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Entrevista a Jon E. Illescas sobre Educación tóxica (y II)

“El Pentágono tiene una división para cofinanciar las producciones audiovisuales»

Fuentes: El viejo topo

Doctor Cum Laude en Sociología y Comunicación con Premio Extraordinario de Doctorado en la Universidad de Alicante y Licenciado en Bellas Artes con Premio Extraordinario Fin de Carrera y Premio Universitario 5 Estrellas en la UMH, Jon E. Illescas Martínez (Orihuela, 1982) es profesor de Secundaria y Bachillerato, artista plástico e inventor del «Sociorreproduccionismo» bajo el seudónimo de “Jon Juanma”, es autor de un centenar de trabajos sobre cultura popular, geopolítica, arte, comunicación y economía. Varias han sido traducidas al portugués, al inglés y al italiano. Entre 2009 y 2013 trabajó su tesis doctoral en la Universidad de Alicante y la Universidad Complutense de Madrid con una beca predoctoral de la Fundación Caja Murcia.

El profesor Jon E. Illescas es autor de Nepal, la revolución desconocida (2012) y La dictadura del videoclip (2015), considerada esta última una obra de referencia tanto por el Ministro de Educación de Cuba como por la John Hopkins University de Maryland (que habló de ella en términos como “la envidia de cualquier analista cultural”)

Centramos nuestra conversación en su último publicado por El Viejo Topo en diciembre de 2019.

Nos habíamos quedado en este punto. La tercera parte del libro lleva por título “La seducción irresistible”. ¿Por qué irresistible? ¿Por qué tantos menores están apresados en las redes de lo que llamas sexocracia?

Porque los adolescentes tienen las hormonas por las nubes y los estímulos sexuales los embelesan más que a la media de los adultos que, no en vano, también somos sensibles a los mismos. Si a eso le añades que las aplicaciones que consumen desde sus pantallas parlantes están programadas por empresas con millones de dólares que contratan a los mejores neuropsicólogos de Silicon Valley provistos de escáneres cerebrales y especializados en hacer adictivos sus productos, fácilmente notarás que las posibilidades de que el menor abandone las pantallas “por voluntad propia”, sin la intermediación de un adulto, son irrisorias. Y entonces te encuentras con las 9 horas de consumo al día que malgastan frente a ellas.

¿Qué podemos hacer los mayores, madres, padres, profesores, educadores, políticos responsables… ante un monstruo corporativo de tales dimensiones?

Primero, tomar conciencia del problema y elevarlo al debate público en AMPAS, sindicatos, partidos políticos y organizaciones sociales. Segundo, redactar un programa con medidas concretas que apoyaran el máximo de organizaciones posibles. Algunas de ellas, me atrevo a proponer para el debate en el libro. Y por último, dar la batalla hasta elevar esas medidas a leyes y realidades tangibles, como la que demando de construir una industria cultural pública que fusionándose con RTVE tenga sellos musicales, estudios de cine, industria del videojuego, editoriales, etc. Esta industria pública competiría con la privada, como lo hace la educación o la sanidad pública, pero con contenidos humanistas, emancipadores, democráticos, respetuosos con los derechos humanos. Eso sí, para construir y mantener esta industria se necesitaría de la existencia de una banca pública que la financiase. Estaría sujeta al control de 2/3 del parlamento y de la ciudadanía mediante consultas e iniciativas democráticas.

Sin embargo, a largo plazo, en mi opinión, habría que trabajar para construir el socialismo democrático mundial. Algo inédito y que sé que a los lectores les sonará a quimera, pero, en realidad, por diversas razones que expongo en el libro, sería la única salida razonable desde un punto de vista político, ecológico y cultural para el conjunto de la humanidad ante los graves desafíos que enfrentamos. Y, desde luego, del continuo hundimiento de la calidad de la educación de los menores. Por ponerte un ejemplo, en los últimos cursos de la ESO, Bad Bunny, un trapero de moda, tiene mayor reconocimiento de parte de los alumnos que Jesucristo o Mahoma. Muchísimo más que Mandela o Marie Curie, por citar personajes históricos insignes. En cambio, más del 47% desconoce al líder de la oposición hasta tal punto que al verlo no sabe decir ni que es un político y más de un 20% no sabe tampoco que Portugal es el nombre del país que limita con España al oeste. Incluso en el último curso de Bachillerato me ha pasado, hasta con buenos alumnos, que toda una clase desconociera el significado del “sufragio universal”.

Desde un punto de vista musical, ¿la música de todas estas canciones es peor, igual o mejor que la música (también apoyada por la industria) de los años cincuenta o sesenta? ¿Ed Sheeran, por ejemplo, es peor (o mejor) que los Beatles o estamos en planos distintos?

Las investigaciones que presento en el libro indican que cada vez más la producción musical de masas, lo que Mat Callahan denomina McMúsica, es más y más pobre desde finales de los sesenta hasta nuestros días. Y yo añadiría que el conjunto de la producción cultural de masas. Y con esto no quiero decir que no se haga excelente música o se creen maravillosas obras de arte en el cine, la literatura, etc. Al contrario, creo que nunca antes se ha hecho tanta buena música como hasta ahora por la disminución de los precios de los instrumentos musicales, la edición de vídeo y las posibilidades que brinda las nuevas tecnologías, entre ellas, las pantallas.

El problema es que la corriente dominante está controlada por una oligarquía que se empeña por razones económicas y políticas en que su producción sea crecientemente pobre, tóxica y, si me permites, amoral. Algo a lo que no es ajeno la unificación de los narcocapitales con la banca y las grandes corporaciones con la fase neoliberal del capitalismo y la laxitud de los controles fiscales. Cada vez más, hay una cultura financiada por narcos y/o por una oligarquía crecientemente cínica y psicópata que ha perdido cualquier atadura ético-moral con la realidad en pro de un nihilismo dionisiaco claramente destructivo para la vida en comunidad. Una oligarquía presa del beneficio compulsivo que emana de la lógica inmanente del sistema capitalista y que no tiene otra pretensión que, como dirían los punkies por distintas razones: dejar un bonito cadáver.

La involución cultural y de profundidad de pensamiento de las mayorías es evidente para muchos. Es, sin ir más lejos, ciertamente notorio en la izquierda, cada vez más irracional y alérgica al debate constructivo o a la lectura de libros. Cada vez más acomodada, enemiga del esfuerzo y el sacrificio y totalmente presa del imperio de las pantallas, sus ciclos condicionados de dopamina y de la política-emoción alejada de toda pretensión de objetividad, verdad y universalidad. El panorama es sombrío, ciertamente, pero las posibilidades de mejoras son infinitas, en especial con el reajuste ecológico que ya se está produciendo y que hará (para bien y para mal) que muchos despierten de su sueño de consumo narcotizado. ¿O quizás no? Como siempre, dependerá de nosotros.

Me doy cuenta ahora que me he centrado casi en exclusiva en asuntos musicales y tu libro habla de muchos otros temas. Te pregunto sobre ellos. Hablas de los youtubers. ¿Nos explicas qué es un youtuber? ¿Qué papel juegan en esta educación tóxica de la que hablamos?

Un youtuber es una persona al que YouTube le presta un canal y desde donde publica contenidos que él mismo genera. Hay muchos youtubers pero pocos pueden dedicarse a ello profesionalmente, mediante los ingresos publicitarios que comparten con la empresa de Google o mediante acuerdos de esponsorización y/o emplazamiento publicitario que hagan con marcas o productos comerciales. En general, los youtubers más importantes suelen ser gamers (jugadores de videojuegos) que normalmente reproducen los contenidos dominantes  de esos productos con ciertas dosis de humor. Para el público femenino son muy populares las youtubers influencers de moda, peinados, maquillaje, etc: que suelen reproducir las tendencias de los oligopolios de la elitista industria de la moda. Pero además de estos, también hay otros más modestos que enseñan contenidos más constructivos, como a tocar un instrumento musical o incluso a facilitar el aprendizaje de asignaturas como Inglés, Historia, Dibujo Técnico, etc. No todos los youtubers son tóxicos como tampoco lo es toda la música dominante, pero una mayoría reproducen toda esta corriente cultural procorporativa de una forma acrítica y los algoritmos de YouTube los favorecen porque generan más dinero para las empresas que, pongamos, un youtuber que cuestione las políticas de Donald Trump o quiera popularizar el pensamiento marxista. De hecho, youtube paga menos por cada visita a un canal que trate temas “controvertidos”. Cualquier contenido que haga pensar tendrá a los algoritmos de YouTube en contra, solo los encontrarán aquellos que deliberadamente los busquen (y a veces, ni eso). En cambio, los contenidos vacuos que transformen con facilidad a los espectadores en consumidores tendrán el espacio de Tendencias (donde la mayoría de jóvenes se proveen de los vídeos) abierto de par en par, como, por ejemplo, sería el caso de un youtuber especializado en publicar reseñas de móviles. Seguro que habrá decenas de empresas de telefonía dispuestas a llegar a acuerdos comerciales con él y eso YouTube lo fomentará porque se llevará también una parte de ese pastel.

[Jon E. Illescas]

Te he preguntado antes pero me permito insistir un poco más: ¿qué función desempeña la pornografía en todo este mundo de intoxicación cultural? ¿Cala en los jóvenes las imágenes que suelen acompañar a los vídeos de promoción?

La pornografía es la Biblia del Sexo para los jóvenes. Y es así porque no hay una educación sexual alternativa ni desde los centros públicos ni desde los medios. ¿Por qué no poner un programa sobre sexo que explique las diferentes formas de amar y aporte información sobre salud íntima de un modo atractivo y responsable? El problema es que ahora la pornografía ya no es solo la mujer de buenas curvas y poca ropa que consumimos todos (o casi) todos los varones en nuestra adolescencia, es cada vez más bestial y te encuentras con niños de 8 años que ya han visto un bukake. Es decir, un vídeo porno donde una mujer es multieyaculada por una ¿manada? de hombres. O quizás, con un poco de “suerte” ya hayan jugado a algún videojuego online donde mediante el avatar  de un monstruo o un perro, hayan violado a decenas de mujeres de modo harto realista. ¿Así que luego nos sorprenderemos de qué exactamente?

¿Se puede afirmar, sin exageración, que el machismo-patriarcalismo es una componente esencial de esta cultura hegemónica alienadora de la que estamos hablando?

Sí y no. Por una parte sí, porque venimos de donde venimos y la mayoría de los integrantes de la oligarquía mediática son hombres. Pero por otra, cada vez menos, porque hay más mujeres al mando, como la Presidenta de YouTube, la multimillonaria filosionista Susan Wojcicki. Y también porque el público femenino y feminista se tiene más en cuenta a la hora de crear contenidos. Aunque siempre con el barniz tóxico de la mayoría de la producción destinada a hombres (cosificación de los seres humanos, hipersexualización, drogas, clasismo, jerarquía, consumismo, agresividad, violencia, etc.).

Tampoco te he preguntado por videoclips, asunto en el que ando muy pero que muy pez. ¿Son tan importantes? ¿Dónde radica su peligrosidad político-cultural si la tuvieran? ¿Los hay contrahegemónicos?

Es el producto audiovisual más consumido del mundo por encima de series, películas, videojuegos, etc. Si contamos los 100 vídeos más vistos de YouTube, descubriremos que 95 son videoclips. Imagina su incidencia. Conforman el imaginario colectivo de millones de jóvenes allende los mares. En los dominantes, los valores tóxicos son los hegemónicos.

Los contrahegemónicos existen pero son vistos por aproximadamente entre una centésima y una milésima parte de los otros, porque no reciben la misma financiación del capital. Algo lógico, pues los capitalistas que controlan el negocio no quieren hacernos mejores, al revés, pretenden hacernos peores y más débiles al mismo tiempo que ganan mucho dinero.

Otro tema sobre el que tampoco te he preguntado: las drogas. ¿Qué papel juegan? La música, los videoclips, lo que sea, ¿empuja, abona, maleduca en su consumo irresponsable y dañino?

En palabras de muchos chavales, ciertas drogas se conocen “gracias” a los videoclips. Y no es de extrañar. Te ofreceré un dato: un adolescente promedio consume 33 horas al año de videoclips donde le animan a tomar drogas ilegales y 0 en contra. Y hablamos exclusivamente de videoclips que le afirman que fumar porros, tomar pastillas o cocaína son el cielo. ¿A cuántas charlas concienciando sobre el peligro de las drogas equivale eso? Estos contenidos tóxicos normalizan el consumo de drogas y otro tipo de adicciones que también trato, como las apuestas deportivas.

Hablas también, y no es un tema conocido, de las relaciones del Pentágono con la industria cultural de la que hablamos. ¿No son mundos muy alejados?

No, el Pentágono tiene una división para cofinanciar las producciones audiovisuales dirigidas a un público masivo que ensalcen sus instituciones o la política exterior que tenga en cada momento. De este modo cofinancian películas, series, videojuegos e incluso videoclips. Y aquí no hablamos de artistas cualesquiera. Sin ir más lejos, la persona con la cuenta de Twitter más seguida del orbe, Katy Perry, trabajó con el Pentágono en su videoclip Part of Me para aumentar el reclutamiento de las jóvenes norteamericanas en los marines.

Citas en varias ocasiones a George Michael, una estrella internacional del pop, alguien que en varias ocasiones fue muy crítico con el sistema (habló de “mundo tenebroso”). ¿Hay muchos casos como el suyo o es una rara avis? ¿Hay artistas españoles que se mueven también en estas coordenadas críticas?

[George Michael, 1963-2016]

Hay muy pocos, porque el sistema los tiende a expulsar desde el principio. En especial en la actualidad donde el talento musical es algo casi accesorio en tiempos gobernados por el Autotune (modulador de voz para quien desafina) y unas partituras musicales cada vez más pobres. George Michael, de nombre real Georgios Kyriacos Panayiotou, fue un artista muy particular que pese a ser comercial en su momento, siempre mantuvo unos valores profundamente ligados a la clase trabajadora donde creció. De hecho, de joven, fue miembro del Partido Comunista y ya como estrella se solidarizó con los mineros en sus huelgas contra Margaret Thatcher o fue un poderoso defensor del sistema público de salud en el Reino Unido (el NHS). Tenía un estilo de vida austero para sus ingresos y casi siempre conseguía mantener en privado los numerosos actos de caridad que realizó en vida. Era, sin duda, de otra pasta. Como también lo fue Prince, alguien que siempre se enfrentó a la industria.

¿Has pensado presentar tu libro en institutos, en escuelas, en Universidades, en centros cívicos, en reuniones con madres, padres y tutores? También en reuniones políticas o en colectivos o asociaciones de jóvenes desde luego.

Claro, sería lo ideal. Creo que es muy necesario avivar este debate y ponerlo en la agenda política o cada vez la educación de los menores irá a peor. Así que, en la medida en que mi trabajo y mis responsabilidades me lo permitan, si hay un público interesado que lo demande, allí estaré.

Seguro que habrá ciudadanía interesada. El epílogo de tu libro lleva por título: “Sin juventud sensible e ilustrada no habrá un futuro mejor.” ¿Es aún posible, estamos a tiempo? ¿No es demasiado poderoso el adversario al que nos enfrentamos y nuestras armas son muy débiles?

No lo sé. Lo que sí sé es que no dando la batalla, la vamos a perder. E incluso dándola y perdiéndola, estaremos mejor que si no la damos. Pese a esto, en realidad, soy muy positivo. Creo que lo podemos lograr, pero dependerá de que seamos honestos y analicemos la realidad como es y no como nos gustaría que fuera. Es necesario que mejoremos nuestra comprensión del sistema y el dinamismo y democracia de nuestras organizaciones. Es necesario fomentar el pensamiento crítico y no tener miedo al disenso. Tengo la impresión que la izquierda se ha osificado en torno a unos dogmas que todos repiten pero nadie cuestiona si tan siquiera son válidos o, al menos, mejorables. Nos hemos convertido en una especie de Iglesia, conservadora y además penosa, organizativamente hablando.

Me quedan mil preguntas más pero conviene no abusar. ¿Quieres añadir algo más?

Que espero que los sindicatos y las organizaciones de izquierda lean el libro, comprueben cuál es la juventud realmente existente y de dónde procede su formación y, sobre todo: a dónde queremos llegar. Todos sabemos que son los jóvenes los que menos se organizan desde la izquierda, de una a otra punta de España. Sus movilizaciones están orquestadas por los medios, desde el feminismo hasta el ecologismo mainstream, no tenemos autonomía ni iniciativa propia. Entonces, de seguir así, ¿qué futuro mejor podremos lograr? ¿Se puede cambiar el mundo con una revolución liderada por los medios de los mismos magnates que nos oprimen? Los viejos o los que ya no somos tan jóvenes, podemos inspirar, alumbrar, pero nunca ser savia nueva con la que dar el impulso revolucionario. Y ahora mismo la savia nueva está aletargada, drogada, sodomizada, absolutamente bajo control en un invernadero enorme con pantallas parlantes de los mismos que nos chupan la sangre. Pantallas parlantes en las que no pocos propios padres han legado sus responsabilidades educativas. La élite ha conseguido así algo que hace 50 años le hubiera parecido un sueño húmedo: atraer a los jóvenes hacia la derecha política. Nunca los jóvenes han sido tan de derechas como en la actualidad. ¿Exagero?

¿Exageras?

En Instagram, la principal red social de los jóvenes, el youtuber español más popular tiene 20 veces más seguidores que el líder político más seguido de la península. ¿Sabes cuál es?

No, no lo sé.

Santiago Abascal. ¿Y sabes qué diferencia tiene con el principal líder de izquierdas?

Pues tampoco. Me vas a poner un 0.

40 veces más. Aritméticamente y haciendo un símil, si el youtuber el Rubius midiese 1,85m como afirman los medios, en admiración juvenil Abascal mediría 9,5 cm, el tamaño de una manzana e Iglesias, unos 4 cm, el tamaño de una nuez. Dicho lo cual, resta por preguntarnos, ¿acaso se puede cambiar el mundo con una revolución protagonizada por viejos o por nueces con vocación ministerial?

No respondo aunque en este caso sé la respuesta. Gracias por tu tiempo, por tus reflexiones… y por tu magnífico libro.

Fuente: El Viejo Topo, febrero de 2020.

Primera parte de esta entrevista: «La música dominante es la impuesta por tres oligopolios transnacionales”, https://rebelion.org/la-musica-dominante-es-la-impuesta-por-tres-oligopolios-transnacionales/

Recomendación, entrevista a Jon E. Illescas: https://www.rtve.es/alacarta/videos/la-aventura-del-saber/aventura-del-saber-educacion-toxica/5536227/