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Por qué tenemos que apoyar la resistencia a la ocupación

El derecho de Irak a la autodeterminación nacional

Fuentes: Socialist Worker

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Cuando al final del siglo XIX,  Estados Unidos comenzó a imponerse como una potencia mundial, el Presidente William McKinley dijo a un grupo de misioneros que les pedía consejo sobre lo que había de hacerse con los filipinos ahora que las fuerzas armadas estadounidenses habían arrebatado la colonia a España.

El Presidente afirmó que sería una «cobardía» dejar que los filipinos volvieran al dominio de España, «un mal negocio» dejarlos en manos de sus rivales comerciales Francia y Alemania, y que abandonarlos al gobierno de los propios filipinos equivaldría a conducirlos al «caos y la anarquía» porque no «estaban preparados para el autogobierno».

«No queda más remedio», concluyó pensativamente McKinley, que»hacernos cargo de ellos, educarlos y hacerlos mejores, civilizarlos y cristianizarlos, y con la ayuda de Dios hacer lo mejor que se pudiera con ellos, como compañeros por los que Cristo también dio su vida, Y ahora me voy a la cama , y a dormir profundamente».

Mientras McKinley dormía a placer, la «mejora» de los filipinos se llevaba a cabo con una guerra total contra el movimiento nacional filipino con matanzas masivas.

Existe algo más que un débil eco de aquella arrogancia imperial sobre «la responsabilidad del hombre blanco», en las declaraciones de Condoleeza Rice para justificar la continuidad de la ocupación de Iraq sobre la base de que los iraquíes «carecen de  ciertas capacidades». El argumento que el Gobierno de Estados Unidos aplica hoy – que los estadounidenses  tienen que «mejorar» al pueblo iraquí para que sea capaz de gobernarse por sí mismo, y de que abandonar Irak conduciría a la «anarquía y desgobierno»- son prácticamente los mismos que los dados por McKinley para la conquista.

Lamentablemente, similares argumentos se pueden encontrar entre los liberales que declaran oponerse a la guerra en Irak. El principal editor de Alternet, Lakshmi Chaudhry, aduce que podría ser inmoral «para nosotros dejar» al pueblo iraquí «morir en una violenta guerra civil, alentada por los extremistas» que quieren establecer «un régimen semejante al de los Talibán «. En resumen, que el zorro debe seguir en el gallinero para cuidar del bienestar de  las gallinas.

Según esta paternalista y retorcida lógica, los iraquíes deben aceptar, por su propio bien, una fuerza ocupante  que ha producido la muerte de más 100.000 civiles, que ha encarcelado, torturado y asesinado a su pueblo; que ha impuesto un régimen dictatorial; que ha arrasado sus infraestructuras y economía; y que ha impuesto unas elecciones que van a aumentar los riegos de conflictos entre tendencias religiosas.

En todo ello, existe una aceptación implícita de la idea de que EE.UU. representa la «democracia» y que quienes se resisten a su conquista armada son representantes del «terrorismo y el «extremismo». Lo que presenta la violencia del opresor- Estados Unidos- de forma más benigna que la violencia del oprimido- el pueblo iraquí que resiste por todos los medios a su alcance.

Como decía el revolucionario ruso León Trosky  » Entre el propietario de esclavos que por medio de la astucia y la violencia les pone grilletes y les encadena, y un esclavo que por los mismos medios las rompe, nadie sino despreciables eunucos puede decirnos  que  sean iguales ante el juicio moral».

Otro revolucionario ruso, Lenin, al dar razones sobre el derecho de las naciones oprimidas y anexionadas a la autodeterminación, atacaba con fuerza cualquier manifestación de lo que denominaba el «chovinismo de la Gran Rusia», el arraigado hábito, inculcado por los gobernantes imperiales de Rusia, que consideraba un derecho innato el mantener bajo el yugo ruso a Ucrania, Letonia, Polonia y otras naciones.
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La clase dominante en Estados Unidos, de forma sistemática e insidiosa, inculca el chovinismo estadounidense- ayudada por los complacientes medios de información. El resultado es que la inmensa mayoría de los estadounidenses, de forma inconsciente, aceptan el derecho de Estados Unidos a proyectar su poder sobre el mundo y a dominar las instituciones internacionales así como  a difundir muchos de los estereotipos sobre los árabes y los musulmanes que les ayudan a justificarlo.

Sin embargo el chovinismo estadounidense es incluso más malintencionado que su variante rusa porque se lleva a cabo mediante la trampa ideológica de la democracia burguesa. Estados Unidos proclama que es el gran impulsor de la democracia en el mundo, y una potencia mundial, a su pesar, que se mueve únicamente por el respeto a los derechos humanos, la dignidad, etc.

Desgraciadamente, este chovinismo también ha afectado al movimiento contra la guerra en su rechazo a apoyar la resistencia iraquí.

Por ejemplo, en un artículo publicado el 22 de enero en el izquierdista Portside con el título «The U.S. Left and the Iraq Election» (La izquierda estadounidense y las elecciones iraquíes), Mark Solomon objeta que «gran parte»de la resistencia iraquí «no tiene nada en común con la lucha de Vietnam y de otros movimientos de liberación» ¿Por qué? Porque carece de un «programa concreto que se haya hecho público». Los «pequeños grupos nativos», aduce Solomon, no «tienen más programa que liberar su país de la ocupación».

Pero más aún, afirma Solomon, una parte de la resistencia  si gana quiere establecer «una teocracia reaccionaria» en Irak y la «mayoría» son «antiguos baazistas»  que «han caído en desgracia con sus antiguos socios estadounidenses, pero que siguen siendo enemigos de la fuerzas populares democráticas y aspiran a instaurar una dictadura baazista».

La periodista del Boston Globe, Molly Bingham, que ha permanecido casi un año en Irak investigando la resistencia hasta el pasado verano, ha llegado a la conclusión de que «el impulso inicial de casi todas las personas con las que he hablado era de carácter nacionalista- el deseo de defender su país de la ocupación,  no la defensa de Saddam Hussein y de su régimen-… Se ven a sí mismos, y son vistos por los demás, como iraquíes y musulmanes, que afirman luchar por sus familias, su país, su dignidad y sus creencias frente a la imposición de una estructura política por un país extranjero. Su lucha contra nosotros no tiene mayor complejidad por lo que creo que la violencia seguirá hasta que nos vayamos».

Incluso aunque fuera cierto que la resistencia estuviera dominada por baazistas y por islamistas radicales, esa no sería la cuestión fundamental. Cualesquiera que sean la afiliación política y religiosa de los diferentes grupos y organizaciones de la resistencia, el objetivo principal, el único que une a las diversas fuerzas de la resistencia iraquí, es el «liberar su país de una ocupación extranjera». Ese es precisamente el programa de la resistencia que requiere de nuestro apoyo.

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¿Tiene el pueblo iraquí el derecho de autodeterminación o no lo tiene? Si lo tiene, entonces tienen el derecho a resistirse a la ocupación de EE.UU., sirviéndose de los medios de los que disponen.  Rechazar ese derecho- negarles el derecho a la autodeterminación y, por extensión, negar el apoyo a la resistencia (alegando que es una política y dirección «equivocadas») es equivalente a aceptar el derecho estadounidense a permanecer en Irak e imponer su voluntad allí.

Ese es precisamente, hoy, el talón de Aquiles de la izquierda estadounidense. Tras haber perdido su oposición instintiva al imperialismo de Estados Unidos, la gran mayoría de la izquierda no ha logrado comprender lo fundamental de lo que está pasando en Irak, y se ha preocupado por cuestiones secundarias que empañan, contradicen y niegan el asunto principal: el imperialismo estadounidense ha invadido Irak para llevar adelante sus objetivos imperiales.

Basándonos sólo en esto, la resistencia a la ocupación merece nuestro apoyo. Tenemos que defender que los estadounidenses no tiene derecho alguno a tomar decisiones sobre el tipo de sociedad que los iraquíes vayan a tener, ya que la decisión les corresponde a ellos. «Irak para los iraquíes», y cualquier otra postura es una capitulación ante el chovinismo.

Trosky alegaba que la lucha por su independencia de las naciones sometidas era progresista no sólo porque liberaba a la nación oprimida del yugo político, militar y económico, sino también porque «golpeaba al imperialismo». Para Trosky, cuando se trataba de la dominación de un país débil por parte de una potencia imperialista, la cuestión no se centraba en la naturaleza del gobierno o de las políticas implicadas, sino en el carácter objetivo de la guerra.

Escribió lo siguiente: » Esa es, concretamente, la razón por la que en la lucha entre una república civilizada, imperialista y democrática y una monarquía atrasada y bárbara en un país colonizado, los socialistas nos ponemos de lado del país oprimido, a pesar de su monarquía, y contra del país opresor, a pesar de su «democracia». El imperialismo encubre sus propios fines- establecimiento de colonias, mercados, suministro de materias primas, esferas de influencia- con argumentos como «salvaguardar la paz contra los agresores», «defensa de la Patria», «defensa de la democracia», etc. Ideas todas ellas falsas. Y es obligación de todo socialista no apoyarlas sino, por el contrario, desenmascararlas ante los pueblos».

* Paul D’Amato escribe una columna en Socialist Worker con el título de Meaning of Marxism (Significado del marxismo).