«La industria del holocausto», de Norman G. Finkelstein, judío, quita la sábana que hay sobre los cadáveres de judíos asesinados en Alemania nazi para que sepamos quienes son los gusanos que viven a costa de sus cuerpos. Frente a las continuas campañas de venta de libros que explotan el holocausto de forma desvergonzada y lastimera, […]
«La industria del holocausto», de Norman G. Finkelstein, judío, quita la sábana que hay sobre los cadáveres de judíos asesinados en Alemania nazi para que sepamos quienes son los gusanos que viven a costa de sus cuerpos.
Frente a las continuas campañas de venta de libros que explotan el holocausto de forma desvergonzada y lastimera, con la finalidad de difundir una idea de persecución exclusiva sobre los judíos, – últimamente hay alguno que no hacen más que anunciar en los medios de mayor difusión, por algo es, formando el anuncio con adjetivos como «emocionante» y «apasionante», añadiendo la palabra «holocausto», anzuelo para lectores inocentes-. Frente a esas lecturas explotadoras de conciencias desprevenidas, usted puede leer un libro cuya explicación es clara, inteligente, y creíble pues los datos que aporta aparecen con la fuente de la que han sido extraídos, su documentación es fidedigna, a esto se puede añadir que el autor conoce directamente los acontecimientos debido a la realidad familiar y social en la que ha vivido. «La industria del holocausto», es una denuncia en toda regla del carácter de la poderosa mafia que tiene a su cargo el estado de Israel, y es una denuncia de la poderosa mafia que impulsa la propaganda judía-sionista, de los sistemas de presión que ésta emplea, las campañas que emprende esa mafia, y con qué organizaciones cuenta y cómo las ponen en marcha y las desarrolla. Finkelstein entra a ver el dinero con qué las financian; los personajes públicos, las empresas, los medios con los que ejercen influencias – campañas publicitarias, presiones bancarias, operaciones internacionales de gobiernos, operaciones militares,…- que no dejan lugar a dudas de su esencia de clase explotadora, racista e imperialista.
Finkelstein advierte de lo grotesco del discurso judío-sionista, fijese, habiendo robado la tierra a los palestinos, manteniendo al pueblo palestino cercado en una cárcel de 1.500.000 personas en Gaza, y cortando Cisjordania entre muros y controles, dejando a la población palestina sin trabajo, sin agua, sin luz, haciendo prácticamente imposible la vida, habiendo causado la diáspora palestina que mantiene a 4.000.000 de palestinos fuera de su patria, desoyendo todos los mandatos de la ONU y los organismos internacionales de derechos humanos, y disponiendo de un arsenal nuclear que convierte a Israel en una de las grandes potencias militares del mundo, siendo un estado racista, expansionista, teocrático absolutista, no teniendo ni Carta Constitucional con el fin de no delimitar sus fronteras que las va modificando según se apropia de los territorios de otros, y es que en su proyecto incluyen nuevas zonas de los países colindantes y desde luego echar a los palestinos. Lo curioso es que, dice Finkelstein, se presenten ante el mundo como «víctima» de la barbarie, y «víctima única», es curioso, cómo no, que el grupo étnico más poderoso de EEUU, el judío-sionista, haya adquirido el estatus de «víctima». Los judíos-sionistas hacen negocio del holocausto.
Una mirada a la actualidad, no nos quedamos como estatuas de sal, y leemos que el New York Times, el periódico de mayor tirada del mundo, con gran influencia del dinero judío-sionista, es el que más publicidad hace hoy, comienzo del siglo XXI, de …¿de qué cree usted?: del holocausto; pero atienda a este dato: antes de la 2ª guerra mundial el New York Times concedía un gran valor a Hitler, lean lo que los judíos-sionistas decían en su periódico de semejante asesino: » éste hombre extraordinario … (por)… haber unificado a los alemanes, haber destruido el comunismo, haber adiestrado a la juventud, haber creado un Estado espartano animado por el patriotismo, haber puesto freno al Gobierno parlamentario, muy poco adecuado para el carácter alemán, y haber protegido el derecho a la propiedad privada». The New York Times Book Review, 15 de octubre de 1933. Buenos amigos los judíos-sionistas y Hitler, ¿de quién cree, si no, que han aprendido lo que hacen a los palestinos?.
Al dato, en la búsqueda del máximo beneficio, los judíos-sionistas estadounidenses, dedicados al comercio vendieron armas al gobierno nazi alemán, de la misma forma que después de la segunda guerra la emprendieron con el rearme del país que quedó, entonces, caído el nazismo, cuadrando con su anticomunismo, su propósito era hacer frente al avance de la Unión Soviética. Como anticomunistas han formado parte del núcleo duro de los mayores negociantes usurpadores del mundo, es por eso por lo que en EEUU se empleaban, desde los medios de difusión y el gobierno, todo lo duramente que podían en las cruzadas anticomunistas, potenciando organizaciones de ultraderecha, entregando listas de sospechosos a los tribunales marccarthistas, y recogiendo en EEUU a miembros de las SS nazis.
Fíjese si hay víctimas de otros holocaustos tan sólo en EEUU: de limpieza étnica, indios; víctimas de esclavitud, africanos; del trabajo esclavo en las fábricas, las mujeres trabajadoras que el capitalista de una fábrica quemó para no ceder a sus reivindicaciones (¿saben por qué se instituyo el 1º de mayo?), las hambrunas y persecuciones sobre los trabajadores antes del derrumbamiento del capitalismo de 1929; podemos hablar del machismo, de las persecuciones a los homosexuales, y de cuántos más, … hoy mismo sabemos que los pobres alcanzan en EEUU la cifra de 45 millones (cuántos más caerán a ese pozo empujados por la descomposición del imperio capitalista ¿harán los responsables un paréntesis en su enriquecimiento para sacar a los más empobrecidos de la ruina? Parece que nadie se acuerda de hacer un paréntesis para las víctimas de la explotación), sin embargo, son los judíos-sionistas, presentándose como «víctimas» a través de la propaganda que esparcen desde todos sus medios, los que han hecho negocio del holocausto. Quién lo iba a decir, los capitalistas judíos hacen negocio hasta con la desgracia ajena.
Para que vean el carácter de clase de éstos pájaros, nos dice Finkelstein, el autor de «La industria del holocausto», que cuando se desarrollaba la lucha por «los Derechos Civiles (en EEUU) estaban cambiando de exigencias de igualdad política y legal a exigencias de igualdad económica, … cuando las preocupaciones se expresaban en términos de clase más que de raza, los judíos huyeron a los barrios residenciales periféricos tan apresuradamente como los cristianos blancos, con objeto de evitar lo que percibían como el deterioro de sus colegios y barrios». El punto culminante fue el enfrentamiento de un sindicato profesional de mayoría judía contra los activistas de la comunidad negra que intentaban recuperar la enseñanza en quiebra. Toda su fuerza, otra vez más, se dirigió a machacar a los débiles y alimentarse de ellos para hacerse más fuertes.
Con su descubrimiento del holocausto como negocio los beneficios subían y subían, las cuentas engordaban. Nada de moral ni de ética, eso va contra el dinero. El holocausto, programado lastimera y victimariamente, daba más dinero que ninguna otra inversión, de ahí que desde entonces nieguen y persigan a todo aquél que declara que hay otros holocaustos, eliminar la competencia; para eso son únicos, no permiten que ningún medio trate como víctimas a las víctimas de tantos otros holocaustos. De todas las personas es conocido el actual ejemplo, bien flagrante, de ocultación, manipulación, y silencio de lo que los sionistas-judíos hacen con el pueblo palestino. La mayoría de los medios siguen los dictados de las agencias vinculadas a multinacionales, bancos, y empresas de armamento con peso judío-sionista, en la operación de darle la vuelta a la realidad: al pueblo expulsado de su tierra, a las víctimas de sus asesinatos de lesa humanidad, a esas víctimas les denominan terroristas, y ellos, asesinos, reventadores del derecho internacional y los derechos humanos, son pobres ciudadanos del mundo.
Finkelstein en su libro entra en la cueva de negocios judío-sionista y hace la luz sobre los grandes emporios, las fundaciones y las corporaciones que se dedican a sacar dinero a cuenta del asunto y financiar campañas en todos los ámbitos, presionando internacionalmente y localmente. De lo más pequeño a lo más grande, así se hace una potencia mundial, la cuarta potencia atómica del mundo, potencia mundial de la injusticia, y así consigue que en una encuesta hecha hace poco a nivel internacional, Israel aparezca como el país más condenado del mundo entero por los consultados. El negocio les va bien, pero la opinión mundial les va mal. Finkelstein nos dice quienes son.
Le recomiendo que lea el libro de Finkelstein, profesor de la Universidad DePaul, judío crítico del sionismo y de la ocupación israelí, que recientemente fue expulsado de su cátedra por las presiones ejercidas por las organizaciones judío-sionistas. En el mes de mayo fue detenido a su llegada al aeropuerto de Ben-Gurion por el servicio de seguridad israelí, y, tras tenerlo 24 horas en una celda, ante el escándalo que podía suponer, fue expulsado en un avión vía Ámsterdam.
Título: La industria del holocausto.
Autor: Norman G. Finkelstein.
Editorial: Siglo XXI.