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Crónica desde Bagdad

El día después

Fuentes: Gara

El primer estruendo que hace vibrar los vidrios sacudió a la ciudad el día después. Como todas las mañanas, exceptuando las previas al referéndum, el despertador de los bagdadíes es el primer carro bomba o mortero que estalla a partir de las 7 de la mañana. Mientras se realizaba el recuento de votos, ­a cargo […]

El primer estruendo que hace vibrar los vidrios sacudió a la ciudad el día después. Como todas las mañanas, exceptuando las previas al referéndum, el despertador de los bagdadíes es el primer carro bomba o mortero que estalla a partir de las 7 de la mañana.

Mientras se realizaba el recuento de votos, ­a cargo de unos 250 empleados electorales­ dos proyectiles de mortero impactaron en la denominada Zona Verde o Green Zone, la sede convertida en fortaleza del Parlamento iraquí y la embajada estadounidense. Precisamente en este lugar, casi un tercio de los votantes en un puesto electoral utilizado por funcionarios del Gobierno, dijeron «no» a la Constitución iraquí

170.000 observadores electorales ­la mayoría designados por los partidos políticos y las entidades locales y 666 por ONG extranjeras­ y 1.200 empleados de la Comisión Electoral Central son los responsables de un recuento del que no se esperan resultados hasta dentro de tres días.

Mientras, las calles de la capital se encuentran semidesérticas por la jornada festiva que se extendió hasta el domingo, los chiítas siguen festejando desde el sábado a la noche y lo seguirán haciendo toda la semana. El posible triunfo en el referéndum y el inicio del primer juicio a Saddam Hussein el próximo miércoles alienta su exaltación.

«Nuestra Constitución se ha adoptado, muerte a los baasistas», festejan. «Somos seguidores de Ali y este es nuestro día», entonan a viva voz con los retratos del gran ayatolah Alí Al Sistani y del asesinado clérigo Al Hakim en alto.

En las inundadas y ruinosas calles de Al Sader City ­el bastión chiíta en esta capital con dos millones de habitantes­, los partidarios del joven clérigo líder de las milicias de Al Mehdi, Moqtada Al Sadr, vitoreaban levantando sus kalashnikov.

Al Sadr, crítico sobre el texto constitucional por su hostilidad al federalismo, dio la libertad de votar a sus seguidores pidiéndoles que siguieran la opinión de sus jefes religiosos. A falta de postura clara, obedecieron sin pensarlo a Alí Al Sistani, el hombre que maneja los hilos de la alta política detrás de su atalaya religiosa.

Con los chiítas representando el 60% de los 26 millones de habitantes, están seguros de que su triunfo les dará poderes por primera vez después de haber sido reprimidos por los otomanos, los británicos, los reyes y Saddam Hussein durante una sublevación en 1991 y ser marginados durante su régimen.

Mientras los seguidores del Imán Alí, ­el yerno del profeta Mahoma­, festejan, los sunitas siguen sosteniendo que la aprobación de la Constitución es inválida sumergida en medio del actual conflicto

A primeras horas del «día después», los sunitas esperan silenciosamente el resultado de la votación en el centro del país, donde el número de votantes en esas zonas fue mayor del esperado, ya que habrían decidido concurrir a votar para rechazar el texto en lugar de abstenerse como se preveía.

En la zona de Tikrit, región natal de Saddam Hussein, cerca del 70% de los censados concurrió a las urnas aunque la cantidad no sería suficiente para impedir que el texto se apruebe.

A la espera del resultado final, junto con los votos se contabilizan cuatro personas muertas, casi un centenar de heridos y 10 agentes electorales secuestrados a pesar que oficialmente el ministro del Interior, Bayan Yaber, expresó que la jornada transcurrió sin incidentes, mostrando una falsa pasividad.

En ese contexto, la preocupación se cierne a que esta consulta no podría conducir a la paz y sí a una guerra civil que dispararía las tensiones en el Golfo Pérsico. Es de esperar que los grandes inconvenientes estén relacionados también con que un triunfo del «sí», los chiítas obtendrán más poder y esto acercaría a Irak y Teherán, alentando la extremista teocracia de Irán. Las relaciones de este país mayoritariamente chiíta con su vecino del este van a estrecharse, avivando temores de la diseminación de su poder, ­al estilo iraní­, en una región dominada por los sunitas. –