Ariadna Lesido presentó su libro antológico «Lo Que Se Ve. Fotografías 1979-2007» junto a una muestra de imágenes incómodas, reveladoras e inquietantes que recorren toda su obra.
Adriana Lestido (1955) fue la primera fotógrafa en recibir la prestigiosa beca Guggenheim, entre otros tempranos estímulos a su respetada obra, hoy reconocida a nivel nacional e internacional. Sus fotos integran colecciones de museos de la Argentina, Estados Unidos, Venezuela, Francia, España, Alemania y Suecia. Esta muestra, que se presenta hasta el 14 de julio en el Museo Nacional de Bellas Artes, es única por el doble acontecimiento de presentar su libro, editado por Capital Intelectual, junto a una retrospectiva de su producción fotográfica. Las series se despliegan en orden cronológico; los curadores Gabriel Díaz y Juan Travnik articularon 70 tomas fotográficas en blanco y negro (excepto dos fotitos polaroid en color, sacadas en Punta del Diablo, Uruguay, en 1995, que se exhiben al final del recorrido), donde Lestido ensaya la verdad: Hospital infanto-juvenil (1986-1988), Madres adolescentes (1988-1990), Mujeres presas (1991-1993), Madres e hijas (1995-1998), El amor (1992-2005) y Villa Gesell (2005). Estas secuencias componen el hilo íntimo de su búsqueda personal como fotógrafa y como persona, donde se teje la trama entre su vida y su obra. Lejos de perseguir efectos estéticos que la prestigien como artista, muchas de las imágenes de Lestido documentan, responsablemente, vidas dolorosas y marginadas. Y con este gesto político las trae a la escena pública para mostrarnos su significado más actual: la memoria. La reflexión sobre lo femenino y la ausencia física del hombre, también son una marca de autor en su obra. Ausencia física y no simbólica: en la foto Madre e Hija de Plaza de Mayo (1982) -quizás la más lograda y emblemática que se puede ver en la muestra- la ausencia es desaparición. Esta ausencia forzada, en la biografía personal de Lestido, es el amor arrebatado, su novio de juventud: «A Guillermo Willy Moralli, compañero de vida y de lucha, secuestrado y desaparecido por la dictadura militar el 18 de julio de 1978. A su luz, bondad y belleza», dice la dedicatoria del libro que acompaña la muestra. Y a él también es a quien dedica la retrospectiva, ya que empezó a hacer fotos el año en que Willy desapareció.
En Mujeres presas, una serie que muestra el encierro hostil y la angustia anónima, la ausencia del hombre surge más de una decisión penitenciaria que de una voluntad amorosa. Pues ellos siguen ahí, presentes, en tatuajes corporales y en las miradas de tristeza que los ojos reclusos muestran en cautiverio. Para hacer esta historia, porque para Lestido las fotos cuentan historias, pasó un año yendo los fines de semana a la cárcel de Los Hornos, en La Plata. La experiencia fue dura al principio del proyecto. Si bien lo que le interesó fue la situación de las madres presas con sus hijos (quienes pueden estar en el penal hasta los dos años de vida; luego la ley las obliga a separarse), después la idea original tomó otro rumbo y se transformó en lo que es: mujeres encerradas, segregadas, que no pueden decidir sobre sus vidas.
El uso del blanco y negro es una elección cromática que está en función de transmitir estas vidas; y que tienen como correlato en la muestra el encuentro entre los antagónicos mundos a los que nos afronta: por un lado el nuestro, ubicado en el espacio cómodo y ocioso de la inmaculada sala de exhibición; y por el otro, los universos retratados por la fotógrafa que, ya sean en cárceles o de encuentros felices entre madres e hijas, resultan siempre incómodos, reveladores e inquietantes. Porque en las fotos de Lestido uno termina siendo lo que ve. Y ser lo que uno ve, involucrarse de forma total en lo que se está viendo, entregarse, fundirse con lo visto, es también el manifiesto poético y el compromiso profesional que Lestido tiene presentes al disparar con la cámara. Por eso la retrospectiva resulta tan sensible y conmovedora; porque la artista está presente en cada imagen. En las series El amor (1992-2005) y Villa Gesell (2005), reflexiona sobre vivencias personales, el amor o la dificultad de amar: una camisa masculina colgada en una silla, junto a una cama y un escritorio; un cuarto oscuro en cuyo fondo una ventana deja entrar la luz y recorta la silueta de un hombre en penumbras; dos precarias casitas construidas sobre el lomo de un médano, en ese pueblo costero fundado en la arena, son algunas de las imágenes donde Adriana Lestido ve y documenta la ausencia masculina. «Yo creo que la separación atraviesa todo mi trabajo. La separación como largo proceso de aprendizaje y como necesidad también de volver a juntar y unir. Quizá la tristeza que está por detrás de todo mi trabajo sea eso: el amor como necesidad de recuperar una unidad perdida», concluye la autora.
Fuente (y fotografías): http://www.revistadebate.com.ar/?p=3939