Recomiendo:
0

Dios no será el único juez de Blair por la guerra de Iraq

Fuentes: The Guardian

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

La oposición de Tony Blair al alto el fuego inmediato en la guerra de Líbano el verano pasado precipitó su caída. Ahora que ha anunciado la fecha de su salida de Downing Street, es necesario poner todo su historial en Oriente Próximo bajo una lupa inflexible.

Blair llegó al cargo sin ninguna experiencia y virtualmente sin ningún interés en política exterior y ha acabado llevando este país a la guerra cinco veces. Blair alardea de que su política exterior estaba orientada por la doctrina del intervencionismo liberal. Pero la guerra en Iraq es la antítesis del intervencionismo liberal. Es una guerra ilegal, inmoral e innecesaria; una guerra emprendida sobre supuestos falsos y sin la sanción de la ONU.

Todo el historial de Tony Blair en Oriente Próximo es un fracaso catastrófico. Blair acostumbraba a retratar a Gran Bretaña como un puente entre los dos lados del Atlántico. Sin embrago, al situarse al lado de Estados Unidos y contra Europa en Iraq, ayudó a destruir el puente. La conservación de la especial relación con Estados Unidos ha sido la quintaesencia de la política exterior de Blair. Es probable que apoyara a la administración Bush en Iraq con la esperanza de influir en la política de EEUU. Todavía no hay prueba alguna de que ejerciera ninguna influencia en cualquier asunto político importante. Su apoyo al programa neoconservador en Iraq fue incondicional y totalmente exento de crítica.

Blair no pudo entender que realmente esa relación especial de Estados Unidos es con Israel, no con Gran Bretaña. Cada vez que George Bush tuvo que escoger entre Blair y Ariel Sharon, eligió a este último. La relación especial de Blair con Bush era una calle de una sola dirección: Blair hizo todas las concesiones y a cambio no consiguió nada tangible.

La política estadounidense en Oriente Próximo estaba condenada al fracaso desde el principio y el resultado final ha sido cargar a Gran Bretaña con una parte de la responsabilidad de este fracaso. La premisa que respaldaba la política estadounidense era que Iraq constituia el asunto principal en la política de Oriente Próximo y que el cambio de régimen en Bagdad debilitaría a los palestinos y los forzaría a aceptar un acuerdo con las condiciones de Israel. El camino a Jerusalén, se argumentó, pasaba por Bagdad. Esta premisa estaba equivocada. Iraq no era la cuestión; no suponía una amenaza para ninguno de sus vecinos ni por supuesto para Estados Unidos o Gran Bretaña. El verdadero asunto era Israel, la ocupación de los territorios palestinos y el apoyo de EEUU al gobierno israelí en su salvaje guerra colonial contra la población palestina.

Cuando buscaba la aprobación de la Cámara de los Comunes a la guerra, Blair dio su palabra de que después del desarme de Iraq él y sus socios estadounidenses buscarían una solución al problema de Palestina. Ha fracasado totalmente en cumplir esta promesa.

Ciertamente Blair fue la fuerza impulsora de la «Hoja de Ruta» que contempló la aparición de un estado palestino independiente al lado de Israel a finales de 2005. Pero Sharon destrozó el plano. A cambio de la retirada unilateral de Gaza, Sharon exigió un acuerdo escrito de los estadounidenses para la retención por parte de Israel de los principales bloques de asentamientos en Cisjordania. Blair apoyó públicamente el corrupto pacto entre Sharon y Bush. Ésta fue la traición británica más sangrante a los palestinos desde la declaración de Balfour en 1917.

Blair y Bush también han traicionado al pueblo iraquí. Para empezar había mucha retórica ardiente acerca de llevar la democracia a Iraq y convertirlo en un modelo para el resto del mundo árabe. Pero la retórica estaba vacía. Los neoconservadores que dirigían la política estadounidense estaban interesados en derrocar a Sadam Husein y nada más.

La invasión aliada de Iraq no era un episodio aislado, sino una parte de la llamada «guerra global contra el terror». Pero el derrocamiento del régimen Baaz en Iraq sólo consiguió exacerbar el problema del terrorismo. La invasión de Iraq ha dado un impulso poderoso a Al Qaeda y sus confederados dañando la reputación de Gran Bretaña y radicalizando a los jóvenes musulmanes. Las bombas de Londres pueden no haber sido un resultado directo de la guerra de Iraq, pero indiscutiblemente son parte de las consecuencias que se derivan del conjunto de acciones abiertas o secretas de allí.

Lo que tenemos hoy en Iraq es una inestabilidad crónica, una guerra civil incipiente, anarquía y violencia endémica, un auge de la actividad terrorista de todo tipo y una insurgencia nacional para la que los aliados no tienen ninguna respuesta. Los neoconservadores no se molestaron en planificar la reconstrucción de la posguerra. La ocupación vino acompañada de devastación y destrucción a escala masiva y las muertes de civiles alcanzan una cifra estimada de 655.000 personas.

Los aliados se enorgullecen de haber llevado la democracia al pueblo iraquí, pero han fracasado en el deber elemental de cualquier gobierno: proveer la seguridad de la población civil. La conclusión es que EEUU y su pasajero del asiento trasero de la «guerra contra el terror» están ahora enfangados en un conflicto atroz, prolongado e imposible de ganar.

Blair tiene la osadía de decir que Dios será su juez en cuanto a la guerra de Iraq. Es una curiosa actitud para un político democrático. La historia seguramente emitirá una dura sentencia contra Blair. Tiene un historial peor sobre Oriente Próximo que cualquier otro primer ministro británico en el último siglo, infinitamente peor que el de Anthony Edén, quien por lo menos tuvo la decencia de aceptar su responsabilidad en la debacle de Suez.

Original en inglés: http://www.guardian.co.uk/comment/story/0,,2078725,00.html

Avi Shlaim es profesor de relaciones internacionales en el St Antony’s College de Oxford y autor de The Iron Wall: Israel and the arab world (El Muro de hierro: Israel y el mundo árabe).

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.