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Cine - Cuba

El juego vital

Fuentes: IPS

Un niño agita sus manos sobre un aspersor de agua en medio de un sembradío y, segundos después, un grupo de jóvenes se divierten lanzándose de cabeza al río desde los bordes del aliviadero de una represa. Son juegos de vida.

 

Las imágenes forman parte de «Juegos del agua», un documental de nueve minutos de duración de Boris González, un joven cubano que aún estudia en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, ubicada a unos 34 kilómetros de La Habana.

«El juego del hombre alrededor del agua, pero un juego vital, un juego del que dependemos todos», afirma la sinopsis del corto, uno de los 75 materiales cinematográficos ambientalistas que se han podido ver este mes en los cines de la capital cubana.

La denominada Primera Muestra del Audiovisual «Por la Vida» convocó a la presentación de obras realizadas en el transcurso de los últimos cinco años, que estimularan la atención del público sobre la necesidad de preservar el medio ambiente.

«Juegos del agua» se llevó el premio único entregado el 3 de este mes durante el concurso que formó parte de la muestra. Aunque la convocatoria aceptaba cintas de 35 milímetros, todas las obras presentadas eran videos y 80 por ciento documentales.

A juzgar por los resultados de esta primera experiencia, podría afirmarse que «existe un fuerte movimiento a nivel nacional, una preocupación ambiental entre los cineastas», aseguró a IPS el crítico de cine y director del festival, Jorge Calderón.

En Cuba se realizan más de 40 eventos cinematográficos cada año, entre muestras de cine y competencias como el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, que este año realizará su 27 edición, y el Festival Internacional de Cine Pobre de Gibara.

Hasta ahora «ninguno de los 45 eventos cinematográficos que se realizan tenía como centro la temática ambientalista», recalcó Félix Bolaños, directivo del gubernamental Centro de Cine de La Habana.

La muestra confirmó la tendencia al abordaje de problemas ambientales no «sólo entre las productoras oficiales, sino también de los realizadores independientes», apuntó.

En esta ocasión los creadores privados no enviaron obras. Aunque la tecnología digital ha favorecido el movimiento cinematográfico independiente en Cuba, hacer cine por cuenta propia es una actividad onerosa en la isla.

Un joven cineasta independiente comentó a IPS que, ciertamente, la era digital ha democratizado este arte, pero «comprar las cámaras, las computadoras y los programas necesarios» implica «una suma de dólares impensable» en Cuba.

Además de la inversión necesaria en tecnología, «filmar en la naturaleza es muy costoso», opinó, por su parte, el ecologista Enrique Dalmau.

«Es más fácil mostrar la vegetación, la fauna, los ríos y los mares que hacer algo sobre los temas que yo llamo grises: la contaminación, los residuales o la gestión ambiental de una empresa», dijo a IPS.

Dalmau sostuvo que estos temas grises «son los más complejos, los menos tratados (en Cuba) y los más necesarios para la cultura ambiental que la población requiere».

A su juicio, los festivales cinematográficos ambientalistas deberían premiar tanto a los «documentales muy técnicos» para conocedores, como a los «filmes de arte que aunque con mensaje no tienen esa fuerza técnica detrás».

A su vez, el geógrafo Armando Domech comentó que «existe un vacío y una gran necesidad de incrementar la educación ambiental, no sólo en la población sino también en muchos directivos del país que, a veces, no están conscientes de ello».

En esta coyuntura, muestras como la realizada este mes, «con el lenguaje artístico de las imágenes bien empleadas, contribuyen a crear en el público una conciencia» ambiental, aseguró Calderón.

El inicio de la historia del cine ambientalista, según fuentes especializadas, puede situarse en 1922 con «Nanuk, el esquimal», una obra del realizador estadounidense Robert Flaherty que mostró la relación entre el ser humano y el entorno ártico.

A comienzos de este nuevo siglo, los festivales de cine ambiental proliferan en muchos países, como el de Valvert, Bélgica que cuenta con apoyo económico de organismos internacionales en este caso de la Unión Europea.

El primer festival de cine ambientalista de Cuba apenas contó con unos 20.000 pesos cubanos de respaldo, que equivalen a 700 dólares. «No debía ser un evento costoso porque el país no está en condiciones de darse el lujo de grandes gastos», reconoció Bolaños.

El funcionario del Centro de Cine de La Habana anunció una segunda edición para el año próximo y la creación de la Videoteca Por la Vida, «un lugar donde los audiovisuales que se presentaron (al festival) estén al alcance del público» de toda la isla. (FIN/2005)