La comparecencia del general David Petraeus, máximo responsable de las fuerzas estadounidenses en Irak, ante el Congreso de EEUU abre una semana decisiva para la estrategia del presidente, George Bush, en el país que ocupan militarmente desde marzo de 2003. Además de Petraeus, que testificará en tres comisiones hoy y mañana, también comparecerá el embajador […]
La comparecencia del general David Petraeus, máximo responsable de las fuerzas estadounidenses en Irak, ante el Congreso de EEUU abre una semana decisiva para la estrategia del presidente, George Bush, en el país que ocupan militarmente desde marzo de 2003. Además de Petraeus, que testificará en tres comisiones hoy y mañana, también comparecerá el embajador de EEUU en Irak, Ryan Croker.
Los testimonios que prestarán los máximos representantes militar y político ante el Congreso abren una semana que se presenta clave para el desarrollo de los planes en Irak de George W. Bush, presionado por los demócratas para que dé inicio a una retirada de las tropas de ocupación.
El general David Petraeus, al mando de las tropas estadounidenses en Irak, comparecerá ante tres comisiones parlamentarias para exponer su relato sobre la situación en el país ocupado. En su comparecencia especial en Capitol Hill estará acompañado del embajador de EEUU en Bagdad, Ryan Crocker, quien testificará sobre el Ejecutivo iraquí.
El sábado Bush indicó que se dirigiría a los estadounidenses tras esas audiencias. La alocución se produciría en fechas cercanas al día 15, fecha en la que debe entregar al Congreso un esperado informe sobre la situación de Irak. Tom Lantos, presidente demócrata de la comisión de Asuntos Exteriores, definió ese documento como un texto político «redactado en Washington por los que ven Irak no como es, sino como les gustaría que fuera».
Más de cuatro años después del principio de la ocupación, -marzo de 2003-, y ocho meses después del anuncio del despliegue de nuevos efectivos militares, las visiones contradictorias enfrentadas son más evidentes.
En su alocución radiofónica del sábado, Bush se refirió a los «progresos» derivados del envío de otros 30.000 soldados este año y de los «notables» cambios experimentados en Anbar.
La víspera se difundió una carta del general Petraeus a las tropas en la que se indicaba que «la evolución global es alentadora en comparación con la situación existente a finales de 2006 y principios de 2007, cuando las violencias confesionales han alcanzado un pico», al tiempo que reconocía que «los progresos fueron desiguales».
Informaciones periodísticas avanzaban que Petraeus defenderá ante el Congreso que «la violencia confesional ha bajado del 75%», dato puesto en cuestión por el GAO, organismo estadounidense de control de la acción gubernamental.
En una entrevista con la cadena ABC, el militar sugirió que el informe que presentará ante el Congreso puede incluir una reducción de tropas a partir de marzo debido a «las presiones de personal que sufre el Ejército». Informaciones periodísticas señalan que Petraeus estaría dispuesto a aceptar la retirada de cerca de 4.000 soldados a principios de 2008, fundamentalmente para aliviar al Congreso. Otras fuentes, sin embargo, aseguran que aboga por mantener los refuerzos durante buena buena parte del año para no comprometer «los progresos».
Aumenta el descontento
Los demócratas, que hasta ahora no han conseguido imponer el calendario de retirada de tropas reclamada por sus bases, se proponen reactivar su ofensiva.
La situación en Irak es cada vez peor percibida por los estadounidenses y, según las últimas encuestas, el descontento alcanza ya al 60%.
EEUU tiene desplegados alrededor de 168.000 soldados en Irak, en una ocupación que ya ha costado la vida a 3.700 militares estadounidenses y ha costado a las arcas públicas cientos de miles de millones de dólares.
El Gobierno de Nuri al-Maliki instó a los países vecinos para que le ayuden a controlar mejor las fronteras del país en un momento en que Siria e Irán siguen siendo acusados por Estados Unidos de facilitar la infiltración de armas y combatientes.
En el acto de apertura de una conferencia en Bagdad con los países de la región y los representantes de la comunidad internacional, el primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, pidió «más esfuerzos» a sus vecinos. «Les pido trabajar seriamente y hacer más esfuerzos para buscar los medios de lograr nuestros objetivos», indicó.
El ministro iraquí de Asuntos Exteriores, Hoshyar Zebari, por su parte, explicó que «queremos controlar nuestras fronteras para prevenir las infiltraciones de terroristas».
La conferencia de Bagdad, que finalizó ayer, reunió a varias decenas de delegados llegados desde Irán, Siria, Jordania, Turquía y Arabia Saudí, entre otros países. En las 22 delegaciones participantes estaban representados los países del G8 y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Se trata de la segunda conferencia de esta clase, después de una primera celebrada en mayo en Egipto. Se produce después de la aplicación, hace seis meses, de una nueva estrategia estadounidense para «encauzar las violencias», con el envío de refuerzos y un nuevo plan de protección de la capital iraquí.
El encuentro tuvo lugar en la zona verde, sector ultraprotegido del centro de Bagdad, donde sientan las principales instituciones iraquíes y la embajada de los Estados Unidos. Pese a las medidas de seguridad, la zona verde fue objeto de ataques poco después de entrar en vigor el plan de seguridad.