Balance, contexto histórico y perspectivas a partir de un filme iraní El 21/oct/2019, en medio de la feroz represión contra el pueblo de Chile, por cuenta del diktat gringo acatado por el «Care/rata» Piñera, como ahora le dice el pueblo; en medio de la crisis humanística/democrática/capitalista que sufre EEUU; en medio de los levantamientos populares […]
Balance, contexto histórico y perspectivas a partir de un filme iraní
El 21/oct/2019, en medio de la feroz represión contra el pueblo de Chile, por cuenta del diktat gringo acatado por el «Care/rata» Piñera, como ahora le dice el pueblo; en medio de la crisis humanística/democrática/capitalista que sufre EEUU; en medio de los levantamientos populares en muchas partes del planeta, especialmente en América Latina, se hace imperativo un balance de la situación; también, una mirada al contexto histórico de ayer y de hoy; y, por último, esbozar las perspectivas a mediano futuro, con base en la re-visión que aquel lunes hice del filme iraní Baran, del mismo director de Los niños del cielo: Majid Majidi.
Afganistán, catástrofe humanitaria
Una aclaración: aunque Baran, voz para lluvia y nombre del personaje/eje, sea un filme iraní, de Majidi (Teherán, 1959), la historia se remite en lo fundamental al país, hasta ese momento de la historia, con el mayor número de refugiados del mundo: Afganistán (1). Hacia 2018 alcanzó los 4.2 millones de desplazados con urgencia de ayuda humanitaria. Vergonzoso título que luego le arrebató Colombia, al alcanzar el espanto, según datos de jun/2019: 7.8 millones de desplazados forzados, superando al Congo, Etiopía, Somalia, Nigeria y Yemen (2). Según la ONU, por vía del periodista pakistaní Ahmed Rashid en su libro Los Talibán (= estudiosos del Islam o buscadores del conocimiento), al momento de rodar el filme, 3.6 millones de afganos vivían fuera del país, de ellos 2.2 millones en Pakistán y 1.2 en Irán. En sept/2001 había 1.100.000 nuevas víctimas: 800 mil desplazados más dentro del país, 200 mil en Pakistán y otros 100 mil en Irán. La sequía permanente obligó a millones de personas a huir del campo y a emigrar a la ciudad, donde organizaciones de ayuda fueron impotentes ante la falta de recursos y el acoso talibán, azuzado por no se sabe qué potencia/imperio, já.
En enero, cien afganos, en su mayoría niños, murieron a causa del frío intenso en seis campos de refugiados en Herat, donde se concentraban 80 mil personas. Al norte, donde había casi 200 mil afganos desplazados, la gente había vuelto a comer hierba, animales y roedores: menos mal que no hurgado en la basura como les toca a niños e indígenas en Puerto Carreño, Vichada, COL, mientras el subpresidente y Martuchis siguen preocupados por Venezuela (3). Además, los padres/madres afganos, vendían a sus hijas por cuatro rupias para poder comprar alimentos. Detrás de esto estaba, y está, EEUU, aliado de los talibanes en su perverso plan de quitarle «el agua al pez», es decir, la comida al afgano, como ya le había quitado «el búfalo al indio», «el alimento a la guerrilla», «los derechos al negro». Por eso, no es extraño que la ONU, hipócritamente, pusiera el grito en el cielo ante la crisis agropecuaria.
El estudio del Programa mundial de Alimentos (PMA) de 24 provincias realizado en abril, denunció que en 2001 se cultivaría un 50% menos de tierra a causa de la sequía y de la escasez de semillas, mientras que el 70% del ganado del país había muerto como resultado del fuerte racionamiento de agua y la disminución de pastos. Igual a lo que pasa hoy en Colombia, donde ya se importa carne y, el colmo, papa congelada, pero, eso sí, a la vez se transmite la cuña institucional según la cual Nairo Quintana muestra los benéficos resultados del TLC con EEUU, que ha dejado el campo libre para el monocultivo destinado al mercado de biocombustibles, y entonces aparece todo tipo de frutas y alimentos que solo existen en la mente de los publicistas al servicio del régimen: se habla de este cuando no hay democracia. Todo esto, es imprescindible decirlo en momentos en que la ONU advierte sobre el futuro del planeta: «Montañas sin hielo, ríos sin agua y océanos sin vida.» (4)
En jun/2001, la ONU advirtió sobre el hambre y las muertes que seguirían a la falta de alimentos, a no ser que la comunidad internacional reaccionara rápidamente aportando mucha más ayuda. Sin embargo, el acoso de los talibanes a las organizaciones humanitarias hizo que muchos países occidentales (EEUU, Francia e Inglaterra) se mostraran reacios a seguir enviando auxilios. El PMA dijo que necesitaría alimentar a 5.5 millones de indigentes en el invierno de 2000/2001, en comparación con los 3.8 millones de 2000. Piénsese aquí si no tiene razón Evo Morales, quien ahora ha dicho que «el capitalismo es el culpable de la pobreza mundial». (5) Lo que ahora le ha costado que miembros de la embajada de EEUU en La Paz declaren, con la mayor desfachatez, la inminencia de un golpe de estado en Bolivia, como ya hicieron en Brasil con Lula y Dilma Rousseff, así como hacen con todo aquel que no les regale los recursos del país o no se arrodille a sus intereses imperialistas. ¿La prueba de ello?, EEUU hoy ni mira hacia Haití, pueblo sumido en una dura crisis humanitaria (6)
Y, qué curioso, la crisis en Afganistán se agravó, por irónico que pueda parecer, por el único caso de aceptación de las exigencias internacionales, entiéndase, de EEUU: la prohibición del cultivo de plantas adormideras. Básicamente, la amapola o adormidera real (Papaver somniferum), cuya fama está ligada a su alto contenido de alcaloides y que, a su vez, es la base de la producción del opio, la heroína y sus derivados. La amapola, convertida en opio y heroína, ha representado y sigue representando una importantísima fuente de ingresos para todas las facciones de Afganistán en guerra. Pero, el conflicto más serio de los talibanes con las organizaciones de ayuda fue su negativa a permitir al PMA comprobar quién se llevaba realmente el pan de las panaderías del PMA en Kabul: no propiamente el pueblo afgano. Después de varios meses de negociaciones fallidas amenazó con clausurar el 15/ju/2001 sus 157 panaderías de Kabul, lo que a la postre ocurrió con la complacencia del gobierno gringo. Hoy, el Talibán controla más territorio afgano que en cualquier momento desde 2001 y ahora EEUU parece decidido a abandonar Afganistán tras la guerra más larga de su historia. (7)
El 13/jul de ese año, los talibanes prohibieron el uso de Internet dentro del país y una semana después promulgaron un decreto por el que se prohibía la importación de 30 artículos, entre ellos el video, casetes de música, labiales; e incluso la práctica del ajedrez, del fútbol y de las cometas. En otras palabras, cuando EEUU habla de su preocupación por el progreso de un país (como ahora con respecto a Chile, Uruguay, Bolivia), debe entenderse exactamente lo contrario: lo que lo ocupa es su atraso y su ignorancia para poder someterlo a sus caprichos.
Ahora, ¿por qué la ONU había puesto, hipócritamente, el grito en el cielo? Porque es la misma entidad que va a tener que ver con el recorte de presupuesto, año tras año, para la ayuda en Afganistán, que (siempre hay que repetir lo obvio: Emerson), depende de EEUU. Y, se sabe, ONU es apéndice político/militar (Cascos Azules), de EEUU. Algunos datos consignados por Rashid: «En 1996, la ONU había solicitado 124 millones de dólares para su programa de ayuda anual destinado a Afganistán, pero a fines de ese año el país solo había recibido 65 millones. En 1997, pidió 133 millones y solo recibió 56, es decir, el 42%, y al año siguiente pidió 157 millones y solo recibió 53, el 34%. En 1999, la ONU redujo de modo drástico su solicitud: solo 113 millones de dólares. Según Barnet Rubin, «si hoy la situación de Afganistán tiene un feo aspecto, no se debe a que el pueblo afgano sea feo. Afganistán no es solo el espejo de los afganos, sino del mundo. Como dice un viejo proverbio persa: ‘Si no te gusta la imagen reflejada en el espejo, no rompas el espejo, rómpete la cara’.» (8) Para terminar, el Talibán considera al gobierno de Ashraf Ghani como «una marioneta de EEUU».
Majid Majidi, entre la política y el amor
Majidi pertenece al Segundo Nuevo Cine iraní, que tomó auge a comienzos de 1990 y dio al de su país resonancia internacional. El primer largo que le dio renombre fue El padre (1994), al que siguieron otros dos, considerados obras maestras: el ya citado Los niños del cielo (1997) y El color del paraíso (1999). El primero, fuertemente evocador de la niñez sin derechos y la pobreza extrema (como en cualquier Colombia), la educación rígida y el acto de competir (igual que acá, en Argentina, Chile y otros lares), aunque también, por contraste, la voluntad de poder y la complicidad fraternal, así como el sentido de cooperación en contra del prurito de acumulación capitalista. El segundo, la historia de Mohammad, un niño ciego sensible y amante de la Naturaleza que estudia en un instituto especial en Teherán. Su padre se avergüenza de él y quiere alejarlo de la familia, colocándolo aprendiz de carpintero pues así es más fácil conseguir acercar a una mujer, piensa el primero. La pregunta fundamental del filme tiene que ver con el improbable acercamiento padre/hijo, un doloroso leitmotiv.
En ambos filmes, subyace la preocupación por el destino difícil a que se enfrentan sus casi siempre infantes personajes, en un medio áspero bombardeado a diario por carencias, adversidades y dependencia económica/política de las grandes potencias que por tradición han oprimido y oprimen a su pueblo. El cine de Majidi, en síntesis, recurre a temáticas, pese a la dureza externa e interna, con conflictos reducidos al mínimo (algo que Occidente olvida creyendo que la gran historia puede divorciarse del hecho pequeño) que potencian valores/sentimientos universales: amor, tristeza, alegría, entrega a una causa, lucha por salir avante en los conflictos de todo tipo. Filmes desarrollados con un equilibrio plástico más cercano a la austeridad oriental y a la mirada profunda, así sea a partir de lo sencillo, elemental, que a la parafernalia hiperconsumista de Occidente y a sus aparatosas y/o espectaculares puestas en escena. Para demostrar esto, bastaría citar al propio Panahi, quien sostiene que su estilo podría concebirse como «acontecimientos humanitarios interpretados de una forma poética y artística». Y añade: «En un mundo donde se hacen filmes con millones de dólares, hicimos una película sobre una niña que quiere comprar un pez por menos de un dólar (en El globo blanco). Esto es lo que estamos tratando de mostrar». (9)
En 2001, Majidi rueda Baran y la ubica en la capital iraní, Teherán, como usualmente hace también su ilustre colega Jafar Panahi (Mianeh, 1960), el siemprevivo realizador de El globo blanco (1995), El círculo (2000), Offside (2006), Esto no es un filme (2011), Taxi (2015), entre otros trabajos y a quien se hace necesario dedicarle un paréntesis, por cuanto representa, en sí mismo, la lucha por las libertades civiles, los DDHH y contra la censura. Cabe recordar que en su ópera prima y ganadora de la Cámara de Oro en Cannes/95, El globo blanco, con guion de Abbas Kiarostami, los niños Razié y Alí pierden un dinero, ya no los zapatos, que un joven vendedor de globos afgano, tras arduos percances, les ayuda a recuperar; en El círculo, su filme más conocido, Panahi lanza al gobierno islámico de Irán sus dardos sobre los vejámenes a las mujeres, sobre su falta de libertad de movimiento y de expresión; en Fuera de lugar, describe la ida al estadio de una joven, hecho prohibido, que disfrazada de hombre encuentra a otras chicas, para reiterar la falta de libertades de las mujeres, la obediencia (in)debida de jóvenes policías tan machos que rayan en el porno, jeje, y, ante todo, la lucha de ellas por alcanzar igual trato que los hombres. Lo que hoy empieza a arrojar sus frutos si se sabe que las iraníes tienen mejores salarios, más empleo y mayor figuración dentro del manejo del Estado: jajaja, esto no es cierto, apenas lo que, en su obligado mutismo sueña Rahmat. Ah, lo que sí es cierto es que ellas siguen anhelando poder entrar al estadio, así sea, como hasta hoy, disfrazadas de hombres. (10) Es innegable el vínculo de Offside con la realidad inmediata pues se rodó mientras se producían los hechos dramatizados: el partido Irán/Baréin final por la clasificación al Mundial 2006. El que dejaría por fuera, entre otros, a Zinedine Zidane en plena liza, como lo muestra esta crónica de Santiago Muñoz Calvo, ante la cual me quito el sombrero, como me pasa siempre que vuelvo a Un vuelo sin retorno. (11)
En Esto no es un filme, y, claro, no lo es pues muestra pormenores de su arresto domiciliario a seis años, sin autorización para filmar por 20 más, ni dar entrevistas a medios ni poder salir del país, todo debido a su «propaganda contra el régimen», y, claro, lo es, no lo de la propaganda, sino lo del régimen, porque cuando hay una dictadura eso no es más que un…: como el de Uribe/Duque, el de Macri, Moreno, Pi/nochet/ñera, por lo cual recibe la ayuda de Mochtabá Mirtahmasp, para hacer un documental que registre su mayúscula desazón frente a los desafueros del Poder. El procurador general de Teherán confirmó la detención, pero no especificó los cargos en su contra y se limitó a decir que el arresto no fue por tratarse de «un artista o por razones políticas», sino porque Panahi «cometió un delito»: el que, a propósito, su esposa, Tahereh Saeedi, desmintió, diciendo: «El filme fue hecho dentro de la casa y no tuvo nada que ver con el régimen». (12) En todo caso Panahi es, como Lula, un preso político. Finalmente, en Taxi Teherán, como se titula en realidad, Oso de Oro en Berlín/2015, Panahi ejecuta una partitura en imágenes similar a la de Travis Bickle, en el filme ya clásico de Scorsese, pero para describir desde la clandestinidad uno de los casos más perversos del nexo entre política y cine, a la vez que se difuminan los límites entre ficción y documental. Protagonizado por su sobrina, Hanna Saeedi, y por él mismo, travestido de taxista, el filme muestra el ejercicio escolar de una niña que graba con una pequeña cámara, lo cual nota aquél al recogerla a la salida del colegio, y a quien le han prohibido exhibir una «realidad sórdida». Cuando le pregunta al tío Jafar, el taxi driver, cómo se hace eso y por qué todo es tan injusto, él se encarga enseguida de enumerarle las prohibiciones que debe enfrentar el cine iraní. De ahí resulta un filme a medio camino entre cine político, comedia de situaciones, denuncia social y ensayo fílmico: en este, se considera el padre a Roberto Rossellini. Pese a las prohibiciones del régimen, Taxi Teherán llegó a Cannes en una USB camuflada en una torta.
Taxi, en suma, es un potente alegato contra la censura en clave de divertimento/tributo: basta revisar las letras amarillas del anuncio, como las de Taxi Driver; el pasajero que lo descubre como cineasta; el reclamo de la niña (su sobrina) por buscarla en «este cacharro» pues ella ha contado en el colegio que es «director de cine»: «Si no piensas en tu reputación, por lo menos piensa en la mía»; el episodio de las dos viejitas con la pecera; el moribundo, con la cara ensangrentada que quiere dejar un testamento y que piensa dejarle a su mujer «todo lo que tengo» (como yo… que no es nada, frente a lo que ella me ha dado); en fin, el que pide que ahorquen a algunos, para que los demás aprendan, un pequeño e inofensivo guiño, jejeje, al verdugo reelegido en 2010, Ahmadinejad, justo cuando el 30/jul/2009 Panahi va a la cárcel.
Cómo no incluir aquí, para terminar, los fragmentos del mensaje que Panahi envió desde la cárcel, el 18/may/2010 y que apareció en periódicos de todo el mundo:
«Por la presente declaro que he sido objeto de malos tratos en la prisión de Evin.
El sábado 15/may/2010, los guardias de la prisión entraron de repente en nuestra celda, la N° 56, y nos sacaron a mí y a mis compañeros, nos hicieron desnudar y nos tuvieron en el frío durante una hora y media. El domingo por la mañana me llevaron a la sala de interrogatorios y me acusaron de haber filmado el interior de mi celda, lo que es completamente falso. Entonces me amenazaron con encarcelar a toda mi familia en Evin y maltratar a mi hija en una prisión poco segura de la ciudad de Rejayi Shahr. No he comido ni bebido nada desde el domingo por la mañana, y declaro que si mis deseos no son respetados voy a seguir absteniéndome de beber y comer. No quiero ser una rata en un laboratorio. Víctima de sus enfermizos juegos, amenazado y torturado psicológicamente. Mis exigencias son:
-Tener la posibilidad de contactar y ver a mi familia, así como tener la completa seguridad de que están a salvo.
– El derecho a tener y comunicarme con un abogado pues ya he pasado 77 días en prisión.
– La libertad condicional hasta mi juicio y el veredicto final.
Por último, juro por lo que creo que es el cine, que no voy a dejar mi huelga de hambre hasta que mis deseos sean satisfechos.
Mi último deseo es que mis restos sean devueltos a mi familia, para que puedan enterrarme en el lugar que elijan.» (13)
Esto no es una película (o un filme) y Taxi Teherán, junto a Telón cerrado, conforman la «Trilogía Clandestina», de Jafar Panahi, que, aun hecha en el encierro, lleva, por contraste, la impronta de la libertad. En ella, la puesta en escena va del espacio privado al público, es decir, a las calles de la urbe. En ella, el cineasta, mediante lo «políticamente incorrecto» para el statu quo halla la manera de poner en práctica, a la Thoreau/Gandhi, la desobediencia civil. Actitud que se asume, de forma natural, dada la ridiculez de la acusación oficial pues el delito que se le imputa a Panahi es «actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el régimen». (14) La farsa, la mentira/paranoia, de los políticos, no permiten comparaciones.
Volviendo sobre Baran, el filme, del género drama, aunque recurre a la comedia negra, en colores, dura 94′. Tiempo suficiente para describir el problema de los refugiados; de los desplazados forzados en su propio país; la crisis de las panaderías del PMA que terminó en el cierre de las 157 que supuestamente controlaba la ONU; el problema de los obreros ilegales y, antes que nada, la explotación laboral de niños y niñas e incluso el maltrato a los adultos: recuérdese el caso de Najaf y su dificultad para conseguir unas muletas y para recuperar su dinero, el que le retiene su jefe Memar: como le pasa a Léon (Jean Reno) con Tony (Danny Aiello), protagonista y prestamista, en su orden, de The Cleaner o El limpiador, filme de Besson que fue retitulado, mal, en español como El perfecto asesino, cuando en realidad se trata del personaje que limpia en la sociedad la basura que ella misma produce/recicla, sin hacer jamás, eso sí, la tan vituperada como escondida, por el capitalismo, limpieza social. Y, claro, la pérdida de los derechos fundamentales de todos ellos y, en especial, de niños/niñas: v. gr., poder vivir en paz y dedicados por voluntad al estudio y no por obligación al trabajo.
Los protagonistas son Lateef, muchacho encargado de preparar el té y los alimentos a los obreros de una construcción en Teherán; y Baran (= lluvia), un misterioso joven que ingresa a la obra a suplir a Najaf, su padre, quien se ha roto una pierna y que por su carácter de ilegal no puede reclamar atención especial, ni poner en evidencia al resto de compañeros afganos. Con su enfoque/tratamiento, Majidi permite al espectador hacer varias lecturas. Tres de ellas: los trabajadores son afganos ilegales laborando en un país que los rechaza/humilla; en un régimen como el talibán, la mujer es ignorada como persona, careciendo así de los mínimos derechos; el amor termina por convertirse en barniz del áspero muro socio/político, dándoles a los protagonistas y al espectador la ilusión de poder avanzar en la consolidación de los sueños. Aun así, el cineasta evita/evade la ruta fácil del melodrama, la historia cursi de tanta telenovela, al no descuidar el trasfondo político/social que enmarca esta historia en lo esencial remitida al poder de los sentimientos; que reenvía al espectador la idea según la cual los sentimientos creen en un desenlace feliz y de modo tácito en la vida eterna, sin importar que la realidad se encargue de abortar tan noble abstracción, de echar a perder tamaña osadía.
El conflicto, por demás laboral, surge entre Rahmat y Lateef, cuando el primero le quita el puesto al segundo. Tras el posterior y esencial descubrimiento de quien de hombre de confianza ha pasado a cotero, surge el amor. Una especie de embriaguez sobria se apodera de él. De pícaro y pendenciero, Lateef, por gracias del amor, pasa a ser un hombre cuya generosidad y entrega, si bien no generan envidia ni son proverbiales sí producen admiración. Con ello se hace del filme una obra poética de alto vuelo. Viene la caída de la nieve que sugiere la vía/metáfora más fácil para aplacar la llama juvenil. Por primera vez, Lateef se acicala frente al espejo. Se pone una camisa de tono rojo, el color del erotismo que, a la vez, no se olvide, encarna/aviva la pasión. Más tarde, Rahmat alimenta las palomas. Lateef observa. Surgen el fuego y el agua, símbolos constantes en el filme, y en los de Tarkovski, claro, igual que la nieve. Los trabajadores cantan y se divierten. Lateef sueña… Duras condiciones atmosféricas se dan. No faltan los guiños cinematográficos. Entonces, cuando Lateef reclama a su jefe Memar parte de su dinero, éste leonino le responde: «Tu dinero está más seguro conmigo», con lo cual remite al mafioso que le cuida el dinero a Léon en El limpiador o El perfecto asesino. Tras el grito: «¡Afganos, corran a esconderse!», «¡han llegado los inspectores!» que Memar profiere, Rahmat huye. Lateef interviene en su favor y termina en la comisaría. Memar le dice: «¿Desde cuándo eres un héroe? Me multaron y ahora debo despedir a todos los afganos». De aquí y de todas las demás situaciones, salpicadas por la truculencia, el horror y la avaricia, es posible inferir lo que decía el Che: «El capitalismo es el genocida más respetado del mundo». Y, por eso, el capitalismo/colonialismo gringo/francés, lo asesinó: Diendèré, Charles Taylor, quien «huyó» de una cárcel federal gringa y patrocinado por la CIA fue dictador de Liberia, según relata el documentalista italiano Silvestro Montanaro, y la siniestra/diestra dupla Mitterrand-Chirac, vía Blaise Compaoré y el presidente del Chad, ordenaron la masacre del Che africano Th. Sankara, junto a 11/12 de sus más cercanos camaradas, con lo cual se liquidó de un tajo una de las más bellas revoluciones que país africano alguno haya tenido: ex Alto Volta, hoy Burkina Faso.
Lateef descubre un gancho para el pelo y en él un cabello de Rahmat. Aquél camina por la nieve del ensueño y por el bochorno del ensimismamiento. Su amor es helado. Viene el fuego. Fundido a negro. El amor, se reitera, transforma a Lateef: el hombre violento se vuelve apacible, tolerante, preocupado por la suerte del Otro. Pregunta por Soltán; un zapatero, suerte de sabio y poeta, le responde: «Todos los afganos son Soltán y trabajadores de la construcción». Segundo posible guiño: esta vez a Miedo devorar alma, de Fassbinder, cuyo subtítulo es Todos los turcos se llaman Alí, aunque se trate de un marroquí, con lo cual la invisibilización, por negreada, de los africanos, se convierte en una luz cegadora. «Del fuego de estar separado / sale la llama que quema el corazón», agrega el zapatero/poeta, con lo cual, de paso, pareciera adivinar las penas que habitan el cuore de Lateef en relación con Rahmat.
«Todo lo que se hace por amor, está bien hecho», es una frase que se puede aplicar a Baran, filme en el que el amor es un barniz que, sin embargo, no alcanza a tapar la pared del dolor. Al bajarse la burkha, para no ceder a la tentación mundana que castigan los talibanes, Baran, ya ex Rahmat, confiesa del todo su amor por Lateef: el que ya se había insinuado con aquella taza de té puesta en la escalera. Amor que se refleja en la huella del zapato (objeto/emblema para los iraníes) consumida por la lluvia. Hermosa metáfora que confirma el poder de los sentimientos, aquellos proletarios, poderosos proletarios, que se mueven dentro de nosotros y los únicos que, prescindiendo del dinero, nos llevan de la mendicidad a la aristocracia. Pero, no la propia de esas vulgares monarquías, sino la de aquellos nobles/aristócratas del espíritu que jamás ceden a la tentación de la soberbia ni de la avaricia, sino que son adeptos a la sobriedad, lo mismo que a la justicia y a la igualdad, virtudes en «la tierra de los hombres íntegros», como se narra en el documental Thomas Sankara – La revolución asesinada (15), que es lo que significa Burkina Faso, en la designación que el Che Thomas Sankara le supo dar a su país. La que sin duda Lateef podría extrapolar a Irán, gracias a sus tan elevados/desnudos sentimientos proletarios, como también son los de la muda/turbadora verdad lluviamor de Baran: ambos, conjugan la llama doble de la vida, el amor y el erotismo.
FICHA TÉCNICA: Título original: Baran. G/D: Majid Majidi. País: Irán. Año: 2001. Formato: 35 mm; color, 94 min. Fot.: Mohammad Davudi. Mús.: Ahmad Pezham. Mon.: Hassan Hassandoost. Int.: Hossein Abedini (Lateef); Zahra Bahrami (Baran); Mohammad Amir Naji (Memar); Abbas Rahimi (Soltán); Hossein Mahjoub. Género: Drama / Romance / Comedia negra. Prod.: Majid Majidi y Fouad Nahas. Dist.: Civite Baran. Premios: Mejor Director y Mejor Guion en el Festival de Cine de Gijón, España; Mejor Película en el Festival de Cine de Montreal. Candidata al Premio del Cine Europeo a la Mejor Película Internacional. https://www.ok.ru/video/1661145909776
Notas:
(3) https://www.lafm.com.co/colombia/los-indigenas-en-el-vichada-que-escarban-en-las-basuras
(7) https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-48986359
(8) Rashid, Ahmed. Los Talibán – El Islam, el petróleo y el nuevo «Gran Juego» en Asia Central. Ediciones Península, Barcelona, 460 pp.: 211.
(11) https://blogs.elespectador.com/cultura/el-magazin/el-mago-aureo
https://blogs.elespectador.com/cultura/el-magazin/un-vuelo-sin-retorno
(14) https://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/la-voluntad-del-cielo-322856.html?desktop=true
(15) https://www.youtube.com/watch?v=OzHYwQdLg4M&t=9s
Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, desde 2012, y columnista, desde el 23/mar/2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Eds., 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al III Congreso Int. Literatura y Revolución – El estatuto (contra)colonial de la Humanidad (29-30/oct/2019). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en Rebelión.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.