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Icaro (armado de víboras) por el cielo de Iraq

El milagro de una sencilla granada de mano Haasen

Fuentes:

Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández

La imaginación humana es mucho más rápida que cualquier pistola de seis balas, bomba o misil JDAM (1). Mucho antes de que los seres humanos inventaran los aviones, ciudades enteras estaban siendo destruidas desde el aire – a través de una avalancha de novelas populares de ficción. A finales del siglo XIX, Londres había sucumbido bajo las llamas en más de una ocasión y pronto iría seguida de Nueva York; se imaginaban y se describían guerras genocidas desde el aire en las que naciones enteras, razas enteras, eran destruidas. En 1913, tres décadas antes de que se lanzara la primera bomba atómica, HG Wells había ya imaginado y descrito «armas atómicas» en The World Set Free, una novela que trataba de una guerra aérea atómica que debería tener lugar hacia 1950.

El ser humano no conoce límites sobre fantasías y temores de destrucción. Como escribió el erudito Stephen Weart en Temor Nuclear, una Historia de Imágenes (2):

«Desde sus comienzos, la nueva concepción de [las] armas atómicas fue unida a una idea aún más impresionante: el fin del mundo. En mayo de 1903, cuando [el científico Frederick] Soddy habló en público por primera vez acerca de la energía atómica, manifestó que nuestro planeta es una especie de almacén atiborrado de explosivos increíblemente más poderosos que todo lo conocido hasta ahora y que, posiblemente, sólo aguardan un detonador apropiado para conseguir que la tierra vuelva al caos. ‘Esta era una idea completamente nueva: que fuera técnicamente posible que alguien destruyera el mundo de forma deliberada. La idea penetró en la conciencia pública con sospechosa facilidad… Por ejemplo, en 1903, el incontrolable Gustave Le Bon se introdujo en los suplementos de los periódicos dominicales de varios países al imaginar un ingenio radioactivo que podría ‘hacer volar el planeta entero’ con solo tocar un botón'».

En efecto, durante el casi medio siglo anterior a 1945, esas armas pertenecieron sólo al campo de la ciencia-ficción. Michael Sherry, en su magistral historia (ampliamente detallada), El ascenso del poder aéreo estadounidense (3), ofrece este comentario sobre la máquina que lanzó el primero de esos ingenios atómicos de nuestra imaginación sobre una ciudad real: «Antes de que llegaran a inventarse, la imaginación se desbordó sobre el tema de los bombarderos mucho más que sobre cualquier otra arma moderna». ¿Deberíamos sentirnos sorprendidos u horrorizados, orgullosos o avergonzados por haber imaginado de forma tan activa un siglo o más de horrores futuros fruto de nuestra propia creación? La imaginación trabajó con tal rapidez que no deja de ser milagrosa la velocidad con que los inventores y los científicos la alcanzaron.

Dudo que cualquier otra invención distinta al avión haya combinado de igual manera, de forma tan íntima y durante tanto tiempo, la maravilla de la creación, el desafío a los obvios límites humanos y la destrucción; demasiado tiempo en efecto -al menos para juzgar el alcance de la guerra aérea que la administración Bush ha desencadenado en la «post-guerra» de Iraq contra centros urbanos densamente poblados- para que nosotros (o nuestros reporteros) nos hayamos podido ya habituar a ese fenómeno. Ahora parece que el asombro e incluso el horror ante el poder aéreo han desaparecido; sin embargo los inventos, la destrucción y la carnicería continúan.

Lo terrible es lo siguiente: tan pronto como los seres humanos conseguimos elevarnos sobre la tierra con vuelos con motor -piénsese en Icaro- rápidamente aprovechamos la maravilla de ese suceso para arrojar bombas desde los aviones que nos llevan a los cielos. Después de ese momento y durante todo un siglo sólo ha habido una línea ascendente (¿o sería más apropiado decir descendente?).

Abordemos el proceso con las consideraciones siguientes: el 17 de diciembre de 1903, la «inmensa máquina voladora» de los hermanos Wright despegó por vez primera en la playa de Kitty Hawk. Ese vuelo inicial duró doce segundos antes de que el avión impactara en la arena a una distancia de unos 120 pies. Más tarde y durante el mismo día, el avión voló una distancia de unos 859 pies en 59 segundos en un vuelo final y ya no hubo más. No fue hasta cinco años más tarde cuando los hermanos Wright hicieron una nueva demostración con su invento por los cielos de Washington para el Cuerpo de Señales del Ejército de EEUU. En 1911, dos años antes de que su invención cumpliera una década, el avión ya iba unido a la bomba. Según el laberinto del libro de Sven Lindqvist (organizado de forma irritante pero fascinante), Una Historia del Bombardeo (4), un teniente, Gioulio Cavotti, «se asomó fuera de su frágil monoplano y lanzó la bomba -una granada de mano danesa Haasen- en el oasis Tagiura, al norte de Africa, cerca de Trípoli. Algunos momentos después, atacó el oasis Ain Zara. En total cuatro bombas, cada una de dos kilos de peso, fueron arrojadas durante este primer ataque aéreo».

Sobre los «nativos» de las colonias, faltaría más. ¿Qué mejor lugar para probar una nueva arma? Y ese primer ataque, como conviene a nuestros temperamentos, fue, nos dice Lindqvist, por venganza, una especie de castigo colectivo que se habían ganado los árabes, quienes habían resistido con éxito la racionalidad avanzada (y el espíritu de ocupación) del ejército italiano. Teniendo en cuenta dónde hemos llegado, sería perfectamente razonable considerar ese momento como el comienzo de la historia moderna, incluso del modernismo en sí.

Tan sólo había transcurrido una generación desde Kitty Hawk a los asaltos con 1000 bombarderos sobre Japón. Otra generación ha crecido desde la bomba atómica de Hiroshima a la campaña «Conmoción y Pavor» en Iraq. Nada más que un parpadeo del ojo invisible de la historia. Entre 1911 y el final del sangriento siglo pasado, numerosos pueblos y ciudades por todo el planeta Tierra fueron destruidos parcial o totalmente. Sus nombres podrían componer una salmodia moderna: Chechenia, Guernica, Shanghai, Londres, Conventry, Hamburgo, Dresde, Tokio, Hiroshima, Nagasaki, Damasco, Pyongyang, Haiphong, Grozni, Bagdad, y ahora Faluya, entre tantos lugares como se podrían nombrar (y ello sin mencionar toda la zona colonial de nuestro planeta destrozada a bombazos, desde Kenia a Malasia). Millones y millones de toneladas de bombas arrojadas; millones y millones de muertos, en su mayoría civiles desde luego.

Y desde las ciudades japonesas y alemanas de la II Guerra Mundial hasta la devastada península coreana de comienzos de 1950, desde el arrasado Vietnam del Sur de los últimos años sesenta a la «autopista de la muerte», en la que gran parte del ejército en retirada iraquí fue destruido en la primera Guerra del Golfo de 1991, el poder aéreo ha sido la firma de guerra de EEUU.

Reflexionemos en lo que sigue: Imaginemos la historia del desarrollo del avión y de los bombardeos bajo la forma de un diamante gigante y extremadamente pesado. En 1903, un frágil avión vuela 120 pies. En 1911, otro avión aunque algo menos frágil, que todavía parece desafiar las leyes básicas de la gravedad, lanza una bomba. En 1945, una armada de 1000 aviones despega para devastar determinadas ciudades japonesas. El 6 de agosto de 1945, todo el poder de esa armada de mil aviones se apelmaza en la panza del Enola Gay, en un solo B-29, que lanza su única bomba sobre Hiroshima, destruyendo la ciudad y a la mayoría de sus habitantes. Y después de todo esto, imaginemos que el hombre que mandaba las fuerzas aéreas del ejército de EEUU, así como la armada de mil aviones y el Enola Gay, el General Henry «Hap» Arnord (según nos dice Robin Neillands en La Guerra de las Bombas, la Ofensiva Aérea Aliada contra la Alemania Nazi), «había aprendido a volar con Orville Wright, uno de los dos hombres reconocidos por haber inventado el primer avión viable». Apenas algo más de una generación entre los 120 pies de Kitty Hawk, a la flota de mil bombarderos, al Enola Gay y a la destrucción de una ciudad desde el aire por una única bomba. Imaginen todo eso.

Entonces piensen también que tanto los vuelos civiles como la matanza de gran número de civiles desde el aire (ahora subsumidos en el término «daños colaterales») han pasado a ser, en menos de un siglo, algo normal en nuestras vidas. Demasiado normal como para pasar mucho tiempo pensando o escribiendo ficción sobre eso. Hoy en día, cuando cogemos hoy un avión, lo que hacemos es cerrar la ventanilla y mirar una película en una diminuta pantalla de televisión o, en determinados vuelos, incluso se nos ofrece la televisión en tiempo real, como si todavía estuviéramos en nuestras salas de estar. Demasiado para la conmoción o el terror. En la actualidad, los aviones estadounidenses bombardean con regularidad las lejanas ciudades iraquíes y todo parece pasar inadvertido. Nadie, ni siquiera los periodistas desde el lugar, se molesta en comentarlo. Nadie escribe una palabra significativa sobre ello ¿Deberíamos sentirnos sorprendidos u horrorizados, orgullosos o avergonzados?

«Los hoteles se desplomaron sobre la calle»

Con todo eso en mente, así van las cosas en Iraq – y no estoy muy seguro de que ni siquiera se sienta extrañeza ante las mismas: en la actualidad podemos encontrar a los reporteros estadounidenses desplazándose empotrados en los tanques o en las unidades de Vehículos de Combate Bradley. («El capitán Paul Fowler estaba sentado en un bordillo próximo a una gasolinera desierta,» relata Anne Barnard del Boston Globe (5). «Por detrás de él, el humo iba cubriendo Faluya. Su compañía de tanques y de Vehículos de Combate Bradley había recorrido durante trece días una tercera parte de la zona este de la ciudad [Faluya], disparando y llenando de boquetes cada edificio del que pensaba que podía venir una amenaza, dejando tras él un paisaje de casas medio derrumbadas y de fábricas chamuscadas de hollín. ‘Odio realmente que tenga que ser destruida [la ciudad]. Pero es la única forma de acabar con esos tipos’, dijo Fowler, de 33 años, hijo de un predicador baptista de Carolina del Norte. ‘La única vía de acabar con ellos es destruir todo lo que encuentras en tu camino.'» Los reporteros estadounidenses pueden trepar a bordo de los SURCS (Small Unit Riverine Craft), equivalentes a las lanchas rápidas de alta tecnología, como hizo recientemente John Burns del New York Times (6), «al amanecer, el Eufrates se estremecía bajo el combate «. Pueden seguir a las patrullas cuando echan abajo las puertas de las casas iraquíes buscando insurgentes. Pueden describir incluso los peligrosos aterrizajes tipo «sacacorcho» de sus aviones intentando esquivar misiles, al igual que el modo en que [las tropas estadounidenses] llegaron hasta el aeropuerto Internacional de Bagdad y el IED y el bombardeo suicida lanzado desde el aeropuerto. La única cosa que evidentemente no hacen desde que llegaron a Iraq -y me baso para decir esto únicamente en la información que nos ha ido llegando sobre la guerra- es mirar hacia arriba. Al parecer, el aire iraquí está plagado de todo tipo de reactores, temibles bombarderos Spectre (Espectros) AC-130, zumbantes Predator (Depredadores) armados de misiles Hellfire (Fuego del Infierno) y por todas partes helicópteros Apache, Cobra, Lynx (Lince) y Puma que -ahora que las carreteras son tan peligrosas- son el sistema preferido para llevar a cabo transportes militares y que parecen planear sin descanso sobre los potenciales campos urbanos de batalla.

La Ciudad Vieja de Nayaf, que guarda el santuario del Imán Ali, resultó muy destruida en agosto, destrucción realizada parcialmente desde el aire, en medio de una lucha feroz entre tropas estadounidenses y jóvenes chíitas leales al clérigo radical Muqtada al-Sadr, ligeramente armados, mal entrenados pero con gran tenacidad de combate. («En el recinto del santuario (7), muy pocos podían dormir en medio del siniestro zumbido de la artillería de los Spectre AC-130 estadounidenses, capaces de disparar 1.800 balas por minuto. Cuando las bombas caían más próximas que nunca, cientos de hombres se ponían a salmodiar caminando en círculos por el patio, confiando en que sus voces estimularan la moral del ejército Mahdi.»). Antes de que se declarase el alto el fuego, en uno de nuestros últimos actos, según Dexter Filkins del New York Times (8), utilizamos «una bomba guiada por láser de 2.000 libras de peso para alcanzar un hotel que estaba a unas 130 yardas de distancia del muro que rodeaba por el suroeste el santuario, en una zona conocida por los comandantes estadounidenses como ‘motel de los líos…’ Los informes señalaban que el hotel era un reducto de los luchadores de al-Sadr…El oficial dijo que el ataque había sido un ‘éxito al cien por cien’, logrando demoler el hotel.»

Filkins describió posteriormente (9) el momento tras la tregua de esta forma: «[Los rebeldes] resistían en un escenario de devastación. Los hoteles se habían derrumbado sobre la calle. Los coches alcanzados estaban calcinados y retorcidos. Cabras y burros yacían muertos en las aceras. Los peregrinos venidos de fuera y la gente de la ciudad caminaban espantados por la calle, sacudiendo las cabezas, aturdidos por la devastación que había ante ellos.»

De forma similar, gran parte de la ciudad de Faluya ha sido devastada en un combate en el que se ha utilizado toda la gama del potencial estadounidense de armamento. El sitio a la ciudad empezó con ataques aéreos durante semanas sobre «objetivos» calificados de «refugios seguros» de los insurgentes. Faluya es ahora una tierra yerma y, mientras abundan las fantasías (10) acerca de su reconstrucción, sólo los combates prosiguen. (Al menos 20 soldados estadounidenses murieron allí, sin casi atención por parte de la prensa, ya que la ciudad había sido declarada segura y se creía que la operación era un «éxito»). Faluya sigue sitiada; hay unos 250.000 refugiados en los alrededores que todavía no pueden regresar a sus casas; y los estrategas militares estadounidenses ya estaban planificando la destrucción de la ciudad desde que en abril fracasó el primer intento de tomarla por parte de los marines y ahora están pensando en «pedir» a los «cabezas de familia» (léase hombres) que «lleven una placa identificativa» una vez hayan regresado a la ciudad.

Pero si la Ciudad Vieja de Nayaf (evidentemente, todavía sin reconstruir en su mayor parte) y toda la ciudad de Faluya son ahora memoriales del poder del armamento estadounidense y de su deseo de lanzar un castigo desde los cielos, el poder aéreo ha sido utilizado [en Faluya] con mucha más intensidad que en ninguna otra ciudad iraquí, sin que haya habido en absoluto ningún comentario por parte de la prensa, ni en las páginas editoriales ni fuera de ellas. Dejadme ofrecer unos cuantos ejemplos de entre los muchos que podrían dar idea del alcance del impacto sufrido por las ciudades iraquíes desde el aire en los últimos meses:

Baquba: «Alrededor de 30 insurgentes estaban situados en edificios cerca del estadio en la zona este de Baquba, para impedir, en apariencia, que las fuerzas estadounidenses alcanzaran el centro de la ciudad. En vez de desalojar los edificios -dos colegios vacíos y una piscina- el Coronel Pittard decidió demolerlos con cuatro bombas de 500 libras» (Christian Science Monitor (11), 21 de julio).

Tall Afar: «Soldados de la 3ª brigada, 2ª división de infantería, también conocida como la brigada Stryker, lanzaron un violento ataque sobre Tall Afar el miércoles… El combate, que incluyó tres ataques desde el aire llevados a cabo con artillería AC-130 y reactores de combate F-16, produjo la muerte de 67 insurgentes, según los militares estadounidenses.» (Washington Post (12), 12 de septiembre).

Ciudad Sadr, Bagdad: «Funcionarios del hospital de Ciudad Sadr, un inmenso barrio marginal al noreste de Bagdad, que es abrumadoramente hostil a la ocupación de EEUU, dijeron que una persona había muerto durante la noche en un ataque aéreo de los estadounidenses. Durante semanas, los militares han estado desplegando ametralladoras AC-130 y reactores de combate sobre el área tratando de aplastar al ejército Mahdi, una milicia leal al clérigo chiíta Muktada al-Sadr.» (New York Times (13), 6 de octubre).

Kut: «Un helicóptero de EEUU atacó las oficinas de Sadr en Kut, matando a dos personas…» (Washington Post (14), 9 de abril).

Samarra: «Según estimaciones de los militares estadounidenses, habían matado a unos 125 resistentes y capturado a más de 80. La mayor parte de las muertes tuvieron lugar el viernes por la mañana temprano en las primeras horas del ataque, cuando la artillería de los helicópteros estadounidenses bombardearon las posiciones rebeldes con misiles.» (Los Angeles Times (15), 4 de octubre).

Mosul: «Una calma aparente ha vuelto a Mosul después de los ataques aéreos realizados por las fuerzas de EEUU sobre los insurgentes, pero sus habitantes manifiestan que la tercera ciudad más grande de Iraq permanece en tensión y que no se ve policía iraquí por ningún lado. Los aviones de guerra estadounidense atacaron las áreas rebeldes al suroeste de la ciudad a última hora del miércoles, tras dos días de extendida violencia durante la cual grupos de insurgentes enloquecidos quemaron estaciones de policía, robaron armas y abocaron la ciudad al caos.» (Reuters (16), 12 de noviembre).

Kerbala: «Artillería AC-130 y tanques estadounidenses lucharon el viernes con los milicianos cerca de los sepulcros en esta ciudad santa.» (Associated Press (17), 21 de mayo).

Faluya: «Bombas de 500 libras de alta precisión, llamadas JDAMs (1) fueron lanzadas por la noche sobre sospechados escondites de la insurgencia en el sector sureste de la ciudad, manifestaron fuentes militares. La Fuerza Aérea estadounidense usó también artillería Spectre AC-130, armados con cañones de 105 mm y pistolas de 40 mm, bombardeando las bolsas de resistencia que se mantenían.» (CNN (18), 16 de noviembre).

Hiyt: «… cerca de la ciudad de Hiyt… se atacó la posición de la mezquita, que resultó parcialmente dañada y que continúa ardiendo…» (Aljazeera (19), 12 de octubre).

Aeropuerto de Bagdad (y otros lugares): «Las fuerzas estadounidenses atacaron objetivos cerca del aeropuerto de Bagdad en la tarde del viernes, a la vez que helicópteros y reactores de combate F-16 atacaban otros puntos de Iraq en operaciones contra los combatientes de la resistencia… Anteriormente, la artillería de un helicóptero estadounidense mató a siete personas diciendo que se preparaban a lanzar ataques con cohetes sobre una base militar estadounidense en Iraq.» (Aljazeera (20), 16 de noviembre).

Ciudades al sur de Bagdad: «Más de 5000 hombres, apoyados por helicópteros Cobra, avispones F-18 y F-16, lanzaron ataques sobre y alrededor del denominado Triángulo de la Muerte al sur de Bagdad (Scotsman (21), 24 de noviembre).

Esta lista, que está lejos de ser exhaustiva, se ha obtenido de los resúmenes de prensa que aparecen casi a diario sobre la guerra. Como se ha visto anteriormente, y de forma habitual, sólo se dedican unas cuantas líneas a la guerra desde el aire contra zonas urbanas que, debido a la naturaleza de la situación, es una guerra de terror. Esos informes anodinos representan el escaso mínimum que los militares ofrecen sobre el tema a los periodistas que están en Iraq. No he visto ninguna cifra acumulativa de los ataques desde el aire en Iraq al día, a la semana, al mes, mapas del alcance de la guerra aérea, o algo más que unas cuantas fotos acerca de los resultados; ni he encontrado en el mismo Iraq un solo artículo de interés sobre la guerra aérea, que discuta la estrategia militar o incluso los problemas que los estrategas o los pilotos tienen que enfrentar, mucho menos sobre cómo se sienten los civiles (o los resistentes) en las ciudades más importantes de Iraq al tener que vivir esos ataques periódicos, o qué clase de víctimas hay (o quiénes son actualmente las víctimas), o cuáles, si es que consideran que hay alguno, pueden ser los límites al uso del poder aéreo, o cuáles son sus efectos sobre los insurgentes o algo sobre cualquier otro aspecto causado por el bombardeo regular, con misiles, sobre los destrozos en las barriadas de las ciudades.

Aquí tenemos una respuesta del comandante de marina en Faluya, teniente general John Sattler, a una pregunta de un reportero del New York Times en el resumen del 18 de noviembre sobre los combates en Faluya:

«General Sattler: Yeah. Aproximadamente hace cuatro días hicimos un promedio de alrededor de 50 ataques aéreos de precisión al día -y enfatizo la palabra ‘precisión’… Hoy hicimos tres ataques aéreos con munición de precisión guiada.»

Eso es todo lo que sabemos. Es decir, sabemos algo de cierta pérdida del poder aéreo sobre zonas urbanas densamente pobladas; sólo sabemos lo que le han dicho los militares de forma casi estenográfica a una prensa casi en estado de mudez, lo que significa que no sabemos prácticamente nada. Sin embargo, aquí tenemos la impresión de Stuart Richie, de la BBC (22), justo hace una semana sobre nuestra campaña aérea en el norte de Iraq:

«Encontré un campamento para pernoctar, pero dormir era de hecho imposible – con las tropas saliendo y entrando durante toda la noche en helicópteros y aviones Hércules. Los aviones de combate también parecían estar yendo y viniendo durante toda la noche, esta vez en salidas hacia Mosul, creo.»

¿Aviones de combate «sin parar durante toda la noche»? ¿Esto no merece un solo artículo en ningún periódico o revista?-

ICARO (armado de víboras) sobre Iraq

Teniendo en cuenta que la historia de las guerras durante el siglo veinte es simplemente y en muchos sentidos la historia del bombardeo sobre ciudades, ¿no deberían nuestros reporteros de guerra estar ya preparados para afrontar ese hecho? ¿No debería haber pensado alguien sobre la destrucción de ciudades cuando ha sido algo recurrente? ¿No deberían haber insistido los periódicos más importantes en empotrar reporteros en las unidades de la fuerza aérea (e incluso en los aviones mismos)? ¿No deberían los reporteros haber visitado nuestras bases aéreas y hablado con los pilotos? ¿Es que nadie recuerda la magnitud de la guerra aérea en Vietnam (o Laos o Camboya) a la vez que cualquier otra experiencia importante de guerra en nuestras vidas?

Una ojeada a la historia de las guerras de EEUU nos dice que el poder aéreo es tan estadounidense como el pastel de manzana y que sus ciudadanos empezaron a soñar con ciudades destruidas desde el aire mucho antes de que nadie tuviera capacidad para hacerlo. Como H. Bruce Franklin nos cuenta en su libro La Guerra de las Estrellas, la Superarma y la Imaginación Estadounidense (23), que alrededor de 1881, un importante oficial de la marina, Park Benjamín, escribió un historia corta llamada «El fin de Nueva York» que causó sensación. En ella, la ciudad era convertida en ruinas tras un bombardeo naval español. En 1921, el visionario sobre potencia aérea Billy Mitchell estaba ya volando en salidas hacia Nueva York y otras ciudades de la costa oeste, «pulverizándolas» en «raids» sensacionalizados por la prensa, para publicitar la necesidad de una fuerza aérea independiente. («El sol salió hoy por encima de una ciudad cuya torre más alta yacía convertida en escombros…» comenzaba el New York Herald después del «raid» de Mitchell sobre la ciudad de Nueva York, una línea que podría estremecernos y recordarnos cuánto del sensacionalismo del siglo anterior hemos aceptado en nuestro mundo).

Parece muy fuerte olvidar que la «invasión» de Iraq empezó desde el aire – sobre todo como una demostración de poder tanto para los televidentes de todo el mundo como para Saddam Hussein y sus seguidores. ¿Quién podría olvidar esas cámaras esas cámaras situadas estratégicamente en las terrazas de los hoteles de Bagdad para ofrecer el espectáculo de luz y sonido «Conmoción y Pavor» con dramáticas explosiones durante la noche (pero sin siquiera hacer el más mínimo comentario)?¿Nadie recuerda las exigencias de las fuerzas áreas alegando que era posible ganar la guerra sólo con el poder aéreo? En todos los artículos que se escriben ahora sobre nuestras intensamente desplegadas fuerzas terrestres, ¿nadie quiere escribir sobre cómo los militares están tratando de llenar el aire urbano con fuerza aérea?

¿Hay algún secreto en todo eso que me estoy perdiendo? Ni un solo artículo por ningún lado en la prensa estadounidense, mucho menos en primera página. (Todo lo más que puedes conseguir es, en el mes de septiembre pasado, un artículo excesivamente modesto de Robert Burns, de Associated Press, titulado El poder aéreo consigue ocupar un papel más importante en Iraq en los combates contra la insurgencia (24). ¿Nadie ha pensado que es extraño que, volviendo a 1995, nuestros periódicos -desde las primeras páginas a los editoriales y últimas páginas- se vieran convulsionados por una única y contestada exposición montada en el Museo Nacional del Espacio y del Aire Smithsoniano sobre el bombardeo de Hiroshima? Un argumento histórico sobre el uso del poder aéreo hace medio siglo merecía un tratamiento así, pero la actual -y potencialmente apenas menos controvertida- utilización del poder aéreo contra las ciudades de Iraq se merece no decir ni pío?.

No puedo encontrar más que un único ejemplo de prensa de un reportero estadounidense en esta guerra post-guerra. Hace alrededor de un año, el 17 de noviembre de 2003, Dexter Filkins, del New York Times, escribía Sobre Bagdad: Objetivos de Guerra, todavía confidenciales (25) («No es buen momento para ser piloto de helicóptero en los cielos iraquíes»), refiriéndose a los peligros que tenían que enfrentar los pilotos estadounidenses en el cielo iraquí. Desde un párrafo como el siguiente, uno puede darse cuenta de muchas cosas acerca del año transcurrido desde entonces hasta ahora en Iraq – algo así como si enroscáramos un sacacorchos hacia abajo como aquel aterrizaje en el aeropuerto internacional de Bagdad: «[el teniente coronel James Schrote, que dirigía una flota de 16 Halcones Negros], un veterano de la malograda aventura estadounidense de hace diez años en Somalia dijo que la ciudad que había sobrevolado podría dar consejos a la capital somalí, Mogadiscio, que entonces no tenía gobierno y estaba destrozada por los señores feudales de la guerra. ‘Bagdad es mucho más civilizada que aquello’, dijo».

Eso, hasta donde yo puedo decir, es así. Aunque bien es verdad que informar sobre cualquier guerra aérea es más difícil que sobre una guerra terrestre, especialmente si los reporteros no van en los aviones o en los helicópteros (como por ejemplo lo hacen en las lanchas y en los Bradleys). Pero no es imposible. Después de todo, la mayor parte de los corresponsales en Bagdad han sido por lo menos testigos de los ataques aéreos sobre la capital misma. En una ocasión, un helicóptero estadounidense incluso llegó a lanzar un misil sobre una calle llena de gente en Bagdad a sólo unos pocos cientos de yardas del fortificado cuartel estadounidense, la Zona Verde de la capital, matando a un reportero de la cadena por satélite al Arabiya (26) mientras informaba a pie de tierra, suceso que apenas apareció en la televisión estadounidense pero no así en la del resto del mundo.

La vida bajo los helicópteros es una historia que debería escribirse. Por lo menos, el tema podría ser investigado. Los militares aéreos podrían ser entrevistados. Las víctimas podrían ser localizadas. La literatura podría ser leída porque, como sucede, los integrantes de las fuerzas aéreas están pensando intensamente en todos las utilidades del poder aéreo en la guerra contra la resistencia iraquí, aunque no haya reporteros. Los periodistas podrían, por ejemplo, leer la obra de Thomas F. Searle Cómo lograr un poder aéreo efectivo contra la guerrilla (27) (si pueden encontrarla, deberían). Searle es un analista de defensa militar en el Instituto de Investigación del Poder Aéreo en la Base Maxwell AF en Alabama y en su obra concluye:

«El poder aéreo sigue siendo la única gran ventaja asimétrica que EEUU mantiene sobre sus enemigos. Sin embargo, al centrarse en las demandas de los combates e ignorar las técnicas de guerra contra la guerrilla, nosotros, los aviadores, nos hemos marginado de la guerra global contra el terrorismo. Para conseguir que el poder aéreo sea realmente efectivo contra la guerrilla de esa guerra, no podemos esperar a que el comandante de la fuerza conjunta o el comandante de sector de tierra nos diga lo que tenemos que hacer. Al contrario, debemos desarrollar y utilizar agresivamente nuestras capacidades aéreas contra la insurgencia.»

Los periodistas en Iraq deberían informar sobre el nuevo armamento aerotransportado que está siendo desplegado y probado allí. Después de todo, como en otros campos de batalla estadounidenses, Iraq tiene un doble papel: como laboratorio para el desarrollo de las corporaciones privadas y como campo de ensayo de armas cada vez más avanzadas. Se debería escribir algo, por ejemplo, sobre el Hunter [Cazador], el UAV (Vehículo Aéreo No Tripulado), que están siendo desplegados junto a los Predator [Depredadores]en Iraq (La gente que da nombre a estas armas han debido ver muchas películas sobre el tema). En un artículo en Diario de la Defensa, una publicación «comercial» (Ann Roosevelt, «El ejército prepara operaciones para los UAV armados», 3 de noviembre), leemos:

«El ejército en Iraq está listo para comenzar con operaciones que utilicen vehículos aéreos sin presencia humana (UAV) armados con armas de precisión, munición de Ataque Northrop Grumman Viper, un oficial de servicio dijo… El ejército está armando la industria aérea de Israel (IAI) con Northrop Grumman (NOC) Hunter UAV, por un contrato con Northrop Grumman en dispositivos de reacción rápida por aproximadamente 4 millones de dólares, que será completado en diciembre, dijo al Diario de la Defensa Northrop Grumman, director de Viper Strike [Ataque de Víboras]… Los Hunter pueden llevar dos misiles Viper Strike. El Hunter UAV ha sido utilizado en Iraq «desde el primer día», dijo el teniente coronel Jeff Gabbert [director del programa Médium Altitude Endurance]. La munición de precisión Viper Strike es importante porque «tiene muy pocos ‘daños colaterales’, por eso podrá emplearse en lugares donde no podrían usarse bombas de 500 libras o munición Hellfire [Fuego del Infierno], [pero] podría usarse la munición Viper Strike.»

Desde luego, sería un logro informativo si algún reportero fuera a bordo de un avión o helicóptero e investigara los daños en las urbes de Iraq, como hizo Jonathan Schell desde el asiento trasero de un pequeño avión de control durante la guerra de Vietnam, (Con la experiencia obtenida escribió un informe para la revista del New Yorker, «The Military Half» [Los militares a medias], que continúa sin igual por sus descripciones gráficas de la destrucción del país vietnamita y que puede encontrarse en el libro La Guerra Real (28).

Pero eso sería esperar mucho de los días que corren. Sin embargo, es muy difícil de explicar la ausencia total de cobertura mediática. A la vez que las amplias instalaciones de bases permanentes militares que EEUU ha estado construyendo en Iraq por valor de miles de millones de dólares -eh, somos capaces de construir en Iraq, aunque no de reconstruir, con gran efectividad lo que nos interesa realmente-, el despliegue de poder aéreo sobre las ciudades iraquíes es la gran historia perdida de la guerra post-guerra. ¿No hay ningún reportero que deseo cubrir ese vacío? ¿Nadie piensa que merece la pena dedicarse a escribir sobre los bombardeos, cañoneos y lanzamiento de misiles sobre centros urbanos densamente poblados por civiles y la destrucción parcial o total de ciudades y la destrucción, total o parcial, de ciudades como un suceso rutinario, tras el pasado siglo de destrucción y amenazas de destrucción? ¿Es que se le va a dar de nuevo a la administración Bush otra oportunidad para galopar libremente?

(Gracias a Nick Turse por su colaboración en la investigación).

(Tom Engelhard, dirige el Instituto de la Nacion («un antídoto regular ante los medios de comunicación habituales), y su artículo apareció por primera vez en la web www.tomdispatch.com, es co-autor del American Empire Project (29) y autor del The End of Victory Cultura (30), entre otros libros.

Texto original en:

www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=15&ItemID=6804

Notas:

(1) Joint Direct Attack Munition, Munición Común de Ataque Directo, armamento de gran exactitud, autonomía y capacidad, que permite lanzamientos a cualquier altura y desde cualquier ángulo.

(2) www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/0674628365/nationbooks08/102-1971630-9227315

(3) www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/0300044143/nationbooks08/102-1971630-9227315

(4) www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/1565848160/nationbooks08/102-1971630-9227315

(5) www.boston.com/news/world/articles/2004/11/28/inside_fallujahs_war?mode=PF

(6) www.nytimes.com/auth/login?

(7) www.realcities.com/mld/krwashington/9484361.htm

(8) www.dailyhome.com/news/2004/as-iraq-0827-0-4h26v2924.htm

(9) www.signonsandiego.com/uniontrib/20040828/news_1n28iraq.html

(10) www.times.com/2004/12/01/international/middleeast/01reconstruct.html&OQ=exQ3D110291 6326eiQ3D1Q26enQ3D490a7ecadd9e1fe6

(11) www.csmonitor.com/2004/0721/p01s03a-woiq.htm

(12) www.washingtonpost.com/ac2/wp-dyn/A14632-2004Sep11?language=printer

(13) www.truthout.org/docs_04/100704J.shtml

(14) www.washingtonpost.com/ac2/wp-dyn?pagename=article&contentId=A63479-2004Apr9&notFound=true

(15) www.zonaeuropa.com/01988.htm

(16) www.uk.news.yahoo.com/04112/325/f6i2q.html

(17) www.bradenton.com/mld/bradenton/news/local/8716524.htm

(18) www.cnn.com/2004/WORLD/meast/11/16/iraq.main/

(19) www.english.aljazeera.net/NR/exeres/5FA41DD4_C3A1_42A5-8503-831418384965.htm

(20) www.english.aljazeera.net/NR/exeres/6F11C89E-13F2-4F37-82D6-BE3D8E37Ca4D.htm

(21) www.news.scotsman.com/uk.cfm?id=1352132004

(22) www.news.bbc.co.uk/2/hi/middle_east/4032505.stm

(23) www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/0195066928/nationbooks08/102-19716-9227315

(24) www.news.canoe.ca/CNEWS/World/Iraq/2004/09/13/628081-ap.html

(25) www.216.219.216.117/news/2003/knov/17_baghdad.html

(26) www.tomdispatch.com/index.mhtml?pid=1830

(27) www.airpowell.maxwell.af.mil/airchronicles/apj/apj04/vorfal04.html

(28) www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/0306809265/nationbooks08/102-1971630-9227315

(29) www.americanempireproject.com/

(30) www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/1558491333/nationbooks08/102-1971630-9227315