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Desenlace final en Nayaf

EEUU juega la «carta Sistani» para forzar la rendición del líder rebelde

Fuentes: IAR Noticias

La coincidencia de objetivos entre el gran ayatolá Sistani, Washington, y el gobierno de Allawi se materializó ayer durante una reunión en Basora donde se acordaron los puntos básicos para conseguir la rendición pacífica del jefe rebelde, una medida que beneficia tanto a EEUU como al líder religioso. Sistani necesita recuperar el control sobre el […]

La coincidencia de objetivos entre el gran ayatolá Sistani, Washington, y el gobierno de Allawi se materializó ayer durante una reunión en Basora donde se acordaron los puntos básicos para conseguir la rendición pacífica del jefe rebelde, una medida que beneficia tanto a EEUU como al líder religioso. Sistani necesita recuperar el control sobre el santuario, tanto como la administración títere de Irak y sus patrones norteamericanos necesitan derrotar al Ejército Mehdi del jóven clérigo, que ya se ha convertido en el símbolo más representativo de la resistencia a la ocupación militar de EEUU en Irak.

El gran ayatolá Alí Jusseini al-Sistani tiene muy buenas razones para encabezar hoy jueves una gran movilización de la comunidad chiíta para -según sus propias palabras – terminar con el levantamiento en la «ciudad en llamas» de Nayaf.

En términos políticos -vale aclararlo- Sistani no va a tterminar con ningún levantamiento sino a recuperar el protagonismo que perdió cuando el joven clérigo rebelde, Moqtada Sadr, resolvió combatir con la armas al imperio invasor norteamericano, hace ya más de 4 meses.

Alí Sistani es uno de los cinco gran ayatolás vivos y el decano de los clérigos de Irak, lo que lo convierte en el marja o máximo referente espiritual de los chiítas de todo el mundo.

El ayatolá representa el ala conservadora, de origen persa, de los chiítas iraquíes, y es reverenciado -en las antípodas del clérigo rebelde Moqtada Al Sadr- por sus tendencias «moderadas» por parte de EEUU y su establishment de políticos colaboracionistas.

El olfato político del veterano ayatolá le indicó que -en la hora de los tanques Abrams con sus cañones apuntando desde 50 metros a la Mezquita sagrada- había llegado su oportunidad para matar dos pájaros de un tiro: recuperar la confianza de sus fieles y terminar con la competencia por el liderazgo del joven clérigo rebelde.

El rebelde Al Sadr es temido y odiado por el alto clero chiíta, cómplice de la política de ocupación estadounidense, quien lo ve como la chispa de un potencial estallido de levantamientos armados entre la comunidad chiíta que constituye el 60% de la población iraquí.

A principios de abril, y raíz de las decenas de muertos producidos por la represión de EEUU a los disturbios desatados en Bagdad, el clérigo Moqtada al Sadr encabezó un levantamiento armado que se extendió por toda la geografía iraquí, complementándose con la escalada de combates que desarrolló la resistencia sunita, fortificada en la ciudad de Faluya.

Apelando a la «opción militar» los generales estadounidenses lanzaron una feroz represión con tanques, aviones, helicópteros y marines que causó miles de muertos, entre civiles y combatientes, particularmente en Faluya, donde las fuerzas terrestres norteamericanas no pudieron ingresar hasta acordar una tregua.

Con la complicidad de políticos como Iyav Allawi y Amhed Chalabi (dos reconocidos agentes de la CIA), del alto clero chiíta, caso del ayatolá Sistani, y con el reconocimiento explícito de la ONU, Washington montó finalmente la farsa del «traspaso del gobierno a los iraquíes» a fines de junio de este año.

La movida de Washington y de Londres tuvo su corolario durante la última Cumbre de la OTAN, en Turquía, donde consiguieron que los 26 representantes de Europa refrendaran un acuerdo para la participación de la Alianza en Irak, mediante el entrenamiento de las fuerzas de seguridad de ese país.

Logrado ese paso de legitimidad internacional con la ONU y la OTAN, la estrategia «cerraba» con John Negroponte (otro sicario de la CIA) asumiendo como super-embajador en Irak, desde donde comenzó a manejar los hilos del poder real por encima de la desprestigiada administración de Iyav Allawy.

La movida de Washington se impulsaba claramente a partir de tres ideas fuerza: A) sacar de escena a las tropas militares de EEUU, delegando la represión en un súper aparato de seguridad iraquí entrenado y controlado por expertos israelíes y norteamericanos, B) simular un retiro del control administrativo mediante el traspaso a un «gobierno iraquí» que se convirtiera en el único responsable político de los destinos del país, C) centralizar operativamente el poder de decisión, control y supervisión, en la embajada conducida por Negroponte, cuyo plantel de empleados (el más grande de todas las delegaciones de EEUU en el mundo) supera las 3.000 personas.

Con la nueva irrupción del líder rebelde, Moqtada al Sadr, al teatro de operaciones de la resistencia iraquí, hace más de tres semanas en Nayaf, la administración títere de Irak quedó nuevamente apresada entre el frente de la resistencia sunita por un lado, y la rebelión chiíta por el otro, lo que torna las cosas en el estado que estaban antes del 30 de junio.

La nueva rebelión armada desatada en los lugares sagrados de Nayaf, con centenares de muertos y heridos, acorraló políticamente al gobierno de Allawi, quien se mostró impotente para detenerla, y obligó a las tropas norteamericanas a seguir expuestas actuando como fuerza represiva, rompiendo el primer eslabón de la estrategia trazada por Bush y sus funcionarios.

Las sucesivas maniobras de Washington y del gobierno títere iraquí por forzar la rendición del jefe rebelde fracasaron estrepitosamente, y obligaron a la maquinaria militar invasora a seguir actuando como lo que realmente es: un ejército sanguinario de ocupación militar.

Después de 20 días de ataques ininterrumpidos de los blindados, marines y aviones norteamericanos, y a pesar de no haber ninguna reacción internacional en contra, la situación en Nayaf se tornó insostenible políticamente para Washington y la administración de Iyad Allawi.

La permanencia de Al Sadr y de sus combatientes resistiendo al invasor en la ciudad santa, los convertía en mártires y en bandera de lucha para los millones de chiítas pobres y desesperados que habitan las periferias de la ciudades iraquíes.

A EEUU sólo le quedaba la «opción militar», emplear a cara descubierta todo su potencial ofensivo y terminar a sangre y fuego con Al Sadr y sus combatientes, lo que, y como consecuencia inmediata, terminaría con el gobierno encabezado por Allawi y se desmoronaría definitivamente la farsa del «traspaso de poder a los iraquíes».

Pero una acción militar sangrienta contra la Mezquita del imán Alí, un santuario venerado por la comunidad chíita en todo el mundo, puede desatar algo aún peor que Moqtada Al Sadr y sus combatientes: una ola imparable de disturbios violentos protagonizada por los millones de chiítas que viven en Irak.

En este punto del conflicto a EEUU y a sus lacayos del gobierno iraquí solo les quedaba una carta en la manga: el gran ayatolá Alí Jusseini al-Sistani.

El liderazgo del jefe religioso quedó opacado por el protagonismo combativo del Moqtada Al Sadr, quien se valió de su ausencia en Irak para apoderarse de la Mezquita sagrada, desde donde resiste hace veinte días a los tanques y aviones norteamericanos.

La coincidencia de objetivos entre Sistani, Washington, y el gobierno de Allawi se materializó ayer durante una reunión en Basora donde se acordaron los puntos básicos para conseguir la rendición pacífica del jefe rebelde, una medida que beneficia tanto a EEUU como al gran ayatolá.

Sistani necesita recuperar el control sobre el santuario, tanto como la administración títere de Irak y sus patrones de Washington necesitan derrotar al Ejército Mehdi del jóven clérigo, que ya se ha convertido en el símbolo más representativo de la resistencia a la ocupación militar de EEUU en Irak.

Por otra parte, Sistani y el gobierno iraquí encabezado por Allawi serían los principales perjudicados si el conflicto armado se extiende y obliga a EEUU a ingresar con sus fuerzas militares a la Mezquita de Alí, un equivalente a la catedral de San Pedro en el Vaticano, para los 130 millones de fieles que componen la comunidad chiíta en el mundo.

También queda en claro que hay coincidencia de objetivos entre la Casa Blanca, Allawi y Sistani, respecto al marco de terminación del conflicto: Moqtada Al Sadr deberá entregar pacíficamente sus armas, disolver su ejército, y dedicarse a la vida política.

Hoy jueves el gran ayatolá encabeza una manifestación de fieles chiítas que marchan hacia Nayaf, no para pedir solamente el retiro de las fuerzas invasoras de EEUU, sino para conseguir, como objetivo prioritario, que el joven líder rebelde chiíta deje de combatir al Imperio, entregue las armas y disuelva su ejército.

Si Sistani consigue su objetivo, Washington sería el gran ganador de esta pulseada.