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Guantánamo: la película

Dos temporadas en el infierno

Fuentes: l’Humanité

Traducido para Rebelión por Caty R y revisado por Juan Vivanco.

CINE: El descenso al horror de tres jóvenes ingleses de religión musulmana acusados de terrorismo, reconstruido con una fuerza implacable.

The Road to Guantanamo, De Michael Winterbottom y Matt Whitecross.

Ruhel, Asif, Monir y Shafiq son cuatro jóvenes británicos de religión musulmana. Su existencia en la ciudad de Tipton discurre como la de los demás muchachos de su edad en el lugar que los vio crecer.

La madre de Asif, que acaba de regresar de un viaje a Paquistán, su ciudad natal, le anuncia que ha encontrado allí la novia adecuada para él. El joven viaja al encuentro de su futura esposa acompañado por sus amigos que serán los testigos.

Estamos a mediados de septiembre de 2001. Después de pasar varios días como turistas en Karachi, los cuatro chicos deciden cruzar la frontera afgana. Además de la curiosidad que los empuja hacia ese país desconocido y excepcionalmente accesible en aquel momento para ellos, la pequeña banda, completada por Zahid, un primo paquistaní de Asif, está sensibilizada por la prédica de un imán que exhortaba a los fieles a socorrer a las poblaciones afganas sumidas en la miseria. Después de algunas peripecias los jóvenes llegan a Kandahar y cuando están allí comienzan los bombardeos estadounidenses.

Su pequeña historia va a conocer los horrores de la grande cuando se escriba con sangre. Se puede decir que esto es lo normal en tiempos de guerra. Pero Ruhel Ahmed, Asif Iqbal y Shafiq Rasul coparon las portadas de la prensa británica con el título «los Tres de Tipton». Volvieron a su país tras dos años y medio de ausencia que pasaron en las prisiones de Guantánamo. Monir nunca volvió. El cineasta Michael Winterbottom y su ayudante de dirección, Matt Whitecross, recogieron sus testimonios y rodaron la película de su espantosa odisea.

Actores noveles

Impresionados por la juventud y la ausencia de implicaciones religiosas y políticas de los principales protagonistas, los realizadores escogieron actores noveles para interpretar los papeles (Riz Ahmed, Farhad Harun, Waqar Siddiqi y Arfan Usman). El rigor de la puesta en escena y la pasión que transmiten contribuyen a la fuerza de la actuación de los debutantes. Además de mostrar su talento han tenido la oportunidad de participar en esta epopeya elaborada con testimonios, reconstrucciones e imágenes de archivo. Michael Winterbottom ya había utilizado este procedimiento de insertar archivos de televisión, en «Welcome to Sarajevo», que ayuda a detallar la narración y también, como explica el autor da una «doble perspectiva»: por un lado la realidad que vivieron los jóvenes frente a nuestra mirada exterior y por otro la versión de los acontecimientos que transmitían periodistas afines a las visiones estadounidense y de la Alianza del Norte.

La primera parte de la película se desarrolla entre «road movie» y «cine bélico» en las carreteras destrozadas de Paquistán, Afganistán y parcialmente en Irán, donde era menos peligroso filmar.

En medio de rabiosos bombardeos, los jóvenes intentan llegar a Paquistán. Debilitados y sin conocimiento de las lenguas afganas, van cayendo de trampa en trampa hasta que son trasladados en un convoy junto a los últimos talibanes de las poblaciones sitiadas por las bombas. Los supervivientes son amarrados y arrojados a contenedores. Allí, tiroteados o asfixiados, los presos mueren. Asif se despierta rodeado de cadáveres. De la prisión de Sheberghan al centro de detención de Kandahar, Asif, Ruhel y Shafiq sufren palizas salvajes y toda clase de horrores; como en una pesadilla, sin poder creer lo que les está pasando. Monir ya desapareció, no volverá.

Vivimos con ellos esta locura que los señaló como la «encarnación del mal absoluto» que pretenden combatir Estados Unidos y sus aliados, especialmente británicos. Los acompañamos en su degradación hasta llegar a su destino: los campos X-Ray y Delta de Guantánamo. Sus dos años de calvario están resumidos en una película carcelaria. Las imágenes furtivas, robadas, de los detenidos vestidos de color naranja, inclinados sobre sus cadenas y atados en traílla como fieras, que hemos visto en las pantallas de televisión revelan lo que hay detrás. Terror: jaulas, cubículos de chapa en los que el cuerpo, siempre expuesto y humillado, debe mantenerse en posturas insoportables, privaciones sensoriales, torturas infligidas por palizas, por miedo, el zumbido intenso difundido durante horas por auriculares que no pueden quitarse. Horrible, lo peor que podría pasar; y para más horror la incertidumbre absoluta sobre el futuro.

Para la terrible tarea de contarnos estos hechos, Michael Winterbottom y Matt Whitecross acortan el terreno de la ficción y lo ceden a la realidad, que por sí misma se basta, reforzada por la evidente inocencia de los jóvenes ingleses. Al final son liberados sin cargos. La precisión clínica de esta acusación nos convence de que a ningún culpable, ni siquiera a Osama Ben Laden, se le puede envilecer hasta esos extremos sin que los verdugos condenen sus almas. Y esta situación, hoy, prevalece.

Fuente: http://www.humanite.fr/journal/2006-06-07/2006-06-07-831178



Guantánamo: una palabra que llega desde un infierno sin ley

Luce Margonty

l’Humanité

Testimonio. Los tres jóvenes británicos detenidos por error y protagonistas a su pesar de la película que se estrenó ayer en las pantallas francesas, cuentan su terrible periplo desde los locales de Amnistía Internacional en París.

«El infierno, no hay otra palabra para describir lo que vivimos allá» dice Asif Iqbal, desde la sede de Amnistía Internacional en París a donde ha venido para dar su testimonio. «Allá» es Guantánamo, la prisión estadounidense en la que este joven inglés estuvo internado con dos amigos suyos, Ruhel Ahmed y Shafiq Rasul. Estos jóvenes salieron de su casa de Inglaterra en septiembre de 2001 para asistir a una boda en Paquistán y no pudieron regresar hasta dos años y medio después. En ese tiempo conocieron la guerra, la detención, la prisión, la tortura y la humillación a manos de los soldados estadounidenses. La película The Road to Guantanamo (Camino a Guantánamo), aclamada en la última edición del Festival de Cine de Berlín y estrenada ayer en las salas francesas, cuenta el periplo delirante y terrorífico vivido por los jóvenes ingleses, mezclando sus testimonios con reconstrucciones hechas con actores.

Marcados para siempre, Asif, Ruhel y Shafiq no aceptaron inmediatamente la propuesta del realizador Michael Winterbottom. «Al principio no teníamos ganas de hacer la película, queríamos olvidar esta pesadilla» explica Shafiq. «Después recordamos la promesa que les hicimos a otros presos que siguen en Guantánamo, de decirle al mundo lo que pasa en esa prisión». Es un testimonio para despertar conciencias, decir lo indecible y conseguir el cierre del centro de detención estadounidense ubicado en la isla de Cuba. «Cuando estábamos detenidos en Afganistán, pensábamos que nos liberarían enseguida» recuerda Ruhel, dejando escapar una risa mezclada con amargura e ironía. «No nos imaginábamos que una sociedad como la estadounidense podía burlarse tan fácilmente de los derechos humanos».

Su ingenuidad dio paso rápidamente a la desesperación y después a la cólera. «No podíamos ponernos en contacto con abogados ni con nuestras familias. No teníamos a quien acudir para que nos ayudase» dice furioso Shafiq. Palizas, interrogatorios, inyecciones, privación de alimentos, son las actividades cotidianas en Guantánamo. Torturas para deshumanizar a los presos. «Teníamos la impresión de que nos descomponíamos, nos desintegrábamos. Teníamos que olvidar nuestro pasado, nuestra forma anterior de vivir, para terminar por no sentir nada» precisa Asif. Y después añade: «vi a mucha gente que intentó suicidarse».

Sigue siendo muy doloroso para los tres amigos contarles a sus allegados la experiencia. «Vivimos al día. Cuando terminemos la promoción de la película tendremos que tomar decisiones sobre nuestro futuro, elegir entre seguir estudiando o trabajar. La vuelta a la vida normal se presenta muy difícil ¿Quién querrá emplear a un musulmán en cuyo currículum figura «estancia en Guantánamo desde 2001 a 2004?» Actualmente a todos los musulmanes se nos considera terroristas» se aflige Asif.

Su experiencia los ha hecho cambiar dolorosa y profundamente y ha reforzado su fe: «valoramos mucho más la vida, lo que tenemos» afirman. Pero no esconden su rencor hacia el gobierno de George Bush: «Odiamos al gobierno de Estados Unidos pero no al pueblo estadounidense» matizan.

Fuente: http://www.humanite.fr/journal/2006-06-08/2006-06-08-831237

Caty R. es miembro del colectivo de Rebelión y Juan Vivanco es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.