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El análisis de un refugiado político de Sadam Hussein

El desafío de Faluya a un nuevo imperio

Fuentes: The Guardian

Traducido para Rebelión por L.B.

Da la impresión de que George Bush y Tony Blair han llegado a la conclusión de que pueden aplastar la voluntad del pueblo irakí de resistir a la ocupación y legitimar un régimen títere el próximo mes de enero por medio de la ocupación de Faluya. Tal vez imaginen que pueden emular a las fuerzas británicas que aterrorizaron el Kurdistán irakí en los años 20 arrasando las aldeas recalcitrantes.

Los generales estadounidenses sin duda entregarán Faluya a Bush y a Blair después de bombardear sus barrios con artillería y misiles. Pero están condenados a no poder entregarles ni a los habitantes de Faluya ni al pueblo de Irak. Quizás no son conscientes de que los faluyanos desafiaron el dominio de Sadam durante sus últimos años en el poder. Faluya, conocida como la ciudad de las mil mezquitas, provocó la cólera de Sadam en 1998 cuando sus imanes se negaron a saludar al tirano en sus sermones de los viernes. Muchos de ellos fueron encarcelados y la ciudad fue castigada.

Pero los generales sí saben cómo comenzó la resistencia en Faluya. El 28 de abril del 2003 soldados estadounidenses abrieron fuego contra familiares y niños que se manifestaron el primer día de clase en contra de la continuada ocupación militar, matando a 18 de ellos a sangre fría e hiriendo a cerca de 60. Hasta que se produjo la muerte de esos manifestantes no se había disparado ni un solo tiro contra los soldados estadounidenses ni en Faluya ni en ninguna ciudad al norte de Bagdad. Pero, sin ningún remordimiento, la hasta entonces ignota ciudad de Faluya se transformó en un centro de rebelión de renombre internacional en donde gentes pobres y precariamente armadas plantaron cara con coraje al ala militar del nuevo imperio.

El modo como los 300.000 habitantes de Faluya reaccionaron ante la masacre del 28 de abril los ha convertido en objetivo prioritario de salvajes bombardeos y de conquista. Durante el mes de agosto Nayaf fue bombardeada hasta que se acordó el alto el fuego. Samarra fue conquistada en septiembre. Bombardearon Sadr City, en Bagdad, y mediante negociaciones se obtuvo su silenciamiento temporal hasta octubre. Ahora [los invasores] quieren aplastar el símbolo que constituye Faluya con la intención de enseñar al resto de Irak una sangrienta lección. Otra victoria pírrica que se añadirá probablemente a una larga lista.

Blair volvió a engañar al parlamento esta semana tildando a los resistentes de Faluya como terroristas tipo Zarkawi ansiosos por destruir toda esperanza de democracia. Fueron él y Bush quienes el año pasado rechazaron las peticiones de quienes rechazaban la ocupación y reclamaban la celebración de elecciones justas y libres, incluyendo entre los demandantes al Ayatola Sistani, a Moqtada al-Sadr, a la resistencia y al Congreso Nacional Irakí, de amplia base social. Bush y Blair sienten auténtico pavor ante la posibilidad de que los irakíes respalden con sus votos a líderes opuestos a la ocupación. No están dispuestos a aceptar nada que no sea la legitimación, a través de una farsa electoral supervisada por las autoridades de ocupación, de un régimen marioneta similar al encabezado por Allawi.

Se calcula que más de 100.000 irakíes han muerto desde el comienzo de la invasión dirigida por los USA; la infraestructuras del país ha quedado prácticamente aniquiladas; la población está expuesta a los peligros de las bombas de uranio empobrecido disparadas por estadounidenses y británicos; los hospitales han quedado reducidos a la impotencia en un contexto en el que el número de heridos y enfermos crece sin cesar; el centro de Nayaf y barriadas enteras de varias ciudades han quedado arrasados. ¿Cuánto más debe soportar el pueblo irakí para que Bush y Blair tengan sus «democráticamente elegidas» marionetas instaladas en Bagdad?

Estos son crímenes de proporciones sadamitas y todo indica que veremos muchos más en el futuro. Las últimas declaraciones de Bush y las manifestaciones de Blair respecto a una «segunda guerra» han dejado claro que los gobiernos de ocupación están dispuestos a matar (como «daño colateral», por supuesto) a más irakíes todavía con tal de implantar un orden proestadounidense. Sin un ápice de violencia, Bush, Blair y el régimen colaboracionista de Allawi declaran sin rubor que sólo están persiguiendo al secuestrador jordano Zarkawi y a otros «terroristas extranjeros». El pueblo de Faluya, sus líderes, negociadores y combatientes de la resistencia siempre han denunciado a Zarkawi, alegando que ese tipo de bandas han sido potenciadas deliberadamente para debilitar la resistencia.

Las fuerzas de ocupación han vuelto a su táctica inicial consistente en atacar ciudades al norte de Bagdad mientras establecen treguas en algunos distritos de Bagdad y en algunas ciudades sureñas. Se conoce que consideran esto como una eficaz aplicación de la vieja táctica del divide y vencerás, pero es muy probable que al final resulte tan inútil como el resto de los planes que han concebido para el Irak posterior a la invasión. En realidad, nos encontramos ante una batalla postergada. La historia de Irak, confirmada por los acontecimientos acaecidos desde la invasión dirigida por los USA, demuestra que la unidad del pueblo irakí es más fuerte que cualquier discrepancia por motivos religiosos, sectarios, étnicos o nacionales. Eso quedó demostrado el pasado domingo cuando un alto oficial kurdo integrado en el minúsculo contingente irakí bajo mando estadounidense que participaba en el asedio de Faluya desertó apenas media hora después de que se le mostraran los planes de ocupación de la ciudad.

Al los gobiernos estadounidense y británico no les vendría nada mal meditar sobre el antiguo proverbio chino que dice: «Levantan una piedra para dejarla caer sobre su propio pie». Puede que hayan ocupado Irak y puede que hayan conseguido alzar con éxito algunas de sus pesadas piedras. Pero las piedras están condenadas a desplomarse sobre sus pies.

Sami Ramadani fue refugiado político durante el régimen de Sadam Hussein y en al actualidad imparte clases en la Universidad Metropolitana de Londres.

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