Son cerca de 100.000 (el cuádruple de lo que hasta ahora se había estimado) los contratistas del gobierno de EEUU que operan en Irak, a los que se agrega un número indeterminado de subcontratados: un total que se acerca al de la fuerza militar estadounidense en su conjunto en Irak. Este es el resultado de […]
Son cerca de 100.000 (el cuádruple de lo que hasta ahora se había estimado) los contratistas del gobierno de EEUU que operan en Irak, a los que se agrega un número indeterminado de subcontratados: un total que se acerca al de la fuerza militar estadounidense en su conjunto en Irak. Este es el resultado de un censo efectuado por el Comando central de EEUU, a pedido de las agencias gubernamentales que suministran los fondos (The Washington Post, 5 de diciembre). Los contratistas desempeñan toda una serie de tareas antes reservadas a los soldados: no sólo construcciones de bases militares y provisión de servicios logísticos al ejército, sino también «suministro de seguridad» e «interrogatorio de prisioneros». En países como Irak y Afganistán no sólo adiestran a las fuerzas armadas locales sino también, aunque no se diga, participan en acciones de combate. Los contratistas, estadounidenses y de otras nacionalidades, son reclutados por compañías «proveedoras de seguridad», cuyas casas matrices se hallan sobre todo en EEUU y Gran Bretaña. Muchos provienen de fuerzas especiales y servicios secretos, a los que dejan para ganar más: un comando de una compañía privada puede ganar más de 300.000 euros al año, cinco veces lo que gana un comando del Sas británico.
Otra importante compañía militar privada es la DynCorp International, que se autodefine como una «empresa global multiforme». Nadie lo duda. Con un personal de decenas de miles de especialistas, la DynCorp opera sobre todo en Medio Oriente, en los Balcanes y en América Latina, por cuenta del Pentágono, de la CIA, del FBI y del Departamento de Estado. En Omán, Bahrein y Qatar, por ejemplo, se ocupa de la «reserva bélica preposicionada» de la aeronáutica de los EEUU. También está especializada en tecnologías de la información, tanto que el Pentágono, la CIA y el FBI le han confiado la gestión de sus archivos informáticos.
La importancia de la empresa ha crecido desde cuando, en el 2003, fue adquirida por la californiana Computer Sciences Corporation, especializada en tecnologías de la información, muy bien posicionada frente al Pentágono. Así, la DynCorp desempeña su misión, que consiste en ayudar «al gobierno de EEUU a instaurar la estabilidad social a través de un estilo democrático de gobierno». Una foto emblemática, difundida el pasado agosto, muestra al líder afgano Hamid Karzai pronunciando el discurso del «día de la independencia afgana», circundado por guardaespaldas de la DynCorp, elegantes y armados con poderosas ametralladoras.
Pero hay otro sector, no muy reclamado, en el que la DynCorp sobresale: el de las operaciones secretas confiadas por la CIA y por otras agencias federales. En Colombia, Bolivia y Perú participa de las operaciones militares dirigidas formalmente contra los traficantes de droga. Un campo en el que esta sociedad anónima de la guerra ha acumulado una rica experiencia, desde cuando en los años 80 ayudó por encargo de la CIA a Oliver North a suministrar armas a los contras. En los años 90, siempre para la CIA, adiestró y armó al UCK en Kosovo.
Por supuesto que hoy la DynCorp, como la Blackwater y las otras, también llevan a cabo en Irak y Afganistán operaciones secretas. La guerra es, en efecto, desarrollada sobre dos planos: uno a la luz del día, con bombardeos y rastrillajes efectuados por las fuerzas estadounidenses y aliadas; otro secreto, con operaciones llevadas a cabo no sólo por las fuerzas especiales, también por el ejército de las sombras de los contratistas. Este último es sin duda usado en Irak desarrollar una «exit strategy» favorable a los intereses estadounidenses: la división del país en tres partes (chiíta, kurda y sunnita) o hasta en más partes todavía. Aun cuando la Casa Blanca oficialmente lo niegue, tal estrategia, ya efectuada en los Balcanes, es cada vez más vista por Washington como única alternativa para que los EEUU, mediante acuerdos con los jefes locales, puedan controlar el área y en particular sus recursos petrolíferos. El modo más eficaz para dividir Irak es alimentar el choque entre las facciones internas: cuando explota una bomba en un mercado, no está, por lo tanto, descartado que sea la mano de algún oscuro trabajador contratado.