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Entrevista a Silvia Agüero y Nicolás Jiménez, activistas por los derechos del pueblo gitano

«El antigitanismo es el racismo más banalizado»

Fuentes: La Marea [Imagen: Silvia Agüero y Nicolás Jiménez. Créditos: cedida por los entrevistados a La Marea]

Completar los apuntes de historia con una parte que no nos contaron en clase y visibilizar aportaciones ausentes en “el relato imperante en torno a lo gitano”. Son estrategias con las que Silvia Agüero (Madrid, 1985) y Nicolás Jiménez (Madrid, 1968) nos invitan a hacer trizas el manto de “estereotipos, rumores y mitos que definen la imagen pública de las personas gitanas”.

Recientemente han publicado Resistencias gitanas (Libros.com, 2020), “una aportación a la contranarrativa” desde la gitanidad y una reivindicación del ser y vivir del pueblo gitano, una minoría étnica –la más grande del Estado y de Europa– marcada por siglos de persecución y marginación que no han quedado relegadas al pasado.

Según la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, nueve de cada diez personas gitanas viven en situación de pobreza. Sus impactos se muerden la cola con los de la segregación urbana y educativa y, denuncian Agüero y Jiménez, se perpetúan con políticas que problematizan a la población gitana en lugar del antigitanismo.


Meritxell Rigol.- Denuncian un intento de exterminio cultural del pueblo gitano ¿Se trata de un hecho histórico o hablan del presente?

Nicolás Jiménez.- El epistemicidio continúa. Sigue socavando nuestra cultura. Por ejemplo, a pesar de que con el advenimiento de la democracia se han protegido y promocionado las diferentes lenguas minoritarias que se hablan en el Estado español, no se ha hecho nada por apoyar la recuperación del romanó, que es el idioma del pueblo gitano. Tampoco hay ninguna política que favorezca la investigación de la cultura gitana ni se promocionan las diferentes artes de artistas gitanos. Las aportaciones de las personas gitanas se ocultan.

El epistemicidio contribuye a generar la idea que la población gitana no somos un sujeto político, sino solo un grupo marginal, sin más que problemas de la desestructuración social y la pobreza. Si lo vacías del contenido étnico, epistemológico, de conocimiento, de transmisión de ciencia y de arte, lo conviertes en un objeto del trabajo social. Se nos enfoca entonces desde lo problemático de la población gitana: no desde los problemas que sufrimos las personas gitanas, sino desde los problemas que percibe el resto de la sociedad respecto de la población gitana; lo que molesta a las mentes bien pensantes de la presencia de gente gitana –que se vea gitana– en su entorno.

Meritxell Rigol.- Son críticos con lo que consideran una “falta de voluntad política de asumir como propios los problemas que afectan específicamente a la población gitana”. ¿No lo hacen los planes de políticas públicas dirigidos específicamente a mejorar la calidad de vida de la población gitana? 

Silvia Agüero.- Estas políticas no quieren acabar con el antigitanismo. El contenido de esos planes es, más que lo que necesita la población gitana, lo que necesita la población paya para librarse de esos seres ruidosos que somos los gitanos, que molestamos. ¿Por qué al hablar de vivienda no hablan de que en cada ciudad hay un gueto delimitado por barreras naturales o puestas a propósito y que son los barrios por los que nadie quiere pasar, porque están sucios y la gente suele estar mucho en la calle, porque las viviendas son muy pequeñas o son infraviviendas? También se crearon en algún plan y no han tenido mantenimiento nunca más, por ejemplo. 

Nicolás Jiménez.- En los estados de la Unión Europea existen unidades administrativas que gestionan esas estrategias nacionales y ninguna está dirigida por una persona gitana. Si este dinero se invierte con perspectivas de desarrollo, pensando en la emancipación del pueblo gitano, tienen que hacer posible el empoderamiento de las personas gitanas. Podría haber museos de cultura gitana, estudios gitanos, que el romanó se enseñara en las escuelas o una televisión o emisora de radio gitana, igual que hay autonómicas, porque todo esto al final lo que genera es una economía que beneficia a personas concretas.

Yo tengo que buscarme la vida en el mercadillo o en lo que pueda, no tengo posibilidad de enseñar romanó, la lengua del pueblo gitano, en una escuela, con el salario que esto implica, por ejemplo. Son injusticias que debemos reconocer y afrontar. Si tenemos peor salud autopercibida entre la población gitana respecto al conjunto de la población, lo que no se puede hacer es gastarse el dinero en hacer cursos de concienciación o de promover que se deje el consumo de tabaco. Esto a quién beneficia es a las ONG que hacen estos cursos. Hay conductas antigitanas entre el personal sanitario, hay que atajarlo, y faltan profesionales gitanos y gitanas en las profesiones sanitarias, pues apoya académicamente y económicamente a chicas y chicos, desde el inicio de la secundaria, muy fuertemente.

Meritxell Rigol.- ¿Frente a las barreras del racismo antigitanista, muy evidente en el mercado laboral, por ejemplo, qué resistencias arma actualmente la población gitana? ¿Cómo afronta la exclusión económica?

Silvia Agüero.- Mucha gente vive de la venta ambulante. Muchas mujeres con lo que venden ese día, pues hacen la comida de ese día. Es la supervivencia que nos hemos buscado. También hay sobrerrepresentación de gitanas en los trabajos feminizados más precarios como la limpieza. Cada día que una persona gitana pone un plato en la mesa, es resistencia. Cada día que estamos vivos, es resistencia frente al antigitanismo institucional y patriarcal. Muchas veces se nos trata a los activistas como unos seres alejados del antigitanismo y nada de esto. Tanto Nico como yo lo sufrimos y los dos estamos en paro.

Nicolás Jiménez.- La población gitana hemos tenido la capacidad de mantener una estructura de apoyo familiar, basada en valores que no son economicistas. No somos los únicos que mantenemos esta forma de organización, también los pueblos nativos mantienen sus epistemes y formas de vida. Ahora se lleva el triunfo del individualismo, de la persona que por sí sola llega a no sé donde con su esfuerzo, y no se dan cuenta de que es un instrumento del capitalismo, que ha calado en toda clase de ideologías. Esta sociedad nos lleva a convertir en un negocio el cuidado de los niños y de los ancianos y cuando viene una pandemia, se nos van los viejos que es una maravilla… Porque solo se ha pensado en hacer caja y en liberar a quienes están en edad de producir para que produzcan y paguen sus buenos dineros en cuidados que en realidad no se reciben.

Lo mismo con los niños y niñas: residenciados cuanto más tiempo mejor en escuelas, institutos, universidades… ¿A conveniencia de quién? ¿A quién hace feliz que para poder ejercer un oficio tengas que hacer un máster? Con este alargamiento en un centro universitario lo que se está haciendo es caja, no se te está ayudando a que tengas una mejor vida. Plantear alternativas a esto es bueno para todo el mundo. Eso de que tenemos una paguita todos los gitanos, pues quizás sí que nos la tendrían que poner para enseñaros otra manera de vivir [se ríe]. 

Meritxell Rigol.- ¿Consideran pues que la gitana es una forma de estar en el mundo intrínsecamente anticapitalista?

Silvia Agüero.- ¡Sin romantizar! A nadie le gusta no tener para comer lo que te apetece en ese momento y a nadie le gusta vivir en una chabola.

Meritxell Rigol.- ¿Hay resistencias encabezadas por las mujeres gitanas?

Silvia Agüero.- Algo que tu madre y tu abuela te dicen es que lleves el dinero tú y que no dejes que te explote nadie. Y no se refieren solo al marido, se refieren a que no tengas que trabajar para un payo en una empresa diez horas.

Meritxell Rigol.- ¿Cuáles son las bases del feminismo gitano?

Silvia Agüero.- Desde el feminismo gitano se entienden las cosas de otra manera, hay que contextualizar de donde parten las mujeres feministas payas blancas y de donde partimos las mujeres gitanas. A lo mejor para el movimiento feminista payo-blanco-hegemónico hay que luchar por la igualdad de salarios, pero las mujeres gitanas estamos luchando por una entrada al mercado laboral y a la vez no puedo hacer una lucha por la igualdad sin los hombres gitanos –aunque creo en los espacios no mixtos– porque nuestros niños son los más parados por perfil racial en la calle, por la policía, por las instituciones.

El patriarcado está tan presente en el pueblo gitano como en las otras culturas. No más, igual. Si tuviéramos que hacer un retrato robot del patriarcado, ¿cómo sería? Sería Trump. Hay un patriarcado haciendo leyes contra todas las mujeres y el feminismo debería ser un lugar en el que las gitanas nos sintamos seguras. Pero no lo es. 

Meritxell Rigol.- ¿El antigitanismo tiene alguna particularidad respecto a otras formas de racismo?

Silvia Agüero.- El antigitanismo es el racismo más banalizado. 

Nicolás Jiménez.- Cualquiera puede hacer chistes de gitanos en prime time. Y no pasa nada. 

Silvia Agüero.- Y no solo es que no pase nada, sino que hasta un ministro, como hizo Pedro Duque, apoya al mediocre humorista de Rober Bodegas, diciendo que son solo unas bromas. 

Nicolás Jiménez.- Cosa que no ocurriría si los chistes hubieran sido sobre judíos, por ejemplo.

Silvia Agüero.- O sobre personas negras. 

Nicolás Jiménez.- El antigitanismo es practicado, promovido y mantenido por las estructuras sociales y las políticas, que nos dejan fuera. Es el racismo más socialmente justificado, nadie se escandaliza por las situaciones que vivimos la población gitana. Todo el mundo se echa a la calle a protestar por el asesinato de George Floyd pero una semana después asesinan a una persona gitana [Daniel Jiménez] en una comisaría de Algeciras, en España, y se archiva la denuncia. Y digo asesinado porque una persona que está bajo custodia policial no se puede suicidar; hay protocolos para evitarlo, y si se ha suicidado, hay que proceder a investigarlo.

Silvia Agüero.- En esa misma comisaría también murió un joven, que no era gitano, Imad Eraffali. Era marroquí. ¡Ui, mira que racistas los policías de los Estados Unidos! Negamos el antigitanismo porque nos afecta demasiado. El antigitanismo institucional es gravísimo. Hay un fracaso escolar del 67% en secundaria. 

Meritxell Rigol.- ¿Cómo se explica una tasa tan elevada de abandono escolar?

Nicolás Jiménez.- La explicación oficial es que las familias gitanas no están concienciadas. Y entonces hacen programas de concienciación a las familias y de seguimiento escolar, es decir, de perseguir a los niños y a las niñas. Pero no se hace ningún planteamiento estructural para cambiar este sistema educativo, que está fallando. ¿Cómo puede ser que año tras año haya escuelas con el mismo fracaso escolar entre el alumnado gitano? Esto sucede cuando relegas a los alumnos a la parte de atrás del aula, cuando no les das importancia, cuando no los miras con atención y con cariño, cuando no los escuchas…

Silvia Agüero.- Cuando los miras con miedo, con racismo, con antigitanismo. Es una heroicidad que nuestras niñas y niños sigan en el colegio con el antigitanismo que sufren, con profesoras y profesores que no están exentos de esto, porque son personas como las demás.

Meritxell Rigol.- ¿La segregación es uno de los problemas de base?

Nicolás Jiménez.- Las personas gitanas no viven en esos barrios porque hayan decidido vivir allí. Históricamente había barrios en los que las familias gitanas decidían vivir, las llamadas gitanerías: Triana en Sevilla, el carrer de la Cera en Barcelona, el Rastro en Madrid… Pero esto no es así desde los años 50-60. Estos barrios se han ido hipsterizando, expulsando a la población gitana de allí, del centro de las ciudades o de sitios monos. Las autoridades han decidido construir guetos, que han servido para generar pelotazos urbanísticos. Estas políticas urbanísticas han consistido en alejar a los gitanos y llevarlos a barrios sin equipamientos ni servicios de limpieza con la frecuencia de otros barrios. En directo tenemos el conflicto en la Cañada Real, con los limitadores de tensión de Naturgy.

Vecinas y vecinos de la Cañada Real se manifiestan la mañana del 4 de enero frente a la sede de Naturgy. Créditos: Álvaro Minguito. El Salto

Silvia Agüero.- Van ya tres niños ingresados con síntomas de congelación y no sé cuántos por inhalación de humos, tras tres meses sin luz. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Ayuso, lo ha justificado porque dice que quienes viven allí son delincuentes y que viven así porque quieren. 

Nicolás Jiménez.- No hay una contestación social ni una atención mediática apropiada a  las dimensiones del problema, porque son moros y gitanos. Al poder le viene muy bien que haya un sitio que todo el mundo señale como el supermercado de la droga.

Fuente: https://www.lamarea.com/2021/01/07/el-antigitanismo-es-el-racismo-mas-banalizado/