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Cumbre de Seguridad de Bagdad

Dudosa diplomacia, rotunda guerra y tibio retroceso

Fuentes: Agencia Periodística del Mercosur

El hecho de que Estados Unidos se haya sentado en una misma mesa con Irán no significa un avance de la vía diplomática, aunque sí demuestra el paso atrás de la política exterior de Bush. La Cumbre de seguridad realizada el pasado sábado en Irak, intentó tener como eje central la creciente posibilidad de una […]

El hecho de que Estados Unidos se haya sentado en una misma mesa con Irán no significa un avance de la vía diplomática, aunque sí demuestra el paso atrás de la política exterior de Bush. La Cumbre de seguridad realizada el pasado sábado en Irak, intentó tener como eje central la creciente posibilidad de una guerra civil en el país árabe, así como sus posibles soluciones. Pero, definitivamente, esto quedó en un segundo lugar, considerando que todas las miradas estuvieron puestas en Estados Unidos e Irán, cuyo diálogo estaba cerrado desde la revolución de 1979.

Esto queda comprobado, sencillamente, si se hace un relevamiento de lo que los medios reprodujeron sobre la Cumbre de Bagdad. Las posturas de Irán, Estados Unidos y, en menor medida, Irak, fueron difundidas en cuanta crónica hubo acerca del acontecimiento. Sin embargo, poco o nada se sabe de la postura de Rusia o Egipto, para hablar sólo de dos estados.

Tomando como punto de partida, entonces, que el hecho central de la Cumbre fueron las posturas de Estados Unidos e Irán, cabe mencionarlas brevemente y a grandes rasgos. El primero entiende que no hay solución para Irak si Teherán no deja de darle apoyo a los grupos insurgentes armados en el país árabe, acusación, por otra parte, absolutamente carente de pruebas. El segundo argumenta que, si Washington no retira las tropas que mantiene desde 2003, la violencia seguirá recrudeciendo y una guerra civil -formalizada- será inevitable.

Pero volviendo a la Cumbre de seguridad, y a propósito de este encuentro entre Estados Unidos e Irán, hay dos reflexiones que cobraron fuerza por estos días.

Algunos analistas, cargados de cierto optimismo, entienden que el sólo hecho de que Estados Unidos se siente a negociar en una mesa, que entre sus integrantes incluye a representantes de Irán y Siria (dos países del denominado «eje del mal» de Bush), evidencia un vuelco de la política exterior de la Casa Blanca, que comienza a optar por la vía diplomática en lugar de la bélica.

En el extremo opuesto del razonamiento, varios analistas coinciden en que la Cumbre de Bagdad fue sólo un gesto. En el momento en que comenzaban los preparativos de este evento, el presidente George Bush, firmaba un pedido de aumento del presupuesto de seguridad de Estados Unidos, acompañado de un aumento de tropas en Irak y Afganistán. Inmediatamente, varios especialistas hicieron el cálculo obvio: más presupuesto y más tropas, igual a más guerra. Esto es, cero para diplomacia y todo para «el garrote».

En este caso, ambas vertientes reflexivas tienen su punto débil a la luz de los hechos.

La primera de ellas, que entiende que la Conferencia de Seguridad fue un paso para la diplomacia, merece varias observaciones. En principio, hay que mencionar que Estados Unidos no tiene la voluntad de ceder un paso en Irak. Esto se torna más que evidente si se considera el aumento de tropas y presupuesto para la guerra, aún a pesar de las negativas del Congreso estadounidense, de las duras críticas de los demócratas y de los consejos del Grupo de Estudios sobre Irak (GEI), que insiste en un plan de retirada gradual de los soldados estadounidenses en el país árabe.

Si bien Bush se aproxima, tal cual lo manifestó el presidente Hugo Chávez, a ser un «cadáver político», no deja de considerar la opción armada y logra evitar las trabas de sus opositores para recrudecer la presencia militar en Irak. De la misma forma, hace meses que viene amedrentando a Irán, y la posibilidad de una intervención armada en ese país sobrevuela Medio Oriente.

Asimismo, hay que mencionar un hecho trascendental y habitualmente olvidado. Fueron numerosos los intentos de Irán para intentar acuerdos por la vía diplomática y todos fueron rechazados por Washington.

El más claro ocurrió en 2003, cuando el país persa se comprometió mediante un memorando certificado a acordar un plan antiproliferación sobre el programa nuclear iraní, apoyar a Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, cooperar en la estabilización de Irak, detener la ayuda a la resistencia palestina y acordar una fórmula que reconocía explícitamente al estado de Israel. A cambio, Irán solicitaba la no injerencia en sus políticas internas, acceso a tecnología nuclear pacífica y el cese de las sanciones internacionales.

Esta propuesta, imposible de ser pensada en la actualidad, fue ignorada por Estados Unidos que, siguiendo el mandato de los halcones, invadió Irak, esperando que Irán también cayera por decantación.

Con respecto a la otra reflexión, que entiende que la Cumbre de Bagdad fue sólo un gesto, hay que decir que el hecho de que pueda existir otra reunión que incluya a Estados Unidos y a los países del caricaturesco «eje del mal», que podrían encontrarse en el mes de abril en Estambul, abre una pequeña grieta en la política belicosa de Washington. Además, la fuerte presencia de la secretaria de estado, Condoleezza Rice en las últimas giras de Bush, demuestra que la vía diplomática podría ir ganando lugar dentro de la mesa de los halcones.

De la misma forma, no hay que perder de vista que Estados Unidos entiende a Irán como parte del problema de Irak, pero no desconoce su importancia en una futura solución. Esto se debe a la enorme influencia que el país persa tiene sobre los sectores chiítas que se reparten los cargos políticos en Bagdad.

Así como se mencionó anteriormente que Bush desconoció los consejos del GEI, es pertinente reconocer que, en este caso, obedeció una de las propuestas de la comisión bipartidaria, que entendía como indispensable el acercamiento a Irán para sacar del pantano la situación en Irak. Esto demuestra que las presiones de los demócratas, luego de la derrota electoral de los republicanos, son, en algún punto, efectivas y que la política exterior de la Casa Blanca se vio obligada a retroceder un casillero.

Recapitulando, puede decirse que la Cumbre de Irak evidencia cierto retroceso en la política exterior de Bush, que tiene que sentarse con Irán en una mesa de negociación, pero de ninguna manera hace pensar que Estados Unidos optará por la vía diplomática.

En todo caso, si hay una recurrencia en todo lo dicho hasta aquí, es que Washington continúa actuando unilateralmente. Lo hace cuando no negocia un ápice con Irán y Siria, considerando que ambos países son sordos, cuando, en realidad, es Estados Unidos quien desconoce propuestas y sigue construyendo un cerco militar alrededor de los dos estados. También lo hace, por supuesto, cuando aumenta las tropas en Irak, alimenta los conflictos internos y desconoce toda salida política.

Una Cumbre para solucionar las decenas de muertos por día que deja la cruenta invasión de Irak, es poco factible en tanto el país del norte no deje de lado su política externa unilateral y considere el retiro de las tropas. De la misma forma, no puede pretenderse que la vía diplomática para resolver el conflicto con Irán dé resultados, si Estados Unidos continúa acusando sin pruebas al país persa y no cesa con las amenazas de guerra.

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