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China e India, cementerios electrónicos

El lado sucio de la tecnología

Fuentes: La Jornada - Masiosare

¿A dónde van los esqueletos de las computadoras, los teléfonos celulares, las impresoras y las baterías que a diario desechamos para adquirir nuevos modelos? Los desechos de los países industrializados, en gran medida, a las costas de China e India. Estados Unidos es el campeón exportador de estos desperdicios. En un reciente informe, Greenpeace documenta la contaminación que provoca la basura electrónica

Cada año, Estados Unidos bota millones de aparatos y componentes eléctricos y electrónicos en costas de China, donde se ubican los mayores depósitos de este tipo de basura en el planeta.

Los pepenadores electrónicos, migrantes que provienen de regiones más pobres del país, crearon poblaciones a las que incluso se les conoce por su «especialidad», como HP Laser Jet Town («No beneficiamos a nadie escondiéndonos», Masiosare, 27/07/03).

Estos hombres, mujeres y hasta niños obtienen lo aún aprovechable de las piezas (por poner un caso, usan ácido nítrico para sacar diminutas cantidades de oro de los contactos eléctricos) a cambio de un sueldo de cerca de un dólar y medio al día.

Son algo así como los ecologistas de la era del chip. En cierta medida frenan el desmedido aumento en la cantidad de basura electrónica que inunda nuestro planeta; pero mientras hacen su labor inhalan, muchas veces sin protección, un coctel de plomo, cadmio, antimonio, mercurio y cromo, entre otros.

«Computadoras para los pobres»

Los avances tecnológicos han llevado a que una computadora comprada hace apenas unos cuatro años, hoy ya sea «obsoleta» en los países industrializados.

El rey del desecho es nuestro vecino del norte: según cifras de la Agencia de Protección Ambiental estadunidense (EPA, por sus siglas en inglés), en 1999, «24 millones de computadoras en Estados Unidos (sus habitantes compran más computadoras que ninguna otra nación) se volvieron ‘obsoletas’. Sólo 14% (3.3 millones) fueron recicladas o donadas. El resto, más de 20 millones de estos aparatos, fueron desechadas, incineradas, embarcadas como exportaciones de desechos o temporalmente almacenadas».

Y es que a los países industrializados les sale mucho más barato exportar estos desperdicios que reciclarlos.

Un programa piloto de la EPA para recolectar basura electrónica en San José, California, «calculaba que era 10 veces más barato embarcar monitores a China que reciclarlos en Estados Unidos» (informe Exporting harm. The high-tech trashing of Asia, elaborado por la Basel Action Network, BAN; y la Silicon Valley Toxics Coalition, SVTC, 2002).

Pero la exportación de basura electrónica hacia China, India y Pakistán viola la Convención de Basilea y la Enmienda a la Prohibición de Basilea.

La Convención, que entró en vigor en 1992, fue creada para prevenir que los países ricos botaran sus desechos peligrosos en otros países.

Además conmina a las naciones a ser autosuficientes respecto al manejo de éstos, y a reducir la generación de desechos peligrosos y los movimientos transfronterizos de tales desperdicios.

En 1995, se adoptó la Enmienda a la Prohibición de Basilea, que prohibe que los miembros de la OCDE, la Unión Europea y Lichtenstein exporten desechos peligrosos a cualquier otro país.

Estados Unidos es el único país de la OCDE que no ha ratificado la Convención de Basilea.

Aún así, la Convención prohibe a los países firmantes negociar desechos con los países no firmantes. Por lo tanto, China, India y Pakistán tienen prohibido importar desechos peligrosos de Estados Unidos.

Debido a esto, en ocasiones, las compañías exportan su basura disfrazada como caridad, como «computadoras para los pobres», explica el documento E-waste, the hidden side of IT equipment’s manufacturing and use, publicado en 2004 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) como parte de la serie «Alerta temprana de las amenazas ambientales emergentes».

Un coctel de metales

«El mundo genera entre 20 y 50 millones de toneladas de basura de equipo eléctrico y electrónico», señala el documento del UNEP. Lo más grave es que no sólo se trata de enormes cantidades de plástico.

Los aparatos electrónicos y eléctricos contienen una compleja mezcla de sustancias, «muchas de las cuales son tóxicas y crean una severa contaminación cuando son desechadas», sigue el UNEP.

Entre estas sustancias hay metales pesados, como el mercurio, el plomo, el cadmio y el cromo; y retardadores de fuego bromados (se usan para prevenir el esparcimiento del fuego), como los polibromobifenilos (PBB) y los éteres de polibromodifenilos (PBDE).

Un teléfono celular, por poner un caso, contiene cientos de componentes, muchos de los cuales tienen plomo, mercurio, cadmio y berilio, y químicos peligrosos, como los retardadores de fuego. Según el UNEP, «en 2005 se desecharán 130 millones de teléfonos celulares en el planeta».

El pasado 17 de agosto, la organización ambientalista internacional Greenpeace dio a conocer el informe Recycling of electronic wastes in China and India. Workplace and environmental contamination, respecto a las sustancias encontradas en comunidades chinas e indias en las que se destripan computadoras, televisores y baterías.

Se recolectaron 70 muestras en marzo de 2005, de sitios localizados en los alrededores del pueblo Guiyu, en la provincia de Guangdong, al sur de China, y en los suburbios de Nueva Delhi, India.

Analizaron el polvo en los talleres de desmantelamiento, los desechos industriales, el suelo, el agua y los sedimentos de los ríos.

Encontraron un verdadero banquete para cualquier laboratorio químico: «Entre los metales pesados tóxicos que se encontraron más seguido en altos niveles en los desperdicios industriales, en el polvo en los talleres y en los ríos, están aquellos que se sabe son ampliamente usados en el sector electrónico», informa Greenpeace. Destaca el plomo, el estaño, el cadmio, el cobre y el antimonio.

También se halló una presencia «relativamente abundante en muchas muestras» de otros metales asociados a la industria electrónica, como cobalto, oro, mercurio, níquel, plata, zinc, bario y cromo.

Además, los desperdicios y sedimentos examinados contenían contaminantes orgánicos, como retardadores de fuego bromados.

«En todas las muestras de polvo recolectadas en los talleres en China, las concentraciones de plomo eran cientos de veces mayores que los niveles típicos registrados en el polvo bajo techo en otras partes del mundo».

El plomo (ampliamente usado en aparatos electrónicos) es altamente tóxico para humanos, animales y plantas. «Se almacena en el cuerpo si se está expuesto constantemente a él y puede tener efectos irreversibles en el sistema nervioso», sobre todo de los niños.

En India se encontraron resultados parecidos, aunque más reducidos que en China. «Las muestras de polvo de los talleres que desmantelan baterías en los distritos de Mayapuri y Buradi, estaban particularmente contaminados». En Buradi encontraron 20% de cadmio. «Esta última cifra es aproximadamente 40 mil veces mayor que los niveles típicos de muestras de polvo bajo techo».

El cadmio (usado, por ejemplo, en switches, baterías recargables, viejos cables de PVC y viejos tubos de rayos catódicos), «con el paso del tiempo, se puede acumular en el cuerpo, una exposición a largo plazo daña los riñones y la estructura ósea. El cadmio y sus compuestos son cancerígenos», sobre todo si se inhalan gases y polvos contaminados.

En todos los talleres indios se encontraron policlorobifenilos (PCB), químicos que hasta los setenta se usaban en aplicaciones eléctricas y electrónicas, y cuyo uso ahora está prohibido. Estos químicos «rápidamente se esparcen en el medio ambiente» y se acumulan en los tejidos de la flora y fauna.

Los efectos tóxicos de los PCB incluyen «la supresión del sistema inmunológico, daño renal, fomento de cáncer, daño al sistema nervioso, cambios de comportamiento y daños a los sistemas reproductivos masculino y femenino».

Todo esto es inhalado por trabajadores que por lo general no usan ningún tipo de protección.

Y la contaminación no se queda en las cuatro paredes de los talleres.

Greenpeace también encontró en los hogares de trabajadores en Beilin, China, niveles más altos de cobre, plomo, estaño, antimonio y cadmio, que en un hogar sin relación alguna con la industria.

En los canales también se encontró contaminación. Los sedimentos acumulados en los canales de descarga en el pueblo de Guiyu, China, contienen «variables, aunque generalmente muy altos, niveles de metales pesados, así como complejas mezclas de contaminantes orgánicos».

Entre los contaminantes orgánicos estaban los PBDE. Estos persisten en el medio ambiente y «algunos son altamente bioacumulativos y capaces de interferir en el desarrollo normal del cerebro de los animales. Se sospecha que varios PBDE son disruptores endocrinos, con habilidad para interferir con las hormonas involucradas en el crecimiento y el desarrollo sexual. También se han reportado efectos en el sistema inmunológico».

Varias muestras de desperdicios sólidos recolectados en pozos a cielo abierto dentro de dos instalaciones en el pueblo de Longmen, China, dedicadas a «procesar/filtrar con ácido los desperdicios electrónicos, contenían los altos niveles esperados de varios metales pesados», entre ellos, níquel, plomo, estaño, cobre, antimonio (estar expuesto a altos niveles de este químico, «en forma de polvo o gases, puede ocasionar severos problemas de la piel»).

Los «niveles de cobre, plomo y estaño (encontrados en los pozos) son más de 100 veces lo normal en suelos y sedimentos no contaminados».s

El estudio no pretende ser «exhaustivo» acerca de las condiciones en las comunidades que albergan los cementerios electrónicos en China e India. Pero sí expone la escala del problema: «Tanto los desperdicios y los químicos dañinos usados en el procesamiento son manejados, por lo general, con poca preocupación por la salud y la seguridad de los trabajadores o las comunidades aledañas, y sin ninguna consideración hacia el medio ambiente. En general, el resultado es una severa contaminación con una gama de metales tóxicos y contaminantes orgánicos persistentes del lugar de trabajo y el medio ambiente».

Greenpeace considera la necesidad de que se investigue más «para identificar y cuantificar todo el impacto de este sector industrial, incluyendo estudios sobre la salud de los trabajadores y de los residentes en las comunidades aledañas».

La responsabilidad es de quien lo hace

Cada vez más voces de alerta, incluida la de Greenpeace, llaman a poner un alto al desenfrenado deseo de desechar lo apenas usado para comprar lo último de lo último, que domina a los consumidores en muchos de los países industrializados.

Lo primero, recomendado en el informe de la BAN y la SVTC, sería «que Estados Unidos prohiba toda exportación de desechos peligrosos»: «Los pobres del mundo no tienen por qué soportar una carga desproporcionada de riesgo ambiental ­sobre todo cuando ellos no se beneficiaron de los productos y servicios que crearon ese riesgo».

Por su parte, Greenpeace dice en su informe que «los manufactureros deben hacerse responsables» de todo el ciclo de vida de sus productos; deben «desarrollar y diseñar productos limpios, con vidas más largas, que sean seguros y fáciles de reparar, modernizar y reciclar y que no expongan a los trabajadores y al medio ambiente a químicos peligrosos».

Complementan la BAN y la SVTC: «Se le debe de requerir a los manufactureros que reciban los productos cuando lleguen al final de su vida, y conciban y pongan en práctica soluciones de reciclaje/re-uso sustentables y éticas».