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La jugada imposibilita el aplastamiento de Nayaf

El difícil juego de Al-Sader

Fuentes: Rebelión

La noticia ha saltado de inmediato a todos los medios de prensa. Se anuncia que el dirigente de la comunidad chiíta iraquí, el clérigo Al-Sader, ha aceptado el últimátum de «Bagdad» y acepta participar en la Conferencia Nacional Iraquí.También se nos ha dicho que esta noticia «ha hecho subir las bolsas mundiales». Se impone por […]

La noticia ha saltado de inmediato a todos los medios de prensa. Se anuncia que el dirigente de la comunidad chiíta iraquí, el clérigo Al-Sader, ha aceptado el últimátum de «Bagdad» y acepta participar en la Conferencia Nacional Iraquí.

También se nos ha dicho que esta noticia «ha hecho subir las bolsas mundiales». Se impone por tanto un análisis de ugencia.

Lo primero que podemos preguntarnos tras leer la noticia es si ésta es verdadera o falsa o en todo caso en qué propoción. Una cuestión es que ante el atolladero creado con la sublevación en Nayaf, un dirigente responsable y con sentido común haya movido pieza y salvado a cientos o miles de sus milicianos y de los civiles no combatientes, amenazados y muertos en gran número cada día, y haya optado por aceptar el ofrecimiento que le han hecho. Otra muy distinta es que Al-Sader, verdadero emblema de la resistencia de la comunidad chiíta haya optado por rendirse o venderse a los colaboracionistas con la ocupación. Muy distintas.

La resistencia iraquí organizada, la que lucha día a día y causa bajas a las tropas de ocupación no está compuesta por el llamado «ejército del Mahdi» (nombre éste que nos evoca a los autoproclamados «elegidos por Díos» llamados a dirigir al pueblo creyente a algún tipo de meta, como fue el caso del «Mahdí» de Sudán en el XIX y su guerra para expulsar a los británicos. Aunque esa es, diría Kypling, otra historia). Las milicias de negro que defienden la mezquita de Nayaf son un improvisado ejército miliciano, con gran voluntad, escasa o heterogenea preparación y un armamento ligero con pocos recursos. Los milicianos son simplemente ciudadanos de Nayaf o de la región que se han unido a la causa llevados por su fervor religioso, su sentido de comunidad o en todo caso frente a la agresión extranjera.

La milicia del «Mahdi» no es ningún problema militar para el Ejército ocupante. Me remito al parte de bajas. Durante las dos revueltas en Nayaf, solamente en los primeros días de la primera, hace un par de meses, los soldados de las fuerzas de ocupación tuvieron bajas significativas. La causa está clara, el intento de secuestrar a Al-Sader causó la sublevación inmediata de la milicia y entonces, casa por casa, en Nayaf los ciudadanos pasaron a ser milicianos y durante unos días las tropas de infanteria norteamericanas vivieron su particular infierno. Con una distancia de combate del orden de escasos metros y casa por casa, calle por calle, los milicianos tuvieron algunas opciones aquel primer día y causaron numerosos muertos y heridos a las tropas de ocupación. La táctica seguida por los ocupantes fue entonces romper el contacto físico, cercar la ciudad, hostigar desde el aire, bombardear a discreción cualquier casa o manzana de casas donde hubiera disparos, pero sobre todo,
desde su cerco, asesinar impunemente con sus francotiradores (tiradores de elite es como les gusta denominarse) en las calles de la ciudad. Romper contacto físico, salir del alcance de las armas ligeras, aprovechar el desnivel tecnológico y someter a la ciudad al hostigamiento continuo del terror, con incursiones nocturnas en blindados con sistemas infrarrojos para secuestrar a los miembros de la resistencia en sus casas y otras acciones,

Pero la Batalla de Nayaff no es mas que un acto de una obra (un drama) más amplia. Si los norteamericanos sospechan que esto es un problema tecnológico y militar, una cuestión técnica de quien mata más y, sobre todo, mejor, se equivocan. Y para su desgracia Al-Sader está demostrando que lo sabe muy bien. Al-Sader está librando una batalla política, no una batalla militar; sabe que sus esforzados milicianos están dispuestos a morir si es preciso, pero es consciente (lo está demostrando) de que eso es lo que ocurrirá si la única solución fuera la militar. Al-Sader se vio obligado a promover la segunda revuelta a causa de la transmisión ficticia de poderes al gobierno títere y ante la maniobra de la Asamblea nacional Iraquí, escogida «digitalmente» por los colaboracionistas. La destrucción final por la fuerzas de las armas de la sublevación chiíta, con Nayaf como símbolo, no era posible sin destruir la ya casi nula credibilidad del gobierno títere; lo hubieran hecho durante la g
uerra, o en los primeros días de la ocupación sin dudarlo, pero ¿en los días de la transmisión de «poderes» al gobierno escogido por los norteamericano? No era viable, ha habido una espantosa masacre estos meses, un gran sufrimiento para el pueblo iraquí, para sus familias, las mujeres, los niños, los ancianos, miles han muerto, decenas de miles heridos, Nayaf y otras ciudades con sus hospitales destruidos, sus infraestructuras rotas, pero no, no ha habido genocidio. Todavía no.

Con el empate técnico que suponía que la rebelión chiíta se mantuviera pese al acoso y el cerco y con un dirigente de talla como Al-Sader, cuyo prestigio ha subido logrando desplazar a otros clérigos menos claros en sus posciones (por ser pro-norteamericanos o pro-iranies), se llegó a los días efectivamente del nuevo «gobierno» y de la «asamblea nacional». La tensión subió, la revuelta volvió a las calles de nuevo y de inmediato -aprender en carne propia es la mejor pedagogía- los norteamericanos establecieron un comportamiento táctico sobre el terreno que les limitara las bajas. En esta segunda rebelión la mayoría de los muertos entre los ocupantes no se han producido en Nayaf, sino en todo el país, en lugares tan alejados como la frontera siria (en una acción nocturna contra fuerzas guerrilleras), en Kirkuk, al norte, con fuego de morteros, ante los muy efectivos explosivos por control remoto que los artificieros del antiguo ejército iraquí diseñaron para hacer frente a un
a ocupación tan brutalmente asimétrica y que han convertido los bordillos de las aceras y los arcenes de las carreteras en una trinchera sangrienta para sus enemigos. Apenas ha habido bajas en Nayaf entre los agresores: Miles de soldados se aprestaban para aniquilar con una potencia de fuego del siglo XXI a los milicianos del Mahdi. Pero Al-Sader sabe perfectamente que esta guerra se perderá o se ganará no solamente con las armas y por ello ha hecho todo lo posible por salvar las vidas de sus hombres, caídos ante el fuego de helicópteros blindados, tanques, transportes con localizadores de alta tecnología, tiradores de elite y un sin fin de maquinas de muerte.

En esta tesitura parecía que un nuevo drama tendría lugar. Al-Sader, llamado «clérigo radical» cuando el gobierno y el Congreso estadounidense tiene también «clérigos radicales» en puestos significativos, no ha caído en la trampa. Recibió hace unas semanas a una delegación ecumémica iraquí, de cristianos católicos y de sunitas, hace dos días a una delegación de jeques (jefes de tribu) sunitas y el mensaje que ha dado es claro: Iraq, Iraq, Iraq, y respeto, respeto, respeto a la confesión que él y los suyos profesan. Al-Sader hizo saber que no cedería a la ocupación y que estaba dispuesto a morir antes rendirse. Ahora nos dicen que ha cedido. El titular del diario El País del 19 de Agosto parecía indicar que Al-Sader se ha vendido, que ha cedido a participar en la Asamblea Iraquí.

¿Qué ha ocurrido? Pues nada, que Al-Sader ha jugado ficha. La torre, el caballo y el alfil norteamericano se aprestaban a comer al alfil de reina enemigo, pero el jugador iraquí ha movido un peón, un simple peón y las posibilidades de acabar rápido se han acabado. Al aceptar participar en la Asamblea (caso de ser cierto) habrá eludido la destrucción de sus milicias, ha ganado tiempo, pero sobre todo, le ha creado un grave problema político a los colaboracionistas. ¿Quien va a desarmar a las milicias? ¿Quien va controlar ahora a Al-Sader? saliendo a la luz impide su propia destrucción por un motivo ¡por que la resistencia es socialmente mayoritaria! Y Al-Sader representa a la opición islámica chiíta de la resistencia. ¿Se ha vendido Al-Sader? Nos permitimos dudarlo.

Lo que sí puede pasar es que en este juego las cosas no vayan a mejor y que Al-Sader no logre sus objetivos para su proyecto de Iraq, sea este cual sea. O que el juego libre de Al-Sader -lo peor sin duda- suponga oxígeno para el gobierno colaboracionista y la lucha de la resistencia patriotica, nacional, también laica y ecuménica (chiitas, sunnitas, católicos) se vea entorpecida. Porque no olvidemos que por debajo de estos movimientos las resistencia iraquí está organizada y vertebrada por fuerzas que no son las de Al-Sader y que tienen un componente integrador, nacional y patriótico muy fuerte. Existen también otros actores en el difícil ajedrez iraquí, entre ellos el así llamado «terrorismo internacional de Al-Quaeda»: se caracteriza esta fuerza, llamémosla así, por fomentar los atentados masivos, la irracionalidad y el odio entre comunidades dentro de Iraq. Un Iraq dividido es el mejor Iraq para el ocupante norteamericano; el juego de Al-Quaeda en Iraq es asesinar iraqui
es, chiitas, sunitas, cristianos. El juego de la resistencia no es ese, sino liberar su país, incluso un clérigo como Al-Sader es más avanzado en muchos asuntos públicos que el horror del integrismo wahabita saudí donde nació Al-Quaeda y que tan aliado es de los Estados Unidos. Las dudas sobre qué es, cóm actúa y a quien sirve AlQuaeda no se resuelven en Iraq. La pregunta sobre cómo nacio ya es conocida de todos.

Comprendemos que los medios de comunicación hablen de Iraq como si todo fuera un problema entre los prooccidentales ayudados por los norteamericanos y los «clérigos radicales» como Al-Sader. Lo comprendemos, pero sabemos, y hemos de decirlo, no es cierto.

Hoy por hoy es tarea de todas las fuerzas democráticas y populares del mundo apoyar en la medida de lo posible a la Resistencia Nacional Iraquí. Nos parece vergonzoso el silencio complice de los diputados de Izquierda Unida en el Parlamento Español al no exigir de inmediato al gobierno del Partido Socialista el no reconocimiento del gobierno títere y ofrecer su mediación como parlamentarios. Es preciso dar cobertura política a las fuerzas en Iraq partidarias de la paz y de una solución que respete la soberanía nacional de Iraq y su dignidad como pueblo. Y Al-Sader no es mas que un actor destacado de ese drama, pero no es el único.

El juego sigue adelante y ya veremos donde nos lleva.