El presidente de EEUU, George W. Bush, y el primer ministro del Irak ocupado, Nuri al-Maliki, firmaron ayer por videoconferencia un documento que establece la agenda de «negociaciones» para la presencia permanente del Ejército estadounidense en Irak. El general Douglas Lute avanzó que la forma y amplitud del «compromiso militar americano en Irak, así como […]
El presidente de EEUU, George W. Bush, y el primer ministro del Irak ocupado, Nuri al-Maliki, firmaron ayer por videoconferencia un documento que establece la agenda de «negociaciones» para la presencia permanente del Ejército estadounidense en Irak.
El general Douglas Lute avanzó que la forma y amplitud del «compromiso militar americano en Irak, así como el establecimiento de bases americanas permanentes, serán un sujeto de negociaciones capital».
El militar adelantó que el objeto de las «negociaciones» entre ocupantes y colaboradores -que deben su actual situación y seguramente sus propias vidas a esa presencia- tendrá como objetivo alcanzar un acuerdo sobre el estatus de las fuerzas estadounidenses.
EEUU cuenta actualmente con acuerdos bilaterales por los que se garantiza su presencia militar en un centenar de países, tal y como recordó el propio Lute, quien hizo referencia al acuerdo con Corea del Sur.
La Casa Blanca ha indicado ya que podría inspirarse en el modelo surcoreano para Irak.
Más concesiones
Al-Maliki aseguró horas después en una comparecencia en la televisión al-Iraqiyah que 2008 será el último año de presencia el Ejército estadounidense en Irak pero, importante matiz, bajo mandato de la ONU.
Junto a este reconocimiento implícito de lo que era un secreto a voces -EEUU no tiene intención de retirarse de Irak-, el Gobierno colaboracionista ha ofrecido a Washington no sólo permitirle su presencia mmilitar indefinidida sino priorizar las inversiones estadounidenses a cambio de protección «frente a eventuales golpes de Estado»
El general Lute confirmó que las «negociaciones» no sólo abarcarán el ámbito militar sino incluso las relaciones políticas y diplomáticas y la decisiva cuestión económica en un país que nada en petroleo.
Para difuminar este neocolonialismo, el actual Gobierno iraquí lograría la cancelación de todas las restricciones impuestas por la ONU a la «soberanía iraquí», limitaciones que datan desde la llamada Guerra del Golfo de 1990.
Sólo el movimiento antiocupación chiíta de Moqtada al-Sadr ha mostrado su oposición a este plan, analizado el domingo en sesión secreta y a puerta cerrada durante tres horas.