Para cualquier observador político ha sido entretenido observar los últimos cinco meses la formación del gobierno iraquí, una comedia oscura o absurda. Desde que Nuri al-Maliki, el nuevo primer ministro iraquí, anunció hace un mes lleno de optimismo que en 24 horas iba a formar gobierno se ha visto sometido a tantas presiones y sumido […]
Para cualquier observador político ha sido entretenido observar los últimos cinco meses la formación del gobierno iraquí, una comedia oscura o absurda. Desde que Nuri al-Maliki, el nuevo primer ministro iraquí, anunció hace un mes lleno de optimismo que en 24 horas iba a formar gobierno se ha visto sometido a tantas presiones y sumido en tantos problemas entre los partidos políticos y los grupos parlamentarios que ganaron las elecciones el 15 de diciembre de 2005 que un mes después ¡seguía sin haber fumata blanca en la chimenea del Parlamento! Al-Maliki ha tenido que tragarse sus precipitadas palabras y trabajar 16 horas al día negociando las aspiraciones políticas de los distintos grupos. Finalmente, el elefantiásico proceso político parió una rata tullida, y con cesárea.
Al-Maliki tuvo que presentar un gobierno sin ministros del Interior y de Defensa, y sin Consejero de Seguridad Nacional -y sin un programa político, que había prometido presentar en un mes. Esta táctica de saltar hacia adelante posponiendo los problemas principales hasta algún momento futuro se ha convertido en un procedimiento rutinario de las autoridades iraquíes desde 2003, a fin de esquivar los problemas reales a los que se enfrenta el proceso político, como si éste fuera un fin en sí mismo.
Tutela estadounidense
Con todo, habría que decir en justicia que no toda la culpa es de al-Maliki: tenía que satisfacer las aspiraciones de todos y a varios niveles. Por encima de todo, están las de los estadounidenses, las de la coalición chií [Alianza Unida Iraquí] a la que él mismo pertenece, las de los distintos grupos parlamentarios, las de los partidos políticos dentro de esos grupos y, finalmente, la de los personajes dentro de esos grupos. Cada uno de ellos tiene su propia agenda y quiere un ministerio o un puesto elevado. Como el número de ministerios es limitado, tuvo que crear nuevos ministerios, o subministerios; [tuvo que crear] aquí y allá un consejo, una junta, un organismo o una cartera de Estado. Tenemos 37 ministerios, aparte de los consejos y organismosetc. El pastel no puede satisfacer a todas las bocas que se abren, y el gobierno ha acabado siendo acusado de ser abiertamente sectario, en vez del gobierno de unidad nacional prometido.
En su discurso de toma de posesión, al-Maliki agradeció el apoyo a los «grandes referentes religiosos» (chiíes) -como las llamó él mismo-, especialmente al ayatolá as-Sistani. Prometió derrotar al terrorismo y la violencia («como derrotamos la tiranía», afirmó). No mencionó nada acerca de los cientos de miles de soldados de la ocupación, de las milicias armadas, de la resistencia o de las 14 bases militares permanentes estadounidenses en Iraq [1]. De hecho, prometió trabajar en cooperación con las tropas de la «Coalición [Multinacional]» hasta que fuera cabalmente conveniente para ellos «volver a sus países» (no dijo salir de Iraq). En relación a esto es importante recordar que el mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para las fuerzas de ocupación en Iraq acabó a finales de 2005. Aparte de la invitación del ex primer ministro al-Yaafari [2], no tienen ninguna cobertura legal para permanecer. Este fiasco les resulta muy útil para decir que permanecen mientras los iraquíes no estén preparados para dirigir su país, que se encuentra efectivamente a las puertas de la guerra civil. Al nuevo gobierno iraquí le entusiasma la tutela estadounidense
Desconfianza generalizada
La cuestión sigue siendo cómo semejante gobierno, con la desconfianza mutua de sus miembros, sus agendas ocultas y sus atrincheramientos sectarios y étnicos, va a abordar las descomunales complicaciones de la situación iraquí. Ninguno de ellos confía en los demás como para permitirles controlar las fuerzas de seguridad. La Alianza Unida Iraquí chií acusó a las demás listas de pretender robar sus derechos electorales y de tratar de cambiar los cargos. Por su parte, algunos [parlamentarios] sunníes acusaron a los chiíes de estar trabajando en su agenda de dividir Iraq por medio del control de las carteras relevantes, y abandonaron la sesión [del Parlamento de presentación del nuevo gobierno] llenos de ira. El partido al-Fadila (miembro de la Alianza Unida Iraquí), que quería el ministerio de Petróleo, dejó las negociaciones de gobierno porque se le había dado ese cargo al científico nuclear iraquí Husein al-Shahristani, tachó todo el proceso de erróneo y egoísta, y se unió a la oposición dentro del Parlamento [3]. El Frente de Acuerdo Iraquí -sunní- afirmó que había sido traicionado. Objetaron que el ministro de Asuntos Exteriores tenía que ser un árabe, así que se creó una oficina para las relaciones árabo-iraquíes dentro del ministerio de Exteriores a fin de satisfacer su demanda, al tiempo que se creaba igualmente un ministerio de Diálogo Nacional. Por su parte, el Frente Iraqiya, del ex-primer ministro Alaui, observaba en silencio, descontento de que no se les dieran cinco ministerios.
Muy irónicamente, todos estos vehementes defensores de los cargos hablaban con un doble discurso: por un lado de abandonar y renunciar al enfoque sectario y étnico a la hora de distribuir los cargos, y de elegir los ministros según su «eficiencia técnica y política», y no su afiliación religiosa, étnica o personal; pero, por otro lado, ninguna de ellos aceptó o rechazó su parte o la de los demás basándose en diferencias políticas, un punto de vista ideológico o en agendas o programas electorales: todas sus objeciones se basaban en cuánto obtenían ellos o los demás.
Sin embargo, mucho más interesante y revelador es el hecho de que todos estos patriotas se peleaban por los tres ministerios principales: Petróleo, Defensa y (especialmente) Interior. Ninguno peleaba por el ministerio de Sanidad, de Educación, de Transportes o de Electricidad, por ejemplo, ministerios éstos que se encuentran en una situación completamente caótica y de los que los iraquíes tenemos una extrema necesidad, pero que a los candidatos no les parecen suficientemente importantes. Esto no quiere decir que los tres ministerios más deseados estén en mejores condiciones, al contrario, según los propios altos funcionarios del gobierno están devorados por la corrupción [4] y la mala administración, pero estos son puestos de dominio. La mayoría de los políticos iraquíes entiende ahora que aquellos que posean el ministerio de Interior, por ejemplo, poseerán Iraq y su futuro.
La pugna por el ministerio de Interior
El dirigente de la Alianza Unida Iraquí, al-Hakim, construyó su proyecto de región federal centro-sur sobre la falacia de que el Iraq chií se extiende desde Samarra (centro norte) hasta el puerto de Fao en el Golfo. Se supone que amplias zonas de Bagdad, las provincias de al-Anbar y Diyala forman parte del «Iraq chií». Esta teoría explica la brutal limpieza sectaria de los barrios del extrarradio de Bagdad en todas las direcciones geográficas. También ilumina enormemente el enigma de las explosiones de Samarra, que encendieron los disturbios sectarios. Para los chiíes es muy importante mantener ahora el ministerio de Interior para acabar, con la ayuda de los estadounidenses, el trabajo de «liberar las zonas chiítas de la ocupación sunní».
Todos los demás bloques electorales están en contra de que la Alianza Unida Iraquí mantenga el ministerio del Interior, basándose en los miles de asesinatos, detenciones y torturas relacionados con éste. Muy significativamente al-Zarqaui anunció por primera vez que va a defender a los sunníes -como si éstos le hubieran otorgado su representatividad- y que ¡en tres meses va a crear su Estado islámico! Por supuesto, el Kurdistán ya está separado de facto del resto de Iraq, hablando en términos prácticos. Y el sur está controlado por los siete principales partidos chiíes, que no dejan por ello de tener muchas disputas y enemistades entre ellos. La cuestión es cómo el nuevo gobierno aborda el peligro de desintegración, un asunto que al-Maliki no mencionó en su programa político.
Lo que hace que todo este fiasco parezca incluso peor, consiga o no al-Maliki que funcione su gobierno de compromiso, es que el gobierno iraquí, sea cual sea, no tiene autoridad alguna y menos control sobre nada: seguridad, recursos, corrupción, milicias armadas, Escuadrones de la muerte, las atrocidades de la ocupación, las amenazas militares turca e iraní, y la prometida revisión de la Constitución, por no mencionar nada acerca del colapso del país, en todos los sentidos del término. Mientras la ocupación permanezca aquí, el fracaso que de hecho ha demostrado el nuevo primer ministro, los enormes problemas que nada más el hecho de formar un gobierno ha ocasionado, y los conflictos de intereses y lealtades no iluminan ninguno de los rincones del oscuro túnel por el que está atravesando esta nación.
Notas de IraqSolidaridad y del autor:
1. Véase en IraqSolidaridad: Las bases militares de EEUU en Iraq. EEUU ha gastado 1.100 millones de dólares en instalaciones militares en Iraq 2. Véase en IraqSolidaridad: Noticias relacionadas con las tropas de ocupación en Iraq 3. Véase en IraqSolidaridad: Carlos Varea: Nuevo gobierno en Iraq: inestable reparto sectario – La lista del nuevo gobierno 4. El ex ministro de Petróleo, Ibrahim Bahrl Olom, ha afirmado que millones de barriles de petróleo iraquí, por valor de miles de millones de dólares, han pasado de contrabando por las mafias en Bagdad y el sur con el conocimiento y la ayuda de altos funcionarios iraquíes. La Oficina del Inspector General de Iraq publicó hace poco su último informe, en el que afirma lo mismo. Es de sobra conocido que el fuego ocasionado hace dos semanas en varios departamentos de archivos del ministerio del Petróleo fue provocado para eliminar las pruebas de ello. En su primera conferencia de prensa el nuevo ministro del Petróleo, Husein al-Shahristani, prometió que su prioridad iba a ser la lucha contra la corrupción. [N. del autor.]
Traducción del inglés para IraqSolidaridad de Beatriz Morales.