A dos días de la conferencia en Bagdad, Irán espera que el diálogo ayude a terminar con la presencia militar norteamericana en Irak. Sin embargo, los halcones se preparan para aumentar el número de tropas apuntando sus cañones hacia Teherán. Este sábado, se reunirán en Irak varios representantes de los países de la región de […]
A dos días de la conferencia en Bagdad, Irán espera que el diálogo ayude a terminar con la presencia militar norteamericana en Irak. Sin embargo, los halcones se preparan para aumentar el número de tropas apuntando sus cañones hacia Teherán. Este sábado, se reunirán en Irak varios representantes de los países de la región de Medio Oriente, entre ellos, Siria, Irán y Egipto, más los Estados con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia), por invitación del gobierno iraquí, anfitrión del encuentro. La iniciativa despertó diversas expectativas porque será el primer acercamiento público entre Estados Unidos e Irán desde hace más de 27 años, y hasta se habló de un giro en la política exterior norteamericana para salir del pantano de la guerra civil iraquí por la vía diplomática.
Al confirmar ayer la participación de Irán en la cumbre -con una delegación presidida por el viceministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araghchi-, el canciller Manuchehr Mottaki aseguró que su país espera que «la conferencia adelante el final de la presencia de las fuerzas extranjeras», como punto esencial para reestablecer la seguridad en Irak.
Las pruebas más evidentes de los efectos de la guerra civil, desatada como consecuencia de la invasión y ocupación del gobierno de George W. Bush, resurgieron durante los últimos días con nuevas jornadas de violencia. El martes, diversos atentados dejaron un saldo de alrededor de 150 muertos y casi 200 heridos, en su mayoría peregrinos chiítas que se dirigía a la ciudad de Kerbala para una celebración religiosa. Ayer otro ataque causó otros 30 muertos y una veintena de heridos en un café de la ciudad de Mandeli, cerca de la frontera con Irán.
A esta altura, con la enorme cantidad de víctimas civiles y militares desde el comienzo de la guerra, en marzo de 2003, la necesidad de un diálogo se hace indispensable.
Sin embargo, Washington irá a la reunión del sábado sin voluntad política para encaminar una posible solución por la vía diplomática, porque es muy poco lo que el gobierno de George W. Bush está dispuesto a ceder en Irak.
Así lo demuestra el informe del vicesecretario de Defensa, Gordon England, ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos, que prevé una cifra significativamente superior a los 21.500 soldados previstos por Bush hace poco menos de dos meses, en el marco de un plan de seguridad elaborado por los halcones del Pentágono. Según reconoció England este martes, el incremento podría ser de entre 4 mil y 7 mil efectivos para rondar, en total, un número de 30 mil hombres.
Los principales objetivos de este nuevo contingente de tropas, que se sumará a los 140 mil marines que ya se encuentran en el Golfo Pérsico, serán resguardar los intereses petroleros que se conquistaron con la ocupación norteamericana, controlando la guerra civil que aún no se reconoce desde la Casa Blanca, y preparar el terreno para un eventual ataque contra Irán, otra de las grandes reservas hidrocarburíferas del mundo.
El proyecto de ley que redactaron las transnacionales, principalmente de origen norteamericano, para regular el saqueo del petróleo iraquí prueba, además, que Estados Unidos dependerá de la presencia de sus tropas para asegurarse el botín hidrocarburífero mediante la privatización de la Compañía Nacional del Petróleo de Irak, cuestión que profundizará, sin duda, e conflicto interno entre chiítas (que controlan los espacios de poder al servicio de la potencia ocupante) y sunitas (que se ubicaron del lado insurgente tras el derrocamiento de Saddam Hussein).
Una parte de este proyecto, que se viene manejando de manera reservada entre el gobierno chiíta de Jalal Talabani, la embajada de Washington en Bagdad y las transnacionales petroleras, fue revelado recientemente por el periodista iraquí, Raed Jarrar, y algunos de sus párrafos ya circulan por Internet. Jarrar explicó, según apunta la agencia IAR Noticias, que el nuevo marco legal que se pretende imponer en Irak obligará a cumplir contratos a largo plazo que pueden durar hasta 35 años para dejar en manos de las corporaciones estadounidenses todo el proceso de extracción, comercialización y elaboración de la industria nacional del petróleo.