Texto con introducción de Paco Arnau, editor de Ciudad Futura.
Siguiendo el camino que iniciamos con un texto dedicado a la figura de Rosa Luxemburgo, en esta ocasión nuestro colaborador José Gabriel Zurbano realiza en las líneas que siguen un interesante resumen sobre la intensa y dilatada vida de la dirigente comunista internacional Dolores Ibárruri en su contexto histórico; desde sus inicios en su amada Euskadi natal, cuna de Dolores y de las primeras organizaciones obreras en España; hasta los últimos años de su larga vida, ya de vuelta a su patria en los primeros años de la Transición tras un largo exilio en Moscú.
Todo ello sin olvidar el eminente papel que Pasionaria y su partido representaron durante la Guerra de España (1936-1939) frente a la sublevación fascista contra la legalidad democrática republicana de una parte del ge neralato con el apoyo imprescindible de la jerarquía y la mayor parte del clero de la Iglesia Católica, los terratenientes, el poder financiero y las potencias nazi-fascistas europeas de la época.
De la misma manera que el PCE fue la columna vertebral del ejército popular de la República española durante la guerra, tras la derrota republicana Dolores Ibárruri fue la cabeza visible -primero como secretaria general y luego como presidente- del partido que encarnó la única fuerza política relevante de oposición a la dictadura franquista durante casi cuatro décadas.
Por todo ello Pasionaria se convirtió, ya desde finales de los años 30, en la figura femenina internacional más destacada -como símbolo internacional que traspasó océanos y continentes- de las dos grandes pasiones que protagonizaron la vida de Dolores Ibárruri: el comunismo y la pionera lucha de los pueblos de España frente al fascismo, primero en los campos de batalla y después en la soledad de las trincheras de una ejemplar e inquebrantable lucha clandestina del PCE frente a la dictadura… Vivir de pie: todo un ejemplo para nuestras generaciones. [Paco Arnau, editor de Ciudad futura ]
Dolores Ibárruri, madre coraje, palabra, voz, figura y obra del Antifascismo español
La forja de un carácter (1895-1917)
Dolores Ibárruri Gómez (La Pasionaria, Gallarta, Vizcaya, 9 de diciembre de 1895 – Madrid, 12 de noviembre de 1989) nació en la zona minera de Vizcaya, la provincia más industrializada y populosa del País Vasco. Su padre, Antonio Ibárruri, era minero y carlista. Su madre, Dolores Gómez, castellana católica y devota también trabajó en la mina antes de casarse. «Soy pues, de pura cepa minera. Nieta, hija, mujer y hermana de mineros… yo no he olvidado nada»[1] De niña tuvo su rebeldía. Asistió a la escuela hasta los 15 años, albergando el deseo de ingresar en la Escuela Normal de Maestras, pero sus esperanzas quedaron frustradas por las necesidades económicas de su familia. Al finalizar sus estudios tuvo que ingresar en una academia de corte y confección que le permitió hallar empleo como sirvienta en la casa de una familia acomodada… el trabajo era agotador, se levantaba a las seis de la mañana y no se acostaba hasta las dos de la madrugada. El 15 de febrero de 1916, se casó en la iglesia de San Antonio de Padua de Gallarta con un minero socialista, Julián Ruiz; pero, como ella misma relata en su autobiografía hasta la guerra civil El único camino, no fue feliz en esta relación dadas las duras condiciones de la vida de las familias mineras y el machismo de su marido. Julián fue detenido tras la Huelga General revolucionaria en la España de 1917 y Dolores se encontró sola con la pequeña Esther, nacida el 29 de noviembre de 1916. La noticia de la Revolución socialista de Octubre de 1917 en Rusia representó para ella un potente rayo de esperanza.
El primer artículo que publicó en el periódico obrero El Minero Vizcaíno fue escrito en la Semana Santa de 1918. Usó el seudónimo de Pasionaria para firmarlo. Vivió con emoción la revolución de los espartaquistas alemanes de Rosa Luxemburgo en enero de 1919 y cuando en 1921 se produjo la escisión en el PSOE que condujo a la fundación del Partido Comunista de España, Dolores Ibárruri estuvo entre los militantes socialistas vascos fundadores del nuevo partido comunista, siendo elegida rápidamente miembro del Comité Provincial de Vizcaya. En esa época siguieron deteniendo a su marido Julián con cada huelga… Cuando salía de prisión, Dolores solía quedar embarazada; su segundo hijo y único varón, Rubén, nació el 9 de enero de 1920, el mismo año en el que moriría la primogénita Esther. En julio de 1923 tuvo trillizas: Amaya, Amagoya y Azucena. El parto fue difícil y asistido por sus vecinas. Amagoya murió unos días mas tarde y Azucena sobrevivió sólo dos años… Eva nació en 1928 y vivió apenas dos meses. La imposibilidad de pagar cuidados médicos y alimentar adecuadamente a sus hijos contribuyó a la muerte prematura de cuatro de los seis que tuvo. A pesar de ello trabajó muy duramente para su familia: plantaba hortalizas y hacía costura para el sastre del pueblo con el fin de incrementar los magros ingresos que provenían del salario de su marido.
De aguda escritora y oradora a activista de la Internacional Comunista (1918-1933)
Con asombrosa determinación permaneció políticamente activa: escribía artículos, organizaba manifestaciones, pronunciaba discursos en mítines y, sin embargo, era capaz de zurcir los calcetines de sus camaradas o de cocinar para ellos. Enseñaba a leer a los mineros, para quienes debió constituir el arquetipo de la hermana mayor o de la madre, sin dejar de ser por ello una de las primeras feministas y abogar con pasión por la inclusión de las mujeres en las actividades del partido. Por ejemplo, un día llevó a un grupo de mujeres a una taberna del valle vizcaíno de Somorrostro a protestar porque los hombres llegaban a casa borrachos y sin un duro. En otra ocasión organizó a las mujeres de la zona minera para evitar que el tren se llevara a un grupo de reclutas a la guerra de Marruecos.
Su creciente importancia en el PCE fue reconocida en una conferencia clandestina del Partido, conocida por razones de seguridad como la conferencia de Pamplona, aunque se llevo a cabo en Bilbao a principios de 1930, en ella Dolores resulto elegida vocal del Comité Central[2]. Las dotes oratorias y periodísticas de Pasionaria, aunadas al hecho de que fuese mujer, atrajeron la atención de la Internacional Comunista o Komintern. En Bilbao, hacia 1931, la presentaron a un activista de esta organización, el soviético Mijail Koltsov: «En una barriada de Bilbao, en una pequeña taberna a orillas del Nervion, unos camaradas me presentaron a una mujer alta, delgada y de pocas palabras. Como todas las españolas del pueblo iba vestida totalmente de negro, pese al tórrido calor (…)». Koltsov advirtió enseguida que la mujer de sencillo vestido negro constituía una enorme adquisición para el Partido[3]. Y así fue como en septiembre de 1931, ya proclamada la II República Española, comenzó a trabajar para Mundo Obrero [órgano de prensa del Comité Central de PCE] bajo las órdenes de quien a la sazón era su director, Vicente Uribe. En Madrid es detenida acusada de ocultar a un camarada huído de la Guardia Civil. Pasa en prisión los últimos meses de 1931 y a principios de 1932 recupera la libertad por falta de pruebas. En el IV Congreso del PCE, celebrado en Sevilla en marzo de 1932, fue nombrada miembro del Secretariado del Partido como responsable de la Comisión de Mujeres. Volvieron a encarcelarla al volver de Sevilla acusada de «insultar al gobierno» en un mitin celebrado en enero. Su hijo Rubén había quedado al cargo de una familia en el lugar donde ambos se alojaban; al enterarse de la detención de la madre, maltratan al muchacho que contaba con 12 años y éste se las arregla para llegar hasta la cárcel donde está Dolores, quien encomienda su custodia a unos camaradas hasta que pueda volver con su hijo a Bilbao. Después la trasladan a la cárcel de Larrinaga, hasta que queda en libertad en enero de 1933.
Durante su estancia en prisión no pudo participar en el cambio de dirección del Partido con la sustitución de Bullejos, enfrentado a la estrategia de «clase contra clase» que impedía a los comunistas apoyar a la nueva Republica, considerado un régimen decadente y burgués al que no se debía apoyar, proceso llevado bajo la tutela del italoargentino representante de la Komintern Victorio Codovilla; a Bullejos le sustituye el sevillano José Díaz Ramos (1932-1942), antaño miembro del sindicato anarquista de panaderos de la CNT. Díaz se hizo comunista durante una estancia en la cárcel en los años veinte.
En noviembre de 1933 Dolores viajó por vez primera a la URSS como delegada del PCE al XIII Pleno de la Komintern. Permaneció en Moscú hasta febrero de 1934 para asistir al XVIII Congreso del PCUS, durante el cual su oratoria impresionó a Stalin. Durante los tres meses de su primera estancia en la Unión Soviética conoció Moscú y Leningrado, admiró el orden y el progreso soviético tras los primeros 15 años de Revolución e hizo numerosos contactos internacionales al serle encomendada una misión que luego sería muy importante: la organización en España de la Unión de Mujeres Antifascistas. En dicha organización, en 1934, conoció a quien sería su asistente, secretaria y mano derecha durante décadas, Irene Lewy Rodríguez, mas conocida como Irene Falcón y que merece también un articulo en este recordatorio de mujeres antifascistas[4].
Dolores, heroína de la lucha antifascista en España (1934-1939)
A través de la Unión de Mujeres Antifascistas Dolores Ibárruri adquiere todo su protagonismo contra los efectos de la brutal represión que sufrieron los mineros tras la Revolución de Asturias de octubre de 1934 [durante el llamado Bienio negro republicano]. Pasionaria se ocupó de la evacuación de los hijos de los mineros muertos o encarcelados en la lucha para trasladarlos hasta otras partes de España y ponerlos bajo el cuidado de familias de acogida. En noviembre de 1934 fue detenida tras organizar la evacuación de 150 niños de los valles mineros. Cuando es puesta en libertad cruza a pie los Pirineos y participa en un mitin en abril de 1935 en París a favor de las victimas de la represión en Asturias. En estas circunstancias tomó una decisión que resultó muy dolorosa para ella; pidió el traslado de sus hijos Amaya y Rubén a la Unión Soviética. En julio pudo visitarlos al ser elegida delegada al VII Congreso de la Komintern, en la que se adopto la estrategia del «Frente Popular», que sería ensayada con éxito en España, Francia y otros países. Al volver a España vivió en la clandestinidad hasta la vuelta a la legalidad del Partido, poco antes de la campaña de las elecciones de febrero de 1936 que daría la victoria al Frente Popular [coalición integrada por candidatos del PCE, PSOE y partidos republicanos de centro-izquierda]. Antes organizó la evacuación en enero de otros 200 niños asturianos, por lo que fue de nuevo detenida para ser liberada durante la campaña de las elecciones. Los asturianos premiaron sus acciones y Pasionaria ganó el escaño por Asturias… al día siguiente corrió a las cárceles de Gijón y Oviedo para ordenar la liberación de los presos comunistas, anarcosindicalistas y socialistas gritando por las galerías «Camaradas, ¡sóis libres!», asumiendo ante los alcaides de las prisiones -como diputada electa al Congreso de la República Española- la responsabilidad de las excarcelaciones. A su vuelta a Madrid el PCE organizó una gran manifestación para acogerla como a la heroína que ya era.
Dolores, La Pasionaria para millones de personas en el mundo, representa la heroicidad, la madre de la resistencia del pueblo español frente al fascismo durante la Guerra de España (1936-1939), la Segunda Guerra Mundial en Europa (especialmente en los campos de batalla de Francia y de la URSS) y en la posterior oposición organizada contra el franquismo. El poeta Rafael Alberti resumió esa figura refiriéndose a la muerte de su hijo Rubén en la heroica defensa de Stalingrado: «Madre buena, madre fuerte / madre que para la vida / le diste un hijo a la muerte». Incluso algunos que luego renegaron de su militancia comunista arrastrando en su crítica a todo lo que aquél mundo había representado, como por ejemplo Jorge Semprún (alias ‘Federico Sánchez’), dedicaron encendidos poemas a Pasionaria durante los años 40: «Fuiste estrechando nuestras manos, / sonreías. / Y entonces estalló la primavera».[5]
Sus enemigos acérrimos tampoco pudieron sustraerse a la figura de Pasionaria. Representaba para las mujeres en general todo lo contrario de la consigna nazi de «Kinder, Kirche, Kuche«. Consigna de las tres «k» traducida a España por los falangistas por «niños, iglesia y cocina». Frente a ello, la Pasionaria, la madre de los milicianos que defendieron Madrid… a los que el enemigo despectivamente llamaba Hijos de Pasionaria y ella acogió en un conocido discurso como verdaderos hijos: «Os llaman hijos de Pasionaria, como si quisieran insultarme a mí, y no podían haberme hecho más honor al hacerme madre de vosotros, heroicos milicianos (…)».
La Guerra de España. «Los fascistas, no pasar á n»
Durante la primavera de 1936 Dolores estuvo cada vez más en el candelero: hizo campaña por la amnistía de los presos, estuvo con los mineros huelguistas de Sama de Langreo, amenazando con encerrarse con éstos en la mina, realojó a un grupo de inquilinos desahuciados… En otra ocasión obligo a una clínica de maternidad a reingresar a dos mujeres en avanzado estado de gestación y a las que habían expulsado por negarse a rezar, demostrando en muchos casos cotidianos, codo a codo con la gente del pueblo, su compromiso con la justicia social.
Años más tarde, Santiago Carrillo (secretario general del PCE entre 1960 y 1982), quien acababa de fusionar en las JSU (Juventud Socialista Unificada) a las juventudes comunistas y a las socialistas, de las que él provenía, hace una semblanza de su impresión al ver a Dolores por primera vez: «Me emocioné; calzaba alpargatas, un amplio chal de colores muy bonitos y como siempre vestía de negro. A pesar de esta sencillez me parecía una reina. De ella emanaba esa dignidad, esa majestuosidad que tan a menudo se encuentra en las mujeres y los hombres de nuestro pueblo… Lo que más me sedujo, además de su belleza, fue su extraordinario encanto al reir o hablar. En esa época, en el Partido, ella era el ‘gran tribuno’ que movilizaba a las multitudes (…) poseía sobre todo intuición política, un siempre certero instinto popular para orientarse y juzgar. Es cierto que, desde el punto de vista de la táctica, podía ir un poco mas allá de lo preciso, impulsada por su carácter apasionado y sincero […]. La gente la tocaba como quien va a tocar a una santa.».[6]
También como diputada de la República tuvo éxito. Sus inteligentes intervenciones sorprendieron incluso al dirigente socialista Indalecio Prieto [ministro en varias legislaturas y afamado orador parlamentario], quien le preguntó dónde había aprendido a hablar tan bien, a lo que Dolores le contestó con cierta sorna: «acudiendo a sus mítines». El 6 de junio se produjo en las Cortes un interesante debate en el que participaron «el católico autoritario Gil Robles» y el «ultraderechista Calvo Sotelo». «Fingiendo pedir moderación el primero justifico largamente el alzamiento [clerical-fascista] que se estaba preparando y con despiadada exageración leyó una larga lista de asesinatos, palizas, robos, incendios de iglesias y huelgas, un catalogo de desordenes de los que culpó al gobierno. Calvo Sotelo exigió virtualmente un alzamiento: «Considero que también sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse a favor de España y en contra de la anarquía». Ante la debilidad de la respuesta del primer ministro Casares Quiroga, Dolores Ibárruri tomó la palabra y, según el Diario de Sesiones del Congreso, dijo: «Permítame su señoría poner al descubierto la dualidad del juego, es decir las maniobras de las derechas, que mientras en las calles realizan la provocación, envian aquí unos hombres que con cara de niños ingenuos (risas), vienen a preguntarle al gobierno qué pasa y a dónde vamos (grandes aplausos)…» y continuó enumerando las torturas y crímenes sufridos por los trabajadores en Asturias y otros lugares. «Y si hay generalitos reaccionarios que en un momento determinado, azuzados por elementos como el señor Calvo Sotelo, pueden levantarse contra el Estado, hay también soldados del pueblo […] que saben meterlos en cintura». De este discurso ha salido el mito franquista de que Pasionaria amenazó a los líderes de la extrema derecha parlamentaria, aunque en el Diario de Sesiones de las Cortes no conste tal amenaza»[7].
El levantamiento militar fascista del 18 de julio reveló pronto la capacidad de Dolores para interpretar el estado de ánimo del pueblo e inspirarlo. El 19 de julio de 1936 leyó un comunicado del PCE apuntado por ella misma un conmovedor llamamiento a cada hombre, mujer y niño de todas las regiones de España que acuñó el lema «El fascismo no pasará. ¡No pasarán!», el eco de esa voz resonó en todo el mundo durante los años siguientes, en la defensa numantina de Madrid y otras ciudades y frentes, convirtiéndose desde entonces en el grito de la resistencia antifascista.
Durante la guerra, además de hablar con los soldados y acompañarlos en el frente, detuvo desbandadas subida en un potril de la carretera de Toledo con el único arma de su palabra: «¡Soldados, camaradas! ¿A dónde vais? ¿Por qué huís del frente? ¿Sóis acaso unos cobardes? ¿Quién va entonces a defender Madrid? ¿Qué dirán de vosotros vuestras mujeres, vuestras novias, vuestras madres? ¿No amáis la causa de los trabajadores, de la libertad, vuestra causa?[…] Es preciso luchar para que Madrid no caiga en manos de los fascistas». Su figura de negro, erguida sobre el pretil, su voz de acero, que resonaba cortando el aire de la mañana soleada, sus reproches a los que abandonaban el frente, sus palabras de aliento, su sola presencia allí, en aquel momento, dejó como petrificados a los que se retiraban. De pronto, como movidos por un resorte, los del grupo más cercano dan una vuelta en redondo y se dirigen de nuevo al frente. Algunos lloran. Los demás siguen su ejemplo. La retirada se para. Los milicianos, ahora ya soldados, vuelven al frente»[8].
Y en la retaguardia galvanizando a las masas en mítines como el del 8 de noviembre de 1936 en el cine Monumental de Madrid y una semana después ante los miembros de las Brigadas Internacionales recién llegados a Madrid y en unos sótanos de la Ciudad Universitaria, llenos de mujeres y niños que se refugiaban allí de los bombardeos… Pasionaria habla consciente de lo mucho que se juega en Madrid y dice a los brigadistas: «Vosotros lucháis y hacéis sacrificios por la libertad y la independencia de España. Pero España se sacrifica por todo el mundo. Luchar por España es luchar por la libertad y la paz en todo el mundo». Pero tras la caída de Asturias, a cuya resistencia rindió homenaje, diría amargamente ante la falta de perspicacia y humanidad de las democracias occidentales: «Hemos gritado hasta enronquecer a las puertas de los países llamados democráticos, diciéndoles qué significaba nuestra lucha; y no nos escucharon».
La caída de Bilbao supuso un duro golpe para Pasionaria: «En Euskadi no había ejército regular. No había mas que milicias bravas, heroicas, admirables; lo mismo las nacionalistas que las socialistas, que las comunistas, que todas (…). Se luchaba a pecho descubierto, se derrochaba el valor a raudales…».
Frente a la imagen de antigua monja exclaustrada que saltaba a la yugular de los religiosos que propagó la propaganda franquista, tuvo gestos como el de habitar en Madrid en un Convento, como gesto para que los milicianos no quemaran estos edificios ni agredieran a las religiosas. En 1983, las monjas le devolvieron el favor regalándole un cuadro de la Virgen de los Dolores que ella había contribuido a preservar de la barbarie incendiaria de aquellos días de la guerra.
Figura histórica por encima del culto a la personalidad y otras acusaciones
Para historiadores de la talla de Gabriel Jackson o Paul Preston y otros muchos cuya lista es interminable (frente a los dos o tres «revisionistas», en realidad malos historiadores, que en la actualidad siguen los mitos y burdas mentiras autojustificativas de los franquistas), la vehemencia de los insultos no hacen sino reafirmar la importancia histórica de Dolores Ibárruri[9] más allá del culto a la personalidad que se practicó en una etapa determinada de los años 40 y que, en el caso de Dolores, ella misma combatió activamente. Como dice Irene Falcón: «El debate sobre el culto a la personalidad en nuestro partido no tocó a Dolores. Es cierto que se han hecho afirmaciones excesivas sobre su personalidad, imbuidas en esa mentalidad de veneración supersticiosa ante las autoridades. Pero no es menos cierto que su poder personal en el Partido no tenía las connotaciones que de ello podrían haberse derivado. Su actitud de no imponer su criterio, de respetar los análisis de sus compañeros de dirección, la inmunizaba de cualquier tendencia a la arbitrariedad. Nunca la oí pronunciar frases del estilo de «porque lo digo yo» o «porque soy la secretaria general» para cerrar una discusión o cerrar una propuesta…(…). En cuanto al culto a la personalidad, Dolores no tenia conciencia de haber pecado porque no se creía las lisonjas; las aceptaba de forma rutinaria, no se creía ser «la mas guapa» por más que el espejo de la dirección siempre se lo dijera. […] En sus métodos de discusión no imponía sus criterios, aún siendo la secretaria general [del PCE entre 1942 y 1960].»[10].
Con respecto a algunas páginas oscuras de la guerra, Jesús Hernández, ministro de Educación en el gabinete de Largo Caballero, tras ser expulsado del Partido en los años cuarenta trató de implicarla en el asesinato del [trostkista catalán] Andreu Nin. Pero Dolores no pudo participar en aquella liquidación del líder del POUM porque como recuerda Paul Preston, en los días anteriores a la detención de Nin preparaba un informe al pleno del Comité Central, celebrado en el Conservatorio de Valencia el 18 de junio de 1937, en el que se abogaría por la unión del PCE y del PSOE, aunque en aquel informe también justificaba el ataque al POUM en la atmósfera de admiración y lealtad absoluta por la Unión Soviética que vivían muchas personas en aquellas fechas.
El 13 de octubre de 1937, en una entrevista con el Presidente Don Manuel Azaña a instancias de una delegación parlamentaria con el objeto de persuadirle de trasladar el gobierno de la República de Valencia a Barcelona, Dolores dio una vez más muestras de su espontaneidad y pragmatismo. Azaña, socarrón, le dijo: «Supongo que eso de la dictadura del proletariado lo habrán aplazado ustedes por una temporadita». A lo que Pasionaria replicó: «Si, señor Presidente, porque tenemos sentido común». Tal era la posición política y personal de quien era ya considerada por muchos «la madre de la Republica».
El 29 de octubre de 1938, en plena Batalla del Ebro, pronunció en Barcelona un discurso memorable con motivo de la despedida oficial y homenaje a las Brigadas Internacionales:
«¡Camaradas de las Brigadas Internacionales! (…) Sois la Historia, sois la leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad y de la universalidad de la democracia (…) No os olvidaremos, y cuando el olivo de la paz florezca, entrelazado con los laureles de la victoria de la Republica Española, ¡volved! (…) volved a nuestro lado, que aquí encontrareis patria, los que no tenéis patria; amigos, los que estáis privados de amistad; y todos, el cariño y el agradecimiento de todo el pueblo español, que hoy y mañana gritara con entusiasmo: ¡Vivan los héroes de las Brigadas internacionales!»
Poco más de tres meses mas tarde, tras el Golpe de Casado del 5 de marzo [dirigente del PSOE que entregó Madrid a los franquistas], quien inmediatamente ordenó detener al presidente del gobierno Negrín y a La Pasionaria, verdaderos símbolos de la resistencia republicana hasta el final, el 8 de marzo de 1939, perdida la guerra, Dolores Ibárruri abandonó España en un viejo Dragón rumbo a Orán (Argelia), donde una gran manifestación acogió su llegada, lo que hizo que las autoridades coloniales francesas la embarcaran rápidamente rumbo a Marsella[11]. Tras una última reunión en París de la Diputación Permanente de las Cortes republicanas el 31 de marzo de 1939, Dolores sale del puerto del Harvre hacia la Unión Soviética, pensando en volver a Francia para ayudar a los refugiados españoles… pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial impedirá ese deseo y Pasionaria iniciará una estancia de cerca de cuatro décadas en la capital de la Unión Soviética.
Una mujer en la ‘corte’ de Moscú
A partir de la derrota republicana, ya en Moscú, el círculo íntimo de Dolores se circunscribe prácticamente a su familia, a Irene Falcón y a un grupo reducido de camaradas españoles como Ignacio Gallego o Fernando Claudín. Parte de la dirección permanece en Francia (Antón, Checa, Carmen de Pedro, Jesús Monzón, etc.), otros en Argelia (Santiago Carrillo) y otros emigran hacia Cuba (Larrañaga, Julián Grimau, etc.) o México (Hernández).
En agosto de 1939 Hitler y Stalin firman un pacto de no agresión que perdurará hasta su ruptura por el ataque de la Alemania nazi a la URSS dos años más tarde. Son años difíciles para Pasionaria. Los soviéticos pensaban que: «esta mujer, con sus profundas convicciones y leal a sus principios, podía convertirse en un problema político»[12]. En realidad, la principal preocupación de Dolores es hacerse cargo prácticamente de la dirección del Partido dada la enfermedad terminal del secretario general José Díaz; un cáncer de estomago acabó desesperanzándolo, arrojándose de un balcón en Tiflis (Georgia) el 21 de marzo de 1942. Este año fue aciago para Dolores, ya que el 3 de septiembre de 1942 Nikita Jruschev le informó de la muerte de su hijo en Stalingrado, lo que la sumió en nueve meses de aislamiento total y desamparo. Tras este duelo, retomo las riendas del liderazgo, empezando por ocuparse de los múltiples problemas de los exiliados y pronunciando expresivos discursos desde Radio España Independiente (la popular Pirenaica), que emitía primero desde Moscú y después desde Bucarest hacia el interior de España, donde muchos la oían en la noche bajo el terror franquista. Desde mayo de 1944, tras la expulsión del partido de Hernández, Dolores asumió el cargo de secretaria general del PCE, máxima responsabilidad del Partido. En 1945, antes de terminar la Segunda Guerra Mundial, hizo un viaje por Irán, Siria y Egipto para entrar en Francia con el fin de asumir la dirección en París tras el frustrado intento de invasión por el Valle de Arán por parte de los guerrilleros antifascistas españoles.
Pero el inicio de la Guerra Fría frustró cualquier estrategia de sublevación interior y la lucha guerrillera fue languideciendo. El PCE, bajo la dirección de Dolores, comenzó a ensayar estrategias que permitieran un acercamiento a otras fuerzas de la oposición para superar el aislamiento al que el anticomunismo rampante lo sometía. Esto obligó a una moderación del discurso que permitiría un mejor tránsito del PCE por el proceso de desestalinización, dirigido con gran astucia por Dolores Ibárruri desde el mismo centro del poder moscovita. Los problemas surgieron en Paris, donde Carrillo y Antón comenzaron a aislar a Vicente Uribe, a quien le correspondía una mas alta graduación y que cayó en desgracia ante los que se llamaron «los jóvenes leones».
En la ultima etapa de Stalin, ya desbocada la paranoia política del líder de la URSS, Dolores se vio afectada de manera bastante directa hacia 1950, cuando se acusó a catorce altos cargos comunistas de Checoslovaquia y Hungría de «mantener contactos con agentes occidentales»; 11 de ellos eran judíos y casi todos habían formado parte de las Brigadas Internacionales en España. Entre ellos estaba Bedrich Geminder, compañero de la inseparable secretaria de Dolores, Irene Falcón, que fue ejecutado acusado de «tener relaciones con trotskistas, ser un judío nacionalista y cometer otras desviaciones burguesas capitalistas», en la jerga de la época.
Pero Stalin murió en marzo de 1953 y durante el proceso de desestalinización en el PCE iba a cambiar la correlación de fuerzas interna. Pasaría de la vieja guardia (Uribe, Mije, Líster, Dolores) a los emergentes así llamados nuevos leones: Santiago Carrillo y Fernando Claudín desde la dirección en París, secundados por Jorge Semprún (‘Federico Sánchez’) y nuevos militantes que surgían en el interior de España al calor de las movilizaciones estudiantiles (Enrique Múgica, Javier Pradera, Lacalle, etc.), que se codeaban con curtidos y admirables dirigentes comunistas, verdaderos hombres de acero en una lucha clandestina contra el franquismo en la que el PCE era, simplemente y en toda la extensión del término, El Partido: madrileños como Simón Sánchez Montero o Paco Romero Marín; vascos como Ramón Ormazábal o catalanes del PSUC como Gregorio López Raimundo y el profesor Manuel Sacristán… todos ellos a la cabeza de la gloriosa clandestinidad comunista en el interior de España de los años cincuenta y sesenta. Fueron estos militantes los que organizaron la HNP (Huelga Nacional Popular) en 1959, empresa fracasada en la que se empeño Santiago Carrillo, secretario general desde el VI Congreso del PCE celebrado en Praga en enero de 1960, pero que demostró la existencia de una organización muy sólida en el interior a pesar de las frecuentes caídas. Esta clandestinidad comunista tuvo su gesta trágica en la ejecución de Julián Grimau en 1963, frente a la cual Dolores movilizó todos los contactos y presiones diplomáticas posibles desde su posición en Moscú.
Dolores dio paso a Carrillo reconociendo así el empuje de quien hasta entonces había sido secretario de organización y el coordinador de la nueva estrategia política, llamada de Reconciliación Nacional, pasando Dolores al cargo de presidente del Partido. Desde esa responsabilidad Dolores abogó por la unidad del partido frente a las frecuentes crisis internas y frente a la deriva del comunismo soviético. Pasionaria apoyó a Santiago Carrillo en la crisis protagonizada por Semprún y Claudín cuando éste condenó la intervención en Checoslovaquia en 1968. Y asistió al fortalecimiento del PCE cuyos militantes, junto a otros militantes obreros, dieron vida al sindicato CCOO (Comisiones Obreras), en el dialogo con otras fuerzas políticas y en su implicación en el tejido obrero y ciudadano que iban a constituir el omnipresente PCE, al que no pudieron marginar en el proceso de tímida apertura democrática, como muchos desde la derecha militar a la izquierda socialdemócrata hubieran deseado. El PCE de Dolores, por su correcta y tenaz estrategia de reconciliación nacional y por la abnegación ejemplar de sus militantes en los movimientos sociales, sindicales y ciudadanos, se ganó su prestigio al convertirse tras la guerra en la fuerza hegemónica de la resistencia democrática antifranquista.
El regreso a España (1977-1989)
La muerte de Franco en noviembre de 1975 marcó el principio del fin del largo exilio. Pasionaria ofreció una alocución por Radio Pirenaica: «Franco ha muerto, pero la España eterna, la España de la democracia y de la libertad, la España que dio vida a un mundo, vive en su pueblo maravilloso (…) es el amanecer de una España en la que el pueblo será el principal protagonista, en que de nuevo sean reconocidos los derechos de los hombres y de los pueblos de nuestra patria multinacional y multirregional». Dos semanas después se organiza en Roma un gran mitin con motivo del 80º cumpleaños de Pasionaria, quien ante miles de personas (muchas de ellas llegadas desde España) pronuncia una vibrante alocución: «Con toda la fuerza de mis convicciones comunistas, yo llamo a una reconciliación nacional que ponga fin al estado de excepción y de división que la guerra y la dictadura franquista, levantándose sobre un millón de muertos, impuso a nuestro país». Y pronuncio una frase llena de fuerza y esperanza, que levantó banderas y fue coreada: «No os digo adiós, sino ¡hasta pronto en Madrid!».
Un mes más tarde, profundamente desbordados ante la frenética actividad de los comunistas y sus simpatizantes, pistoleros fascistas irrumpen en un despacho de abogados laboralistas del PCE y Comisiones Obreras del número 55 de la calle de Atocha, asesinando a sangre fría a cinco de ellos en una gélida noche madrileña del 24 de enero. Al día siguiente, los militantes y simpatizantes del PCE inundan las calles del centro de Madrid en una pacifica pero a la vez masiva e impresionante demostración de duelo. Es la prueba del nueve de que ningún proceso democrático podría hacerse al margen de los comunistas en España, como muchos estaban diseñando. Cinco meses más tarde, el PCE era legalizado el llamado Sábado Santo Rojo (9 de abril) de 1977. Se convocan elecciones a Cortes constituyentes para el 15 de junio y apenas un mes antes, el 13 de mayo de 1977, Pasionaria regresa a Madrid después de 38 años de exilio. En las elecciones generales de 15 de junio Dolores es elegida de nuevo -como en 1936-diputada comunista por Asturias y le corresponde presidir la primera Mesa del Congreso de los Diputados, en la que coincide con otro diputado comunista, el poeta Rafael Alberti (elegido por sus paisanos de la provincia de Cádiz).
Dolores aún tuvo tiempo para votar contra la OTAN en Referéndum y para conocer una Huelga General como la del 14 de diciembre de 1988, convocada por UGT y CCOO, que se convirtió en un levantamiento popular pacífico frente a la política económica y los recortes sociales del gobierno del PSOE (¿les suena esta historia?). Dolores murió el 12 de noviembre de 1989 a la edad de 93 años por problemas respiratorios tras doce años viviendo con un marcapasos cardiaco, sin dejar de cantar con su voz potente las viejas canciones revolucionarias ante los jóvenes del Partido. Una gran multitud de trabajadores le rindió un último homenaje en Madrid.
La larga trayectoria de Dolores Ibárruri demuestra que mas allá de una madre abnegada, de una brillante oradora, de una militante apasionada, había una gran figura política, que fue serena pero a la vez temerariamente valerosa cuando las circunstancias requerían mayor pasión, como en la evacuación de los niños asturianos o en los frentes de la Guerra. Como virtudes políticas principales poseía aptitudes tácticas y también visión estratégica, así como una lealtad acérrima e inquebrantable a los trabajadores, al pueblo español y a su partido, el PCE. A la vez, un acendrado amor por su querida Euskal Herria natal, no le hizo caer en veleidades nacionalistas ni ser condescendiente con el terrorismo, al que condenó desde los comienzos de la llamada Transición. Tanto en la guerra como durante el largo exilio, sus discursos y emisiones radiofónicas hicieron mucho para mantener el espíritu de resistencia a la dictadura y de lucha por la democracia en España.