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Cronopiando

Diario íntimo de Jack el Destripador/5

Fuentes:

Yo sé que casi todos los seres humanos aman, sobre todas las cosas, a sus mamás. Pero hay excepciones y yo soy una de ellas. Podría decir que mi mamá también fue siempre una excepción, que me castigaba de pequeño cada vez que me sorprendía destripando las muñecas de mi hermana, que me dejaba sin […]

Yo sé que casi todos los seres humanos aman, sobre todas las cosas, a sus mamás. Pero hay excepciones y yo soy una de ellas. Podría decir que mi mamá también fue siempre una excepción, que me castigaba de pequeño cada vez que me sorprendía destripando las muñecas de mi hermana, que me dejaba sin postre si me encontraba despanzurrando los gatos del barrio y que me echó de casa cuando, teniendo yo 35 años, me hice pasar por cirujano en un célebre bufete de abogados londinense y, en apenas una hora, operé de apendicitis a 32 licenciados.

Reconozco que el rencor hacia mi madre me ha acompañado desde entonces y que por vengarme de todas las afrentas recibidas habría hecho lo indecible.

Hasta que por fin tuve la gran idea. El plan era perfecto, no podía fallar. Llamé a mi madre a Londres pretextando que apenas me quedaban unas horas de vida y que antes de que el cáncer y el sida me consumieran, deseaba pedirle perdón por todos los agravios de que la hiciera objeto.

Por si acaso mi arrepentimiento no le pareciera suficiente razón, le dije también que la había nombrado mi heredera universal y que para hacerse cargo de tan extraordinaria fortuna, debería venir a República Dominicana inmediatamente. Le dí la dirección de mi casa advirtiéndole que le dejaba las llaves debajo del felpudo de la puerta, ya que me encontraba interno en el pabellón de desahuciados de un hospital local.

Horas más tarde recibí la confirmación de su visita para el día siguiente y puse en práctica la segunda parte de mi plan.

Reuní todas las pruebas que me involucraban en cerca de un centenar de destripamientos y horas después de que mi madre llegara, las envié a la Policía, con mi nombre, dirección y número de teléfono.

Cuando la policía llegó a la casa detuvo a mi madre, como tiene por norma y costumbre en la República Dominicana a pesar del cacareado modernismo y de la mentada democracia, con intención de forzar mi entrega cuando yo supiera que la pobre anciana se había convertido en un rehén de la Policía. Esperaba la Policía que yo, conmovido, aceptara canjear su libertad por mi entrega.

Desde entonces, y ya han pasado tres meses, mi madre sigue presa en una inmunda celda, a pan y agua, mientras yo me asoleo en una linda playa de las Bahamas, a la espera de que la vieja pase a mejor vida y sea yo quien la herede.