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Entrevista al escritor Luis Benítez

«El humor es la trinchera anterior a la desesperación»

Fuentes: Tiempo Argentino

El prolífico Luis Benítez acaba de publicar «Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos», un libro de cuentos cuya característica distintiva es el humor sarcástico e irónico con el que desnuda las situaciones absurdas y disparatadas del mundo en que vivimos hoy.

Luis Benítez es un autor prolífico. Entre cuentos, ensayos y poesías lleva publicados 44 libros. El último es Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos. En cada uno de los ocho cuentos que lo integran saca a relucir su mirada satírica sobre el mundo, su particular capacidad para percibir el sin sentido. Gran maestro del disparate, urde tramas desopilantes y tan absurdas como la realidad misma. Y esa es una de sus virtudes como escritor porque hay que tener un pulso firme, una afilada capacidad de observación y un humor a toda prueba no ya para ganarle, sino para empatar con una realidad descabellada y demencial como la que estamos viviendo.

Como un café bien oscuro, Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos es un libro de un humor tan concentrado que, al igual que el café puede producir a la vez placer, acidez e insomnio, esa imposibilidad de dormir debido a la lucidez de entender que el mundo es un accidente disparatado.

Un trío de chicas universitarias pretende volver atrás en el tiempo aplastando al feminismo.

Un hombre al que están por desalojar del lugar en que vive por falta de pago y su mujer lo abandonó para irse con un equipo de rugby amateur recibe de pronto la noticia de que van a incorporarlo a la Academia de Letras, Oraciones Cortas y Largas, Paréntesis y Afines (ANLOCyLPA) y se sumerge en una situación descabellada.

Zombis que se adueñan del mundo luego de una pandemia.

Estos son solo algunos de los personajes que pueblan las páginas de Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos.

Benitez corrobora en clave de humor una memorable frase del tango de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo «La última curda»: «la vida es una herida absurda».

Luis Benítez y el humor

–Todos los cuentos de Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos tienen un enorme sentido del humor. Ese humor que está en todos los cuentos hace que éstos parezcan escritos con mucha cercanía temporal. ¿El humor es una característica de tu escritura o es un rasgo sólo de este libro?

–El humor aparece en otras de mis obras pero en espacios acotados. Esta es la primera vez que tomo como eje principal de un libro el humor en su faceta más sarcástica, más irónica. El humor es la trinchera anterior a la desesperación. He estado en circunstancias muy trágicas durante la pandemia.

Mi mujer y yo estuvimos recluidos en casa como todo el mundo, pero ella agonizaba muy lentamente víctima de una enfermedad autoinmune que terminó acabando con su maravillosa vida. Mi existencia fue un infierno durante tres años y yo me dije que algo tenía que hacer para no volverme loco. A mí escribir me salvó la vida en múltiples ocasiones, tanto material como psicológicamente. Me dio la clave una frase de la gran escritora uruguaya Cristina Peri Rossi.

–Es el acápite del libro y dice “El sentido del humor es el sexto sentido de la literatura”.

–Claro, está incluida en su discurso de aceptación del Premio Cervantes. Esa frase fue un disparador. Me entregué a la literatura con la mayor ferocidad. Surgían las ideas y las plasmaba en la escritura a toda velocidad. Escribí los ocho cuentos de Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos en poco más de un mes. Luego, muy generosamente, el sello Palabrava de Santa Fe editó el volumen y recibí de Patricia Severin y Viviana Rosenzwit, las editoras del sello editorial, muy valiosos aportes y sugerencias acerca del original, por lo que les estoy muy agradecido a las dos. Escribí este libro, prácticamente, en defensa propia por la situación que estaba viviendo.

–Imagino que no es fácil tener humor es una circunstancia tan difícil. Sin embargo, para vos fue salvador.

–Sí, el humor nos permite ver la realidad más cruda, como con una especie de filtro. Así nos ayuda a sobrellevarla. Claro que, como todas las cosas, el humor tiene sus límites. El humor puede burlarse de los victimarios, pero nunca de las víctimas. Los ocho cuentos del libro están referidos al disparate general del mundo en que vivimos.

Los hombres y mujeres de a pie estamos en manos de fuerzas tanto interiores como exteriores que rigen nuestros actos y nuestro modo de ver la realidad. Y vivimos una realidad en que las grandes decisiones, muchas de ellas absolutamente absurdas pero que modifican lo real y nuestras vidas para siempre, las toman quienes no siempre están en sus cabales. Los intereses creados, las fake news, las conveniencias políticas y la estupidez tienen la última palabra. 

–Se ha impuesto una lógica del sin sentido. Como en el inconsciente en el que cada cosa puede ser a la vez ella misma y su contraria. Entonces ya no tiene valor decir que algo es incongruente porque vale todo.

–Exactamente. Y para imponer esa lógica del sin sentido se apela a las emociones. Así el sin sentido puede prosperar a sus anchas. La idea es acabar con la capacidad de análisis crítico del individuo. Vivimos en un mundo absurdo y peligroso y de ahí sale el humor de mis cuentos.

–Creo que no es frecuente en la literatura argentina un libro de humor tan concentrado, excepto en los humoristas, como lo fue Fontanarrosa.

-Sí, un gran maestro, sin duda. Pero luego de la carcajada, la sonrisa o el rictus que puedan producir las narraciones de Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos, es posible que se produzca algún tipo de reflexión. Por lo menos es lo que espero que le suceda al lector, porque el absurdo y el disparate muestran muchas cosas de la realidad de hoy.  Me parece que no son cuentos sólo para reírse. 

–No, claro, entre otras cosas porque tratan temas que son muy candentes en este momento en nuestro país, como el antifeminismo. Además, te metés también con las mezquindades del mundillo literario pero que existen en todos los mundos. ¿El humor siempre nace del dolor?

–El humor es un tipo de ácido que tiene que actuar disolviendo la realidad en la que creemos estar firmemente parados. Todo está profusamente impregnado de mentiras, falacias, engaños, verdades a medias que los seres humanos propiciamos para caernos bien mutuamente como si la mentira fuera simpática. Lo que se trata de mostrar es que el sarcasmo, la ironía, el desenfado, lo políticamente incorrecto pueden servir, además de para divertirnos, para ir demoliendo los  usos y las costumbres que la consolidación de los hábitos sociales ha considerado como “normal” cuando, en general, es una anomalía completa.

–¿El formato cuento fue elegido o se te impuso en el momento de la escritura?

–Cuando uno tiene lo que antiguamente se llamaba “inspiración”, cosa en la que nunca creí porque la literatura es producto del trabajo, cuando aparecen ideas, uno puede detectar en base a cierta experiencia, en qué formato puede ser tratadas. Hay ideas que son para poesía, hay ideas que son para la narrativa y hay ideas que son para el ensayo, que son los tres géneros que yo practico.

En este caso se me impuso que la forma más adecuada era el cuento que es una forma literaria muy precisa, una especie de mecanismo de relojería. No tiene las facilidades que pude tener una novela donde caben la digresión y otros recursos. Cuando me puse a trabajar me di cuenta de que el género era el cuento y un tipo particular de cuento que pudiera resumir un popurrí de distintas situaciones ridículas en las que se ponga en evidencia la miserabilidad del mundo en que vivimos a través de historias ridículas que tratan temas serios como el antifeminismo que vos mencionaste y que está en el cuento «Para aplastar el feminismo», que es una parodia.

Se refiere a tres chicas universitarias que deciden militar para que la vida vuelva a ser como en los siglos XVII y XVIII. Militan por la desigualdad de género, por la opresión de la mujer, pero no tienen mucho éxito. Terminan siendo expulsadas de la universidad y deciden pasar a la clandestinidad.

–Lo escribiste a fines de 2022 o comienzos de 2023 cuando la situación era otra, pero hoy el antifeminismo, la desprotección, de la mujer es una política de Estado.

–Sí, en ese momento no pensaba que pudiera suceder algo como lo que está sucediendo en este momento.

–Fue un cuento premonitorio.

–Sí, lamentablemente sí (risas).

–¿Las ideas de los relatos preexistían en vos o se te impusieron en la escritura del mismo modo en que se te impuso la forma cuento?

–A veces lo que dispara una idea muy general, lo que yo llamo el monstruo del cuento, es algo que vi en televisión, algo que alguien me comentó, algo que leí. Luego de eso viene la elaboración, la idea comienza a conformarse más sólidamente, empieza a convertirse en palabras.

–El sarcasmo, la mirada irónica sobre la realidad, el afán de desnudar el absurdo son todas formas de la lucidez.  ¿Tiene un costo alto la lucidez?

–Sí. Un viejo proverbio árabe dice que el que enseña maldice porque una vez que uno comprende algo, ya le resulta imposible volver a atrás. Lo que se comprende se comprende para siempre.

Aunque se quiera volver atrás, es totalmente imposible.

–¿Siempre tuviste una mirada irónica sobre el mundo?

–Desde que empecé a comprender dónde estoy parado. Creo que es fundamental desarrollar un sentido crítico, porque la capacidad de comprender es, precisamente lo que nos hace humanos.  

Literatura y presencia del Estado: Programa Sur

–Vos tenés nada menos que 44 libros publicados, ¿no es así?

–Sí, 44 publicados en América y en Europa y aproximadamente la mitad de ellos traducidos a las lenguas locales. Eso fue gracias al Programa Sur de traducciones. En 2009, bajo otra gestión del país, la traducción de autores argentinos a otros idiomas a través de este programa fue declarada nada más y nada menos que cuestión de Estado. A partir de entonces el Estado, ayudó, contribuyó, subsidió la publicación de 1800 títulos de autoras y autores argentinos a más de 52 idiomas. Fue una gran contribución para difundir la literatura argentina en otros países. Lamentablemente, en la actualidad las cosas cambiaron y el presupuesto se redujo de tal forma que a través del Programa Sur, con suerte, se podrán subsidiar unos seis o siete libros por año, cuando antes se subsidiaban unas 150 traducciones. Una verdadera desgracia para la cultura. En mi caso particular, el Programa Sur tuvo un efecto sinérgico, porque a partir de comenzar a publicar en el exterior, me llegaron invitaciones para publicar en otros países como Francia, Estados Unidos, Rumania. Esas invitaciones eran para publicar sin el subsidio. Ese fue, realmente, un valor agregado del Programa Sur que hoy está desfinanciado.

Maestros a la distancia

–Todo escritor tiene necesariamente escritores que admira mucho, que han sido y siguen siendo maestros involuntarios a través de su escritura. ¿Cuáles han sido esos escritores en tu caso?

–Esa pregunta tiene una respuesta muy amplia. Son muchos los escritores que admiro y muchos de ellos ha influido en mi obra. Empezaría por Jorge Luis Borges, el inevitable Borges. También nombraría a Mark Twain, Julio Cortázar, Osvaldo Soriano, Herman Melville, Enrique Butti, gran escritor santafesino; Robert Louis Stevenson, Marguerite Yourcenar, Adolfo Bioy Casares, Gabriel García Márquez.Además, Saki, cuyo nombre verdadero era Hector Hugh Munro, que utilizaba el humor de una manera absolutamente corrosiva. Manuel Mujica Láinez  me hizo desear poder haber escrito Bomarzo.

Y la lista continúa: Alejo Carpentier, Carson McCullers… Todos ellos me enseñaron a escribir y yo les estoy muy agradecido. Cómo dijo Yourcenar, todo está escrito. Hay que buscar nuevas formas de escribirlo.

Fuente: https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/luis-benitez-humor-desesperacion/