Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
La mañana del 14 de febrero de 1991, cuando encendí la tele para oír las últimas mentiras que se contaban al público acerca de los bombardeos estadounidenses a Iraq, vi la caótica situación que había en Bagdad. Acababa de ocurrir el bombardeo al refugio de Amiryah con dos descomunales bombas de casi 2.000 kilos cada una. La información era muy vaga, pero era evidente que habían muerto muchas personas.
Las primeras declaraciones de la administración estadounidenses fueron que Estados Unidos había atacado un puesto de mando y control iraquí, y que los muertos eran militares. Poco después las cámaras mostraron los cuerpos carbonizados de mujeres y niños, así que hubo que revisar lo que afirmaban los estadounidenses. Entonces la administración afirmó que el edificio era un objetivo militar en el que Sadam Husein había colocado a civiles para proteger al personal militar .
Recuerden que el actual vice-presidente de Estados Unidos, Dick Cheney, en 1991 era el secretario estadounidense para la Guerra. Declaró: «Culpamos a los dirigentes estadounidenses por poner las vidas de los civiles en peligro». Esta declaración no sólo era una mentira, sino una de las acusaciones más absurdas que se pueden hacer porque denigraba a las miles de personas que habían perdido sus vidas. Cheney, un ávido cazador de codornices, disparó una vez contra un compañero de cacería. Es incapaz de diferenciar entre un ave pequeña y una persona, con lo que su falta de agudeza o de buena vista no es ninguna novedad.
Durante dos horas se dijo al mundo que los iraquíes habían llevado a estos civiles a la muerte al situarlos en un objetivo militar. Pero entonces empezó a emerger la verdad.
El refugio contra bombas de Amiryah se construyó como un refugio civil durante la guerra irano-iraquí. Hasta el ingeniero que lo había diseñado afirmó en televisión que era imposible utilizarlo militarmente.
Una vez que se dejaron de lado las mentiras, se hizo evidente que Estados Unidos o bien lo había confundido con un lugar militar o lo había bombardeado deliberadamente sabiendo que era un refugio contra los bombardeos. A día de hoy, ningún portavoz del gobierno estadounidenses ha mencionado siquiera la verdad. De hecho, después del 14 de febrero de 1991, no se habla de este asunto, ni siquiera de las mentiras que se dijeron sobre él.
Quienes estaban dentro del refugio murieron de una manera espantosa. Primero una bomba de unos 2.000 kilos perforó el refugio y perforó un túnel por el que se lanzó una segunda bomba de 2.000 kilos. Ambas explotaron, dejaron un descomunal agujero y mataron a más de 500 personas. Sólo siete personas sobrevivieron al ataque. Quienes murieron vieron la primera bombas y tuvieron unos pocos segundos de vida antes de que la segunda se abriera paso dentro del refugio. Un ataque semejante va más allá de la monstruosidad de los bombardeos en los que las persona mueren inmediatamente.
Las filas de cuerpos muertos carbonizados en la calle presentaba una espantosa imagen que recordaba a Hiroshima después de que Estados Unidos arrojara sus bombas atómicas.
Hoy, 14 de febrero, es el 17 aniversario del bombardeo del refugio y, sin embargo, se han escrito muy pocas palabras para recordar este espantoso acto. Antes de marzo de 2003, al menos los iraquíes lo conmemoraban y recordaban a sus muertos. Los títeres que hoy están en el poder [en Iraq] no quieren recordar al mundo la falta de consideración por la vida humana que Estados Unidos demostró en 1991 durante los bombardeos a los que sometió a Iraq. Muchos de estos títeres siquiera estaban entonces en el país. Por mucho que oculten sus cabezas en la arena, nada borrará nunca el dolor de uno de los ataques terroristas más brutales cometidos en la historia. El silencio de Estados Unidos y de sus colaboracionistas iraquíes es ensordecedor.
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