. El oficial no le contestó.
Basim, de prisión en prisión
Basim pasó, durante los 19 meses siguientes, por muchas de las prisiones estadounidenses en Iraq. Nos relata los absurdos, los malos tratos y las humillaciones que vio en las prisiones. Fue liberado muchas veces, pero nunca llegó a salir de la prisión. Pasó días con los ojos vendados, las manos esposadas, sin ni siquiera saber por qué. Una mujer soldado llamada Tane o Tain, que le investigaba, le dijo que había atacado el vehículo estadounidense. Cuando él le preguntó que con qué arma, ella le dijo que ya la encontrarían. Basim confiaba tanto en su inocencia que le sugirió un examen de sus huellas dactilares. Naturalmente, el resultado fue positivo. Basim le dijo con sarcasmo a Tane que «[…] o miente el ordenador o mientes tu». Ella se puso como loca y empezó a gritarle; pero Basim fue llevado a la celda de nuevo.
Por alguna razón desconocida, fue enviado al campamento militar de Tikrit. Le sangraban las manos a causa de lo apretadas que le habían puesto las esposas; le tuvieron durmiendo sobre grandes guijarros calientes, sin comida, sin agua. Cuando un día oyó que le nombraban, comprendió que por fin iban a liberarle. Pero fue enviado a la prisión del Aeropuerto [internacional en Bagdad], Camp C, donde de nuevo tener agua era un sueño, tanto para beber como para asearse, y en julio el termómetro alcanza los 55 grados a la sombra. «Pero lo peor de todo eran los guardia iraquíes, tan obscenos y sucios, que eran antiguos criminales», recuerda Basim. Entonces fue enviado a Nasiriya, en el camino a Basora, donde fue internado en Camp Bucca durante cuatro meses.
«La comida eran tan mala que te ponías enfermo tan sólo con olerla, sin necesidad de comerla. Hacía mucho calor en el interior de las tiendas de plástico, el sol ardiente del desierto te quemaba. Pero las tormentas de arena hacían imposible salir fuera. Teníamos dos comidas al día, sólo podíamos ir al baño dos veces al día. Pero éramos 600 teniendo que ir al baño en media hora. Cuatros meses después, me dijeron que iban a liberarme. Pero ese mismo día, me indicaron que lo sentían y me internaron de nuevo diciendo que no había coche, yo les dije que podía llegar andando hasta Bagdad [a unos 500 kilómetros], pero fue inútil.
No hubo ninguna investigación en Camp Bucca, sólo esperar y esperar, y aguantar los castigos colectivos. Pero en la prisión de Abu Ghraib fue peor. Fox y Casey eran unos miserables.»
– ¿Quiénes eran?
– Una mujer y un hombre soldados. Para ellos no éramos más que unos criminales. La comida era horrible, pero la comíamos. En una ocasión nos trajeron pollo, no podía dar crédito a mis ojos. Pero cuando empecé a comerlo me di cuenta de que tenía gusanos, me lo comí, no importaba nada. El castigo más común era quitarte la comida, el agua, y dejar el baño sin limpiar durante dos semanas. Era horrible. Sólo había un servicio para 600 prisioneros. Tener diarrea era una dolencia normal; había colas ante la puerta del doctor
El 14 de diciembre de 2003, a Basim le dijeron de nuevo que iban a liberarle, pero no se lo creyó. Fue enviado de nuevo a Camp Bucca. Tuvo la primera visita de su familia el 15 de abril de 2004, diez meses después de haber sido arrestado. Basim no fue torturado, pero presenció cómo sí lo eran muchos prisioneros. Una mujer soldado se orinó encima de un hombre religioso con barba y le violó. Después de eso, él no volvió a pronunciar ni una palabra, no habló más con ningún prisionero. La forma como registraban a los prisioneros era muy humillante. Les ordenaban que se quitaran las ropas y les hacían postrarse (como si orasen) y buscaban entre las nalgas. Los prisioneros hicieron una manifestación para protestar por esos registros, y entonces les permitieron tener puestos los calzoncillos pero tenían que llevarlos muy apretados para que se les notaran los órganos sexuales.
En julio de 2004, Basim consiguió otra liberación, esta vez bajo fianza. El problema era cómo avisar a su familia. Le dieron ropa nueva e incluso le dijeron que se afeitara para irse fuera pero tuvo que esperar hasta el mes de diciembre a que la documentación estuviera preparada.
-¿Escuchaste algún comentario sobre si había mujeres prisioneras?
– Las vi. Una era muy mayor. Estaba arrestada porque querían atrapar a su hijo que era un oficial militar. Estaba llorando todo el tiempo. Organizamos una manifestación por ella y nos prometieron liberarla. Pero cuando nos llevaron a la prisión del aeropuerto, la vimos allí. Había quince mujeres en la prisión del aeropuerto. Las vimos cuando se las llevaban para investigarlas. Sus guardianes eran hombres, pero para los hombres prisioneros, ponían mujeres guardianas, pienso que hacían eso de forma deliberada. Saben que somos una sociedad conservadora; muchas mujeres soldados abusan sexualmente o humillan a los prisioneros, por ejemplo, poniéndoles la bota sobre la cabeza.
-¿De qué te acusaron?
– De atacar un convoy militar, pero no se tomaban en serio el hecho de acusar a alguien de haber hecho algo. Muchos prisioneros no tenían cargo alguno; si hacías una apelación no podías poner nada. He visto muchos casos así.
-¿Cómo te sientes, después de pasar 19 meses en prisión sin haber hecho nada?
– No sabría qué decir, no puedo expresar más que amargura. Muchas cosas han cambiado. Hay muchas prisiones nuevas llenas de gente inocente. Dicen que en total hay de 9.000 a 10.000 prisioneros en las prisiones [1]. Puedo asegurarle que hay entre 90.000 y 100.000.
– ¿No tienes miedo?
– No, soy inocente.
Huda al-Azawi, víctima de un chantaje
Huda, de 43 años, está actualmente en la cárcel por tercera vez, su historia es bien conocida, no sólo dentro de Iraq. Es una gran tragedia de toda una familia. El hermano de Huda, Iyad, murió torturado en la base militar estadounidense de Adamiya [en Bagdad] en diciembre de 2003. Su cuerpo se encontró tres meses después en la morgue de Bagdad entre los cadáveres sin identificar. Su hermana Nahla fue arrestada con ella en diciembre de 2003 y estuvo en prisión durante ocho meses. Su hermano Ali está desde hace año y medio en Camp Bucca. Su sobrino, Muhammad, ha sido arrestado con ella ahora, y está en Abu Ghraib. Su otro hermano, Mo’taz, fue liberado tras pasar 15 meses en Camp Bucca.
Su problema es que ellos son una familia acomodada. Se negaron a que les chantajearan. Huda es una mujer de negocios. Es contratista. Según su hija Farah, de 23 años, un colaboracionista le pidió que le pagara 20.000 dólares; ella se negó y por eso él dio malos informes sobre ella a los estadounidenses y fue arrestada en diciembre de 2003. Después de ocho meses de torturas, malos tratos y golpes (cuando fue liberada su brazo derecho estaba roto) en Abu Ghraib, el general estadounidense le pidió excusas, diciendo que lo sentía, que su expediente estaba limpio, que las investigaciones habían probado que ella era inocente de la acusación de financiar a la resistencia y de que había sido víctima de calumnias.
«Era otra mujer cuando fue liberada en julio del pasado año», dice Farah. El 17 de febrero de 2005, a las 02:30 horas de la madrugada, su casa fue asaltada por la Guardia Nacional iraquí junto con las tropas estadounidenses. Les atacaron con bombas sonoras, gases lacrimógenos, rompiendo las puertas, ventanas y muebles. Les confiscaron todos los documentos personales y profesionales, los ordenadores, el dinero, la joyería y el coche. Las sillas todavía estaban cubiertas de trozos de cristal cuando visitamos su casa. La hija más joven, Nur, de 14 años, fue abofeteada numerosas veces por uno de los guardias nacionales iraquíes porque lloraba cuando intentaron separarla de su hermana Farah. Las estuvieron insultando de forma muy desagradable.
«Pero todo eso no es el problema», insiste Farah, «el problema es que mi madre se encontraba enferma cuando fue arrestada en febrero, le habían hecho una operación en una axila y todavía no le habían quitado los puntos de sutura. Le ataron los brazos por atrás de forma muy apretada, ella lloraba y le ataron también los pies y la encapucharon. No se llevaron las medicinas que necesitaba». Farah prosigue:
«Después del arresto, la busqué por todas partes. No tenía ni idea de dónde podía estar hasta que mi primo, que fue arrestado la misma noche que ella, fue trasladado del aeropuerto a Abu Ghraib y le fuimos a visitar, no dijo que la tenían confinada de forma aislada en el aeropuerto.»
Cuando estábamos en la casa de Huda entrevistando a Farah, el Comité Internacional de la Cruz Roja llamó desde Amán para informar que su madre había enviado la primera carta desde que fue arrestada hacía dos meses. Había un profundo sentimiento de resignación en ella. Huda decía que ese debía ser su destino, pedía a sus hermanas que se cuidaran y fueran valientes, que trataran de ayudarla. Que estaba muy cansada y no se sentía bien, pero que no necesitaba ropas o comida, que estaba en el aeropuerto, que le habían dado el mismo número que en su primer arresto.
-¿Cómo fue arrestada la primera vez en 2003?
– Ella misma fue a la base estadounidense. Después de que los soldados de EEUU vinieran muchas veces a nuestra casa para hacer preguntas, decidió ir y hablar con el comandante estadounidense mismo. La arrestaron allí y no la liberaron hasta después de ocho meses, psicológicamente destruida. No supimos nada de ella hasta seis meses más tarde».
El abogado de Huda nos advirtió para que no habláramos delante de sus hijas de las torturas que había padecido en Abu Ghraib, porque Farah y Nur no sabían nada de ese tema. Había 14 mujeres con ella, con las manos y las piernas atados, encapuchadas, y confinadas en minúsculas celdas. Les ordenaron que se encargaran de la limpieza. Pero la experiencia más dura en la cárcel para Huda fue cuando le arrojaron encima el cadáver de su hermano. Estaba desnudo y cubierto de hematomas.
Abu Hind, un sospechoso
Abu Hind es un viudo de mediana edad que fue arrestado en dos ocasiones durante períodos cortos de tiempo, una vez más sin saber la razón. Pero nunca había imaginado que pudiera ser arrestado sencillamente porque está paralizado y se mueve en una silla de ruedas desde hace 24 años. Fue herido en 1981 en la guerra Irán-Iraq. Vive con dos hijas adolescentes en un pueblo situado al norte de Bagdad.
La primera vez que fue arrestado volvía con rapidez del mercado con su hija menor y se encontró con que su casa había sido asaltada y estaba rodeada por jeeps militares y decenas de soldados. Le acusaron de haber atacado un convoy militar. Fue liberado después de tres días porque su salud se deterioró; también padece de problemas en el riñón y de escaras.
La segunda vez tuvo lugar un mes después. Fue arrestado en la Zona Verde, y en esta ocasión fue golpeado y torturado. Le preguntaban sobre las armas que habían encontrado cerca del río. Le patearon la cara y le desgarraron la boca haciéndole sangrar. Aunque era invierno, le arrojaron agua helada sobre el cuerpo desnudo. Después de seis días de tortura, le dio un colapso. Cuando le liberaron se estaba muriendo. Le arrojaron en una estación de coches.
-¿Por qué crees que vinieron a por ti?
– Creo que por mi aspecto, ya sabes lo que piensan cuando te ven con barba. Decían eso. Me preguntaba por los terroristas. Les dije que desde que fui herido en la guerra, era muy complicado para mí ir bien arreglado. Arrestaron a mucha gente conmigo, pero me liberaron al ver que me moría. Lo que no entiendo es por qué asaltan las casas con tanta violencia. No necesitan hacerlo así. Estuvieron apuntándome con sus armas, y sólo soy un inválido, no puedo ni siquiera ponerme la ropa solo
Nota de IraqSolidaridad:
1. Sobre estimaciones de presos iraquíes véase en IraqSolidaridad: EEUU amplia los centros de detención en Iraq ante el incremento de presos acusados de relación con la resistencia Matt Kelley: El número de prisioneros iraquíes alcanza los 10.500, según el Pentágono – Nueva revuelta en el campo de detención de Camp Bucca Informe de ‘Human Right First’ «Tras la alambrada» (y II): Los presos bajo control de EEUU en Iraq: indefinición jurídica y opacidad
Traducción del inglés para IraqSolidaridad de Sinfo Fernández