Traducido para Rebelión por Germán Leyens
El ejército de EE.UU., dicen los periódicos, ha conquistado Faluya. Pero hay que leer las noticias con cuidado. Parece que los militares de EE.UU. controlan (la mayor parte de) el área de Faluya y (lo que queda de) sus edificios, pero no a su gente. La gente, unas 300.000 personas, están afuera de la ciudad, esperando para volver a casa.
Así que el ejército de EE.UU. se encuentra frente a un dilema. El sentido de la operación en Faluya era posibilitar que se realicen elecciones en enero. Para realizar elecciones en Faluya, el ejército de EE.UU. tiene que permitir que los residentes de Faluya vuelvan a casa. Pero, ¿qué pasa si después de que vuelvan comienzan a combatir a la ocupación de EE.UU., como antes?
Según un artículo del 5 de diciembre de Ann Barnard en el Boston Globe, el ejército de EE.UU. ha preparado un plan para resolver este dilema. Van a «canalizar a los faluyanos a así llamados centros de procesamiento de ciudadanos en las afueras de la ciudad para compilar una base de datos de sus identidades mediante pruebas de DNA y escaneos de sus retinas». Luego le darán a cada persona una placa de identidad que tendrá que llevar encima permanentemente. Presumiblemente los que no lleven placas de identidad correrán peligro de ser considerados guerrilleros y matados.
El ejército también quiere organizar a todos los hombres de Faluya en «batallones de estilo militar» y obligarlos a trabajar, limpiando y reconstruyendo la ciudad destruida.
Parece que los militares de EE.UU. están todavía bajo la ilusión de que en Faluya hay dos tipos de personas: «terroristas» y «residentes ordinarios». Así que si se puede distinguir cuál es cuál y permitir sólo que los «residentes ordinarios», claramente marcados, vuelvan a la ciudad, se logrará la paz. Pero cuando los «residentes ordinarios» vuelvan a la ciudad, algunos seguramente reiniciarán las operaciones de guerrilla – especialmente después de que vean lo que queda de sus casas.
Para impedirlo, serán organizados en batallones de trabajo, probablemente con comandantes de EE.UU. o del ejército iraquí.
¿Así que a esto han llegado estos estadounidenses-portadores-de-democracia? ¿Dónde podemos encontrar un paralelo del tipo de organización social que están planificando? En la historia alemana: el campo de concentración. En la historia de EE.UU. los centros de traslado [a los que enviaron a los japoneses] durante la II Guerra Mundial. En la historia rusa, el gulag.
Pienso que este insano «plan Faluya» quedará registrado, o debería quedar registrado, en la historia como uno de esos momentos perfectos, cristalinos, en los que la dominación imperial muestra su auténtica naturaleza. Durante la Guerra de Vietnam tuvimos las palabras inmortales: «Tuvimos que destruir la aldea para salvarla». Lo resumió todo maravillosamente. El Plan Faluya expresa la misma contradicción. Para salvar la «libertad» de Faluya hubo que destruirla como ciudad y convertirla en una prisión.
¿Pero es posible transformar a toda una ciudad de gente enfurecida en una prisión? ¿Es posible «procesar» a 300.000 personas, y «procesar» quiere decir: transformarlos de ciudadanos en prisioneros en su propia ciudad, todo en un par de semanas para llegar a tiempo a la elección? Suena menos como un plan que como una fantasía demente elucubrada por un grupo de personas frustradas y que se van a pique. El ataque militar de EE.UU: contra Faluya tuvo éxito. Fue, se jactan los funcionarios del Pentágono, una gran victoria militar. El ejército de EE.UU. hizo todo lo que un ejército puede hacer. Mataron a los que podían matar, destruyeron los edificios que podían destruir, y controlaron la ciudad. Si la ciudad de Faluya son su tierra y sus edificios, entonces vencieron. Pero si la ciudad es su gente, no han vencido. Cuando dejen que vuelva la gente, volverá donde todo comenzó. Vencieron, pero han perdido. Es normal que comiencen a mostrar síntomas neuróticos.
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Douglas Lummis es un politólogo que vive en Okinawa y es autor de «Radical Democracy». El correo de Lummis es: [email protected]