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El último argumento del Pentágono sobre Iraq

El paraíso del consumismo en la guerra

Fuentes: Tom Dispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Es el último argumento, el baluarte final contra la retirada, y durante estos últimos años, el gobierno de Bush se ha asegurado de que tenga mucho peso. Irónicamente, su fuerza reside en el hecho de que no tiene nada que ver con las vicisitudes de la política iraquí, el poder relativo de chiíes o suníes, la influencia de Irán, o incluso el va y viene de la guerra. Realmente no importa lo que piensen al respecto el primer ministro iraquí Nouri al-Maliki o el clérigo opositor Muqtada al-Sadr. En los hechos, es un argumento que no tiene nada que ver con Iraq y todo con nosotros, con el modo de guerra (y de vida) estadounidense, que lo convierte en casi invulnerable.

Y esta semana el Jefe del Estado Mayor Conjunto Mike Mullen – el hombre a quien el presidente electo Obama planea llamar al Despacho Oval en cuanto llegue – lo colocó en su sitio y lo lanzó como un misil apuntado al corazón del plan de retirada en 16 meses de Obama para las tropas de combate de EE.UU. en Iraq. No podrá sonar como gran cosa, pero creedme, así es. El Jefe simplemente dijo: «Tenemos ahora mismo 150.000 soldados en Iraq. Tenemos muchas bases. Tenemos un tremendo montón de equipamiento allí. Y por lo tanto tendríamos que considerar todo lo relacionado, obviamente, las condiciones están allí, las condiciones de seguridad… Obviamente, desearíamos hacerlo de modo seguro.» Sacar todo con seguridad, calculó, tomaría por lo menos «entre dos y tres años.»

Para los que requieran más clarificación, Yochi J. Dreasen del Wall Street Journal lo dijo llanamente: «En recientes entrevistas dos altos oficiales declararon rotundamente que sería imposible desde el punto de vista logístico desmantelar docenas de grandes bases de EE.UU. y retirar tan rápido a los 150.000 soldados que están ahora en Iraq. Los oficiales dijeron que requerirían cerca de tres años para una retirada completa y más si los combates se reiniciaran cuando las fuerzas estadounidenses abandonaran el país.»

En cuanto al plan de Obama, si los mandamases militares tienen algo que decir al respecto, chau. Es «físicamente imposible,» dice un «alto oficial involucrado en la información del presidente electo sobre las operaciones en Iraq,» según Time Magazine. The Washington Post informa que, si Obama presionara por una disminución de dos brigadas por mes, un conflicto civil-militar «es inevitable,» y podría, como sugiere Robert Dreyfuss de The Nation, incluso llevar a un «enfrentamiento» de Obama con el alto comando militar en sus primeras semanas en su puesto.

En pocas palabras, el argumento del Pentágono no podría ser más simple o más rotundamente estadounidense. Tenemos demasiadas ‘cosas’ como para poder irnos pronto. En la guerra, como en la paz, estamos atrapados por nuestro propio despilfarro. Somos los Neiman Marcus y los Wal-Mart del combate. Dondequiera vamos, nuestras «cosas» van con nosotros – en cantidades tan prodigiosas que llevárnoslas va a ser más tremendo que invadir para comenzar. Después de todo, se necesitó menos de un año para instalar la fuerza de invasión de más de 130.000, y todo ese equipo y empresas de apoyo de bases de todo el mundo, así como el poder aéreo y naval correspondiente.

Algunos han estimado, sin embargo, que sacar a cada una de las 14 brigadas de combate que todavía están estacionadas en Iraq para el 20 de enero de 2009, con todo su equipo podría tomar hasta 75 días por brigada. (Si sacas la cuenta, representa 36 meses, e incluso eso no bastará si se quiere sacar todo lo demás que tenemos ahora en ese país del tamaño de California.)

¿Irnos? No sueñes con eso.

Ir a la guerra con la sociedad que se tiene

En diciembre de 2004, cuando un soldado en una base en Kuwait cuestionó la falta de blindaje en los Humvees de su unidad, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld dijo célebremente: «Como sabe, hay que ir a la guerra con el Ejército que se tiene…»

Rumsfeld todavía estaba entonces concentrado en su tan pregonada «transformación» de la guerra. Se proponía crear un Ejército Lite – la más reducida, totalmente ágil, totalmente conectada, mayor, de todas las fuerzas de alta tecnología que convertiría a EE.UU. en la potencia dominante en el planeta durante miles de años. Resultó que esa fuerza fue un espejismo. En realidad, las fuerzas armadas de EE.UU. en Iraq resultaron ser Pesos Pesados. En retrospectiva, Rumsfeld podría haber respondido con más exactitud: Hay que ir a la guerra con la sociedad que se tiene.

En los hechos, el gobierno de Bush hizo precisamente eso – apasionadamente. Después de los ataques del 11-S, el presidente suplicó célebremente al público estadounidense que volviera a la vida normal comprando, volando, y visitando Disney World. («Llevad a vuestras familias, y gozad de la vida, del modo como queremos que sea gozada.») El gobierno y el Pentágono mostraron el camino. Mientras el presupuesto del Pentágono subía por los cielos, sus civiles y el alto comando se lanzaron a un despilfarro de dinero nunca visto en este planeta.

Para ellos, Iraq ha sido una guerra como una cornucopia, una guerra como un paraíso del consumo. Posiblemente, calculando por soldado, no ha habido fuerzas armadas que hayan ocupado alguna vez un país con un mayor tren de equipaje. Al tomar Iraq, comenzaron rápidamente a construir una serie de gigantescas bases militares, los zigurat estadounidenses debían exceder su duración. Eran «ciudades estadounidenses» hechas y derechas, bien protegidas, entre 24 y 32 kilómetros a la redonda, con múltiples supermercados para militares, negocios de comida chatarra de marca, semáforos, todo lo que se quiera. (Esto, en un país en el que nada funcionó, de por años después de la invasión,.)

Al coste de nada más ni nada menos que miles de millones de dólares, siguieron construyendo esas bases, y luego, en Bagdad, como toque final de su obra iraquí construyeron la madre de todas las embajadas por casi 750 millones de dólares, una verdadera ciudadela en el corazón de la Zona Verde de la capital, controlada por EE.UU., hecha para 1.000 «diplomáticos» con su propia piscina, canchas de tenis, centro de recreación, centro comunitario, oficina de correos/supermercado, economato, áreas de comercio y compras y restaurantes – de nuevo, todo lo imaginable.

En otras palabras, en el extranjero, no fuimos espartanos, fuimos atenienses con esteroides. Y entonces, desde luego, estaba el «equipamiento» al que se refería Mullen, la colección más cara y amplia que se pueda imaginar. Como escribió Arnaud de Borchgrave del Washington Times en octubre de 2007: «Verlos pasar conduciendo a 50 kilómetros por hora, tomaría 75 días. Parachoques contra parachoques, se extenderían de la Ciudad de Nueva York a Denver. Así describió el experto en logística de la Fuerza Aérea de EE.UU., Lenny Richoux, la cantidad de vehículos que tendrían que ser embarcados de vuelta de Iraq cuando haya acabado el actual despliegue. Incluyen, entre otros, 10.000 camiones de plataforma, 1.000 tanques y 20.000 Humvees.» Y no hay que olvidar «los 300.000 objetos ‘pesados’ que tendrían que ser embarcados, como ser máquinas para fabricar helados que producen abundantes helados de diferentes sabores a gusto de cada cual en una docena de bases…»

Como lo podría haber descrito el Dr. Seuss: y eso no es todo, oh no, eso no es todo. En julio de 2007, por ejemplo, Charles Hanley de Associated Press describió bases de EE.UU. que contenían «más que miles de tanques, otros vehículos blindados, piezas de artillería y Humvees asignados a unidades de combate. También acogen aeropuertos cargados con equipos de alta tecnología, complejos de oficinas repletas de ordenadores, muebles y acondicionadores de aire, sistemas de generadores y plantas de tratamiento de agua, negocios para militares repletos de mercadería, gimnasios llenos de equipos, inmensas letrinas prefabricadas y filas de pequeños servicios higiénicos portátiles, incluidos los negocios de Burger King y Subway.»

Y no se acaba ahí. A mediados de 2007, cuando el tema de nuestras «cosas» se convirtió por primera vez en parte de las noticias de la retirada, el Secretario de Defensa Robert Gates señaló: «Estamos hablando no sólo de soldados de EE.UU., sino de millones de toneladas de equipos de contratistas que pertenecen al gobierno de EE.UU., y de una variedad de otras cosas… Se trata de un masivo cometido logístico cuandoquiera tenga lugar.» Así que, se podría preguntar, ¿qué pasará con los muchos decenas de miles de contratistas privados en Iraq y todo su material? Presumiblemente, algunos de ellos también se tendrían que retirar, muchos a través del cuello de botella de Kuwait y sus puertos sobrecargados. Esto sería, como los militares lo pintan ahora, un Dunquerque estadounidense que tardaría años.

El argumento de última instancia

Ahora bien, en los días en los que teníamos menos experiencia en guerras perdidas, los estadounidenses en retirada simplemente tiraban caóticamente esos helicópteros sobrantes desde las cubiertas de los portaaviones, quemaban dinero flotante en tambores de lata, y dejaban atrás toneladas de equipos costosos y masivas bases para que el enemigo las convirtiera en futuros parques industriales. En la embajada de EE.UU. en Saigón, en abril de 1975, mientras todo lo que estaba a la vista era quemado o destruido, incluyendo preciosos equipos de electrónica avanzada, el dinero realmente llovía desde el incinerador de la embajada en el techo sobre estupefactos aliados vietnamitas amontonados abajo, esperando el puente aéreo prometido hacia la seguridad que, para la mayoría, nunca tuvo lugar.

La retirada en aquel entonces era antiestética, indecorosa, y poco saludable para el medio ambiente. Pero, como sabemos, las lecciones de Vietnam fueron aprendidas más adelante.

Hoy en día, el Pentágono y el máximo comando militar quieren ser consumidores mucho más responsables y mucho mejores ecologistas, tarde lo que tarde, y los «estrictos requerimientos» del Departamento de Agricultura para el «lavado mecanizado» – en el desierto, por supuesto – de todo objeto a ser devuelto a EE.UU. ayudarán a asegurar que así sea. «Desde que las autoridades de EE.UU. encontraron ratas infectadas con plagas en carga retornada de la Guerra de Vietnam,» ha escrito Hanley de AP, «el proceso de descontaminación ha sido exigente: lavado con agua a presión de equipamientos, tratamiento con insecticida y veneno para ratones, inspecciones, certificados.»

Y no hay que olvidar el empaque al vacío de esos helicópteros – quién sabe cuántos – para ese largo, viaje libre de sal por mar.

Hay que pensar en esto como una versión de «la regla del almacén de porcelana» que el Secretario de Estado Colin Powell supuestamente citó al advertir al presidente Bush sobre los peligros de la invasión de Iraq: «Si lo rompes, te lo quedas.» Para la partida de Iraq, podría ser reescrita como: Lo llevas, te lo quedas.

Se podría decir que, a fin de cuentas, el plan secreto de Bush para nunca retirarse de Iraq no fue otra cosa que una extensión de su reacción de compra-hasta-que-te-caigas ante el 11-S. La idea era meter tantas cosas en el país que nos viésemos obligados a quedarnos.

Y ahora, cuando a la misión se le acaba la cuerda, los mandamases evidentemente afirman que la línea de tiempo de Obama para la retirada violaría nuestros derechos de propiedad y desperdiciaría una vasta gama de equipamiento caro. No se escucharán excusas de los militares por viajar con tanto equipaje, a pesar de que ahora argumenten contra un itinerario razonable para la retirada por la necesidad de implementar una especie de programa en 12 pasos para la sensatez de consumidores armados.

Desde el día mismo en que fue lanzada la estrategia de la ‘oleada’ del presidente en enero de 2007, este argumento ha sido algo como un tatareo en el trasfondo del debate de la retirada. Ahora, evidentemente va a salir al frente y al centro de ese debate.

Un nuevo presidente va a asumir el mando. Su plan de retirada es modesto – habló de él con más exactitud en 60 Minutes de CBS como «un plan que reduce nuestras tropas». Después de que se hayan ido esas «brigadas de combate» estadounidenses, todavía es posible que hasta 55.000 soldados de EE.UU. puedan quedarse como consejeros o fuerzas residuales, como dijo a National Public Radio el verano pasado uno de sus principales asesores de seguridad, el ex Secretario de la Armada Richard Danzig. Y sin embargo, como los iraquíes nos apremian, han desaparecido tantos de los argumentos contra la retirada, y por ese motivo, cuando Barack Obama se siente en el Despacho Oval con sus máximos comandantes, va a oír hablar de todas esas «cosas.» Para los que quieren arrastrar los pies al irse de Iraq, es el argumento de última instancia.

Como dijo Donald Rumsfeld de modo tan clásico, refiriéndose al saqueo de Bagdad en abril de 2003, después que las tropas de EE.UU. entraron a la ciudad, «las cosas pasan.» Cuán verdadero resulta ahora. Cuando tiene que ver con la retirada, el gobierno más derrochador en lo militar que se recuerde, parece haber asegurado que la principal prioridad militar en 2009 sea la frugalidad – es decir, salvar todas las ‘cosas’ estadounidenses en Iraq.

La ironía no alcanza para cubrir este caso. El gobierno de Bush habrá tenido éxito en poco más, pero arraigó tan profundamente a EE.UU. en ese país que la partida puede ser presentada ahora como un derroche.

A propósito, por si alguien piensa que el Pentágono, que pronto no contará con Bush, ha extraído las lecciones obvias de su experiencia en Iraq, que lo piense de nuevo. Todavía parece ansioso de visitar Disney World.

Según el fiable blog Danger Room de Wired Magazine, responsables militares sugieren ahora al equipo de transición de Obama que el próximo presupuesto del Pentágono debería ascender a 581.000 millones de dólares, asombrosos 67.000 millones de dólares más que el previo (y eso es sin incluir casi todos los costes de las guerras de Afganistán e Iraq).

Pero como las Fuerzas Armadas Lite de Rumsfeld, los planes de las Fuerzas Armadas Pesadas del Pentágono, probablemente resultarán ser un espejismo en el futuro económico que nos espera. Tal vez EE.UU. debiera ciertamente recobrar cada pieza de su equipamiento en Iraq. Después de todo, una cosa parece ser segura: Washington podrá continuar de alguna manera estacionando soldados en un mundo desesperado económicamente, pero nunca volverá a tener el dinero necesario para ocupar un país al estilo de Iraq – en gran parte porque el gobierno de Bush se las arregló para desperdiciar el patrimonio imperial estadounidense en sólo ocho años.

Algún día, Iraq y todas esas masivas bases, todo ese equipamiento de alta tecnología, todas esas máquinas para hacer helado y los W.C. portátiles parecerán parte de una vida de sueño estadounidense. Puede que el dinero nunca vuelva a llover desde el cielo.

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Tom Engelhardt dirige Tomdispatch.com del Nation Institute. Es cofundador del American Empire Project (http://www.americanempireproject.com/). Ha actualizado su libro The End of Victory Culture (University of Massachussetts Press) en una nueva edición. Editó el primer libro de lo mejor de Tomdispatch, The World According to Tomdispatch: America in the New Age of Empire, que incluye su trabajo (Verso) y que acaba de publicarse. El libro, una historia alternativa de los demenciales años de Bush, se centra en lo que no publican los medios dominantes.

Copyright 2008 Tom Engelhardt

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