El mundo ha recibido con asombro la noticia de la ejecución de Saddam Hussein el mismo día que los musulmanes tienen como fecha sagrada para el ejercicio de la clemencia. Es un disparate político, un acto ilegal, en un país que ha sido conducido a un conflicto interno en el que millones de ciudadanos se […]
El mundo ha recibido con asombro la noticia de la ejecución de Saddam Hussein el mismo día que los musulmanes tienen como fecha sagrada para el ejercicio de la clemencia. Es un disparate político, un acto ilegal, en un país que ha sido conducido a un conflicto interno en el que millones de ciudadanos se han exiliado o han perdido la vida. Un hecho que por diversas razones ha sido condenado de forma casi unánime por los países musulmanes y las naciones ricas y pobres. Cuba, donde no ha sido abolida todavía la pena de muerte a causa de la brutal guerra que nos ha impuesto Estados Unidos, se ve en el deber moral de exponer su punto de vista sobre el asesinato cometido por la potencia ocupante.
Es hora ya también de que dejen de morir o sufrir las secuelas de la guerra cientos de miles de jóvenes norteamericanos.
La Habana, 31 de diciembre de 2006