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Entrevista a Joshua Casteel de la Asociación Veteranos contra la guerra

«El 95% de los iraquíes que interrogué en la prisión de Abu Ghraib eran inocentes»

Fuentes: Gara

Casteel sirvió en el Ejército de Estados Unidos en Irak como interrogador en la prisión de Abu Ghraib (Irak) entre junio de 2004 y enero de 2005. Su experiencia allí le convenció de las injusticias de la guerra, y es uno de los soldados que logró ser reconocido como objetor de conciencia el pasado diciembre. […]

Casteel sirvió en el Ejército de Estados Unidos en Irak como interrogador en la prisión de Abu Ghraib (Irak) entre junio de 2004 y enero de 2005. Su experiencia allí le convenció de las injusticias de la guerra, y es uno de los soldados que logró ser reconocido como objetor de conciencia el pasado diciembre.
Casteel ha visitado Europa como representante de la organización Veteranos Contra la Guerra, que agrupa a soldados en activo y fuera de servicio que se oponen a la presencia estadounidense en Irak.

­La imagen que la mayoría tiene de los soldados estadounidenses es la del latino o afroamericano de familia sin recursos. Usted proviene de una familia de clase media. ¿Por qué decidió alistarse?

De forma creciente, el Ejército norteamericano ha intentado reclutar a gente sin recursos. Usan para ello la ley «No Dejemos ningún Niño Atrás». Si las escuelas reciben financiación del Gobierno tienen que transmitir toda la información sobre sus alumnos al Ministerio, incluyendo las ganancias familiares, el estado civil de los padres, las notas, su grupo racial… Ello significa que los encargados de reclutar saben quién tiene posibilidades de ir a la universidad y quién no, y van a lugares como San Antonio o Los Angeles Este, donde vive la gente más pobre. Yo provengo de Iowa, en la zona central de EEUU, donde la gente es tradicionalmente muy patriótica y apoya al Ejército, como ocurre en la mayoría de las zonas rurales del sur.

­¿Cómo acabó en Irak?

Me alisté en el Ejército con 17 años. Mi familia es muy conservadora, cristiana y nacionalista. Mi abuelo luchó en la Segunda Guerra Mundial, en Corea y en Vietnam. Mi padre fue capitán del Ejército y mi tía también estuvo en el Ejército. Tenía la ambición de entrar en West Point y me alisté bastante joven para incrementar mis posibilidades de ingreso. Me fue bien pero ya en mi primer año como cadete empecé a cuestionarme lo que estaba haciendo. Pasé a la reserva mientras acababa la universidad y dejé West Point prematuramente, por razones personales que en ese momento no llegaban a materializarse en una convicción ética. Hasta que ocurrieron los ataques del 11 de setiembre de 2001 y mis compañeros fueron enviados a misiones fuera de EEUU. Entonces se descubrió el escándalo del expediente militar de George W. Bush y pensé que, aunque no estaba muy seguro de lo que era una «Guerra contra el Terrorismo», la cuestión era si me iba a esconder en el jardín, como hizo el presidente en su día, o iba a cumplir con mi deber.

­¿Qué encontró en la prisión de Abu Ghraib?

En Abu Ghraib los ataques de mortero se producen al menos cuatro veces a la semana. Los soldados dormíamos en las celdas de cemento de la prisión y los miles de prisioneros en tiendas de campaña en los patios. A nosotros nos protegía el cemento, a ellos la tela de la tienda de campaña. Por lo que yo sé, sólo cinco soldados de la coalición han muerto en la prisión a consecuencia de los ataques, mientras que ha habido días que han muerto hasta 45 presos. Cuando llegué a Abu Ghraib el escándalo ya había explotado en los medios, así que ya sabía dónde me metía. En esos momentos, en EEUU existía un conflicto de emociones y opiniones. El vídeo de Nick Berg ­cuya ejecución por una célula islámica en Irak se presentó como respuesta a los abusos contra los presos de Abu Ghraib­ había sido hecho público y existía mucho dolor y frustración en relación a cómo responder a algo así.

­Su función era interrogar a prisioneros. Se ha hablado mucho de cómo muchos inocentes han sido encarcelados durante semanas, meses e incluso años. ¿Cuál es su experiencia?

Cuando íbamos a los pueblos para buscar a sospechosos, usábamos una táctica de «red pelágica». Digamos que queremos arrestar a cuatro personas, pues vamos al pueblo y arrestamos a 80 hombres mayores de 45 años para encontrar a los cuatro que queremos. Luego está el proceso de criba para encontrarlos, que incluye como punto final el interrogatorio en Abu Ghraib. Uno va a los interrogatorios creyendo que lo que le han enseñado importa y va a funcionar. Pero cuando entras en una habitación y te encuentras con un crío de 14 años, o padres jóvenes, o jornaleros, o veteranos iraquíes de otras guerras, algunos con amputaciones,… Teníamos cuotas que cumplir semanalmente. El general Miller te ordenaba escribir diez informes semanales. Ello significaba interrogar a dos personas cada día y conseguir suficiente «información utilizable». Sin embargo, un 90 ó 95 % de la gente que entrevisté eran inocentes. Después de 130 interrogatorios, puedo contar con los dedos de una mano las personas que creo que estaban involucrados en acciones violentas sistemáticas.

­¿Cuánta gente participa en Veteranos contra la Guerra?

Unos 400 veteranos. Hay gente que está en el Ejército, objetores de conciencia y otros que se han licenciado pero están «quemados» por lo que han hecho o por lo que se les obligó a hacer. Evidentemente estamos todavía en el principio. En nuestro caso, hay mucha gente que no es parte de la organización formalmente, pero que expresa su protesta. Cientos han desaparecido sin permisos, huyendo a Canadá y hay gente que se está escondiendo del Ejército en EEUU. No están en nuestra base de datos, pero son parte de la organización.

­¿Cómo le ha afectado la experiencia?

Dejé Abu Ghraib en diciembre y volví a Estados Unidos. Estoy escribiendo un libro y uno de los capítulos lo dedico al estrés postraumático que estamos sufriendo, la bebida y el escapismo. Los soldados no quieren reconocer lo que han hecho o necesitan una salida a su frustración, ya que muchos han vuelto a Irak porque no tenían el coraje de escapar a Canadá o declararse objetores. Es muy agradable y bueno ser comprensivo con los soldados que vuelven, pero me preocupa todo el tiempo que nos pasamos hablando sobre esto cuando hay 26 millones de iraquíes que sufren estrés postraumático.

­¿Cree que un cambio en el Gobierno estadounidense conllevaría cambios en la política en Oriente Medio?

Dependerá del candidato. Yo voté por John Kerry en las últimas elecciones, pero él era también una herramienta de los intereses económicos que están acumulando dinero con la guerra de Irak. La diferencia es que sería más diplomático sobre sus acciones, posiblemente como hace la Unión Europea, apoyando ciertas actuaciones a puerta cerrada y condenando de cara al público.

­¿Cuál es su opinión de lo que está ocurriendo ahora mismo en Líbano?

Se habla mucho de cómo las acciones de Hizbula están guiadas por los intereses iraníes y sirios, pero poco de cómo el ataque de Israel contra Líbano son parte de una guerra teledirigida desde Estados Unidos. –