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Un desastre para el mundo, un ataque contra el arte

El bombardeo del minarete Malwiya

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

«Siento una tremenda tristeza, se lamenta Alastair Northedge, profesor de arte islámico de la Sorbonne especializado en la antigua ciudad iraquí de Samarra. «Esto es un desastre para el mundo. Es uno de los monumentos mejor conocidos del mundo y su destrucción parcial es un ataque contra el arte islámico y el mundo del arte». Se refiere al bombardeo del piso superior del minarete Malwiya que ocurrió el 1 de abril. La torre de 57 metros de altura, construida por orden del califa al-Mutawakil en 852, cuando Samarra era la capital del imperio Abasida, es un minarete en espiral poco usual en arenisca, con rampas curvas. Es una de las principales atracciones turísticas de Irak y aparece sobre algunos billetes iraquíes. En 2000, Bagdad propuso a la UNESCO que fuera incluido en la lista de los sitios pertenecientes al patrimonio del mundo, y protegido como tal.

Las fuerzas de EE.UU. doblegaron a la ciudad sobre el Tigris en octubre pasado, pero algunos de los combatientes de la resistencia de la ciudad se reagruparon en Faluya, la ciudad de las mezquitas, que por cierto fue destruida en un feroz ataque en noviembre. Samarra ha sido escenario de continuas acciones militares, así que las tropas de EE.UU. que ahora la tienen en sus manos han tratado naturalmente de emplear sus edificios más elevados como puestos de observación. Apropiándose de todo lo que les apetecía, establecieron un puesto sobre el minarete, y colocaron francotiradores en él. Según Reuters, «acurrucados tras sacos de arena, francotiradores de EE.UU. disparaban a veces contra militantes desde el minarete». La gente del lugar escribió cartas de protesta contra este abuso del lugar santo.

Según al-Yazira, las fuerzas de EE.UU. abandonaron el puesto hace dos semanas, pero la policía iraquí informa que el piso superior fue volado por insurgentes después de su partida. El Boston Globe informó que se observó a dos hombres que entraban a la estructura y que colocaron una bomba que produjo la explosión, antes de huir el lugar. Escombros de ladrillos desmenuzados y de arcilla volaron sobre las rampas, y Agence France Presse informó sobre un agujero irregular en el nivel superior.

Es difícil comprender por qué alguna facción insurgente iba a atacar la mezquita. Es una mezquita suní, pero es respetada por los chiíes, y en todo caso los chiíes no han estado atacando mezquitas suníes. Un colega especializado en historia de Medio Oriente sugiere que los insurgentes pueden haber querido evitar que fuera utilizada como una futura posición de francotiradores. Sea quien sea el responsable, la invasión ha producido una víctima más en el rico patrimonio cultural de Irak, que el antiguo régimen, a pesar de sus crímenes, trató de proteger por ser motivo de orgullo nacional. Los ocupantes parecen genuinamente indiferentes ante ese patrimonio. Según la BBC: «Un alto funcionario del gobierno [iraquí] declaró a la BBC que los estadounidenses deberían haber asegurado que estuviera adecuadamente protegida». Bajo la ocupación, el Museo Nacional ha sido saqueado, la Biblioteca Nacional fue fuertemente dañada por incendios. Decenas de miles de manuscritos irremplazables han sido perdidos. En la antigua ciudad de Ur, según el Guardian, las fuerzas de EE.UU. «rociaron los restos con graffiti» y robaron «ladrillos cocidos en hornos hace milenios». Babilonia ha sido convertida en un campo militar causado un daño irreparable al lugar. Un informe del British Museum señala que el pavimento de ladrillos en Babilonia, antiguo de 2.600 años, ha sido «triturado por vehículos militares», que «fragmentos arqueológicos fueron esparcidos por el lugar, y que se excavaron trincheras en antiguos depósitos». Vieron «fragmentos y brechas donde alguien había tratado de arrancar los ladrillos decorados que forman los famosos dragones de la Puerta Ishtar». http://www.guardian.co.uk/Iraq/Story/0,2763,1391042,00.html

No se puede esperar que las tropas invasoras, indoctrinadas para que vean su misión como venganza por los ataques del 11-S, y que refundan al hacerlo a todos los árabes con al-Qaeda, traten el patrimonio cultural del enemigo con mucha sensibilidad. Se podría pensar que los capellanes militares les hubiesen dicho que Ur fue supuestamente el hogar de Abraham, el legendario padre de las fes judía, cristiana y musulmana, y les recordarían la importancia de la Cautividad Babilónica en la narrativa del Viejo Testamento. Se podría pensar que como la derecha cristiana y los neoconservadores, en su mayoría judíos, modelan la política de EE.UU., su calidad de dirigentes les hubiese inculcado algún respeto por esos lugares.

Lo que aprendí a considerar como «ética judeo-cristiana» está conspicuamente ausente en Mesopotamia ocupada. Las tropas de EE.UU. han torturado y abusado de civiles inocentes, y matado a decenas de miles. Desde la singular matanza del valioso tigre de Bengala del Zoo de Bagdad: http://www.counterpunch.org/leupp09232003.html, a la contaminación del suelo, los ríos y la atmósfera, a la duplicación de la desnutrición infantil, la invasión acumula crimen sobre crimen. Es como si quisiéramos causar la impresión a la población sometida con crueldad arbitraria de que será aterrorizada para que se someta. Por cierto, los iraquíes comparan esta ocupación con la invasión mongol dirigida por Hulegu Khan en los años 1250, que destruyó la red de canales de Bagdad, saqueó la biblioteca, y masacró a 80.000 hombres, mujeres y niños. Hulegu (nieto de Genghis Khan) había exigido que el ultimo califa abasida, al-Mutasim, reconociera la soberanía mongol, tal como George W. Bush (hijo de George H. W. Bush) exigió que Sadam se prosternara ante las exigencias imperiales de EE.UU. Al-Mutasim se negó, pensando que el mundo musulmán se uniría en su apoyo si los mongoles invadían. Se equivocó.

Los bárbaros ocupantes de la actualidad muestran una falta de respeto por su botín imperial similar a la de los mongoles. «Apoderémonos del minarete, razonan, y si el que lo utilicemos convierte un precioso monumento en objetivo, y si es dañado, bueno, es lo que se merecen los iraquíes. Los infantes de la nueva Horda Dorada son llevados a creer que los iraquíes deben ser sometidos para proteger a EE.UU. de nuevos 11-S. Más vale que sean volados sus edificios y no los nuestros, aunque hayan existido desde hace cientos o miles de años. La historia no importa. Como Bush dijo a CBS en abril pasado: «¿Historia? No sabemos. Estaremos todos muertos». ¿Y qué les importarán a los muertos (o a los «raptured«) la Biblioteca Nacional de Irak o la Puerta Ishtar o el Minarete Malwiya?

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Gary Leupp es profesor de historia de la Universidad Tufts, y profesor adjunto de religión comparativa. Es autor de «Servants, Shophands and Laborers in in the Cities of Tokugawa Japan»; «Male Colors: The Construction of in Tokugawa Japan; and Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900». También contribuye a la despiadada crónica de las guerras contra Irak, Afganistán y Yugoslavia de CounterPunch: «Imperial Crusades».

Su correo es: [email protected]

http://www.counterpunch.org/leupp04052005.html